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28/03/2025

MAURIZIO LAZZARATO
¡Armarse para salvar el capitalismo financiero!
La lección de Rosa Luxemburg, Kalecki, Baran y Sweezy

Maurizio Lazzarato, 26-3-2025
Viñetas de Enrico Bertuccioli
Traducido por Tlaxcala, editado por Luis Casado

Maurizio Lazzarato (1955), exiliado en Francia tras la represión desatada el 7 de abril de 1979 contra el movimiento Autonomía Obrera Organizada, en el que militaba en la Universidad de Padua, es un sociólogo y filósofo independiente italiano residente en París. Es autor de numerosos libros y artículos sobre el trabajo inmaterial, el capitalismo cognitivo, la biopolítica y la bioeconomía, la deuda, la guerra y lo que él llama la máquina del Estado-Capital. Último libro publicado en español: Guerra o revolución. Por qué la paz no es una alternativa (Tinta Limón, 2022). Bibliografia en español

Por grande que sea una nación, si ama la guerra perecerá; por pacífico que sea el mundo, si olvida la guerra estará en peligro”.

(“Wu Zi”, antiguo tratado militar chino)

Cuando decimos sistema de guerra nos referimos a un sistema como el vigente  que asume la guerra, aunque sólo sea planeada y no combatida, como fundamento y vértice del orden político, es decir, de la relación entre los pueblos y entre los hombres. Un sistema en el que la guerra no es un acontecimiento sino una institución, no una crisis sino una función, no una ruptura sino una piedra angular del sistema, una guerra siempre obsoleta y exorcizada, pero nunca abandonada como posibilidad real”.

(Claudio Napoleoni, 1986)


El advenimiento de Trump es apocalíptico, en el sentido original del término apocalipsis: revelación. Su convulsa agitación tiene el gran mérito de mostrar la naturaleza del capitalismo, la relación entre guerra, política y beneficio, entre capital y Estado habitualmente cubierta por la democracia, por los derechos humanos, por los valores y la misión de la civilización occidental.

La misma hipocresía está en el corazón de la narrativa construida para legitimar los 800.000 millones de euros para el rearme que la UE le impone mediante el recurso al estado de excepción a los Estados miembros.

Armarse no significa, como dice Draghi, defender “los valores que han fundado nuestra sociedad europea” y han “garantizado durante décadas a sus ciudadanos la paz, la solidaridad y, con el aliado usamericano, la seguridad, la soberanía y la independencia”, sino salvar el capitalismo financiero.

Ni siquiera hacen falta grandes discursos ni documentados análisis para desenmascarar la pobreza de estas narrativas, bastó otra masacre de 400 civiles palestinos para sacar a la luz la verdad de la indecente cháchara sobre la exclusividad la y supremacía moral y cultural de Occidente.

Trump no es un pacifista, se limita a reconocer la derrota estratégica de la OTAN en la guerra de Ucrania, mientras las élites europeas rechazan la evidencia. La paz para ellos significaría volver al estado catastrófico al que han reducido a sus naciones.

La guerra debe continuar porque para ellos, como para los demócratas y el Estado profundo usamericano, es el modo de salir de la crisis iniciada en 2008, como ya ocurrió con la gran crisis de 1929.

Trump piensa resolver la cuestión privilegiando la economía sin renegar de la violencia, del chantaje, de la intimidación, de la guerra. Es muy probable que ni el uno ni los otros tengan éxito en el intento porque tienen un enorme problema: el capitalismo, en su forma financiera, está en profunda crisis y precisamente desde su centro USA – llegan señales “dramáticas” para las élites que nos gobiernan. En lugar de converger hacia USA, los capitales huyen hacia Europa.

Gran novedad, síntoma de rupturas imprevisibles que corren el riesgo de ser catastróficas. El capital financiero no produce mercancías, sino burbujas que se inflan todas en USA y estallan en detrimento del resto del mundo, demostrando ser armas de destrucción masiva.

La finanza usamericana chupa valor (capital) de todo el mundo, lo invierte en una burbuja, que tarde o temprano estallará, obligando a los pueblos del planeta a la austeridad, al sacrificio para pagar sus fracasos: primero fue la burbuja de internet, luego la burbuja de las subprimes que provocó una de las mayores crisis financieras de la historia del capitalismo, abriendo la puerta a la guerra.

Intentaron incluso la burbuja del capitalismo verde que nunca despegó y, por último, la burbuja incomparablemente mayor de las empresas de alta tecnología.

Para tapar los agujeros de los desastres de la deuda privada descargada sobre la deuda pública, la Reserva Federal y la banca europea inundaron los mercados de liquidez que en lugar de “gotear” en la economía real, sirvió para alimentar la burbuja de la alta tecnología y el desarrollo de los fondos de inversión conocidos como los “Tres Grandes”, Vanguard, BlackRock y State Street (el más grande monopolio de la historia del capitalismo, gestiona 50 billones de dólares, accionista mayoritario de todas las empresas cotizadas más importantes). Ahora incluso esta burbuja se está desinflando.

Si dividimos por dos toda la capitalización de la lista de la Bolsa de Wall Street, todavía estamos muy lejos del valor real de las empresas de alta tecnología, cuyas acciones han sido infladas por los propios fondos para mantener altos los dividendos para sus “ahorradores” (los demócratas contaban incluso con sustituir el bienestar por las finanzas para todos, como antes habían delirado con la vivienda para todos los usamericanos).

Ahora la diversión llega a su fin. La burbuja ha llegado a su límite y los valores caen con riesgo real de un colapso. Si a esto añadimos la incertidumbre que las políticas de Trump – representante de unas finanzas que no son las de los fondos de inversión – introducen en un sistema que éstos habían conseguido estabilizar con la ayuda de los demócratas, comprendemos el temor de los “mercados”.

El capitalismo occidental necesita otra burbuja porque no conoce sino la reproducción de lo mismo de siempre (el intento trumpiano de reconstruir la industria manufacturera en USA está destinado a un fracaso seguro).


La identidad perfecta de “producción” y destrucción

Europa, que ya gasta 386.000 millones de euros [UE: 326 000; RU: 60 000] en armamento, es decir, 2,64 veces más de lo que gasta Rusia [146 000 millones] (la OTAN representa el 55% del gasto mundial en armas, Rusia el 5%) decidió un importante plan de inversión de 800.000 millones de euros para seguir aumentando el gasto militar.

La guerra y la Europa donde siguen activas las redes políticas y económicas, centros de poder que remiten a la estrategia representada por Biden, derrotada en las últimas elecciones presidenciales, son la ocasión para construir una burbuja basada en el armamento para compensar las crecientes dificultades de los “mercados” usamericanos.

Desde diciembre, las acciones de las empresas armamentísticas son objeto de especulación, yendo de subida en subida y fungiendo de refugio seguro para los capitales que ven la situación usamericana demasiado riesgosa.

En el centro de la operación están los fondos de inversión, que también figuran entre los principales accionistas de las grandes empresas armamentísticas. Poseen participaciones significativas en Boeing, Lockheed Martin y RTX, influyendo en la gestión y las estrategias de estas empresas.

También en Europa están presentes en el complejo militar-industrial: Rheinmetall, empresa alemana que fabrica los carros Leopard y que ha visto subir el precio de sus acciones un 100% en los últimos meses, tiene como principales accionistas a Blackrock, Société Générale, Vanguard, etc.

Rheinmetall, el mayor fabricante de municiones de Europa, ha superado en capitalización al mayor fabricante de automóviles del continente, Volkswagen, la última señal del creciente apetito de los inversores por los valores ligados a la defensa.

La Unión Europea quiere recoger y canalizar el ahorro continental hacia el armamento con consecuencias catastróficas para el proletariado y una mayor división de la Unión. La carrera armamentística no podrá funcionar como “keynesianismo de guerra” porque la inversión en armamento interviene en una economía financiarizada y ya no industrial. Construida con dinero público beneficiará a una pequeña minoría de particulares, mientras empeora las condiciones de la inmensa mayoría de la población.

La burbuja armamentística sólo puede producir los mismos efectos que la burbuja de alta tecnología usamericana. Después de 2008, las sumas de dinero captadas para la inversión en la burbuja de alta tecnología nunca han “goteado” hacia el proletariado usamericano.

Por el contrario, han producido una desindustrialización cada vez mayor, empleos precarios y poco cualificados, salarios bajos, pobreza rampante, la destrucción del escaso bienestar heredado del New Deal y la posterior privatización de todos los servicios. Esto es lo que sin duda producirá en Europa la burbuja financiera europea.

La financiarización conducirá no sólo a la destrucción completa del Estado del Bienestar y a la privatización a ultranza de los servicios, sino a una mayor fragmentación política de lo que queda de la Unión Europea. Las deudas, contraídas por cada Estado por separado, tendrán que ser reembolsadas y habrá enormes diferencias entre los Estados europeos en cuanto a su capacidad para honrar las deudas contraídas.

El verdadero peligro no son los rusos, sino los alemanes con su rearme de € 500.000 millones y otros € 500.000 millones para infraestructuras, financiación decisiva en la construcción de la burbuja.

La última vez que se armaron combinaron desastres mundiales (25 millones de muertos sólo en la Rusia soviética, la solución final, etc.), de donde surgió la famosa declaración de François Mauriac: “Me gusta tanto Alemania que me alegro de que haya dos”.

A la espera de los desarrollos ulteriores del nacionalismo y de la extrema derecha ya al 21 %, que inevitablemente producirá “Deutschland ist zurück” [Alemania está de vuelta], Alemania impondrá su habitual hegemonía imperialista a los demás países europeos.

Los alemanes han abandonado rápidamente el credo ordoliberal que no tenía ninguna base económica, sólo política, y abrazan a ultranza la financiarización angloamericana, con el mismo objetivo, dominar y explotar Europa.

El Financial Times habla de una decisión tomada por Merz, el hombre de Blackrock, y Kukies, el ministro del Tesoro, hombre de Goldman Sachs, con el aval de los partidos de “izquierda” SPD y Die Linke, que, como sus predecesores en 1914, asumen una vez más la responsabilidad de la futura carnicería.

Si el anterior imperialismo interior alemán se fundaba en la austeridad, el mercantilismo de exportación, la congelación salarial y la destrucción del Estado del Bienestar, éste se fundará en la gestión de una economía de guerra europea jerarquizada en los diferenciales de tipos de interés a pagar para reembolsar la deuda contraída.

Los países ya muy endeudados (Italia, Francia, etc.) tendrán que encontrar quién compre sus bonos emitidos para pagar su deuda, en un “mercado” europeo cada vez más competitivo. A los inversionistas les convendrá más comprar bonos alemanes, bonos emitidos por empresas armamentísticas sobre los que jugará la especulación al alza, y títulos de deuda pública europea, sin duda más seguros y rentables que los bonos de los países sobreendeudados.

El famoso “diferencial” (spread) seguirá desempeñando su papel como en 2011. Los miles de millones necesarios para pagar a los mercados no estarán disponibles para el Estado del Bienestar. El objetivo estratégico de todos los gobiernos y oligarquías desde hace cincuenta años, la destrucción de los gastos sociales para la reproducción del proletariado y su privatización, será alcanzado.

Veintisiete egoísmos nacionales lucharán entre sí sin nada en juego, porque la historia, que “somos los únicos que sabemos lo que es”, nos ha arrinconado, inútiles e irrelevantes tras siglos de colonialismo, guerras y genocidios.

La carrera armamentística va acompañada de una machacona justificación de “estamos en guerra” contra todo el mundo (Rusia, China, Corea del Norte, Irán, BRICS) que no puede abandonarse y que corre el riesgo de llegar a buen puerto porque esta delirante cantidad de armas aún debe “consumirse”.

La lección de Rosa Luxemburg, Kalecki, Baran y Sweezy

Sólo los ingenuos pueden asombrarse de lo que está ocurriendo. Todo se repite, sólo que dentro de un capitalismo financiero y ya no industrial como en el siglo XX.

La guerra y el armamento estén en el centro de la economía y de la política desde que el capitalismo se hizo imperialista. Y son también el centro del proceso de reproducción del capital y del proletariado, en feroz competencia entre sí.

Reconstruyamos rápidamente el marco teórico proporcionado por Rosa Luxemburg, Kalecki, Baran y Sweezy, firmemente plantado, – en contraste con las inútiles teorías críticas contemporáneas –, sobre las categorías de imperialismo, monopolio y guerra, que nos ofrece un espejo de la situación contemporánea.

Empecemos por la crisis de 1929, que tuvo sus raíces en la Primera Guerra Mundial y en el intento de salir de ella activando el gasto público mediante la intervención del Estado. Según Baran y Sweezy (en adelante, B&S) el inconveniente del gasto público en los años 30 era su volumen, incapaz de contrarrestar las fuerzas depresivas de la economía privada.

“Visto como una operación de rescate de la economía usamericana en su conjunto, el New Deal fue, por tanto, un fracaso estrepitoso. Incluso Galbraith, el profeta de la prosperidad sin compras bélicas, reconoció que en la década 1930 - 1940, ‘la gran crisis' nunca terminaba”.

Saldrá solo con la Segunda Guerra Mundial: “Luego vino la guerra, y con la guerra la salvación (...) el gasto militar hizo lo que el gasto social no había conseguido hacer”, porque el gasto público pasó de 17.500 millones de dólares a 103.100 millones.

B&S demuestran que el gasto público no dio los resultados que dio el gasto militar porque estaba limitado por un problema político que sigue siendo el nuestro. ¿Por qué el New Deal y su gasto no consiguieron un objetivo que “estaba al alcance de la mano, como demostró más tarde la guerra”?

Porque sobre la naturaleza y composición del gasto público, es decir, la reproducción del sistema y del proletariado, se desata la lucha de clases.

“Dada la estructura de poder del capitalismo monopolista usamericano, el aumento del gasto civil casi había alcanzado sus límites extremos. Las fuerzas que se oponían a una mayor expansión eran demasiado poderosas para ser superadas”.

El gasto social competía o perjudicaba a las corporaciones y oligarquías, arrebatándoles poder económico y político.

“Como los intereses privados controlan el poder político, los límites del gasto público se fijan rígidamente sin preocuparse de las necesidades sociales, por vergonzosamente evidentes que sean”.

Y estos límites valían también para el gasto, la sanidad y la educación, que en aquella época, a diferencia de hoy, no competían directamente con los intereses privados de las oligarquías.

La carrera armamentística permite aumentar el gasto público del Estado, sin que esto se transforme en un aumento de los salarios y del consumo del proletariado. ¿Cómo se puede gastar el dinero público para evitar la depresión económica que conlleva el monopolio, evitando al mismo tiempo el fortalecimiento del proletariado? “Con armamento, con más armamento, con más y más armamento”.

Michael Kalecki, trabajando sobre el mismo periodo, pero sobre la Alemania nazi, consigue dilucidar otros aspectos del problema. Contra todo economicismo que amenaza siempre la comprensión del capitalismo incluso por las teorías críticas marxistas, pone en evidencia la naturaleza política del ciclo del capital: “La disciplina en las fábricas y la estabilidad política son más importantes para los capitalistas que los beneficios corrientes”.

El ciclo político del capital, que ahora sólo puede ser garantido por la intervención del Estado, debe recurrir al gasto armamentístico y al fascismo. Para Kalecki, el problema político también se manifiesta en la “dirección y los fines del gasto público”. La aversión a la “subvención del consumo de masas” está motivada por la destrucción que provoca “de los fundamentos de la ética capitalista ‘ganarás el pan con el sudor de tu frente’ (a menos que vivas de las rentas del capital)’. ¿Cómo conseguir que el gasto estatal no se convierta en aumento del empleo, del consumo y de los salarios y, por tanto, en fuerza política del proletariado?

El inconveniente para las oligarquías se supera con el fascismo porque la maquinaria estatal está entonces bajo el control del gran capital y de la dirección fascista, con “la concentración del gasto estatal en armamento”, mientras que “la disciplina de fábrica y la estabilidad política se garantizan mediante la disolución de los sindicatos y los campos de concentración. La presión política sustituye aquí a la presión económica del desempleo”.

De ahí el inmenso éxito de los nazis entre la mayoría de los liberales británicos y usamericanos.

La guerra y el gasto en armamento ocupan un lugar central en la política usamericana, incluso después del fin de la Segunda Guerra Mundial, porque es inconcebible una estructura política sin una fuerza armada, es decir, sin el monopolio de su ejercicio.

El volumen del aparato militar de una nación depende de su posición en la jerarquía mundial de explotación. “Las naciones más importantes serán siempre las que más necesiten, y la magnitud de sus necesidades (de fuerza armada) variará en función de que entre ellas haya o no una lucha encarnizada por el primer puesto”.

Por lo tanto, el gasto militar sigue creciendo en el centro del imperialismo: “Naturalmente, la mayor parte de la expansión del gasto público tuvo lugar en el sector militar, que pasó de menos del 1% a más del 10% del PNB, y que representó alrededor de dos tercios del aumento total del gasto público desde 1920. Esta absorción masiva del excedente en preparativos militares ha sido el hecho central de la historia usamericana de posguerra”.

Kalecki señala que en 1966 “más de la mitad del crecimiento de la renta nacional se traduce en el crecimiento de los gastos militares”.

Ahora, en la posguerra, el capitalismo ya no puede contar con el fascismo para controlar el gasto social. El economista polaco, “alumno” de Rosa Luxemburg, señala: “Una de las funciones fundamentales del hitlerismo fue superar la aversión del gran capital a la política anticoyuntural a gran escala. La gran burguesía había dado su asentimiento al abandono del laisser-faire y al aumento radical del papel del Estado en la economía nacional, a condición de que el aparato estatal estuviera bajo el control directo de su alianza con la dirección fascista” y de que el destino y el contenido del gasto público estuvieran determinados por el armamento.

En los Treinta Gloriosos, sin el fascismo asegurando la dirección del gasto público, los Estados y los capitalistas se vieron forzados a un compromiso político. Relaciones de poder determinadas por el siglo de las revoluciones obligan al Estado y a los capitalistas a concesiones que, en cualquier caso, son compatibles con beneficios que alcanzan tasas de crecimiento desconocidas hasta entonces.

Pero incluso este compromiso es demasiado porque, a pesar de los grandes beneficios, “en tal situación los trabajadores se vuelven ‘recalcitrantes’ y los ‘capitanes de la industria’ se muestran ansiosos por ‘darles una lección’”.

La contrarrevolución, desplegada a partir de finales de los años 60, tendrá en su centro la destrucción del gasto social y la feroz voluntad de orientar el gasto público hacia los intereses únicos y exclusivos de las oligarquías. El problema, a partir de la República de Weimar, nunca fue una intervención genérica del Estado en la economía, sino el hecho de que el Estado haya sido investido por la lucha de clases y haya sido obligado a ceder a las exigencias de las luchas obreras y proletarias.

En los tiempos “pacíficos” de la Guerra Fría, sin la ayuda del fascismo, la explosión del gasto militar necesita una legitimación, asegurada por una propaganda capaz de evocar continuamente la amenaza de una guerra inminente, de un enemigo a las puertas dispuesto a destruir los valores occidentales:

“Los creadores oficiosos y oficiales de la opinión pública tienen preparada la respuesta: los Estados Unidos deben defender el mundo libre de la amenaza de agresión soviética (o china)”.

Kalecki, para el mismo período, precisa: “Los periódicos, el cine, la radio y la televisión que trabajan bajo la égida de la clase dominante crean una atmósfera que favorece la militarización de la economía”.

El gasto en armamento no sólo tiene una función económica, sino también de producción de subjetividades sometidas. La guerra, al exaltar la subordinación y el mando, “contribuye a crear una mentalidad conservadora”.

“Mientras que el masivo gasto público en educación y bienestar tiende a socavar la posición privilegiada de la oligarquía, el gasto militar hace lo contrario. La militarización favorece a todas las fuerzas reaccionarias (...) se determina un respeto ciego a la autoridad; se enseña y se impone una conducta de conformidad y sumisión; y la opinión contraria se considera un acto antipatriótico o directamente una traición”.

El capitalismo produce un capitalista que, precisamente por la forma política de su ciclo, es un sembrador de muerte y destrucción, más que un promotor del progreso. Richard B. Russell, un senador conservador del sur de EEUU en los años 60 citado por B&S, nos dice:

“Hay algo en los preparativos para la destrucción que induce a los hombres a gastar el dinero más descuidadamente que si fuera para fines constructivos. No sé por qué ocurre esto; pero durante los treinta años que llevo en el Senado, más o menos, comprendí que, al comprar armas para matar, destruir, borrar ciudades de la faz de la tierra y eliminar grandes sistemas de transporte, hay algo que hace que los hombres no calculen los gastos con el mismo cuidado que cuando se trata de pensar en una vivienda digna y en la atención sanitaria para los seres humanos”.

La reproducción del capital y del proletariado se politizó con las revoluciones del siglo XX. La lucha de clases, ocupando también esta realidad hizo emerger una oposición radical entre la reproducción de la vida y la reproducción de su destrucción que desde los años 1930 no ha hecho sino profundizarse.


¿Cómo funciona el capitalismo ?

La guerra y el armamento, prácticamente excluidos de todas las teorías críticas del capitalismo, funcionan como discriminadores en el análisis del capital y del Estado.  Es muy difícil definir el capitalismo como un “modo de producción”, como hizo Marx, porque la economía, la guerra, la política, el Estado y la tecnología son elementos estrechamente entrelazados e inseparables.

La “crítica de la economía” no basta para producir una teoría revolucionaria. Ya con el advenimiento del imperialismo se produjo un cambio radical en el funcionamiento del capitalismo y del Estado, puesto de manifiesto claramente por Rosa Luxemburg para quien la acumulación tiene dos aspectos.

El primero “se refiere a la producción de plusvalía – en la fábrica, en la mina, en la explotación agrícola – y a la circulación de mercancías en el mercado. Considerada desde este punto de vista, la acumulación es un proceso económico cuya fase más importante es una transacción entre el capitalista y el asalariado”.

El segundo aspecto tiene como teatro el mundo entero, una dimensión mundial irreductible al concepto de “mercado” y a sus leyes económicas.

“Aquí los métodos empleados son la política colonial, el sistema internacional de créditos, la política de esferas de interés, la guerra. La violencia, el engaño, la opresión, la depredación se desarrollan abiertamente, sin máscara, y es difícil reconocer las estrictas leyes del proceso económico en el entrelazamiento de la violencia económica y la brutalidad política”.

La guerra no es una continuación de la política, sino que siempre coexiste con ella, como muestra el funcionamiento del mercado mundial. Aquí, donde la guerra, el fraude y la depredación coexisten con la economía, la ley del valor nunca ha funcionado realmente. El mercado mundial tiene un aspecto muy diferente del esbozado por Marx. Sus consideraciones parecen ya no ser válidas, o mejor dicho, son precisadas: sólo en el mercado mundial el dinero y el trabajo devendrían adecuados a su concepto, haciendo realidad su abstracción y su universalidad. A contrario, lo que podemos constatar es que el dinero, la forma más abstracta y universal del capital, es siempre la moneda de un Estado. El dólar es la moneda de USA y  reina sólo en cuanto tal.

La abstracción del dinero y su universalidad (y sus automatismos) se los apropia una “fuerza subjetiva” y son gestionados según una estrategia que no está contenida en el dinero. Incluso la finanza, como la tecnología, parece ser objeto de apropiación por parte de fuerzas subjetivas "nacionales", muy poco universales.  

En el mercado mundial, ni siquiera el trabajo abstracto triunfa como tal, sino encontrando en su lugar otros trabajos radicalmente diversos (trabajo servil, trabajo esclavo, etc.) y es objeto de estrategias.

La acción de Trump, – caído el velo hipócrita del capitalismo democrático –, nos revela el secreto de la economía: sólo puede funcionar a partir de una división internacional de la producción y la reproducción definida e impuesta políticamente, es decir, mediante el uso de la fuerza, que implica también la guerra.

La voluntad de explotar y dominar, gestionando simultáneamente las relaciones políticas, económicas y militares, construye una totalidad que nunca puede cerrarse sobre sí misma, sino que siempre permanece abierta, escindida por los conflictos, las guerras, las depredaciones. En esta totalidad escindida, convergen y se gobiernan todas las relaciones de poder.Trump interviene sobre el uso de las palabras, pero también sobre las teorías de género, al mismo tiempo que quiere imponer un nuevo posicionamiento global, político y económico, de los USA. De lo micro a lo macro, acción política que los movimientos contemporáneos están lejos sólo de pensar.

La construcción de la burbuja financiera, proceso que podemos seguir paso a paso, tiene lugar del mismo modo. Los actores que intervienen en su producción son múltiples: la Unión Europea, los Estados que deben endeudarse, la Banca Europea, el Banco de Inversiones europeas, los partidos políticos, los medios de comunicación y la opinión pública, los grandes fondos de inversión (todos usamericanos) que organizan el trasiego de capitales de una Bolsa a otra, y las grandes empresas.

Sólo después de que el choque/cooperación entre estos centros de poder haya dado su veredicto, la burbuja económica y sus automatismos podrán funcionar. Hay toda una ideología sobre el funcionamiento automático que hay que desmentir. El “piloto automático”, sobre todo a nivel financiero, existe y funciona sólo después de que ha sido instituido políticamente. No existía en los 30 gloriosos porque se decidió políticamente en ese sentido. Funciona desde finales de los 70 por voluntad política explícita.

Esta multiplicidad de actores que llevan meses agitándose se mantiene unida por una estrategia. Hay, pues, un elemento subjetivo que interviene de manera fundamental. De hecho, dos. Desde el punto de vista capitalista, hay una lucha feroz entre el “factor subjetivo” Trump y el “factor subjetivo” de las élites que fueron derrotadas en las elecciones presidenciales, pero que todavía tienen una fuerte presencia en los centros de poder en los USA y Europa.

Pero para que el capitalismo funcione debemos tomar en consideración también un factor subjetivo proletario. Éste desempeña un papel decisivo porque, o bien se convertirá en el portador pasivo del nuevo proceso de producción/reproducción del capital, o bien tenderá a rechazarlo y destruirlo. Constatada la incapacidad del proletariado contemporáneo, el más débil, el más desorientado, el menos autónomo e independiente de la historia del capitalismo, la primera opción parece la más probable.

Pero si no logra oponer su propia estrategia a las continuas innovaciones estratégicas del enemigo, capaces de renovarse continuamente, caeremos en una asimetría de las relaciones de poder que nos retrotraerá a antes de la revolución francesa, a un nuevo/ya visto "ancien régime".

Notas del editor

Capital financiero

El capital financiero suele ser un espejismo, como el dinero que se supone lo constituye. Desde la elección de Trump, la “riqueza” de media docena de oligarcas (Musk, Bezos, Zuckerberg...) se incrementó en varios centenares de miles de millones de dólares (sin que se hubiese creado un céntimo de valor añadido...), para luego desaparecer tan rápidamente como había llegado (sin que se destruyese ni un céntimo de valor...). El autor de la nota se refiere a este moderno fantasma que, a su vez, recorre en mundo. El capital financiero es, efectivamente, un arma de destrucción masiva, en la medida en que muchos líderes contemporáneos y los países que regentan son sensibles a los espejismos...

Deuda pública

O deuda soberana. Proviene del derecho de cada Estado a emitir dinero sin contrapartida real. El dólar es la moneda de todos los records, y de la más gigantesca irresponsabilidad monetaria desde que Richard Nixon decidiera abandonar el respaldo oro (15-08-1971). De ahí en adelante los EEUU han emitido dólares sin límites y sin respaldo, exportando inflación a todo el planeta. Se trata de la llamada “liquidez” que no es sino un “pase mágico”. Emitir dinero sin respaldo significa aumentar la cantidad de dinero en circulación sin incrementar la cantidad de bienes y servicios disponibles en la economía. Los EEUU pagan con papelitos verdes que no valen la tinta con la que fueron impreos. La deuda pública yanqui supera el 120% del PIB de los EEUU. Y subiendo... Expresar el “valor” de una empresa en dólares truchos (monnaie de singe), es una forma (otra forma) de estafa.

Financiación del rearme

Hasta antes de ayer en la UE no había dinero para financiar la Salud (sólo en Francia se han suprimido 48 mil camas en los hospitales), ni para financiar la Educación (miles de clases no tienen todos sus profesores y sus salarios son miserables). Y he aquí que en 48 horas cronometradas la UE encontró € 800 mil millones para financiar la compra de armamento. Digan lo que digan, el modelo social pagará las habas que se comerá el burro.

Consecuencias del rearme

Gastar la enorme suma de € 800 mil millones en armas generará empleos bien pagados, y la colaboración de parte del proletariado (amén de ganancias extraordinarias para el gran capital). La industria armamentística tiene un detalle: para crecer requiere el consumo de lo ya producido, o sea... una guerra lo más destructiva posible. En ese sentido se trata de la peor corrupción en extensión, volumen y profundidad. La propaganda que debe convencer a los europeos de la necesidad de la guerra ya está entre nosotros, día y noche... ¡Heil!

Leer post scriptum a este artículoLa guerra (“comercial”) contra China


26/03/2025

MAURIZIO LAZZARATO
S’armer pour sauver le capitalisme financier !
La leçon de Rosa Luxemburg, Kalecki, Baran et Sweezy

Maurizio Lazzarato, 26/3/2025
Dessins d' Enrico Bertuccioli
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

« Si grande que soit une nation, si elle aime la guerre, elle périra ; si pacifique que soit le monde, s’il oublie la guerre, il sera en danger »

Wu Zi, ancien traité militaire chinois

« Quand nous parlons de système de guerre, nous entendons un système tel que celui qui est en vigueur et qui suppose que la guerre, même si elle n’est que planifiée et non combattue, est le fondement et le sommet de l’ordre politique, c’est-à-dire des relations entre les peuples et entre les hommes. Un système où la guerre n’est pas un événement mais une institution, pas une crise mais une fonction, pas une rupture mais une pierre angulaire du système, une guerre toujours décriée et exorcisée, mais jamais abandonnée comme une possibilité réelle »

Claudio Napoleoni, 1986


L’avènement de Trump est apocalyptique, au sens original du terme apocalypse, celui de révélation. Son agitation convulsive a le grand mérite de montrer la nature du capitalisme, le rapport entre la guerre, la politique et le profit, entre le capital et l’État habituellement voilé par la démocratie, les droits humains, les valeurs et la mission de la civilisation occidentale. 

La même hypocrisie est au cœur du récit construit pour légitimer les 800 milliards d’euros de réarmement que l’UE impose aux États membres par le recours à l’état d’exception. S’armer ne signifie pas, comme le dit Draghi, défendre « les valeurs qui ont fondé notre société européenne » et qui ont « garanti pendant des décennies à ses citoyens la paix, la solidarité et, avec notre allié américain, la sécurité, la souveraineté et l’indépendance », mais cela signifie sauver le capitalisme financier.

Il n’y a même pas besoin de grands discours et d’analyses documentées pour masquer l’indigence de ces récits, il a suffi d’un nouveau massacre de 400 civils palestiniens pour mettre en évidence la vérité du bavardage indécent sur l’unicité et la suprématie morale et culturelle de l’Occident.

Trump n’est pas un pacifiste, il ne fait que reconnaître la défaite stratégique de l’OTAN dans la guerre d’Ukraine, alors que les élites européennes refusent l’évidence. Pour elles, la paix signifierait le retour à l’état catastrophique auquel elles ont réduit leurs nations. La guerre doit continuer car pour elles, comme pour les démocrates et l’État profond usaméricain, c’est le moyen de sortir de la crise qui a commencé en 2008, comme ce fut le cas pour la grande crise de 1929. Trump pense pouvoir la résoudre en donnant la priorité à l’économie sans renier la violence, le chantage, l’intimidation, la guerre. Il est très probable que ni l’un ni les autres ne réussiront car ils ont un énorme problème : le capitalisme, dans sa forme financière, est en crise profonde et c’est précisément de son centre, les USA, qu’arrivent les signaux “dramatiques” pour les élites qui nous gouvernent. Au lieu de converger vers les USA, les capitaux fuient vers l’Europe. Une grande nouveauté, symptôme de grandes ruptures imprévisibles qui risquent d’être catastrophiques.

Le capital financier ne produit pas de biens, mais des bulles qui gonflent toutes aux USA et éclatent au détriment du reste du monde, se révélant être des armes de destruction massive. La finance usaméricaine aspire de la valeur (les capitaux) du monde entier, l’investit dans une bulle qui tôt ou tard éclatera, obligeant les peuples de la planète à l’austérité, au sacrifice pour payer ses échecs : d’abord la bulle internet, puis la bulle des subprimes qui a provoqué l’une des plus grandes crises financières de l’histoire du capitalisme, ouvrant la porte à la guerre. Ils ont aussi tenté la bulle du capitalisme vert qui n’a jamais décollé et enfin celle, incomparablement plus grosse, des entreprises de haute technologie. Pour colmater les brèches des désastres de la dette privée déchargée sur les dettes publiques, la Réserve fédérale et la Banque européenne ont inondé les marchés de liquidités qui, au lieu de “ruisseler” dans l’économie réelle, ont servi à alimenter la bulle des hautes technologies et le développement des fonds d’investissement, connus sous le nom de “Big Three” : Vanguard, BlackRock et State Street (le plus grand monopole de l’histoire du capitalisme, gérant 50 000 milliards de dollars, actionnaire principal de toutes les plus importantes sociétés cotées en bourse). Aujourd’hui, même cette bulle est en train de se dégonfler.

Si l’on divise par deux la capitalisation totale de la bourse de Wall Street, on est encore loin de la valeur réelle des entreprises de haute technologie, dont les actions ont été gonflées par ces mêmes fonds pour maintenir des dividendes élevés pour leurs “épargnants” (les Démocrates comptaient aussi remplacer le welfare par la finance pour tous, comme ils avaient déliré auparavant sur la maison pour tous les USAméricains).

Aujourd’hui, le festin touche à sa fin. La bulle a atteint sa limite et les valeurs chutent avec un risque réel d’effondrement. Si l’on ajoute à cela l’incertitude que la politique de Trump, représentant d’une finance qui n’est pas celle des fonds d’investissement, introduit dans un système que ces derniers avaient réussi à stabiliser avec l’aide des Démocrates, on comprend les craintes des “marchés”. Le capitalisme occidental a besoin d’une nouvelle bulle car il ne connaît rien d’autre que la reproduction de l'identique (la tentative trumpienne de reconstruire l’industrie manufacturière aux USA est vouée à un échec certain). 


L’identité parfaite de la “production” et de la destruction

L’Europe, qui dépense déjà 386 milliards d'Euros [UE : 326, RU : 60] en armements, soit 2,64 fois plus que ce que dépense la Russie [146 milliards] (l’OTAN représente 55 % des dépenses d’armement dans le monde, la Russie 5 %), a décidé d’un grand plan d’investissement de 800 milliards d’euros pour augmenter encore les dépenses militaires.

La guerre et l’Europe où sont encore actifs des réseaux politiques et économiques, des centres de pouvoir qui se réfèrent à la stratégie représentée par Biden, battue à la dernière élection présidentielle, sont l’occasion de construire une bulle basée sur l’armement pour compenser les difficultés croissantes des “marchés” usaméricains. Depuis décembre, les actions des entreprises d’armement ont déjà fait l’objet de spéculations, allant de hausse en hausse et jouant le rôle de valeur refuge pour les capitaux qui jugent la situation usaméricaine trop risquée. Au cœur de l’opération, les fonds d’investissement, qui sont aussi parmi les plus gros actionnaires des grandes entreprises d’armement. Ils détiennent des participations importantes dans Boeing, Lockheed Martin et RTX, dont ils influencent la gestion et les stratégies. En Europe, ils sont également présents dans le complexe militaro-industriel : Rheinmetall, une entreprise allemande qui produit les chars Leopard et dont le cours de l’action a augmenté de 100 % au cours des derniers mois, compte parmi ses principaux actionnaires Blackrock, la Société Générale, Vanguard, etc.. Plus grand fabricant de munitions d’Europe, Rheinmetall a dépassé le plus grand constructeur automobile du continent, Volkswagen, en termes de capitalisation, dernier signe en date de l’appétit croissant des investisseurs pour les valeurs liées à la défense.

L’Union européenne veut collecter et canaliser l’épargne continentale vers l’armement, avec des conséquences catastrophiques pour le prolétariat et une nouvelle division de l’Union. La course aux armements ne pourra pas fonctionner comme un « keynésianisme de guerre » parce que l’investissement dans les armes intervient dans une économie financiarisée et non plus industrielle. Construite avec de l’argent public, elle profitera à une petite minorité de particuliers, tout en aggravant les conditions de vie de la grande majorité de la population.

La bulle de l’armement ne pourra que produire les mêmes effets que la bulle de la haute technologie usaméricaine. Après 2008, les sommes d’argent capturées pour être investies dans la bulle high-tech n’ont jamais “ruisselé” vers le prolétariat usaméricain. Au contraire, elles ont produit une désindustrialisation croissante, des emplois déqualifiés et précaires, des bas salaires, une pauvreté endémique, la destruction du peu de welfare hérité du New Deal et la privatisation de tous les services qui s’en est suivie. C’est ce que la bulle financière européenne ne manquera pas de produire en Europe. La financiarisation conduira non seulement à la destruction complète de l’État-providence et à la privatisation définitive des services, mais aussi à la poursuite de la fragmentation politique de ce qui reste de l’Union européenne. Les dettes, contractées par chaque État séparément, devront être remboursées et il y aura d’énormes différences entre les États européens quant à leur capacité à honorer leurs dettes. 

Le vrai danger, ce ne sont pas les Russes, mais les Allemands avec leurs 500 milliards de réarmement et 500 autres milliards pour les infrastructures, des financements décisifs dans la construction de la bulle. La dernière fois qu’ils se sont réarmés, ils ont combiné des catastrophes mondiales (25 millions de morts dans la seule Russie soviétique, la solution finale, etc.), d’où la célèbre phrase de Maruriac : « J’aime tellement l’Allemagne que je suis ravi qu’il y en ait deux ». En attendant les développements ultérieurs du nationalisme et de l’extrême droite déjà à 21 % que le « Deutschland ist zurück » [L’Allemagne est retour] ne manquera pas de produire, l’Allemagne imposera aux autres pays européens son hégémonie impérialiste habituelle. Les Allemands ont rapidement abandonné le credo ordo-libéral qui n’avait pas de base économique, mais seulement politique, pour embrasser à pleine bouche la financiarisation anglo-usaméricaine, mais avec le même objectif, dominer et exploiter l’Europe. Le Financial Times parle d’une décision prise par Merz, l’homme de Blackrock, et Kukies, le ministre du Trésor venu de Goldman Sachs, avec l’aval des partis de “gauche” SPD et Die Linke, qui, comme leurs prédécesseurs en 1914, assument une fois de plus la responsabilité des carnages à venir.

Si le précédent impérialisme intérieur allemand était fondé sur l’austérité, le mercantilisme des exportations, le gel des salaires et la destruction de l’Etat-providence, celui-ci sera fondé sur la gestion d’une économie de guerre européenne hiérarchisée selon les différentiels de taux d’intérêt à payer pour rembourser la dette contractée.

Les pays déjà lourdement endettés (Italie, France, etc.) devront trouver qui achètera leurs obligations émises pour rembourser leur dette, dans un “marché” européen de plus en plus concurrentiel. Les investisseurs auront intérêt à acheter des obligations allemandes, des obligations émises par des entreprises d’armement sur lesquelles la spéculation à la hausse jouera, et des titres de la dette publique européenne, certainement plus sûrs et plus rentables que les obligations des pays surendettés. Le fameux “spread” jouera encore son rôle comme en 2011. Les milliards nécessaires pour payer les marchés ne seront pas disponibles pour l’État-providence. L’objectif stratégique de tous les gouvernements et oligarchies depuis cinquante ans, la destruction des dépenses sociales pour la reproduction du prolétariat et leur privatisation, sera atteint.

27 égoïsmes nationaux s’affronteront sans enjeu, parce que l’histoire, dont « nous sommes les seuls à savoir ce que c’est », nous a mis au pied du mur, devenus inutiles et insignifiants après des siècles de colonialisme, de guerres et de génocides. 

La course aux armements s’accompagne d’une justification martelée – « nous sommes en guerre » contre tous (Russie, Chine, Corée du Nord, Iran, BRICS) - qui ne peut être abandonnée et qui risque de se concrétiser parce que cette quantité délirante d’armes doit de toute façon « être consommée ».

La leçon de Rosa Luxemburg, Kalecki, Baran et Sweezy

Seuls les non-informés peuvent s’étonner de ce qui se passe. Tout est en fait en train de se répéter, mais dans le cadre d’un capitalisme financier et non plus industriel comme au XXe siècle.

La guerre et l’armement sont au cœur de l’économie et de la politique depuis que le capitalisme est devenu impérialiste. Ils sont aussi au cœur du processus de reproduction du capital et du prolétariat, en concurrence féroce l’un avec l’autre.  Reconstituons rapidement le cadre théorique fourni par Rosa Luxemburg, Kalecki, Baran et Sweezy, solidement ancré, contrairement aux inutiles théories critiques contemporaines, sur les catégories d’impérialisme, de monopole et de guerre, qui nous offre un miroir de la situation contemporaine.

Commençons par la crise de 1929, qui trouve son origine dans la Première Guerre mondiale et la tentative d’en sortir en activant les dépenses publiques par l’intervention de l’État. Selon Baran et Sweezy (ci-après B&S), l’inconvénient des dépenses publiques dans les années 1930 était leur volume, incapable de contrer les forces dépressives de l’économie privée. 

« Considéré comme une opération de sauvetage de l’économie américaine dans son ensemble, le New Deal a donc été un échec flagrant. Même Galbraith, le prophète de la prospérité sans engagements guerriers, a reconnu qu’au cours de la décennie 1930-1940, la “grande crise” n’a jamais pris fin ».

Ce n’est qu’avec la Seconde Guerre mondiale qu’elle a pris fin : « Puis vint la guerre, et avec la guerre vint le salut (...) les dépenses militaires ont fait ce que les dépenses sociales n’avaient pas réussi à faire », car les dépenses publiques sont passées de 17,5 milliards de dollars à 103,1 milliards de dollars.

B&S montrent que les dépenses publiques n’ont pas donné les mêmes résultats que les dépenses militaires parce qu’elles étaient limitées par un problème politique qui est toujours d’actualité. Pourquoi le New Deal et ses dépenses n’ont-ils pas atteint un objectif qui « était à portée de main, comme la guerre l’a prouvé par la suite » ? Parce que sur la nature et la composition des dépenses publiques, c’est-à-dire la reproduction du système et du prolétariat, la lutte des classes se déchaîne. 

« Compte tenu de la structure du pouvoir du capitalisme monopoliste usaméricain, l’augmentation des dépenses civiles avait presque atteint ses limites extrêmes. Les forces qui s’opposaient à une nouvelle expansion étaient trop puissantes pour être vaincues ». 

Les dépenses sociales ont concurrencé ou nui aux entreprises et aux oligarchies, les privant de leur pouvoir économique et politique. « Comme les intérêts privés contrôlent le pouvoir politique, les limites des dépenses publiques sont fixées de manière rigide, sans se soucier des besoins sociaux, aussi flagrants soient-ils ». Et ces limites s’appliquaient également aux dépenses, à la santé et à l’éducation, qui à l’époque, contrairement à aujourd’hui, n’étaient pas directement en concurrence avec les intérêts privés des oligarchies. 

La course aux armements permet d’augmenter les dépenses publiques de l’État, sans que cela se traduise par une augmentation des salaires et de la consommation du prolétariat. Comment l’argent public peut-il être dépensé pour éviter la dépression économique qu’entraîne le monopole, tout en évitant le renforcement du prolétariat ? « Par des armements, par plus d’armements, par de plus en plus d’armements ».

Michael Kalecki, travaillant sur la même période mais sur l’Allemagne nazie, parvient à élucider d’autres aspects du problème. Contre tout économisme, qui menace toujours la compréhension du capitalisme par des théories critiques même marxistes, il souligne la nature politique du cycle du capital :   « La discipline dans les usines et la stabilité politique sont plus importantes pour les capitalistes que les profits courants ».

Le cycle politique du capital, qui ne peut plus être garanti que par l’intervention de l’État, doit recourir aux dépenses d’armement et au fascisme. Pour Kalecki, le problème politique se manifeste également dans « l’orientation et les objectifs des dépenses publiques ». L’aversion pour la « subvention de la consommation de masse » est motivée par la destruction « du fondement de l’éthique capitaliste “tu gagneras ton pain à la sueur de ton front” (à moins que tu ne vives des revenus du capital) ».

Comment s’assurer que les dépenses de l’État ne se transforment pas en augmentation de l’emploi, de la consommation et des salaires, et donc en force politique du prolétariat ? L’inconvénient pour les oligarchies est surmonté avec le fascisme, car la machine d’État est alors sous le contrôle du grand capital et de la direction fasciste, avec « la concentration des dépenses de l’État sur l’armement », tandis que « la discipline d’usine et la stabilité politique sont assurées par la dissolution des syndicats et les camps de concentration. La pression politique remplace ici la pression économique du chômage ».

D’où l’immense succès des nazis auprès de la majorité des libéraux tant britanniques qu’usaméricains.

La guerre et les dépenses d’armement sont au cœur de la politique usaméricaine même après la fin de la Seconde Guerre mondiale, car une structure politique sans force armée, c’est-à-dire sans le monopole de son exercice, est inconcevable. Le volume de l’appareil militaire d’une nation dépend de sa position dans la hiérarchie mondiale de l’exploitation. « Les nations les plus importantes auront toujours les besoins les plus importants, et l’ampleur de leurs besoins (en forces armées) variera selon qu’une lutte acharnée pour la première place se déroulera ou non entre elles ». 

 Les dépenses militaires ont donc continué à croître dans le centre de l’impérialisme : « Bien entendu, la majeure partie de l’expansion des dépenses publiques a eu lieu dans le secteur militaire, qui est passé de moins de 1 % à plus de 10 % du PNB et qui a représenté environ deux tiers de l’augmentation totale des dépenses publiques depuis 1920. Cette absorption massive de l’excédent dans des préparatifs limités a été le fait central de l’histoire usaméricaine d’après-guerre » 

Kalecki souligne qu’en 1966, « plus de la moitié de la croissance du revenu national provient de la croissance des dépenses militaires ».

Or, après la guerre, le capitalisme ne pouvait plus compter sur le fascisme pour contrôler les dépenses sociales. L’économiste polonais, “élève” de Rosa Luxemburg, souligne : « L’une des fonctions fondamentales de l’hitlérisme a été de surmonter l’aversion du grand capital pour une politique anticonjoncturelle à grande échelle. La grande bourgeoisie avait donné son accord à l’abandon du laisser-faire et à l’accroissement radical du rôle de l’État dans l’économie nationale, à condition que l’appareil d’État soit sous le contrôle direct de son alliance avec la direction fasciste » et que la destination et le contenu des dépenses publiques soient déterminés par l’armement. Dans les Trente Glorieuses, sans que le fascisme n’assure l’orientation des dépenses publiques, les États et les capitalistes sont contraints au compromis politique. Les rapports de force déterminés par le siècle des révolutions obligent l’État et les capitalistes à faire des concessions qui sont de toute façon compatibles avec des profits atteignant des taux de croissance inconnus jusqu’alors. Mais même ce compromis est de trop car, malgré les profits importants, « les travailleurs deviennent alors “récalcitrants” et les “capitaines d’industrie” sont soucieux de leur “donner une leçon” ».

La contre-révolution, qui s’est développée à partir de la fin des années 1960, avait pour centre la destruction des dépenses sociales et la volonté farouche d’orienter les dépenses publiques vers les seuls et uniques intérêts des oligarchies. Le problème, depuis la République de Weimar, n’a jamais été une intervention générique de l’État dans l’économie, mais le fait que l’État avait été investi par la lutte des classes et avait été contraint de céder aux exigences des luttes ouvrières et prolétariennes.

Dans les temps “paisibles” de la guerre froide, sans l’aide du fascisme, l’explosion des dépenses militaires a besoin d’une légitimation, assurée par une propagande capable d’évoquer continuellement la menace d’une guerre imminente, d’un ennemi aux portes prêt à détruire les valeurs occidentales : « Les créateurs officieux et officiels de l’opinion publique ont la réponse toute prête : les USA doivent défendre le monde libre contre la menace d’une agression soviétique (ou chinoise)3.

Kalecki, pour la même période, précise : « Les journaux, le cinéma, les stations de radio et de télévision travaillant sous l’égide de la classe dirigeante créent une atmosphère qui favorise la militarisation de l’économie ».

Les dépenses d’armement n’ont pas seulement une fonction économique, mais aussi une fonction de production de subjectivités assujetties. En exaltant la subordination et le commandement, la guerre « contribue à la création d’une mentalité conservatrice ».

« Alors que les dépenses publiques massives en faveur de l’éducation et de la protection sociale tendent à saper la position privilégiée de l’oligarchie, les dépenses militaires font le contraire. La militarisation favorise toutes les forces réactionnaires, (...) un respect aveugle de l’autorité est déterminé ; une conduite de conformité et de soumission est enseignée et imposée ; et l’opinion contraire est considérée comme antipatriotique, voire comme une trahison ».

Le capitalisme produit un capitaliste qui, précisément en raison de la forme politique de son cycle, est un semeur de mort et de destruction, plutôt qu’un promoteur de progrès. Richard B. Russell, sénateur conservateur du Sud des USA dans les années 1960, cité par B&S, nous le dit : « Il y a quelque chose dans les préparatifs de destruction qui incite les hommes à dépenser l’argent plus inconsidérément que s’il était destiné à des fins constructives. Je ne sais pas pourquoi cela se produit, mais depuis une trentaine d’années que je siège au Sénat, je me suis rendu compte qu’en achetant des armes pour tuer, détruire, rayer des villes de la surface de la terre et éliminer de grands systèmes de transport, il y a quelque chose qui fait que les hommes ne calculent pas les dépenses aussi soigneusement qu’ils le font lorsqu’il s’agit de penser à un logement décent et à des soins de santé pour les êtres humains ».

La reproduction du capital et du prolétariat s’est politisée à travers les révolutions du XXe siècle. La lutte des classes a également engendré une opposition radicale entre la reproduction de la vie et la reproduction de sa destruction, qui n’a fait que s’approfondir depuis les années 1930.


Comment fonctionne le capitalisme 

La guerre et l’armement, pratiquement exclus de toutes les théories critiques du capitalisme, fonctionnent comme des discriminants dans l’analyse du capital et de l’État.

Il est très difficile de définir le capitalisme comme un “mode de production”, comme l’a fait Marx, parce que l’économie, la guerre, la politique, l’État, la technologie sont des éléments étroitement liés et inséparables. La “critique de l’économie” ne suffit pas à produire une théorie révolutionnaire. Dès l’avènement de l’impérialisme, un changement radical dans le fonctionnement du capitalisme et de l’Etat s’est produit, mis en évidence par Rosa Luxemburg pour qui l’accumulation a deux aspects. Le premier « concerne la production de la plus-value - dans l’usine, dans la mine, dans l’exploitation agricole - et la circulation des marchandises sur le marché. Vue sous cet angle, l’accumulation est un processus économique dont la phase la plus importante est une transaction entre le capitaliste et le salarié ». Le second aspect a pour théâtre le monde entier, une dimension mondiale irréductible au concept de “marché” et à ses lois économiques. « Ici, les méthodes employées sont la politique coloniale, le système des prêts internationaux, la politique des sphères d’intérêt, la guerre. La violence, la tromperie, l’oppression, la prédation se développent ouvertement, sans masque, et il est difficile de reconnaître les lois strictes du processus économique dans l’enchevêtrement de la violence économique et de la brutalité politique ».

La guerre n’est pas une continuation de la politique mais a toujours coexisté avec elle, comme le montre le fonctionnement du marché mondial. Ici, où la guerre, la fraude et la prédation coexistent avec l’économie, la loi de la valeur n’a jamais vraiment fonctionné. Le marché mondial est très différent de celui esquissé par Marx. Ses considérations semblent ne plus s’appliquer, ou plutôt doivent être précisées : ce n’est que dans le marché mondial que l’argent et le travail deviendraient adéquats à leur concept, faisant fructifier leur abstraction et leur universalité. Au contraire, on constate que la monnaie, forme la plus abstraite et la plus universelle du capital, est toujours la monnaie d’un État. Le dollar est la monnaie des USA et ne règne qu’en tant que tel. L’abstraction de la monnaie et son universalité (et ses automatismes) sont appropriées par une “force subjective” et sont gérées selon une stratégie qui n’est pas contenue dans la monnaie.  

Même la finance, comme la technologie, semble être l’objet d’une appropriation par des forces subjectives “nationales”, très peu universelles.  Sur le marché mondial, même le travail abstrait ne triomphe pas en tant que tel, mais rencontre d’autres formes radicalement différentes de travail (travail servile, travail d’esclave, etc.) et fait l’objet de stratégies.

L’action de Trump, ayant fait tomber le voile hypocrite du capitalisme démocratique, nous révèle le secret de l’économie : elle ne peut fonctionner qu’à partir d’une division internationale de la production et de la reproduction définie et imposée politiquement, c’est-à-dire par l’usage de la force, ce qui implique aussi la guerre. 

La volonté d’exploiter et de dominer, en gérant simultanément les relations politiques, économiques et militaires, construit une totalité qui ne peut jamais se refermer sur elle-même, mais qui reste toujours ouverte, scindée par les conflits, les guerres, les prédations. Dans cette totalité éclatée, tous les rapports de force convergent et se gouvernent eux-mêmes. Trump intervient sur l’usage des mots, mais aussi sur les théories du genre, en même temps qu’il voudrait imposer un nouveau positionnement mondial, à la fois politique et économique, des USA. Du micro au macro, une action politique à laquelle les mouvements contemporains sont loin de ne serait-ce que de penser.

La construction de la bulle financière, processus que l’on peut suivre pas à pas, se déroule de la même manière. Les acteurs impliqués dans sa production sont nombreux : l’Union européenne, les États qui doivent s’endetter, la Banque européenne d’investissement, les partis politiques, les médias et l’opinion publique, les grands fonds d’investissement (tous usaméricains) qui organisent le transport des capitaux d’une bourse à l’autre, les grandes entreprises. Ce n’est qu’après le verdict de l’affrontement/coopération entre ces centres de pouvoir que la bulle économique et ses automatismes pourront fonctionner. Il y a toute une idéologie de l’automatisme à déboulonner. Le “pilote automatique”, surtout au niveau financier, n’existe et ne fonctionne qu’après avoir été politiquement mis en place. Il n’a pas existé dans les années 1930 parce qu’il a été décidé politiquement, il fonctionne depuis la fin des années 1970, par une volonté politique explicite.

Cette multiplicité d’acteurs qui s’agitent depuis des mois est soudée par une stratégie. Il y a donc un élément subjectif qui intervient de manière fondamentale. En fait, il y en a deux. Du point de vue capitaliste, il y a une lutte féroce entre le “facteur subjectif” Trump et le “facteur subjectif” des élites qui ont été battues à l’élection présidentielle, mais qui ont encore de fortes présences dans les centres de pouvoir aux USA et en Europe. 

Mais pour que le capitalisme fonctionne, il faut aussi tenir compte d’un facteur prolétarien subjectif. Il joue un rôle décisif car soit il deviendra le porteur passif du nouveau processus de production/reproduction du capital, soit il tendra à le rejeter et à le détruire. Compte tenu de l’incapacité du prolétariat contemporain, le plus faible, le plus désorienté, le moins autonome et indépendant de l’histoire du capitalisme, la première option semble la plus probable. Mais s’il ne parvient pas à opposer sa propre stratégie aux innovations stratégiques permanentes de l’ennemi, capables de se renouveler sans cesse, nous tomberons dans une asymétrie des rapports de force qui nous ramènera au temps d’avant la Révolution française, dans un “ancien régime” nouveau/ déjà vu. [et vive le technoféodalisme !, NdT]

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Guerre ou révolution : pourquoi la paix n’est pas une alternative

MAURIZIO LAZZARATO
Armarsi per salvare il capitalismo finanziario!
La lezione di Rosa Luxemburg, Kalecki, Baran e Sweezy

Maurizio Lazzarato, 26/3/2025
Vignette di Enrico Bertuccioli

“Per quanto grande sia una Nazione, se ama la guerra perirà; per quanto pacifico sia il mondo, se dimentica la guerra sarà in pericolo”

                         dal  Wu Zi, antico trattato militare cinese

“ Quando diciamo sistema di guerra intendiamo un sistema quale è appunto quello vigente che assume la guerra anche solo programmata e non combattuta come fondamento e culmine dell’ordine politico, cioè del rapporto tra i popoli e tra gli uomini. Un sistema dove la guerra non è un evento, ma una istituzione, non è una crisi ma una funzione, non è una rottura ma un cardine del sistema, una guerra sempre deprecata e esorcizzata, ma mai abbandonata come possibilità reale”

                                             Claudio Napoleoni, 1986


L’avvento di Trump è apocalittico, nel senso letterale che significa un gettar via ciò che copre, un togliere il velo, disvelare. Il suo agitarsi convulsivo ha il grande merito di mostrare la natura del capitalismo, il rapporto tra guerra, politica e profitto, tra capitale e stato di solito coperto dalla democrazia, dai diritti dell’uomo, dai valori e dalla missione della civilizzazione occidentale.
 

L’identità perfetta di “produzione” e distruzione

La guerra e l’Europa dove sono ancora attivi reti politiche et economiche, centri di potere che fanno riferimento alla strategia rappresentata da Biden, uscita sconfitta dall’ultima elezione presidenziale, sono l’occasione, per costruire una bolla fondata sugli armamenti che compensi le crescenti difficoltà dei «mercati» statunitensi. Da dicembre i titoli delle imprese che producono armi sono già oggetto di speculazione, passando di aumento in aumento e funzionando da rifugio sicuro per i capitali che vedono la situazione statunitense troppo rischiosa. L’operazione vede al suo centro i fondi di investimento che sono anche tra i maggiori azionisti delle principali compagnie di armamenti. Detengono quote significative in Boeing, Lockheed Martin e RTX, influenzando la gestione e le strategie di queste società. Anche in Europa sono presenti nel complesso militare - industriale: Rheinmetall, società tedesca che produce i Leopard e che ha visto il suo titolo aumentare del 100% negli ultimi mesi, ha come azionisti principali Blackrock, Société Générale, Vanguard, ecc. Rheinmetall, il più grande produttore di munizioni d'Europa, ha superato la principale casa automobilistica del continente, Volkswagen, in termini di capitalizzazione, ultimo segno del crescente appetito degli investitori per i titoli legati alla difesa.

Come funziona il capitalismo? 

La stessa ipocrisia è al centro della narrazione costruita per legittimare gli 800 miliardi di euro per il riarmo che la EU impone, attraverso il ricorso allo stato di eccezione agli stati membri. Armarsi non significa, come dice Draghi, difendere “i valori cha hanno fondato la nostra società europea» e hanno «garantito per decenni, ai suoi cittadini la pace, la solidarietà e con l’alleato americano, la sicurezza, la sovranità e l’indipendenza”, ma significa salvare il capitalismo finanziario.

Non c’è neanche bisogno di fare dei grandi discorsi e documentate analisi per mascherare la pochezza di queste narrazioni, È bastato un altro massacro di 400 civili palestinesi per far emergere la verità dell’indecente chiacchiericcio sull’unicità e la supremazia morale e culturale dell’Occidente.

Trump non è un pacifista, si limita a riconoscere la sconfitta strategica della Nato nella guerra in Ucraina, mentre le élites europee rifiutano l’evidenza. La pace per loro vorrebbe dire tornare allo stato catastrofico in cui hanno ridotto le loro nazioni. La guerra deve continuare perché per loro, come per i democratici e il deep state Usa è il mezzo per uscire dalla crisi cominciata nel 2008, come è già successo con la grande crisi del 1929. Trump pensa di risolvere la cosa privilegiando l’economia senza rinnegare la violenza, il ricatto, l’intimidazione, la guerra. E’ molto probabile che né gli uni né gli altri riescano nel loro intento perché hanno un problema enorme: il capitalismo , nella sua forma finanziaria, è in profonda crisi e proprio dal suo centro, gli USA arrivano segnali ‘drammatici’ per le élites che ci governano. I capitali invece di convergere verso gli Stati Uniti fuggono verso l’Europa. Grande novità, sintomo di grandi di rotture imprevedibili che rischiano di essere catastrofiche

25/03/2025

PARTHA CHATTERJEE
Parler de notre modernité en deux langues

Partha Chatterjee, Studies in Humanities and Social Sciences, Vol. II, No.2, 1996, pp. 153-169

Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

« La nôtre est la modernité des anciens colonisés. Le même processus historique qui nous a enseigné la valeur de la modernité a également fait de nous les victimes de la modernité. Notre attitude à l’égard de la modernité ne peut donc qu’être profondément ambiguë. Cela se reflète dans la manière dont nous avons décrit nos expériences de la modernité au cours du dernier siècle et demi […]. Mais cette ambiguïté ne provient pas d’une quelconque incertitude quant à savoir s’il faut être pour ou contre la modernité. L’incertitude vient plutôt du fait que nous savons que pour façonner les formes de notre propre modernité, nous devons parfois avoir le courage de rejeter les modernités établies par d’autres. À l’époque du nationalisme, il y a eu de nombreux efforts de ce type qui reflétaient à la fois le courage et l’inventivité. Tous n’ont bien sûr pas connu le même succès. Aujourd’hui, à l’ère de la mondialisation, le temps est peut-être venu de mobiliser à nouveau ce courage. Peut-être devons-nous réfléchir à “ces jours-là” et “ces jours-ci” de notre modernité. »

Partha Chatterjee (1947) est un théoricien politique, un anthropologue politique et un historien, professeur émérite d’anthropologie et d’études sur le Moyen-Orient, l’Asie du Sud et l’Afrique. Il est également dramaturge. Il est diplômé du Presidency College de Kolkata et a obtenu son doctorat à l’université de Rochester (État de New York, USA). Depuis 1997, il partage son temps entre l’université Columbia et le Centre d’études en sciences sociales de Kolkata, dont il a été le directeur de 1997 à 2007. Il est l’auteur de plus de trente livres et volumes édités en anglais et en bengali. Il est l’un des membres fondateurs du Subaltern Studies Collective. L’un de ses livres a été traduit en français : Politique des gouvernés (Amsterdam, 2009). Bibliographie




24/03/2025

Hommage au martyr Hossam Shabat, assassiné à Gaza

Traduit par Fausto GiudiceTlaxcala

Le dernier article de Hossam Shabat

Déposé quelques heures avant que son auteur soit tué par une frappe aérienne israélienne, le dernier article du journaliste Hossam Shabat décrit la reprise de la campagne israélienne de terre brûlée dans sa ville natale de Beit Hanoun.

Sharif Abdel Kouddous, Drop Site News, 24/3/2025

Hossam Shabat est mort. La rage et le désespoir m'envahissent au moment où j'écris ces mots. L'armée israélienne a bombardé sa voiture ce matin alors qu'il circulait à Beit Lahia. Mon écran est rempli de vidéos montrant son corps gisant dans la rue, transporté à l'hôpital, pleuré par ses collègues et ses proches. C'est le genre de scènes tragiques que Hossam lui-même documentait si souvent pour le monde entier. Il était un journaliste exemplaire : courageux, infatigable et dévoué à raconter l'histoire des Palestiniens de Gaza.

Hossam était l'un des rares reporters à être resté dans le nord de Gaza pendant la guerre génocidaire d'Israël. Sa capacité à couvrir l'une des campagnes militaires les plus brutales de l'histoire récente dépasse presque l'entendement. Pendant dix-sept mois, il a été témoin de morts et de souffrances indicibles presque quotidiennement. Il a été déplacé plus de vingt fois. Il a souvent souffert de la faim. Il a enterré beaucoup de ses collègues journalistes. En novembre, il a été blessé lors d'une frappe aérienne israélienne. Je n'arrive toujours pas à croire que je parle de lui au passé. Israël efface le présent.

Lorsque j'ai contacté Hossam en novembre dernier pour lui demander d'écrire pour Drop Site News, il s'est montré enthousiaste. « Je te salue habibi. Que Dieu te garde. Je suis très heureux d'avoir cette opportunité », a-t-il écrit. « Il y a tellement d'idées, de scènes, d'histoires ».

Sa première dépêche pour Drop Site était un compte rendu saisissant d'une campagne d'expulsion massive et vicieuse menée par l'armée israélienne à Beit Lahia, qui a contraint des milliers de familles palestiniennes à fuir l'un des derniers abris de la ville assiégée :

Certains blessés sont tombés sur la route sans espoir d'être soignés. « Je marchais avec ma sœur dans la rue », a déclaré Rahaf, 16 ans. Elle et sa sœur sont les seules survivantes dans leur famille d'une frappe aérienne qui a tué 70 personnes. « Soudain, ma sœur est tombée à cause du bombardement. J'ai vu du sang couler d'elle, mais je n'ai rien pu faire. Je l'ai laissée dans la rue et personne ne l'a retirée. Je criais, mais personne ne m'entendait ».

Son écriture était lyrique et saisissante. Je me suis efforcé de traduire et d'éditer ses textes, de leur rendre justice, de traduire son utilisation émotive de l'arabe en quelque chose de compréhensible en anglais. Dans le va-et-vient éditorial typique de la finalisation d'un article, je revenais souvent vers lui avec des clarifications et des questions, lui demandant des détails supplémentaires et des citations directes. Il a toujours répondu rapidement, malgré les circonstances extraordinaires dans lesquelles il se trouvait.

En janvier, Hossam a déposé un article sur les trois jours qui se sont écoulés entre l'annonce de l'accord de “cessez-le-feu” et sa mise en œuvre, période au cours de laquelle Israël a intensifié sa campagne de bombardements sur Gaza :

Ils ont pris pour cible l'école al-Falah ; ils ont bombardé tout un quartier résidentiel de Jabaliya ; ils ont tué des familles, comme la famille Alloush, dont les corps n'ont pas encore été retrouvés et gisent encore sous et sur les décombres. Les enfants que j'ai vus cette nuit-là semblaient heureux, mais ils ne vivaient plus, leurs visages étaient figés dans un mélange de sourire et de sang.

Début décembre, en préambule à l'un de ses articles, je lui ai demandé de confirmer son âge. « Hahaha. Je suis jeune. 24 ans », a-t-il écrit. Quelques instants plus tard, il a apporté des précisions : « En fait, je n'ai pas encore 24 ans. J'ai 23 ans ». Je lui ai dit qu'il n'était jeune que par l'âge, mais qu'il était vieux par l'expérience (cela sonne mieux en arabe). « Il m'a répondu : “Je suis vraiment fatigué. Je jure que je n'ai plus de force. Je ne trouve pas d'endroit où dormir. J'ai été déplacé 20 fois”. Il a poursuivi : « Tu sais que je suis le seul de ma famille à vivre seul dans le nord ? » Le mois dernier, pendant le “cessez-le-feu”, il a été réuni avec sa mère pour la première fois depuis 492 jours.

En octobre, l'armée israélienne a inscrit Hossam et cinq autres journalistes palestiniens sur une liste de personnes à abattre. À l'époque, il a déclaré qu'il avait l'impression d'être “traqué”. Il a appelé les gens à s'exprimer en utilisant le hashtag #ProtectTheJournalists : « Je demande à tout le monde de partager la réalité des journalistes afin de faire connaître les véritables plans de l'occupation israélienne visant à cibler les journalistes afin d'imposer un black-out médiatique. Diffusez le hashtag et parlez de nous ! »

En décembre, après que l'armée israélienne a tué cinq journalistes lors d'une frappe aérienne sur leur véhicule, je lui ai envoyé un message pour prendre de ses nouvelles.

Il m'a répondu : « Notre travail consiste uniquement à mourir ». « Je déteste le monde entier. Personne ne fait rien. Je te jure que j'en suis venu à détester ce travail ». Au sujet de ses collègues survivants, il écrit : « Nous avons commencé à nous dire les uns aux autres : “Nos familles nous considèrent comme des martyrs” ».

Lorsqu'Israël a repris ses bombardements de terre brûlée la semaine dernière, j'ai envoyé un nouveau message pour prendre de ses nouvelles. Il m'a répondu par un seul mot : “Mort”.

Pendant tout ce temps, Hossam envoyait des messages avec des idées d'histoires, ou simplement pour relater ce qui se passait dans le nord. Dans ses messages et ses notes vocales, il parvenait souvent à rester chaleureux et drôle, une sorte de rébellion contre la mort qui l'entourait.

Après l'entrée en vigueur du “cessez-le-feu”, il est retourné dans sa ville natale de Beit Hanoun, à la limite nord-est de Gaza. Il ne restait pratiquement plus aucune structure debout, mais il était déterminé à rester et à documenter la destruction.

Il m'a envoyé un message tard dans la nuit de dimanche à lundi, quelques heures avant d'être tué. Il avait été contraint de quitter sa ville natale de Beit Hanoun le jour de la nouvelle attaque israélienne de la semaine dernière et avait été déplacé de force une nouvelle fois, cette fois à Jabaliya. Nous avions convenu qu'il écrirait un article sur l'attaque de la semaine dernière et sur ce dont il avait été témoin.

“Habibi”, a-t-il écrit, “Tu me manques”. Je lui ai demandé quelle était la situation à Jabaliya. “Difficile”, a-t-il répondu.

Il a envoyé son article, je l'ai lu et j'ai envoyé mes questions complémentaires. Il n'a répondu qu'à une seule avant de se déconnecter. Je lui ai envoyé un nouveau message dès mon réveil ce matin. Je ne savais pas encore qu'il avait été tué.

Ce que vous allez lire est le dernier article de Hossam. Je l'ai traduit en pleurant.

Rapport sur la ligne de front de la guerre d'anéantissement d'Israël

Récit de Hossam Shabat, traduit par Sharif Abdel Kouddous

BEIT HANOUN, GAZA - La nuit était sombre et prudemment calme. Tout le monde s'est endormi dans un sommeil anxieux. Mais la tranquillité est rapidement rompue par des cris assourdissants. Alors que les bombes pleuvent, les gémissements des voisins annoncent les premiers instants de la reprise de la campagne militaire israélienne. Beit Hanoun est plongée dans la panique et la terreur. Des cris de détresse s'élèvent au milieu du fracas des obus dans une scène qui reflète l'ampleur du désastre qui engloutit la ville. Ce n'est que le début. Le massacre de familles entières a rapidement suivi. Des colonnes de fumée s'élèvent partout. Les bombardements n'ont pas cessé un seul instant, noyant tout sous un déluge de feu et de souffrance.

L'attaque israélienne se poursuit. L'occupation exerce sa brutalité par des bombardements sans précédent qui laissent derrière eux d'horribles scènes de destruction et d'effusion de sang. Selon le Bureau de la coordination des affaires humanitaires des Nations unies, le nombre de martyrs au cours des six derniers jours a dépassé les 700, ce qui témoigne de l'ampleur de ces immenses souffrances humaines. L'OCHA rapporte également que Gaza souffre d'une grave pénurie de médicaments et d'aide médicale, ce qui aggrave une situation déjà désastreuse.

Au cours des six premiers jours de cette nouvelle opération militaire, le nord de Gaza a été le théâtre de quatre massacres sanglants. Le plus notable a été le massacre de la famille Moubarak, qui a eu lieu alors que la famille se réunissait en deuil pour présenter ses condoléances au Dr Salim Moubarak. En un instant, leur deuil collectif s'est transformé en une mer de sang et de morceaux de corps. Toute la famille a été tuée : le Dr Salim, sa femme, ses enfants, ses parents. Personne n'a survécu. Un témoin oculaire a résumé la situation en termes clairs : « Ils ont tous été tués. Les victimes ne se trouvaient pas sur un champ de bataille, mais dans une maison de deuil. Il s'agit d'un crime dans tous les sens du terme ».

Ce massacre n'a pas été le seul - il a été suivi d'attaques successives contre d'autres familles, dont la famille Abu Nasr, puis la famille Abu Halim - rappelant les bombardements vicieux du tout début de la guerre, après le 7 octobre. L'agression se poursuit, implacable, visant sans distinction des civils innocents, ne laissant derrière elle que destruction et mort.

Lorsque je suis arrivé sur les lieux, je n'étais pas préparé à l'horreur qui s'offrait à mes yeux. Les rues étaient remplies de morts. Sous chaque pierre se cachait un martyr. Des dizaines de personnes appelaient à l'aide sous les décombres de leurs maisons, mais personne ne répondait. Les cris emplissaient l'air tandis que tout le monde restait impuissant. Mes larmes n'ont pas cessé de couler. Les scènes étaient plus que ce qu'un être humain peut supporter. Les ambulances étaient remplies de cadavres, de corps et de membres empilés et entremêlés. On ne pouvait plus faire la différence entre les enfants et les hommes, entre les blessés et les morts.

A l'hôpital Al-Andalus, la scène est encore plus douloureuse. L'hôpital est rempli de martyrs. Les mères faisaient des adieux silencieux à leurs enfants. Le personnel médical travaille dans des conditions épouvantables, essayant de soigner les blessés avec les moyens les plus élémentaires. La situation était impossible, les morts et les blessés arrivant en masse à un rythme effrayant.

L'agression israélienne se poursuit. Massacre après massacre, ne laissant dans son sillage que les cris des mères et les rêves des enfants réduits en cendres. Il n'y a aucune justification à cela. Tout est écrasé : la vie d'innocents, leur dignité et leurs espoirs d'un avenir meilleur.


Déclaration de Drop Site News sur l'assassinat par Israël de notre collègue Hossam Shabat : nous tenons Israël et le gouvernement usaméricain pour responsables

Drop Site News, 24/3/2025

Aujourd'hui, 24 mars 2025, Israël a tué le journaliste Hossam Shabat, reporter pour Al Jazeera Mubasher et collaborateur de Drop Site News, dans ce que les témoins ont décrit comme une frappe ciblée. Hossam était un jeune journaliste extraordinaire qui a fait preuve d'un courage et d'une ténacité remarquables en documentant le génocide facilité par les USA contre les Palestiniens de Gaza. L'un des rares journalistes à ne pas avoir quitté le nord de la bande de Gaza, Hossam a été assassiné à Beit Lahia, où se déroulaient certains des bombardements israéliens les plus intenses et certaines des opérations de massacre les plus meurtrières.

Drop Site News tient Israël et les USA pour responsables de l'assassinat de Hossam. Le journaliste Mohammad Mansour, correspondant de Palestine Today, a également été tué lundi lors d'une attaque israélienne contre une maison à Khan Younès, dans le sud de la bande de Gaza. Au cours des dix-sept derniers mois, plus de 200 de nos confrères des médias palestiniens ont été tués par Israël, qui est fournie en armes et bénéficie d'une impunité totale de la part de la plupart des gouvernements occidentaux.

« Si vous lisez ceci, c'est que j'ai été tué - très probablement pris pour cible - par les forces d'occupation israéliennes », a écrit Hossam dans un communiqué. posté à titre posthume par ses amis sur ses comptes de médias sociaux. « Au cours des 18 derniers mois, j'ai consacré chaque instant de ma vie à mon peuple. J'ai documenté minute par minute les horreurs commises dans le nord de Gaza, déterminé à montrer au monde la vérité qu'ils tentaient d'enterrer. J'ai dormi sur des trottoirs, dans des écoles, sous des tentes, partout où je le pouvais. Chaque jour était une bataille pour la survie. J'ai souffert de la faim pendant des mois, mais je n'ai jamais quitté les côtés de mon peuple ».

Hossam, qui n'avait que 23 ans, a rédigé des dépêches poétiques et douloureuses depuis Gaza. Il ne s'est jamais séparé des personnes dont il a documenté la vie et la mort. « Aujourd'hui, le temps ne se mesure pas en minutes, mais en vies entières de douleur et de larmes », alors que les habitants de Gaza attendent la mise en œuvre du cessez-le-feu, écrvaiit Hossam dans un article pour Drop Site en janvier. « À chaque instant, l'anxiété et la tension des gens ici augmentent, car ils se demandent s'ils resteront en vie assez longtemps pour que les tirs cessent ».

Alors que les journalistes palestiniens de Gaza continuent de documenter le génocide perpétré contre leurs familles et leur peuple, la plupart des gens ne découvrent leur travail qu'à travers leurs reportages vidéo sur les réseaux sociaux. Ils sont bien plus que ces vidéos. Hossam est né dans une période d'escalade de l'annexion, du siège et du génocide israéliens. Inébranlable face aux privations et à la violence constantes, Hossam a résumé l'engagement de sa vie lors d'une interview: « Je dis au monde que je continue. Je couvre les événements avec l'estomac vide, avec constance et persévérance. Je m'appelle Hossam Shabat et je viens du nord de la bande de Gaza ».

Quelques heures avant d'être tué, Hossam avait rédigé un article pour Drop Site sur la reprise des bombardements israéliens sur Gaza la semaine dernière, qui ont tué plus de 400 personnes, dont près de 200 enfants, en l'espace de quelques heures. Il était impatient de publier son article. « Je veux partager ce texte de toute urgence », a-t-il écrit en arabe. Il a toujours voulu faire connaître l'histoire, rapporter ce qui se passait sur le terrain. Il y a environ un an, Hossam écrivait : « Avant que le génocide ne commence, j'étais un jeune étudiant qui étudiait le journalisme. J'étais loin de me douter qu'on me confierait l'un des emplois les plus difficiles au monde : couvrir le génocide de mon propre peuple ».

En octobre 2024, l'armée israélienne a inscrit Hossam et cinq autres journalistes palestiniens sur une liste de personnes à abattre. Hossam a régulièrement reçu des menaces de mort par téléphone et par SMS. Depuis près d'un an et demi, nous assistons à une campagne systématique de l'armée israélienne visant à tuer des journalistes palestiniens et des membres de leur famille. Hossam laisse derrière lui sa sa mère bien-aimée et son peuple, dont il s'efforçait inlassablement de représenter et de protéger la vie.

Au cours de cette campagne d'assassinats sans précédent contre les journalistes, le silence de tant de nos collègues des médias occidentaux est une tache sur la profession. La Fédération internationale des journalistes a publié une liste nominative des nombreux journalistes et professionnels des médias qui ont été tués ou blessés dans la bande de Gaza. Dans un monde juste, ceux qui ont aidé à tuer Hossam - et tous nos collègues palestiniens - seraient traduits en justice et jugés pour leurs crimes. Nous appelons tous les journalistes à élever la voix pour exiger la fin de l'assassinat de nos collègues palestiniens qui ont risqué, et souvent donné, leur vie pour que la vérité elle-même puisse vivre.

Le dernier message de Hossam était le suivant : « Je vous le demande maintenant : ne cessez pas de parler de Gaza. Ne laissez pas le monde détourner le regard. Continuez à vous battre, continuez à raconter nos histoires, jusqu'à ce que la Palestine soit libre ».