15/04/2023

DAVIDE GALLO LASSERE
Nueve tesis sobre el internacionalismo hoy

Davide Gallo Lassere, euronomade.info, 31-3-2023

Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala 

Davide Gallo Lassere (1985) es un filósofo italiano que se doctoró en Nanterre y Turín con una tesis sobre “Dinero y capitalismo. De Marx a las monedas del común” en 2015. Es profesor de Política Internacional y responsable de admisiones en el Instituto de la Universidad de Londres en París. Publicaciones. FB

Nosotros también vimos primero el desarrollo capitalista y luego las luchas obreras. Esto es un error. Debemos invertir el problema, cambiar el signo, partir del principio: y el principio es la lucha de la clase obrera.

Mario Tronti

Desde el siglo XIX, el internacionalismo ha sido uno de los pilares fundamentales de los movimientos revolucionarios, ya fueran antiesclavistas, obreros, anticoloniales u otros. El internacionalismo, como ampliación del campo de lucha más allá del Estado-nación, es una de las tres características principales de los movimientos comunistas, junto con la abolición de la propiedad privada y el desmantelamiento de la forma-Estado. 

Londres, 1864: fundación de la primera Internacional

Sin embargo, si se considera la amplitud y la importancia de la historia de los movimientos inter o transnacionales (según se desarrollen entre o más allá de las fronteras nacionales), sorprende la riqueza del material empírico e historiográfico frente a una cierta pobreza en la teorización [1]. De hecho, se podría afirmar que el internacionalismo, como fenómeno histórico y político, está fundamentalmente infrateorizado. Cabe preguntarse hasta qué punto es posible desarrollar, si no una filosofía política, al menos una teoría social y política del internacionalismo. O, a la inversa, ¿podemos ir más allá e imaginar que existe una ontología y una epistemología específicas de los movimientos inter y/o transnacionales? Y entonces, más allá de las designaciones acostumbradas, ¿qué apelativo o apelativos son más apropiados: internacionalismo o transnacionalismo? ¿internacionalismo subnacional o transnacional (Van der Linden, 2010)? ¿Local o global (Antentas, 2015)? ¿Fuerte o débil (Antentas, 2022)? ¿Material o simbólico? ¿Revolucionario o burocrático? ¿Comunista o liberal? ¿obrero? ¿Feminista? ¿Antirracista? ¿Ecologista? ¿El internacionalismo es un medio o un fin en sí mismo? Y, por supuesto, la lista podría continuar [2]...

 París, 14 de julio de 1889: fundación de la segunda Internacional

Sin embargo, lo que es muy significativo, hoy más que nunca -en un momento de gran crisis económica y social, cuando soplan de nuevo vientos de guerra entre las potencias mundiales, en un mundo pospandémico y sobrecalentado-, es el hecho de que la cuestión estratégica del internacionalismo vuelva al primer plano en el seno de los movimientos sociales y políticos: hay una conciencia creciente de que no se pueden derrotar estas fuerzas hostiles luchando en orden disperso, cada uno por su lado, confinados en el perímetro de nuestros Estados-nación, o permaneciendo anclados en los territorios, promulgando exclusivamente prácticas micropolíticas. Tenemos que ser capaces de intervenir al mismo nivel que estos procesos, que son por definición globales y planetarios. Para ello, debemos ser capaces de desarrollar razonamientos y prácticas que estén a la altura de los retos que plantean la geopolítica, los mecanismos de gobernanza, el mercado global, el cambio climático, etc. Pero en la historia de los movimientos radicales y revolucionarios, tales razonamientos y prácticas reciben el nombre de internacionalismo y, en menor medida, de cosmopolítica [3].

Por eso hoy parece más importante que nunca replantearse el internacionalismo. La buena noticia es que no partimos de cero. De hecho, la década de 2010 se ha visto salpicada por el estallido de numerosos levantamientos y revueltas contra las consecuencias radicalmente antisociales y antidemocráticas de las distintas crisis (económica, política, sanitaria, climática, etc.). La mala noticia es que la década actual y las venideras están y estarán cada vez más perturbadas por la intensificación de los enfrentamientos geopolíticos y la profundización de las tendencias hacia la catástrofe ecológica. Los futuros ciclos de lucha surgirán en un mundo cada vez más perturbado por claras contradicciones y antagonismos. Y se verán obligados a operar en este contexto cambiado. Lo que sigue, por tanto, no son más que nueve simples tesis, elaboradas a partir de algunas experiencias francesas y europeas, con el objetivo de poner de relieve lo que podrían considerarse los puntos fuertes y débiles de los movimientos globales de la década de 2010. Pretenden ser a la vez una pequeña y parcial contribución al debate político inmanente a estos movimientos, pero también un intento preliminar y no exhaustivo de enmarcar la cuestión del internacionalismo de una manera original, para releer a contraluz los doscientos años de historia de las luchas inter o transnacionales, desde las resonancias globales de 1789 hasta el ciclo altermundialista, pasando por las fechas simbólicas de 1848, 1917 y 1968 [4].

 Moscú, 1919: fundación de la tercera Internacional

Tesis 1. Ontología I: Fábrica terrestre

Las luchas sociales y políticas están en el centro de la transición al Antropoceno. Como motores del desarrollo capitalista, son cruciales para comprender los procesos que definen las múltiples crisis ecológicas contemporáneas. Dicho de otro modo: la explosión de emisiones de CO2 a la atmósfera y la progresiva destrucción de la naturaleza están íntimamente ligadas a las luchas de clase y anticoloniales; son un “efecto colateral” de la respuesta capitalista a los impasses inducidos por las prácticas de resistencia y contrasujeción de los subalternos. El calentamiento global, por ejemplo, es el resultado de los antagonismos entre grupos humanos y, como tal, alimenta aún más las tensiones sociales, económicas y políticas. Esta es la idea básica de parte de la historiografía ecomarxista, su diagnóstico del presente y sus perspectivas de ruptura futura. El cambio de temperatura en la Tierra -provocado principalmente por el uso capitalista de combustibles fósiles- es un producto impuro de los conflictos sociopolíticos pasados y presentes. Tanto si se adopta una visión sincrónica y global como si se centra la atención en la Inglaterra (pre)victoriana, sigue estando claro que la lucha de clases ocupa un lugar central. De hecho, desde mediados del siglo XIX y en todo el mundo, la adopción de los combustibles fósiles como fuente de energía primaria de la acumulación de capital se ha impuesto por la fuerza como reacción al rechazo del trabajo y a la apropiación de la tierra por parte de los trabajadores y los colonizados; es la pugnacidad de los explotados lo que llevó al capital y a los gobiernos a introducir primero el carbón y luego el petróleo y el gas. Como muestran admirablemente Andreas Malm (2016) y Timothy Mitchell (2013), el paso del carbón al vapor hacia 1830 y del carbón al petróleo hacia 1920 se entienden mejor como proyectos políticos que responden a intereses de clase que como necesidades económicas inherentes a las duras leyes del mercado.

Lo que quizá estos estudiosos no destaquen lo suficiente es el hecho de que las medidas puestas en marcha por las clases dominantes para domar el conflicto han conllevado no sólo cambios socioenergéticos, mutaciones tecnoorganizativas y reconfiguraciones geoespaciales, sino también una socialización más consistente de las fuerzas productivas y una integración cada vez mayor de la naturaleza en las mallas del capital. De este modo, la Tierra -y no sólo la sociedad- se ha convertido cada vez más en una especie de fábrica gigante. Hoy en día, una cantidad cada vez mayor de relaciones sociales y naturales están directa o indirectamente subyugadas al capital. Desde la educación y la salud de la fuerza de trabajo hasta las innumerables externalidades positivas que proporcionan gratuitamente el medio ambiente, las plantas y los animales, hoy en día casi nada escapa a la lógica del beneficio. Y el dominio de la producción social sobre la reproducción natural está alterando los equilibrios de los ecosistemas hasta el punto de amenazar las condiciones mismas de la supervivencia de las especies. En consecuencia, el propio internacionalismo requiere una revisión radical. Si, en efecto, la globalización del comercio y de la producción ha constituido la base material del internacionalismo abolicionista y obrero, y si la dimensión global del imperialismo ha representado el escenario geopolítico del internacionalismo anticolonial, los efectos planetarios de las crisis ecológicas configuran a la Tierra entera como el teatro de los nuevos enfrentamientos en curso. Este cambio de paradigma, sin embargo, no implica simplemente una ampliación de la escala y una complejización del marco de referencia, sino que conlleva una verdadera revolución en nuestros hábitos de pensamiento y acción.

He aquí, pues, la primera tesis socio-ontológica a través de la cual puede elaborarse un internacionalismo adecuado a los retos que plantea el Antropoceno: dentro de la fábrica terrestre -resultado a su vez de anteriores ciclos globales de luchas- no sólo hay grupos opuestos de seres humanos que luchan entre sí, sino también seres no humanos y seres no vivos que participan plenamente en la tragedia histórica en curso. De hecho, la destrucción de ecosistemas, entornos, naturalezas, etc. en una parte del mundo produce cada vez más bucles de retroalimentación impredecibles con efectos catastróficos en regiones completamente distintas. Y los entornos y entidades perturbados por la huella humana son cada vez menos meros fondos inertes; su irrupción violenta en la escena política, como en el caso de la pandemia del Covid-19, suele polarizar aún más los antagonismos, sin abrir necesariamente escenarios halagüeños.

París, 1938: fundación de la cuarta Internacional
 

Tesis 2. Epistemología: Composición socioecológica

La inclusión del otro-que-humano no sólo en el tablero político, sino como tablero político da la vuelta a la tortilla, y no por poco. Entre otras cosas, esta convulsión general tiene una gran importancia para la vieja cuestión de la clase, su composición y organización. Según una “corriente caliente” del marxismo que va desde los escritos histórico-políticos de Marx hasta el operaísmo italiano, no hay clase sin lucha de clases. Este supuesto atribuye una primacía ontológica a la subjetivación política sobre las determinaciones socioeconómicas. Mario Tronti (2013) ha relatado esta epopeya antagónica, cuyos protagonistas -trabajadores y capital- encarnan los personajes míticos de una filosofía de la historia que culmina en la sociedad sin clases. Si la fe en un futuro radiante ya no parece apropiada, este enfoque relacional, dinámico y conflictivo de la realidad de clase sigue siendo válido hoy en día. Contrariamente a cualquier visión sociologizante y/o economicista, los operaístas nunca se han contentado con meras descripciones empíricas destinadas a diseccionar la ubicación objetiva de los sujetos en las estructuras sociales. Para ellos, el paso del proletariado a la clase obrera no se produjo automáticamente sobre la base de una simple concentración masiva de trabajadores en el seno de las grandes fábricas del siglo XIX. Al contrario, fue el resultado de un salto totalmente político-organizativo y autoconsciente. Para reconocer y explicar este cambio cualitativo, los operaístas forjaron el concepto de composición de clase, que aclara las diferencias materiales y subjetivas que caracterizan a la fuerza de trabajo y que deben tenerse en cuenta en la cuestión de la organización.

La composición de clase, en efecto, es la herramienta analítica y política que permitió, primero, a través de las indagaciones obreras, distinguir diferentes subjetividades dentro de la clase obrera (el obrero profesional, el obrero-masa) y, después, ampliar la pertenencia a esta categoría a subjetividades que iban más allá de la forma salarial clásicamente entendida (el ama de casa, el trabajador precario, etc.). De este modo, el concepto de clase dejó de ser una especie de paspartú político y discursivo para convertirse en un verdadero campo de batalla, atravesado por intereses materiales y perspectivas políticas no siempre conciliables. Si una actualización de la analítica de la composición de clase parece hoy más indispensable que nunca para comprender la multiplicación de las relaciones laborales y su interpenetración con las opresiones de género y raciales, ya no puede limitarse a los procesos de explotación y resistencia interhumanos. En los años siguientes, académicos y activistas fueron más allá de los análisis tradicionales de la composición técnica y política (relaciones de los trabajadores con las máquinas y las técnicas, y procesos de subjetivación política), y empezaron a hablar de composición social y espacial, para integrar las esferas de la reproducción social y la pertenencia territorial en la matriz composicionista. Esta innovación fue importante para pensar formas de solidaridad transnacional entre quienes viven y se oponen a lógicas de dominación de distinto tipo y a gran distancia un@s de otr@s. Hoy, sin embargo, es necesario ir un paso más allá. En efecto, como han ilustrado tan eficazmente Léna Balaud y Antoine Chopot (2021) a través de una enorme variedad de casos, no somos los únicos que practicamos la política de las revueltas terrestres. Por consiguiente, del mismo modo que el capital ha aprendido progresivamente a valorizar en términos monetarios no sólo la fuerza de trabajo, sino también las relaciones sociales más allá del lugar de trabajo y una miríada de elementos de la naturaleza humana y extrahumana, del mismo modo debemos aprender a valorizar políticamente no sólo nuestras singularidades colectivas, sino también la activación de poderes desprovistos de intencionalidad y cuya movilización no siempre produce efectos emancipadores.

Esto nos lleva a la segunda tesis: a partir de ahora, cualquier internacionalismo coherente y eficaz debe presentarse necesariamente como una cosmopolítica, basada en una comprensión ampliada de la agencia política o, como dice Paul Guillibert (2021), del “proletariado vivo”. Esta ruptura fundamental implica no sólo anclar la política a la ecología y la terrenalidad, sino también reconocer el núcleo híbrido de cualquier coalición, mucho más allá de lo que la interseccionalidad de las luchas ha sido capaz de concebir y practicar, con su articulación y sincronización de las interdependencias de clase, género y raza. En consecuencia, la subjetividad y la identidad de los colectivos implicados tendrán que permitirse una remodelación de raíz, ya que cualquier alianza de este tipo implica un replanteamiento drástico del antropocentrismo que ha caracterizado la política internacionalista y la cosmovisión histórico-natural de muchos movimientos sociales hasta la fecha. Tal es el enigma a resolver de la composición de clase socioecológica.


Tesis 3. Geopolítica: (Crítica de los) dualismos

En el siglo XX, la lucha de clases se elevó al nivel de un enfrentamiento geopolítico: primero con la transformación soviética en 1917 de la guerra mundial interimperialista en una guerra civil revolucionaria, después con las intervenciones occidental y japonesa en 1918 en la guerra civil rusa, y finalmente con la fundación en 1919 de la Tercera Internacional, o Internacional Comunista. Esta situación de guerra de clases global, a pesar de numerosos retrocesos y puntos de inflexión, cristalizó en la Guerra Fría, con la consolidación de las dos macrozonas en pugna y el posterior intento del movimiento de los no alineados de escapar a esta rígida bipartición del planeta. La configuración actual es en muchos aspectos drásticamente diferente, especialmente en lo que respecta a los temas del dualismo y la catástrofe. En efecto, con la perspectiva de una guerra nuclear siempre presente, la segunda mitad del siglo XX supuso la división del mundo en dos campos geopolíticos y la asignación de continentes y naciones a uno u otro. En cambio, el desorden mundial surgido tras el 11-S y el fin de la llamada pax americana ya no enfrenta a un bloque dirigido por los capitalistas liberales con otro alternativo, bajo cuya égida se supone que florecen fuerzas radical-progresistas o incluso revolucionarias. Por el momento, cuanto más nos adentramos en el Antropoceno, menos vemos en el horizonte grandes espacios capaces de catalizar procesos emancipatorios a gran escala. Treinta y cinco años después de la caída del Telón de Acero, el mundo se ha vuelto ciertamente menos unipolar, pero el lento declive de la hegemonía occidental ha ido de la mano de un escenario geopolítico cada vez más inestable, caótico y peligroso, en el que los pretendientes a una redefinición de las estructuras de poder se muestran cada vez más asertivos. De hecho, el parón en el desarme va ahora acompañado de una loca pugna por los preciados recursos y salidas comerciales, así como por el poder blando y duro, oscureciendo las perspectivas de transición hacia un modelo socioeconómico ecológicamente sostenible en el que las relaciones geopolíticas de poder estén más equilibradas.

La exacerbación de las tensiones interimperialistas en un mundo cada vez más multipolar, lejos de apoyar la formación de movimientos de resistencia/alternativos, puede no sólo reforzar las tensiones autoritarias de los capitalismos occidentales, sino acentuar aún más las tendencias belicosas y militaristas destinadas a redibujar las líneas de fractura geopolíticas de principios del siglo XXI. En semejante coyuntura mundial, es evidente que la (antigua) superpotencia usamericana y sus aliados ya no detentan el monopolio de la iniciativa a través de sus ejércitos militares (OTAN) y financieros (FMI): China y Rusia, así como numerosos otros países y actores no estatales, se sustraen cada vez más a los dictados occidentales, alimentando tendencias centrífugas que no conducirán necesariamente a una mejora de las condiciones de vida de las clases subalternas o de la habitabilidad del planeta. Por el contrario, los antagonismos geopolíticos en curso incitan cada vez a más Estados y empresas a la apropiación desenfrenada de materias primas y combustibles fósiles, al cruce de fronteras y a la invasión de espacios dentro y fuera de sus fronteras nacionales. Desde este punto de vista, no sólo las fronteras del capital y de la soberanía de los Estados se han alejado de la estrecha relación que mantenían durante la era moderna, sino que las repercusiones negativas de tales operaciones extractivas ya no afectan, como en el imperialismo tradicional, principalmente a las poblaciones locales, sino que tienen un impacto inmediato a escala planetaria. De hecho, las guerras actuales, incluso más que las del pasado, manifiestan una dimensión geoecológica, de la que las luchas antimineras de los pueblos indígenas constituyen a menudo el frente más avanzado. Aunque en su secular historia anticolonial no se han representado a sí mismas como ecológicas en sí mismas, adquieren un nuevo significado precisamente a la luz del calentamiento global.

Tercera tesis, por tanto: hoy el internacionalismo, en su dimensión constitutivamente antiimperialista, no puede sino teñirse de verde, puesto que en el Antropoceno la invasión de espacios y territorios ya no tiene lugar sólo manu militari, con medios anfibios y aéreos, sino que se realiza de forma mucho más insidiosa, ramificada y persistente a través de la contaminación de suelos, mares y cielos y de la devastación multiescalar de los equilibrios ecosistémicos. Este marco requiere al menos dos aclaraciones: 1. el abandono definitivo de la vieja lógica campista según la cual el enemigo de mi enemigo es mi amigo; de hecho, tenemos múltiples enemigos en guerra entre nosotros, dentro y fuera de las fronteras de los Estados-nación en los que vivimos y más allá de sus respectivas esferas de influencia geopolítica; 2. la necesidad de vincular las luchas territoriales contra el extractivismo, dondequiera que tengan lugar (América del Norte o del Sur, China o Rusia, Europa u Oceanía, África u Oriente Medio), a las de los migrantes climáticos y por la justicia medioambiental y climática. Pero esta triangulación virtuosa sólo puede realizarse a escala transnacional, mucho más allá de las fronteras de la llamada Nueva Guerra Fría.

29 países africanos y asiáticos independientes y observadores de varios movimientos de liberación de las colonias participaron en la Conferencia de Bandung (Indonesia) en 1955. En la foto el Mufti de Palestina Hay Amin Al Husaini con el Primer ministro chino Chu en Lai, que acababa de salir indemne del primer atentado aéreo de la historia.

Tesis 4. Geografía: composición espacial y circulación transnacional

14/04/2023

GIDEON LEVY
Qu'est-ce qui attend Israël après les protestations ? Le gantzisme
On prend les mêmes et on recommence

Gideon Levy, Haaretz, 13/4/2023

Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

À la fin de la grande protestation, Benny Gantz sera élu Premier ministre et on parlera à juste titre d'un succès grandiose, fatidique, peut-être même historique - le coup d'État judiciaire sera contrecarré et Benjamin Netanyahou et la droite seront vaincus.

Le chef du Parti de l'unité nationale, Benny Gantz, lors de la manifestation anti-Netanyahou à Jérusalem, samedi dernier. Photo : Ohad Zwigenberg

En effet, la protestation ne doit pas être prise à la légère. Les signes de son succès se sont déjà reflétés dans les sondages, comme celui, spectaculaire, de Canal 13. La chute du Likoud à 20 sièges à la Knesset [32 actuellement, NdT] dans les sondages pourrait annoncer la fin de son règne : l'ascension météorique de Gantz pourrait signifier que son étoile est montée au firmament. Des mois de protestations civiles efficaces prendront fin avec un Benny Gantz Premier ministre. Il n'y a pas de plus grand succès à l'horizon.

La majorité absolue des manifestants serait très heureuse de ce résultat. Gantz n'est peut-être pas exactement celui qu'ils voulaient, mais il est certainement exactement ce qu'ils voulaient.

Gantz, c'est la réconciliation, le retour à un Israël "normal", "sain", "représentatif", celui qui avait "sombré", qui avait été si beau et si agréable. Gantz, c'est le retour à la paix et à la tranquillité que les bons Israéliens avaient tant souhaitées ces dernières années, les années sous le pilonnage incessant du compresseur.

Gantz, c'est la fin de Netanyahou, et que peuvent désirer de plus les manifestants. La grande malédiction aura été levée et Israël redeviendra ce qu'il était.

Mais une protestation qui se termine par un retour à la routine est une protestation terriblement malavisée, une petite manifestation de petit épicier. Une protestatio, qui se termine uniquement par le rétablissement de l'ordre antérieur ne peut que laisser un goût amer et de la frustration. Gantz rétablira l'ordre, mais cet ordre, pour commencer, était un ordre pourri et malade.

Gantz mettra en place un gouvernement central, avec ceux-ci et ceux-là, les choses reprendront leur cours, Tsahal redeviendra une "valeur" dans le code moral de l'État. Israël redeviendra représentatif, respectable, comme tous les manifestants l'avaient tant souhaité.

Itamar Ben Gvir recommencera à détruire les étals des vendeurs à Hébron, Bezalel Smotrich continuera à se languir d'une seconde Nakba et le mauvais vieil Israël sera de retour.

Il y avait une aberration sous la forme d'un gouvernement d'extrême droite, il a été écarté grâce à la protestation, le désastre a été évité et maintenant tout va être si beau.

Gantz sera le héros du camp de la paix, Yair Lapid le héros de la démocratie, la Cour suprême le phare de la justice et bien sûr, Avigdor Lieberman, ne l'oublions pas, le héros des lumières.

Une image a démontré tout cela plus que mille mots. La présidente de la Cour suprême, Esther Hayut, a assisté à un concert du Gevatron marquant le 75e anniversaire du chœur, et le public s'est levé pour applaudir l'héroïne de sa classe sociale.

Que manque-t-il à ce moment ? Le lieu est l'auditorium Mann, le spectacle est la Mer des gerbes et le public est approprié. On ne peut imaginer un mélange plus représentatif du camp de ceux qui aspirent à un retour à la normale, qui est le cœur du camp protestataire.

La présidente de la Cour suprême y est reçue comme une rock star comme elle n'en a jamais rêvé, pas même dans ses jeunes années en tant qu'Esti Avni de la Fanfare du Commandement central (de l’armée). Si elle s'était présentée contre Gantz, elle l'aurait peut-être même battu.

La soif de "normalité", réelle ou imaginée, est désormais le mot d'ordre. Même un président de cour plutôt terne, à la tête d'une institution sans un seul vrai juge libéral ou de gauche, est aujourd'hui le désir le plus cher des personnes en quête de normalité.

Et quelle est cette normalité à laquelle tout le monde aspire aujourd'hui ? Une plaie ethnique profonde et saignante qui s'est encore élargie.

Un militarisme profondément ancré dans la société, dont la profondeur n'a fait que croître avec les manifestations.

Une société dont l'exclusion des Arabes n'a été qu'accentuée par la protestation.

Un État dont le budget de défense est démesuré, au détriment de tout le reste.

L'État le plus religieux du monde occidental, qui ne connaît pas la séparation entre l'État et la religion.

Une Cour suprême qui est la plus grande légitimatrice de l'occupation.

Un projet de colonisation - mis en place par la gauche et le centre et développé par la droite - qui n'est rien d'autre qu'un grand crime de guerre permanent.

Des dizaines de milliers de demandeurs d'asile qu'Israël maltraite de façon scandaleuse, et de plus en plus de fléaux et de maladies que le gantzisme ne songe même pas à soigner.

C'est de cela que nous rêvons. C'est à cela que nous voulons revenir.

Esther Hayut aujourd'hui...

 

...et quand elle chantait comme Esti Avni dans la Fanfare du Commandement central (au centre)



FAUSTO GIUDICE
50 anos depois, Malika, morta aos 8 anos por um gendarme francês, renasce em um livro como um soco no estômago

Fausto Giudice, 11 de abril de 2023
Revisado por Helga Heidrich e Florence Carboni

Fausto Giudice (Roma, 1949) é um autor, tradutor e editor italiano que vive na Tunísia desde 2011. Em 2005 ele cofundou a rede de tradutores Tlaxcala, e em 2012 a editora workshop19, que se tornou em 2017 The Glocal Workshop/A Oficina Glocal. Ele é autor de dois livros de investigação publicados, tradutor de uma dúzia de outros, e de alguns manuscritos inéditos.

I.          Prelúdio

Sejamos francos: minha geração, a dos babyboomers do 1968, tem uma tendência geral de olhar com condescendência a geração d@s milenári@s, a de seus net@s. Ou pelo menos é assim que eles muitas vezes percebem nossas atitudes de veteranos.

Eu mesmo nunca julgo ninguém, e isso me custou muito caro no final. A traição e a calúnia são o lote comum dos humanos assim que formam uma sociedade. E entendo perfeitamente bem aqueles de meus jovens amigos que escolhem o caminho de um eremitério destecnologizado nas montanhas. Comecei a pensar nisso e a sonhar em criar comunidades rurais onde qualquer objeto eletrônico ou até mesmo elétrico seria deixado sob guarda na entrada.

Enquanto isso, eu passo, para meu crescente desespero, muito do tempo que me resta para viver diante de minhas telas e de meus teclados. Vinte e cinco anos atrás, minhas entranhas se revoltaram contra isso e começaram a sangrar. Consegui sobreviver, por um milagre inexplicável. O cirurgião que me operou pela segunda vez me disse que quando eu estava sobre a mesa e minha pressão arterial havia caído a zero, ele falara à equipe: “Vou comer um lanche, acho que quando voltar, ele terá passado”. E qual não foi sua surpresa quando ele voltou da cantina ao descobrir que o gringo polentero ainda estava respirando. Ele me explicou a hipótese médica de que minha hemorragia digestiva era síndrome de Mallory-Weiss. Isso foi uma grande ajuda para mim! Eu lhe disse que, na minha opinião, eu havia sido vítima da síndrome da revolução virtual no macintosh. O golpe que me deu o fim tinha sido um projeto totalmente desastroso de um bando de idiotas de Marselha, Avignon e arredores para fazer uma “caravana para a Palestina”. Descobri rapidamente que eles não só eram de uma ignorancia abismal, mas - e isto geralmente anda de mãos dadas - horrivelmente pretensiosos. Em suma, nenhuma caravana, nem para a Palestina, nem para qualquer outro lugar, exceto o hospital.

De volta há 12 anos no país onde cresci, sem televisão, sem computador (não existia), sem telefone celular (a linha fixa dos meus pais, que estava no meu quarto, quase nunca tocou), tive um choque, uma enxurrada de choques: na Medina, ruas inteiras de artesãos haviam desaparecido, na Rua Malta Sghira, todos os artesãos de ferro batido haviam sido substituídos por comerciantes de móveis mal feitos em madeira barata (as espreguiçadeiras que comprei não duraram um ano) e plástico, e no mercado central, os belos tomates vermelhos haviam dado lugar a tomates laranja sem sabor, de sementes híbridas feitas na UE, e destinados à UE. E oito dos doze milhões de habitantes do país tinham uma conta na fèsebuc. Como as assinaturas telefônicas são frequentemente associadas a uma conta no fèsbuc, muitos usuários (ou usados?) só conhecem a internet como fèsbuc, wadzapp, youtube, telegrama ou, agora, tiktok. E é o mesmo em todo lugar, de Medellín a Nablus, de Soweto a Jebel Lahmar [a favela mais antiga de Tunis].

Durante as campanhas eleitorais às quais assisti em meu “país de retorno”, não vi um único cartaz colado em um muro. Nenhuma das centenas de pessoas com menos de 45 anos que conheci nestes 12 anos jamais escreveu e preparou um panfleto, a ser distribuído às cinco da manhã na porta de alguma usina, ou às oito na porta de um colégio, ou ao meio-dia em algum mercado, ou às 18h na saída de uma loja de departamento.Ou seja, resumindo, passamos do collé-serré [pegado-apertado, uma maneira “suja” de bailar] de minha juventude para o copié-collé-posté-liké-buzzé [copiado-colado-postado-curtido-zumbado] de hoje. E as três dúzias de bastardos que estão tentando governar nosso planeta implodido estão trabalhando intensamente (ou melhor, fazendo seus escravos haiteque trabalharem duro) para garantir que não precisem mais de nós, ou seja tentando nos exterminarao mesmo tempo que preparam sua fuga, para a lua ou para o Marte ou para outro lugar. Há alguns anos atrás, um vigarista genial conseguiu vender títulos para terrenos na lua a israelenses que sentiram que o projeto sionista estava definitivamente falhando e e não tinham mais escolha: era preciso colonizar a lua. Lá, pelo menos, eles tinham certeza de que estariam em território garantido araberrein [limpo de árabes].

 II. Malika e Malika

Em 5 de junho de 2021, recebi uma notificação de Yezid Malika Jennifer:

Boa noite, senhor. Obrigada pela homenagem à minha tia Malika Yezid, morta em 1973 por gendarmes [emoji] boa noite”.

Em 7 de junho, segunda mensagem:


A pequena lá embaixo era Malika. Li seu livro e quando vi o nome Yezid, que também é meu nome, ele tocou meu coração. Porque esta história destruiu minha família. Minha avó me contou esta história. Todos estes abusos [policiais], estas famílias destroçadas, é horrível.  Todos estes nomes destas vítimas: nunca devemos esquecer. Tenha um bom dia”.  

Eis, a seguir, aquilo a que ela estava se referindo:

“No domingo 24 de junho, gendarmes em Fresnes à procura de um menino argelino de 14 anos que lhes tinha escapado, atacaram sua irmãzinha. Malika Yazid estava brincando no pátio do bairro provisório dos Groux, onde ela morava, em Fresnes. Ela foi até o apartamento para avisar seu irmão. Os gendarmes invadiram o apartamento.
Um deles, após ter dado um tapa em Malika, trancou-se em uma sala com ela para um “interrogatório”. Um quarto de hora depois, Malika deixou a sala e desmaiou no chão. Ela morreu quatro dias depois no hospital Salpétrière sem ter saído do coma.”

Estas são as onze linhas que dediquei à pequena Malika, esbofeteada até a morte por um gendarme aos oito anos de idade, naquele terrível verão de 1973, a seqüência mais dura das duas décadas de Arabicídios que reconstruí em meu livro com esse nome e publicado em 1992. Este livro tinha sido uma escolha óbvia, feita durante a obra sobre o anterior, Têtes de Turcs en France [Cabeças de turcos na França], publicada em 1989, que tinha tido bastante sucesso (mais de 25.000 exemplares vendidos, naquela época ainda foram lidos livros impressos em papel). Era dolorosamente óbvio que era impossível dedicar um único capítulo da Têtes de Turcs (do qual cada capitulo descrevia um exemplo de apartheid à francesa: trabalho, saúde, escola, moradia, etc.) ao que, naquele então, era chamado de “crimes racistas” pois haviam sido demasiadamente numerosos. Decidi portanto dedicar uma outra obra a esse tema. Durante dois anos, a sala da minha espelunca em Ménilmontant estava atravessada por uma prancha comprida colocada sobre duas cadeiras, na qual acumulavam-se as pastas amarelhas, por casos e por anos. Em suma, um prelúdio material (madeira, tinta, papel) dos quadros Excel do futuro próximo.

No final, eu tinha 350 desses casos em 21 anos, isto é 16,6 por ano, 1,3 por mês. Uma ninharia em comparada com os Negricídios nos EUA. Mas por favor, não estamos na ianquelândia, estamos no berço dos Direitos Humanos e do Cidadão, todos os homens nascem livres e iguais em direitos etc. etc., que acabamos de celebrar com grande pompa nos Champs-Élysées com o desfile de Jean-Paul Goude para o Bicentenário da Grande Revolução! Admito que durante estes dois anos de intenso trabalho de investigação, fui mais de uma vez ameaçado pela depressão e por um desejo de fuga, talvez não para a lua, mas em todo caso longe de Madame la France, como diziam os magrebinos (em referência à nota de 100 francos com a efígie da Liberdade com a mama nua que guia o povo).

Os momentos mais penosos foram os processos, onde pobres famílias árabes sofriam uma segunda morte, infligida pela frente dos enfarinhados: juízes, procuradores, advogados de defesa e réus la mano en la mano, e jurados - quando estavam em tribunal criminal de Júri - totalmente estupefatos e mudos. Eu nunca ouvi um único jurado dizer uma palavra durante um julgamento de três dias. Isso faz você se perguntar para que servem esses jurados “populares”?   

A família de Malika não precisou passar por isso: o caso foi rapidamente enterrado como de costume. Mas nada mais foi poupado. Jennifer Malika Fatima é uma das duas únicas sobreviventes da família, dizimada pela hogra (desprezo), a droga, a delinquência e, por trás de tudo isso, o chamado “transit”. O bairro de “transit” de Les Groux, em Fresnes, a um passo da prisão (“prático”, diz seu tio Nacer, o único outro sobrevivente, que teve um gostinho dela), uma situação temporária que durou para sempre. Abandonada ao seu destino com sua avó após o suicídio de sua mãe, ela foi colocada em uma família de acolhimento gaulesa pura aos 18 meses. Ela ficou lá por trinta anos e finalmente escapou a seu destino após ter escapado todos os perigos habituais que esperam as crianças das classes perigosas racializadas.

E agora, eis que, no dia 7 de abril, o SEU LIVRO saiu! Um verdadeiro evento! Eu não quero estragá-lo, mas apenas dizer o seguinte: este livro é a melhor realização que conheçi até hoje do desejo que tinha formulado para mim mesmo quando meu próprio livro Arabicides foi publicado. Eu não estava satisfeito com o resultado final do meu trabalho, sonhava com o livro A Sangue Frio de Truman Capote, que havia visitado e conversado com dois jovens assassinos no corredor da morte durante anos e dessa relação havia produzido uma obra-prima. E eu gostaria de ter “cozinhado” alguns arábicidas e seus parentes, mas não consegui encontrar nenhum. Mas eu não era Truman Capote, La Découverte não era uma grande casa nova-iorquina que pudesse pagar detetives, eu era apenas um obscuro jornalista italiano “islamo-esquerdista” antes da invenção deste termo (“Ah! Você fala muito bem francês” – “Você o diz, cara de pau, o francês é nosso espólio de guerra”), editado por uma editora com um passado glorioso (François Maspero) mas um presente crítico (foi mais tarde comprada por uma multinacional), em suma, eu disse a mim mesmo que meu trabalho era um serviço mínimo a prestar às gerações futuras que iriam querer saber mais sobre esta história e que gostariam de desenterrá-la.

Foi exatamente o que aconteceu trinta a cinqüenta anos depois. É sempre a terceira geração que arranca o passado do esquecimento: é verdade para os armênios, para os judeus da Europa e para todos os outros. É a geração d@s net@s das vítimas de crimes estatais maciços, concentrados ou diluídos que trazem à tona experiências traumáticas coletivas e as transmite para a próxima. O livro de Jennifer Malika Fatima é, que eu saiba, o primeiro desse gênero, construído sobre as memórias, conversas e os incríveis arquivos cuidadosamente preservados e arquivados por sua avó, uma cabila (supostamente) analfabeta.

Não se trata de uma tese de doutorado com formato acadêmico, que geralmente é ilegível para uma pessoa comum, que por ventura a quisesse ler. O livro de Malika Fatima é um soco que você leva na barriga. Assim que o recebi, o engoli inteiro e o terminei em duas horas. Depois me refugiei atordoado em uma ruminação de algumas semanas. O tempo de digerir. Este texto é o resultado da minha digestão, pois prometi a mim mesmo publicar esta resenha não convencional para o lançamento do livro dia 7 de abril.

O livro, pelo qual Jennifer Malika Fatima foi apoiada de forma fraterna e respeitosa pela escritora Asya Djoulaït para a formatação do manuscrito e pelo historiador Sami Ouchane para a apresentação dos documentos extraídos dos arquivos - que não tentaram impor-lhe uma formatação acadêmica -, é magnificamente posfaciado pela querida Rachida Brahim, outra estrelinha brilhante das gerações vindouras a quem eu havia dito a mim mesmo que meu livro seria capaz de falar.
O livro beneficiou-se de uma edição cuidadosa e exemplar de uma jovem editora feminista em Marselha,
Hors d'atteinte[Fora de alcance], que descobri com deleite, e cujo catálogo perturbou minhas glândulas salivares, ao ponto de amanhã ter uma consulta com meu dentista para a remoção de um cisto mucoso.

Parabém Senhoras, vocês me curaram de qualquer tentação de condescendência. Acho que pertencemos à mesma espécie: a dos humanos que não sabem do que se está falando quando alguem diz: pensões. Vou terminar com esta frase de Nietzsche que concluiu meu livro: “O homem de longa memória é o homem do futuro”. Homem, é claro, tomado no sentido de Mensch, ser humano, em alemão e yiddish.

Portanto, não hesite e corra para sua livraria local (esqueça Amazonzon*, por favor!) e encomende o livro se você puder ler em francês (ele é distribuído pelo Harmonia Mundi). Caso contrário, você terá que esperar por uma versão em português. Trabalhamos nele. Qualquer editora interessada pode escrever para tlaxint[at]gmail.com.

Nota

*Zonzon é uma antiga palavra francesa que significa zumbido, mas na gíria francesa significa prisão (por aférese de prison) como substantivo, e louco como adjetivo. E de fato, o império de Jeff Bezos é uma prisão zumbidora.

Papel de grande formato 15 euros - Eletrônico 11,99 euros



 

 

13/04/2023

ROSA LLORENS
About Kim Sohee: comment dit-on karoshi en coréen ?
Un film sur le suicide d’une employée de centre d'appel

Rosa Llorens, 13/4/2023

Rosa Llorens est professeure de latin et grec retraitée, critique de cinéma et traductrice, membre du réseau Tlaxcala

La réalisatrice July Jung a à son actif deux films qui se ressemblent beaucoup : dans A girl at my door (2014) comme dans About Kim Sohee, une policière (jouée par la même actrice, Bae Doona) prend sous sa protection une jeune fille persécutée. C’est donc un cinéma très féminin, mais qui ne fait pas de propagande féministe : le sujet de ,About Kim, ce sont  les conditions de travail dans notre « société de services ».La mort de l’héroïne, Sohee, n’est pas un féminicide, mais un « sociocide », c’est-à-dire un meurtre social, causé par le système socio-économique, et le film fait un parallèle très net entre le sort de Sohee en centre d’appel et celui de son ami qui empile des colis pour un équivalent d’Amazon, et qui, lui aussi, semble sur le point de craquer.

 L’itinéraire qui conduit Sohee au suicide par karoshi* est décrit avec une netteté exemplaire : elle est ravie d’avoir décroché un stage et commence son nouveau travail pleine de bonne volonté. Mais on est tout de suite saisi par le caractère inhumain du lieu de travail : on parle de logements-clapiers, ici c’est un bureau-clapier, près de deux dizaines de postes de travail s’entassant sur un petit espace ; chaque poste est uniquement constitué par un ordinateur, agrémenté de post-it ou affichettes rappelant les formules à employer, ou la marche à suivre en cas de situation difficile (ex : un client coriace). Car, une fois devant son ordinateur, la stagiaire devient elle aussi une machine, qui débite des éléments de langage stéréotypés, quels que soient l’interlocuteur et sa situation.

 C’est donc à la lettre un travail aliénant, mais c’est en outre un travail malhonnête : les stagiaires doivent surtout traiter des demandes de résiliation de contrat, non pas en rendant le service demandé, mais en essayant obstinément de « dissuader » le client : on met en avant le coût d’une résiliation anticipée, on fait miroiter d’autres offres avantageuses, on harcèle le client en le rappelant jusqu’à plus de vingt fois, avant de faire droit à sa demande. Cette escroquerie place bien sûr les employées dans des situations pénibles, qu’elles se fassent insulter, y compris sexuellement, ou qu’elles se heurtent à un scepticisme méprisant, ou qu’un client s’effondre, en larmes, lorsqu’il donne pour cause de sa demande la mort d’un enfant.

À cela s’ajoute la pression exercée par les cadres-surveillants, du fait de la concurrence entre centres, et, dans un même centre, entre équipes : le seul ornement sur les murs consiste en tableaux recouverts de chiffres et donnant les performances des divers centres et équipes. Les seules raisons de s’appliquer dans son travail sont la crainte de nuire à son équipe par de mauvais résultats individuels, et, au contraire, la perspective de primes. Mais Sohee va se rendre compte que les dés sont pipés : le contrat de travail permet en fait à l’employeur de faire à peu près ce qu’il veut, et les primes ne sont payées qu’au bout de plusieurs mois, pour éviter que les stagiaires ne démissionnent trop vite. C’est cette dernière avanie qui met Sohee hors d’elle : ayant agressé sa supérieure, elle est mise à pied pour plusieurs jours, mais, à la veille de son retour au « travail », elle préfère se suicider.

Cette première partie du film fonctionne comme un dossier, presque un documentaire sur les conditions de travail en centre d’appel. Mais la deuxième partie va encore alourdir le réquisitoire en pointant les responsabilités, grâce à l’intervention d’une inspectrice de police chargée de l’enquête sur la mort de Sohee, Joo-jin ; elle est constituée d’une série d’interrogatoires au fil desquels Joo-jin remonte de plus en plus haut dans la chaîne des responsabilités : la cadre qui surveillait son troupeau de stagiaires, le responsable de l’agence, le directeur, puis le responsable du lycée professionnel qui envoie ses élèves en stage avant de leur remettre leur diplôme, et qui explique que le budget alloué à l’établissement dépend de son taux de stagiaires placés en entreprise, et, finalement, la responsable des stages au Ministère de l’Education, qui doit elle aussi respecter la règle de mise en concurrence vu le budget dont elle dispose – c’est là la véritable « banalité du mal » : tous les échelons du système sont interdépendants et personne n’est coupable. Pour essayer de changer le moindre règlement, Joo-jin devrait engager des poursuites contre le Ministère et tout le gouvernement !

C’est là que se révèlent les limites du film : cette remarquable démonstration aboutit à un constat d’impuissance absolue. Aussi le film prend-il une nouvelle tournure qui va en s’accentuant : le pathétique (ainsi les parents font-ils une deuxième visite à la morgue, qui n’apporte rien, mais permet de verser des flots de larmes). L’inspectrice, qui se présente d’abord comme une dure à cuire, devient de plus en plus sensible : comme, dans les histoires usaméricaines de serial killers, le profiler s’efforce de s’identifier à l’assassin pour mieux l’identifier, ici, elle s’identifie à la victime, refaisant son itinéraire et jusqu’à ses gestes du jour du suicide, et le film se termine par un « rosebud » : le portable de Sohee ayant été retrouvé, Joo-jin regarde une vidéo où Sohee se livre à sa passion : la street dance, et verse des larmes sur elle et ses possibilités inexploitées. Et ces pleurs font office d’hommage et de dédommagement pour la victime, faisant oublier qu’elle ne pourra rien faire de plus.

On aurait pu être tenté d’évoquer Ken Loach (The Navigators, pour les conditions de travail criminelles, ou Moi, Daniel Blake pour les suicides sociaux, qu’ils soient dus au travail ou au chômage) ; mais il manque dans About Kim un élément essentiel : l’appel à l’action collective (dont Looking for Eric est emblématique). July Jung ignore totalement cette possibilité ; mais est-ce une possibilité en Corée du Sud, après 80 ans d’occupation usaméricaine ? Le film peut du moins servir de mise en garde : voilà à quoi on aboutit en copiant servilement, et implacablement, les règles de management usaméricaines**.

 NdE

*Karōshi (過労死, littéralement « mort par dépassement du travail ») désigne la mort subite de cadres ou d'employés de bureau par arrêt cardiaque, AVC ou suicide à la suite d'une surcharge de travail, d'un surmenage ou d'un stress associé trop important. Il est reconnu comme une maladie professionnelle au Japon depuis les années 1970.

**Les centres d’appel, dont le premier est apparu en 1965 à Birmingham (Royaume-Uni), sont appelés call centers (USA) ou centres (RU) depuis 1983. En 2017, 35 000 personnes y travaillaient en Corée du Sud, dont 80% de femmes. Leurs collègues sont 3,5 millions aux USA, plus d’1,5 million en Inde , 1,1 million aux Philippines. Le Liban, la Tunisie, le Maroc et le Sénégal comptent chacun des dizaines de milliers d’employé·es. Le nombre mondial d’employé·es a augmenté de 126 000 en 2022. Généralement, le turn-over et l’absentéisme atteignent des niveaux record et les syndicats en sont absents ou y sont faibles. À la différence des coursiers-livreurs, dont le travail exige une grande mobilité physique et qui ont pu s’organiser un peu partout, les « centercalleur·ses » sont condamné݇·es à l’enfermement et à l’immobilité physique, à la plus stricte « confidentialité » et doivent laisser leurs téléphones, tablettes etc., personnels dans des boxes fermés à l’extérieur du local de travail, ce qui entrave oftrement leurs possibiltés d'organisation et de lutte.

12/04/2023

FAUSTO GIUDICE
Malika wurde im Alter von 8 Jahren von einem französischen Gendarmen getötet: 50 Jahre danach, lebt sie wieder in einem Buch wie ein Faustschlag in den Magen

Fausto Giudice, 11. April 2023
Übersetzung von Helga Heidrich überprüft

I. Präludium

Zugegeben: Meine Generation, die Generation der 68er-Babyboomer, neigt im Allgemeinen dazu, die Generation der Millennials, die Generation ihrer EnkelInnen, herablassend zu betrachten. Oder zumindest ist es so, dass diese und jene oft unsere Veteranenhaltung wahrnehmen.

Ich selbst verurteile nie jemanden, und das hat mich letztendlich viel gekostet. Verrat und Verleumdung sind das allgemeine Los der Menschen, sobald sie eine Gesellschaft bilden. Und ich kann diejenigen meiner jungen FreundInnen, die den Weg der enttechnologisierten Einsiedelei in den Bergen wählen, sehr gut verstehen. Ich habe angefangen, darüber nachzudenken und davon zu träumen, Landgemeinden zu gründen, in denen alle elektronischen oder sogar elektrischen Gegenstände am Eingang unter Bewachung zurückgelassen würden.

Inzwischen verbringe ich zu meiner zunehmenden Verzweiflung einen zu großen Teil meiner verbleibenden Lebenszeit vor meinen Bildschirmen und auf meinen Tastaturen. Vor 25 Jahren haben meine Eingeweide dagegen rebelliert und angefangen zu bluten. Ich habe es geschafft, durch ein unerklärliches Wunder zu überleben. Der Chirurg, der mich das zweite Mal operierte, erzählte mir, dass er, als ich auf dem Operationstisch lag und mein Blutdruck auf null gesunken war, zum Team sagte: „Ich hole mir einen Imbiss, ich denke, wenn ich zurückkomme, wird es mit ihm vorbei sein“. Und wie erstaunt war er, als er bei seiner Rückkehr aus der Kantine feststellte, dass der Itaker noch atmete. Er erklärte mir die medizinische Hypothese, dass meine Blutung im Verdauungstrakt auf das Mallory-Weiss-Syndrom zurückzuführen sei. Das hat mir echt geholfen! Ich antwortete ihm, dass ich meiner Meinung nach eher das Syndrom der virtuellen Revolution auf dem Macintosh hatte. 

Der Schlag, der mir den Rest gegeben hatte, war ein völlig verkorkster Plan einer Gruppe von Idioten aus Marseille, Avignon und Umgebung gewesen, eine „Karawane nach Palästina“ zu machen. Ich fand schnell heraus, dass sie nicht nur abgrundtief ignorant, sondern - das gehört in der Regel dazu - auch furchtbar eingebildet waren. Kurz gesagt: Keine Karawane, weder nach Palästina noch irgendwo anders hin als ins Krankenhaus.

Als ich vor 12 Jahren wieder ins Land zurückkehrte, in dem ich aufgewachsen bin, ohne Fernseher, ohne Computer (den gab es nicht), ohne Handy (das Festnetztelefon meiner Eltern, das in meinem Zimmer stand, klingelte fast nie), erlebte ich einen Schock, eine ganze Reihe von Schocks: In der Medina waren ganze Straßen mit Handwerkern verschwunden, in der Malta-Sghira-Strasse waren alle Schmiedeeisenhandwerker durch Händler ersetzt worden, die schlecht verarbeitete Möbel aus billigem Holz (die Liegestühle, die ich kaufte, hielten kein Jahr) und aus Plastik anboten, und auf dem Zentralmarkt waren die schönen roten Tomaten geschmacklosen orangefarbenen Tomaten aus Hybridsamen made in EU gewichen, die für die EU bestimmt waren. Und acht der zwölf Millionen Einwohner des Landes hatten einen Facebook-Account. Da Telefonabonnements oft mit einem Facebook-Konto gekoppelt sind, kennen viele NutzerInnen (oder Ausgenutzte?) vom Internet nur facebook, wadzapp, youtube, telegram oder jetzt auch tiktok. 

Und es ist überall dasselbe, von Medellín bis Nablus, von Soweto bis Dschebel Lahmar. Ich habe während der Wahlkämpfe, die ich in meinem „Land der Rückkehr“ miterlebt habe, kein einziges Plakat gesehen, das an einer Wand klebte. Keiner der Hunderten von Menschen unter 45 Jahren, die ich in diesen 12 Jahren kennengelernt habe, hat in seinem Leben jemals ein Flugblatt geschrieben und vorbereitet, um es um 5 Uhr morgens an einem Fabriktor oder um 8 Uhr an einem Hochschul-Tor oder um 12 Uhr mittags auf einem Markt oder um 18 Uhr am Ausgang eines Kaufhauses zu verteilen. Kurzum, in wenigen Worten: Wir haben uns vom collé-serré [dicht geklebt, ein Art „schmutziges Tanzen] meiner Jugend zum heutigen copy-paste-post-like-buzz entwickelt. Und die drei Dutzend Giftzwerge, die versuchen, unserem implodierenden Planeten das Gesetz zu diktieren, arbeiten mit Hochdruck (bzw. lassen ihre Haitech-Sklaven schuften) daran, uns nicht mehr zu brauchen, uns also zu vernichten, während sie gleichzeitig ihre Flucht vorbereiten, auf den Mond oder den Mars oder sonst wohin. Vor einigen Jahren gelang es einem genialen Betrüger, Besitzurkunden für Siedlungen auf dem Mond an Israelis zu verkaufen, die spürten, dass das zionistische Projekt endgültig gescheitert war und sie keine andere Wahl hatten, als den Mond zu kolonisieren. Dort waren sie sich zumindest sicher, dass sie sich auf garantiert araberreinem Gebiet befinden würden.

II.                Malika und Malika

Am 5. Juni 2021 erhalte ich eine Mitteilung von Yezid Malika Jennifer: „Guten Abend, Sir. Danke für die Hommage an meine Tante Malika Yezid, die 1973 von Gendarmen getötet wurde [emoji] Guten Abend.“

Am 7. Juni eine zweite Mitteilung:


 „Die Kleine da unten war Malika.

Ich habe Ihr Buch gelesen und als ich den Namen Yezid gesehen habe, der auch mein Name ist, hat mich das im Herzen berührt. Denn diese Geschichte hat meine Familie zerstört. Meine Großmutter hat mir diese Geschichte erzählt. All die (Polizei-)übergriffe, die zerrissenen Familien, es ist schrecklich.  All diese Namen der Opfer: Man darf nie vergessen. Schönen Tag noch“.

 Sie bezog sich auf Folgendes:

 „Am Sonntag, dem 24. Juni, griffen Gendarmen in Fresnes auf der Suche nach einem 14-jährigen algerischen Jungen, der ihnen entwischt war, dessen kleine Schwester an. Malika Yazid spielte im Hof der Übergangswohnsiedlung Les Groux in Fresnes, in der sie lebte. Sie ging in die Wohnung, um ihren Bruder zu warnen. Die Gendarmen stürmten in die Wohnung.

Nachdem einer von ihnen Malika eine Ohrfeige gegeben hatte, schloss er sie in einem Zimmer ein, um sie zu „verhören“. Eine Viertelstunde später kommt Malika aus dem Zimmer und bricht auf dem Boden zusammen. Sie stirbt vier Tage später im Krankenhaus Salpétrière, ohne aus dem Koma erwacht zu sein.“

Dies sind die elf Zeilen, die ich der kleinen Malika widmete, die im Alter von acht Jahren von einem Gendarmen zu Tode geohrfeigt wurde, in diesem schrecklichen Sommer 1973, der härtesten Sequenz der zwei Jahrzehnte der Arabizide, die ich in meinem Buch mit diesem Namen, das 1992 erschien, rekonstruiert habe. Dieses Buch war eine Selbstverständlichkeit gewesen, die sich während der Arbeit an meinem vorherigen Buch, Têtes de Turcs en France, das 1989 als französische Folge von Günter Walraffs Ganz Unten erschienen war und einen gewissen Erfolg hatte (über 25.000 verkaufte Exemplare, damals las man noch auf Papier gedruckte Bücher), herauskristallisiert hatte. Eine schmerzhafte Erkenntnis: Es war unmöglich, auch nur ein einziges Kapitel von Têtes de Turcs (in dem jedes Kapitel ein Beispiel für die Apartheid nach französischem Vorbild beschrieb: Arbeit, Gesundheit, Schule, Wohnung usw.) den damals so genannten „rassistischen Verbrechen“ zu widmen. Es gab einfach zu viele davon. Daher hatte ich beschlossen, ihnen ein eigenes Buch zu widmen. Zwei Jahre lang war das Wohnzimmer meiner Bruchbude in Ménilmontant mit einem langen Brett auf zwei Stühlen abgesperrt, auf dem sich die gelben Aktenmappen nach Fällen und Jahren aufhäuften. Kurz gesagt, ein materielles Vorspiel (Holz, Tinte, Papier) für die Excel-Tabellen der nahen Zukunft.

Am Ende hatte ich 350 Fälle binnen 21 Jahren, das heisst 16,6 pro Jahr, 1,3 pro Monat. Das waaren Peanuts im Vergleich zu den Negriziden in den USA. Aber um Himmels willen, wir sind hier nicht bei den Yankees, wir sind in der Wiege der Menschen- und Bürgerrechte, alle Menschen sind frei und gleich an Rechten geboren usw. usw., die gerade auf den Champs-Élysées mit der Parade von Jean-Paul Goude zum 200. Jahrestag der Großen Revolution mit großem Pomp gefeiert wurden! Ich muss zugeben, dass ich im Laufe dieser zwei Jahre intensiver Ermittlungsarbeit mehr als einmal von Depressionen und Fluchtgedanken geplagt wurde, vielleicht nicht auf den Mond, aber auf jeden Fall weit weg von Madame la France, wie die MaghrebinerInnen sagten (in Anspielung auf den 100-Francs-Schein mit dem Bildnis der halb enthüllten Freiheit, die das Volk anführt).

Die schlimmsten Momente waren die Gerichtsverhandlungen, in denen arme arabische Familien einen zweiten Tod erlebten, der ihnen von der Mehlmäulerfront zugefügt wurde: Richter, Staatsanwälte, Verteidiger und Angeklagte Hand in Hand, und die Geschworenen - wenn es sich um Assisen handelte - völlig sprach- und fassungslos. Ich habe nie gehört, dass ein Geschworener während eines dreitägigen Prozesses auch nur ein Wort gesagt hat. Man fragt sich, wozu diese sog. Volksgeschworenen überhaupt da sind.

Malikas Familie musste das nicht durchmachen: Der Fall wurde schnell zu den Akten gelegt. Aber auch sonst blieb ihr nichts erspart. Jennifer Malika Fatima ist eine der beiden einzigen Überlebenden der Familie, die durch Hogra (Verachtung, Herabstezung), Drogen, Kriminalität und hinter all dem die Übergangssiedlung dezimiert wurde. Die Übergangssiedlung Les Groux in Fresnes, nur einen Steinwurf vom Knast entfernt („praktisch“, wie ihr Onkel Nacer, der einzige andere Überlebende, feststellt, der ihn gekostet hat), ein Provisorium, das sich in die Ewigkeit zog. Nach dem Selbstmord ihrer Mutter wurde sie zusammen mit ihrer Großmutter ihrem Schicksal überlassen und mit 18 Monaten in eine vollblutgallische Pflegefamilie gesteckt. Dort blieb sie 30 Jahre lang und entkam schließlich ihrem Schicksal, nachdem sie an allen üblichen Gefahren vorbeigeschrammt war, die auf Kinder aus rassisierten gefährlichen Klassen lauern.

Und nun kommt am 7. April IHR BUCH heraus! Ein wahres Ereignis! Ich will es nicht verderben, sondern nur so viel sagen: Dieses Buch ist bis heute die beste mir bekannte Erfüllung des Wunsches, den ich mir bei der Veröffentlichung meines eigenen Buches Arabicides gemacht hatte. Ich war mit dem Endergebnis meiner Arbeit nicht zufrieden, ich träumte von Truman Capotes Kaltblütig, der jahrelang mit zwei jungen Mördern in ihrem Todestrakt verkehrt hatte und daraus ein Meisterwerk herausgebracht hatte. Und ich hätte gerne Täter von Arabziden und ihre Angehörigen ausgequetscht, aber ich fand keine. Aber gut, ich war nicht Truman Capote, La Découverte war kein großes New Yorker Haus, das Detektive bezahlen konnte, ich war nur ein obskurer, „islamolinksradikaler“ Journalist, Italiener („Ach! Sie sprechen aber gut Französisch“ – „Du sagts es, Du Arsch, Französisch ist unsere Kriegsbeute“), herausgegeben von einem Verlag mit glorreicher Vergangenheit (François Maspero), aber kritischer Gegenwart (er sollte später von einem multinationalen Konzern aufgekauft werden), kurzum, ich hatte mir gesagt, dass meine Arbeit ein Mindestdienst an den künftigen Generationen sei, die diese Geschichte hinterfragen und darin graben wollen würden.

Dreißig bis fünfzig Jahre später ist genau das passiert. Es sind immer die dritten Generationen, die die Vergangenheit aus der Versenkung holen: Das gilt für die Armenier, die europäischen Juden und alle anderen. Es ist die Generation der Enkelkinder der Opfer massiver, konzentrierter oder verdünnter staatlicher Verbrechen, die die kollektiven traumatischen Erfahrungen wiederbelebt und an die nachfolgenden Generationen weitergibt. Jennifer Malika Fatimas Buch ist meines Wissens das erste dieser Art, das auf den Erinnerungen, Gesprächen und unglaublichen Archiven beruht, die ihre Großmutter, eine (angeblich) analphabetische Kabylin, sorgfältig aufbewahrt und geordnet hat.

Es ist keine akademisch formatierte Doktorarbeit, die für den Durschschnittmenschen in der Regel unlesbar ist, wenn sie ihm überhaupt zugänglich ist. Es ist ein Schlag, den man in den Magen bekommt. Sobald ich es erhielt, schluckte ich es mit Haut und Haaren und war nach zwei Stunden fertig. Dann flüchtete ich mich groggy in ein Wiederkäuen für einige Wochen. Zeit, um zu verdauen. Dies ist das Ergebnis meiner Verdauung, da ich mir vorgenommen hatte, diese unkonventionelle Buchbesprechung zum Erscheinen des Buches am 7. April zu veröffentlichen.

Das Buch, bei dem Jennifer Malika Fatima von der Schriftstellerin Asya Djoulaït bei der Formatierung des Manuskripts und dem Historiker Sami Ouchane bei der Präsentation der Dokumente aus den Archiven - die nicht versucht haben, ihr eine akademische Formatierung aufzuzwingen - auf schwesterliche/bruderschaftliche und respektvolle Weise unterstützt wurde, ist wunderbar mit einem Nachwort der lieben Rachida Brahim versehen, einem weiteren leuchtenden Sternchen der neuen Generationen, zu denen ich mir gesagt hatte, dass mein Buch sprechen könnte. Das Buch wurde sorgfältig und vorbildlich von einem jungen feministischen Verlag in Marseille herausgegeben, Hors d'atteinte [Ausser Reichweite], den ich mit Begeisterung entdeckt habe und dessen Katalog meine Speicheldrüsen so sehr durcheinander gebracht hat, dass ich morgen einen Termin bei meinem Zahnarzt habe, um eine Mukozele entfernen zu lassen.

Bravo, meine Damen, Sie haben mich endgültig von jeder Versuchung zur Herablassung geheilt. Ich glaube, wir gehören derselben Spezies an: der Spezies der Menschen, die nicht wissen, wovon man redet, wenn man sagt: Renten. Ich möchte mit dem Satz Nietzsches schließen, der mein Buch beendete: „Der Mensch des langen Gedächtnisses ist der Mensch der Zukunft“.

Zögert also nicht und eilt zu Eurer örtlichen Buchhandlung (vergisst bitte Amazonzon*!) und bestellt das Buch, wenn Ihr Französisch lesen könnt (es wird von Harmonia Mundi vertrieben). Wenn nicht, werdet Ihr auf eine deutsche Fassung warten müssen. Wir arbeiten daran. Interessierte Verlage können sich an tlaxint[at]gmail.com  wenden.

 

Papier Großformat 15€ - Elektronisch 11,99€

Anmerkung

*Zonzon ist ein altes französisches Wort, das Summen bedeutet, aber in der französischen Umgangssprache als Substantiv Knast (durch Apherese von prison) und als Adjektiv meschugge bedeutet. Und tasächlich ist das Imperium von Jeff Bezos ein summender Knast.