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19/06/2023

Luis E. Sabini Fernández
Borrando el pasado, nublando el presente: águilas y palomas en nuestro gallinero uruguayo

Luis E. Sabini Fernández, 18/6/2023

Nota de Tlaxcala: Lacalle Pou dio marcha atrás con el proyecto de transformación del águila nazi algunas horas después de la escritura de este texto.

Nuestro inefable presidente, Luis Lacalle Pou, cual demiurgo temporal, tras decisiones gubernamentales que configuran el incognoscible futuro de nuestro país, concedió a una empresa transnacional belga [Katoen Natie, propiedad del multimillonario y político “liberal” Fernand Huts] 60 años de administración del puerto de Montevideo –con lo cual su firma tiende a embretar las de los próximos doce presidentes–. Ahora ha decidido también por sí y ante sí, modificar el pasado.

Por supuesto que, como siempre, con las mejores intenciones y en aras de los más altos objetivos. Invocando la paz, no para concretarla pero sí para reverenciarla.

Lacalle Pou, decide que la enorme escultura en bronce del águila “guerrera” –emblema nazi– con su gigantesca esvástica, que fuera extraída de los restos del acorazado Admiral Graf Spee, hundido en aguas territoriales uruguayas, cerca de la costa montevideana, sea fundida y trasmutada en paloma de la paz (para lo cual, cuenta finalmente con la aquiescencia de tal vez el escultor estrella vivo de mayor renombre en nuestro país, Pablo Atachugarry).

Enfrentando o mejor dicho, ignorando el significado histórico que podría tener rescatar todos los restos del Graf Spee, incluyendo el águila en bronce, nuestro presidente opta por la apuesta ideológica y militante: desconocer el pasado, basándose en un planteo que sabe caro a todos los poderes más o menos satisfechos del presente. Porque ya sabemos que todo poder establecido se convierte en defensor nato y neto de la paz: la paz es lo que asegura lo conseguido, lo establecido. En este aspecto, no figura si lo que se ha obtenido es justo o no; es lo que se ha obtenido.

 Tal lo acontecido, históricamente, con la pax romana, la pax britannica. Y es de ese mismo modo, que la dirigencia de EE.UU. ha invocado durante décadas “su” pax americana.

La decisión presidencial nos lleva directamente a George Orwell y su visión de los reconstructores del pasado. Ingsoc, el pesadillesco estado omnipresente de 1984, tenía su Dpto. de Actualización Histórica, que refrescaba la memoria de acuerdo con una geoestrategia imperial siempre presente. Y si ayer había servido tener un pasado condenando un acontecimiento, hoy la coyuntura podía necesitar borrar ese pasado condenatorio y tener, por ejemplo, uno nuevo que glorifique otro punto de vista, de pronto opuesto al anterior. Porque lo que importa no era reconocer la veracidad de lo acontecido sino ajustarse a las necesidades de la coyuntura presente. Y para Luis Lacalle Pou, ¿hay algo más importante que santificar el credo geopolítico actual? ¿Cuál es? La paz, ya todo el mundo lo sabe, al menos desde que “los rusos invadieran”.

Repasemos la historia inmediata: ¿el mundo occidental defiende otra cosa? ¿Qué fue sino defender la paz arrasar Irak y asesinar a su líder, frustrando la formación de una bolsa de monedas para el negocio transnacional del petróleo arrebatándole al dólar su monopolio? ¿O invadir Libia y asesinar a su vez a otro líder empecinado en forjar una moneda panafricana que claramente desafiaba el área dólar? ¿Acaso EE. UU. ha defendido otra cosa que la paz al invadir Panamá para cortar de raíz el populismo de un ex lugarteniente suyo?

Y cuando el eje EE.UU. y su chirolita UE inicia su política de incorporación de Ucrania –valiosísimo granero de Europa– al “mundo occidental”, angostando un poco más el “cerco sanitario” establecido a la Rusia exsoviética, y Putin reclama un derecho de “autodefensa” al estilo del esgrimido por EE.UU. para sus tantas incursiones (las nombradas o Haití, Granada, Colombia, República Dominicana, Siria e incontables etcéteras), la lógica institucional que caracteriza a la mayoría de las representaciones nacionales de la ONU, soslaya semejante demanda y Putin, con torpeza, invade Ucrania, carente del experimentado oficio interventor que caracteriza a EE.UU. en sus frecuentes incursiones internacionales.

Y esta invasión, rusa, sí, puede ser duramente criticada.

La decisión presidencial ha recogido el beneplácito de quienes albergan sin duda la misma noción de omnipotencia que ha caracterizado al presidente con su nueva alquimia. Como siguiendo las leyes del perro de Pavlov, “Roby Schindler, presidente del Comité Central Israelita del Uruguay, dijo que para él es una ’idea maravillosa’ y una ‘muy buena noticia’ la metamorfosis del símbolo nazi.  ‘Es un elemento de odio y de guerra que se transforma en un elemento de paz’.[1]  

Pero afortunadamente el úkase presidencial ha encontrado también reparos en el país: lo cual es muy reconfortante.  

Claudio Invernizzi, por ejemplo, precisó: “Es un disparate. Esa águila, tan brutal y amenazante, es una señal histórica de la barbarie a la que es capaz de llegar la especie. Transformar un pájaro no transforma a la humanidad, la disimula. Y borrar la simbología del horror, alienta al horror. Águila fue. Que águila quede.[2]

Y si la primera parte de su planteo es valioso y nítido, su segundo momento es todavía más sabio porque revela no sólo la inanidad del proyecto sino su misma toxicidad. Si borramos un horror, estamos alentando a repetirlo. Se nos incapacita para generar la resistencia.

De ese modo, estaremos más débiles para rechazarlo al presentarse. Porque no lo hará con las consabidas ropas del pasado: la nueva intolerancia, no se vestirá de Tercer Reich, obviamente.[3]

Ya sabemos cuán cargados estamos al día de hoy de cancelaciones. Y ésas no recaen sobre los casi inexistentes nazis, por cierto.

Notas 

[1]  Declaraciones recogidas por Perfil, Bs. As., 17 jun 2023

[2]  Ibíd.

[3]  Tenemos un ejemplo patente y patético al otro lado del río: Javier Milei se presenta como libertario y postula una serie de medidas draconianas, carentes de toda liberalidad; usar “modelo motosierra” para reducir gastos del estado, dolarizar la moneda nacional y ejemplifica como medida para “liberar”, instaurar un mercado de venta libre de órganos. Como en su momento Behring-Breivik, es un rendido admirador del modelo israelí.

 

LEONARDO MARTINELLI
“Hassan”, passeur tunisien de migrants : “J’ai 30 barcasses prêtes à partir de Sfax vers l'Italie. C’est mon bezness”

Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

L'un des passeurs les plus puissants de Sfax explique comment fonctionne l'industrie du trafic de migrants. “Les départs ont été réduits à cause du vent, mais nous avons déjà des clients pour le mois d'août”. La traversée peut coûter jusqu'à cinq mille euros par personne, un business dans lequel même les cols blancs investissent. Reportage


SFAX (Tunisie) - Dans ce bar bondé de Sfax, ouvert sur une rue poussiéreuse, plein de vie et d'incertitudes, la chanson de Balti, le rappeur tunisien, résonne en fond sonore.


Ici, tout le monde connaît “Allo”, la chanson triste d'un garçon qui a émigré en Italie, suspendue entre nostalgie et remords. « Où est passée ma vie ? Ma jeunesse ? », demande-t-il au téléphone à sa petite amie restée à la maison. Apparemment indifférents, tous les clients du bar boivent un café et s'enfuient dans la ville, si agitée : un carrefour de migrants, Tunisiens et Subsahariens, qui tentent le voyage de l'espoir vers Lampedusa.

Une camionnette s'arrête devant. Au volant, Hassan. Nous l'appellerons comme ça, mais son vrai nom est autre. C'est l'un des passeurs les plus importants de Sfax, à la tête de l'une des organisations (essentiellement mafieuses) qui organisent les traversées illégales de la Méditerranée.

Un peu nerveux, il s'élance dans la circulation dense et anarchique, à la recherche d'un endroit sûr pour parler. Ce une friche, où des sacs en plastique volent dans les airs. En face, une autoroute en construction depuis on ne sait combien d'années : ces projets avortés, comme il y en a tant en Tunisie. Illusions perdues.

Hassan a 29 ans. Il porte une barbe noire bien entretenue et des lunettes de vue légères en métal, un beau visage. On est dimanche. T-shirt et short juste ce qu'il faut, il a l'air d'un directeur financier d'une entreprise milanaise en week-end. Il vient de voir sa petite amie.

Son activité ? Une “agence de voyage illégale”. Il parle souvent de “clients”, d'“offre et de demande”, précis et poli. Nous sommes à des années-lumière de l'image typique et rustique du scafista [conrtebandier, passeur], celui qui conduit les bateaux de migrants. Non, lui, c’est le big boss. « Je suis originaire des îles Kerkennah », explique-t-il. On les aperçoit à l'horizon, au fond d'une mer plate : traditionnellement, c'est la terre des pêcheurs et des passeurs.

« J'ai commencé au bas de l'échelle, il y a cinq ans. Je participais à l'organisation de voyages, mais je n'ai jamais été un passeur. Les clients étaient contents, je me suis fait un nom, puis un pécule. J'ai commencé à investir dans les voyages ». Il s'exprime bien, même en français. Il a fait un peu d’ études universitaires.

 

Migrants à Sfax, 8 juin 2023 

Sociétés de façade

Comme ses collègues, il a une couverture.  « Une entreprise en règle, dans un autre secteur ». Il ne dira pas lequel : il s'agit souvent de sociétés informatiques ou d'agences immobilières. « ça sert à laver l'argent sale et à justifier mon niveau de vie ». Il est au sommet d'une pyramide. En dessous, il y a les “coordinateurs” à différents niveaux : ceux qui collectent les “clients” à travers le pays ou ceux qui se procurent le bateau et les moteurs. Jusqu'au passeur.

« Ils ne se connaissent pas entre eux. Je suis le seul à connaître tout le monde ». Il les dirige comme des marionnettes depuis son téléphone portable. On ne voit jamais Hassan, il ne met pas son visage en avant. Il dit ne pas travailler avec les nouveaux bateaux en métal, trop dangereux, mais seulement avec ceux en bois. Et surtout avec le public tunisien, qui paie plus cher.

« Des femmes avec des bébés ou des familles entières voyagent. Je ne veux pas me salir les mains avec leur sang. De plus, un naufrage est un grand risque pour moi aussi ». Récemment, ils ont attrapé un passeur de Sfax, qui avait déjà été condamné à 79 ans de prison au total, précisément parce qu'un de ses bateaux avait coulé, faisant vingt morts.

« Dieu merci, je n'ai jamais eu de naufrage», dit Hassan. Et il n'est pas clair si c'est plutôt par peur de l'emprisonnement ou parce qu'il doit faire face à sa conscience. Il rappelle que « même ceux qui voyagent doivent prendre leurs risques et leurs responsabilité ». Quoi qu'il en soit, si aucun des clients ne meurt, mais qu'ils l'attrapent quand même, « avec tout l'argent que j'ai gagné, je paierai quelqu'un et je sortirai rapidement de prison ».

Hassan est sûr de lui, calme. « Mais j'ai peur. Même maintenant, parce que je vous parle ». Il n'a aucun intérêt à donner une interview, il la vit probablement comme un défi à lui-même. C'est un caprice, il n'a pas de message à faire passer. Pas même au président Kais Saied. « Qu’il nous laisse travailler en paix, c’est tout ».

Le commerce de la harka*

Lorsqu'on lui rappelle que depuis plus d'un mois, les arrivées à Lampedusa, qui avaient été multipliées par dix l'année précédente, ont diminué et que la raison en est peut-être que les contrôles tunisiens, coordonnés avec les Italiens, fonctionnent, il se montre un peu dédaigneux. « Si les voyages ont diminué, c'est uniquement parce que le temps est bizarre cette année. Un vent fort souffle. C'est le changement climatique. Il ne faut pas se faire d'illusions ».

Pas même sur les accords que Giorgia Meloni et l'UE négocient avec la Tunisie : de l'argent en échange d'un blocage des migrants en Méditerranée. « Même le prophète lui-même ne pourrait pas arrêter la harka* ». C'est ainsi qu'on appelle l'émigration clandestine. Et lui, Hassan, le passeur, est le harak*.

 « Cela ne s'arrêtera pas, car en Tunisie, les gens sont comme étranglés : les empêcher de partir reviendrait à les tuer tout de suite. Ici, on est maintenant à un point de non-retour ici ». Il a consulté des experts en météorologie : même en juillet, le temps sera rude. « Mais pour le mois d’ août, j'ai déjà trente voyages bouclés et prêts à partir. Meloni doit se résigner ».

À propos, faisons quelques calculs. Le prix facturé aux clients, ajoute Hassan, dépend toujours du service fourni. Il est de 2500-3000 dinars (740-880 euros) sur un bateau en bois avec plus de cinquante personnes à bord. Ceux qui, en revanche, paieront 7000-8000 DT iront dans le même genre de bateau, mais avec une trentaine de migrants et deux moteurs au lieu d'un, au cas où le premier tomberait en panne ».

Il y a même ceux qui ne paient pas. « Si quelqu'un n'a pas d'argent, il peut partir gratuitement mais il doit nous amener au moins cinq clients. Et puis, s'il y a des problèmes en mer, il doit être le premier à sauter par-dessus bord ». Il ne peut pas prétendre que “ le client est roi"”

Hassan organise souvent un bateau avec une centaine de personnes. Dans ce cas, dit-il, l'organisation doit investir 240 000 dinars [= 71 000€], y compris l'achat du bateau. Il en percevra 450 000. [= 133 000€] La différence est de 210 000. « Je garde 20 % de cette somme (plus de 12 000€, Ndlr). Le reste, je le répartis entre les coordinateurs, qui sont en général cinq ».

20 % pour les cols blancs

Vu le rythme des départs, si Hassan n'a pas tout l'argent pour investir, il fait appel à des “hommes d'affaires et des membres de professions libérales” locaux : ce sont les cols blancs qui investissent dans le trafic. « Par exemple, ils me prêtent 100 000 DT. Et j’en rends 120 000 au bout d'un mois, une fois que la traversée a été effectuée. Ça me paraît un bon investissement ».

Aujourd'hui, l'un des principaux problèmes est de se procurer une embarcation. « Nous avions l'habitude de convaincre les pêcheurs de nous céder leurs bateaux en payant le double. Ensuite, ils signalaient leur disparition, comme s'ils les avaient volés. Mais il y a de plus en plus de contrôles de police et les pêcheurs ont peur d'être inculpés. Nous faisons donc construire des bateaux en bois ici, dans la région de Sfax, en cinq ou six jours seulement. Les composants sont déjà prêts, il suffit de les assembler. Mais c'est cher ».

Hassan ne veut pas faire cela toute sa vie. « Je me suis donné un but, un chiffre précis, pour réaliser un projet personnel et licite ». Il est, en attendant, en contact avec d'autres passeurs. « Il n'y a pas de concurrence entre nous », explique-t-il. « Dans notre domaine, la demande est très forte : nous avons tous trop de travail. Je dois refuser beaucoup de demandes ».

En fait, entre passeurs, ils s'entraident. Ils sont comme des bandes différentes, séparées mais amies. « Nous échangeons des informations, surtout sur la police. Et nous nous les payons mutuellement à chaque fois. C'est précisément à cette époque de l'année qu’une partie des fonctionnaires de la police et de la Garde nationale, dont dépendant les garde-côtes, sont transférés dans de nouveaux locaux.

« Nous devons identifier, parmi les nouveaux, ceux que nous pouvons corrompre et ceux que nous ne pouvons pas corrompre. Il y a les incorruptibles, mais aussi ceux qui acceptent d'être payés pour fermer les yeux sur les contrôles en mer et à terre. Nous essayons d'obtenir des informations sur ces personnages. Je contacte souvent les passeurs des lieux où ils étaient en service ».

Le temps est écoulé. Les affaires l'appellent. Hassan repasse entre les coups de klaxon de Sfax : cette fois avec moins de fougue, comme s'il s'était confessé et un peu rassuré. Au bar, quelqu'un a encore en tête le refrain de Balti. « Nous sommes partis par désespoir » dit le migrant de la chanson, au téléphone depuis l'Italie, « Ici, ils ne veulent pas de ma gentillesse, il y a ceux qui ne voient que la méchanceté. Nous ne savons plus qui sont nos amis, ni la différence entre l'honnêteté et la trahison ». Parmi les clients, certains pensent déjà à partir. Fuir.

NdT
*L'auteur, ignorant l'arabe, confond harka et harga, harak et harag. On lui pardonnera, d'autant plus qu'en fin de compte, la harga est aussi un hirak (mouvement social)...

17/06/2023

ANNAMARIA RIVERA
Les corps alien des personnes migrantes

Annamaria Rivera, Comune-Info, 15/6/2023
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Comme nous l’a appris l’anthropologue Mary Douglas, le corps est un “microcosme social en relation directe avec le centre du pouvoir”. Les corps ne sont jamais neutres, ce sont toujours des corps sociaux, c’est-à-dire façonnés culturellement par les pratiques éducatives, la transmission de traits stylistiques, les dispositifs rituels : chaque culture a son propre modèle éthico-esthétique du corps et ses procédures spécifiques de modelage des corps.

 Photo de victimes du naufrage meurtrier en mer Ionienne d’un bateau de pêche parti de Tobrouk en Libyé, au large de Pýlos, dans le Péloponnèse du sud-ouest, dans la nuit du 13 au 14 juin, qui a fait 78 morts et 600 disparus. L’Organisation internationale pour les migrations (OIM) parle de "l’une des tragédies les plus dévastatrices en Méditerranée en une décennie". Source : Aegean Boat Report
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Le corps des autres est soumis à une double contrainte : en plus d’être façonné par la culture d’origine, ses coutumes, ses modèles culturels et ses pratiques sociales, il est perçu, imaginé, représenté par des agents “endogènes”, c’est-à-dire par les catégories sociales, l’imaginaire, l’idéologie et les pouvoirs de la société.

En particulier, le corps de la personne migrante est le “lieu géométrique de tous les stigmates” (La double absence, 1999, p. 212), imposé par la société en tant que “produit social le plus travaillé, le plus contrôlé, le plus poli, le plus cultivé [...]”, qui porte une identité sociale objectivée par le regard des autres et donc dominée.

Voulant hasarder une typologie des multiples et diverses manières dont les corps des migrants ou des membres de minorités méprisées sont perçus, imaginés, traités symboliquement et représentés, je propose un schéma qui - tout en se prêtant au risque de la généralisation et de l’abstraction - peut permettre de saisir quelques constantes.

Les attitudes et les dispositifs les plus habituels oscillent constamment, me semble-t-il, entre invisibilisation et hyper-visibilisation de leurs corps. Dans la vie quotidienne, dans la rue, les magasins, les bureaux, les services publics, les personnes immigrées, le plus souvent rendues invisibles en tant que force de travail, deviennent soudain trop nombreuses, encombrantes, voyantes, car perçues comme intrusives, menaçantes, anormales.

Comme l’écrit Abdelmalek Sayad, c’est alors que la personne immigrée “fait l’expérience de la suspicion qui le poursuit partout et tout au long de son immigration”, de sorte qu’elle “a le sentiment d’être surveillée en permanence, comme on surveille un corps étranger” (La double absence, 1999, p. 170). Un exemple extrême de cette tendance est l’habitude de la police italienne de forcer les femmes ou les filles rroms, soupçonnées de cacher des biens volés ou de la drogue, à se déshabiller dans la rue. Déshumanisées, elles ne sont pas considérées comme des femmes, de sorte que les règles formelles des relations entre les sexes, le sens de la pudeur, l’interdiction de la nudité totale dans les lieux publics ne s’appliquent pas à elles.  

En revanche, sur les chantiers, dans les usines, à la campagne, dans les maisons des “autochtones” les personnes immigrées sont généralement cachées par le voile du rejet et de l’insignifiance : les médias et les institutions, à quelques exceptions près, ne parlent que rarement de ces corps et de leurs conditions souvent extrêmes d’exploitation et de dépendance, à moins qu’un événement exceptionnel - généralement une révolte - n’intervienne pour déchirer le voile.

Quant aux personnes étrangères, principalement des femmes, qui effectuent des travaux de soin dans l'intimité du domicile d'autrui, il est très rarement souligné que leur travail, déqualifié et le plus souvent mal rémunéré, est l’un des piliers sur lesquels repose l’État-providence italien.

Pour donner un exemple, la rhétorique autour du “ padroni a casa nostra ” [maîtres chez nous] ainsi que l’exaltation des produits typiquement italiens et l’appel à les valoriser cachent une réalité indiscutable : une grande partie de ce qui constitue le “typiquement national” (des pizzerias au parmesan AOC, des tomates pelées aux agrumes) est le résultat du travail de personnes migrantes, le plus souvent très dur, au noir, mal payé. Surtout, les ouvrier·ères agricoles sont souvent contraint·es à des relations de travail et à des conditions d’existence serviles ou de semi-esclavage ; dans tous les cas, ils·elles sont soumis·es à une subordination multiple, puisqu’ils·elles dépendent de leurs exploiteurs et des caporaux à leur service, non seulement pour le travail et le salaire, mais aussi pour le logement, le transport, le statut juridique, parfois même pour l’alimentation et la sécurité personnelle. Cette condition de subordination expose également les ouvrières agricoles au chantage, au harcèlement et à la violence sexuelle.

En revanche, lorsqu’il s’agit d’étranger·ères, l’actualité - comme je l’ai déjà mentionné - prend toujours soin de qualifier les auteurs présumés de crimes ou de simples transgressions en indiquant leur nationalité, leur “ethnie”, éventuellement leur religion, souvent même leur situation au regard de leur titre de séjour ; alors que la chronique évite soigneusement ces “informations” lorsqu’un étranger ou une étrangère joue le rôle de victime et les exalte lorsqu’ils ou elles sont victimes d’autres étranger·ères.

En ce qui concerne les viols et les féminicides, le système d’information a généralement tendance à mettre l’accent sur ceux commis par des étrangers, en en  faisant souvent l’objet de campagnes alarmistes.

Une deuxième rhétorique est celle de la stéréotypisation : les corps réels disparaissent au profit de corps imaginés et imaginaires, construits sur la base de stéréotypes. Même lorsque le genre pluriel ou le nom collectif cède la place au genre singulier, il ne s’agit le plus souvent que de types, voire de masques, figés par des clichés et des stéréotypes qui concernent aussi et surtout la représentation des corps.

Origine : Europe-Action n° 22, Octobre 1964, Douce France

Le théâtre raciste met sans cesse en scène ces masques, parfois archaïques, parfois très modernes : L’immigré voleur ou violeur, le Clandestin envahisseur et/ou délinquant, le Gitan kidnappeur d’enfants, l’Albanais, le Slave, le Marocain meurtrier ou dealer, le chauffard extra-communautaire, le Trans brésilien dévoreur et victime, le laveur de vitres au feu rouge, agressif et racketteur, le musulmane voilée, donc intégriste et/ou soumise, l’Africaine soumise aux mutilations sexuelles et autres horreurs archaïques, la perfide aide-soignante est-eurepéenne séductrice ou manipulatrice de personnes âgées, le Chinois fermé et insaisissable, mystérieux et pratiquant de l’omertà, trafiquant de contrefaçons et de chats...   

Nombre de ces images stéréotypées, proposées et reproposées par la dialectique concurrentielle entre les médias, la politique et le sens commun, sont le fruit de préjugés racistes et sexistes : les femmes étrangères, plus que d’autres, semblent n’avoir aucune alternative entre la figure pathétique de la docilité et de la soumission et la figure inquiétante de la débrouillardise pour tricher, se prostituer ou commettre des délits.        

Un troisième procédé rhétorique fréquent est ce que l’on pourrait appeler l’indistinction-magmatisation : les écrans d’information et de télévision, lorsqu’ils traitent de l’autre, nous offrent souvent des images qui renvoient à un corps collectif, ou plutôt à un magma corporel indistinct, à partir duquel les frontières individuelles s’effacent : embarcations de fortune bourrées de déchets humains (selon le lexique de ceux qui se voient aujourd’hui contraints de modérer un peu leur langage depuis les fauteuils gouvernementaux), centres de détention implosant en raison de la présence de masses incontrôlables et “dangereuses”, mosquées débordant d’un corps indistinct en génuflexion, sociétés et villes menacées par des foules d’envahisseurs...

Même morts, quand ils ne représentent plus une menace, les corps des autres ne sont pas reconnus comme individuels et singuliers ; même tués par le prohibitionnisme, ils continuent d’être appelés clandestins, et le restent même s’il s’agit d’enfants. Le fait que, même en tant que cadavres, ils soient considérés comme indignes d’un nom - sinon le nom singulier de chacun, du moins un nom collectif respectueux - n’est rien d’autre que le sceau de la déshumanisation à laquelle les migrant·es et les demandeur·ses d’asile sont habituellement soumis·es.  

Cette réfugiée libyenne aujourd'hui installée en Allemagne, a tatoué les noms de ses quatre filles noyées avant l'arrivée à Lampedusa en octobre 2013  

Un autre dispositif, qui n’est pas seulement rhétorique, est celui, apparemment opposé, de la distinction-marquage. Je fais allusion à toutes les procédures symboliques et administratives de type biopolitique qui gravent ou “extraient” le stigmate sur/du corps des autres, sous la forme d’un marquage réel - par exemple, les numéros marqués sur les bras des "immigrants clandestins" qui débarquent à Lampedusa - ou d’un traitement distinctif : par exemple, l’enfermement dans les centres de détention pour migrants.


Que l’on pense au cas de la prise d’empreintes digitales des Rroms, des demandeur·ses d’asile, des réfugié·es et des migrant·es. Grâce à la convergence substantielle - culturelle avant d’être politique - d’une grande partie de la politique dominante, toutes orientations confondues, cette mesure, d’exceptionnelle qu’elle était, s’est banalisée et généralisée ; à tel point qu’avec la loi Bossi-Fini, elle a été étendue à tous les citoyens étrangers qui demandent un permis de séjour ou son renouvellement.

Toujours au sujet des dispositifs biopolitiques : en Italie, ces dernières années, des campagnes de “recensement des campements-nomades” ont été lancées périodiquement, dans le but de procéder à un enregistrement massif des Rroms et des Sinti, accompagnées d’une “prise d’empreintes digitales”. Les personnes à enregistrer, adultes et mineures, de nationalités les plus diverses, y compris italienne, sont identifiées sur la base d’un discriminant soi-disant “ethnique” (en réalité, raciste).

C’est pourquoi les associations et organisations nationales et internationales de défense des droits humains ne font que critiquer et dénoncer cette coutume comme étant discriminatoire, contraire au droit italien et international, et attentatoire à la dignité humaine : au lieu de protéger les plus discriminés, elles les désignent implicitement ou explicitement comme dangereux ou potentiellement subversifs.

Enfin, c’est l’enfermement dans les camps d’État qui représente de la manière la plus exemplaire le processus de distinction-marquage. La longue théorie des morts violentes et obscures a été inaugurée par la mort d’Amin Saber, dans le CPT d’Agrigente. Elle s’est produite au cours de l’été 1998, peu après l’approbation de la loi 40, connue sous le nom de loi Turco-Napolitano, qui instituait pour la première fois en Italie la détention extrapénale, réservée aux “citoyens non communautaires” en situation irrégulière sur le territoire italien. Cette loi a inauguré l’état d’exception permanent, la suspension durable de la légalité.

Elle a institué, en somme, un nouveau régime d’internement, une forme sans précédent de saisie abusive et de coercition des corps alien, que l’hypocrisie de l’État n’a même pas su désigner par un néologisme acceptable : en Italie, nous sommes passés de l’oxymore euphémique de Centres de détention temporaire et d’assistance, qui illustrait bien la philosophie du “racisme démocratique”, aux explicites Centres d’identification et d’expulsion, qui représentent tout aussi bien le racisme ouvert et brutal de la droite, aux Centres de rétention pour le rapatriement, une désignation qui prétendait elle aussi être euphémique, inventée par la loi Minniti-Orlando de 2017.

En définitive, l’architecture discursive dominante, lorsqu’elle sauve les corps “alien” de l’invisibilité, le fait pour les représenter et les traiter comme omniprésents, proliférants, menaçants (Pierre Tevanian, Le corps d’exception et ses métamorphoses, 2005).

Elle reproduit constamment la figure du migrant et de la migrante comme une menace sociale, comme une altérité irréductible à la norme, donc à contrôler, à discipliner, à corriger, y compris dans le corps, et enfin s’en libérer.

Voyageurs, sculpture de Bruno Catalano, Venise

Les corps alien ainsi représentés sont, entre autres, des figures projectives chargées de représenter les angoisses individuelles et collectives, liées aux problèmes non résolus de notre identité et de la relation avec notre passé. Parmi ceux-ci, l’identité nationale démocratique récente et incertaine, d’ailleurs pas du tout fondée solidement sur des valeurs et des principes civils, et aujourd’hui plus que jamais fragilisée et contestée par l’actuel gouvernement Meloni : résolument raciste et influencée par l’idéologie fasciste historique, mais aussi par l’ethno-nationalisme racialiste de la Ligue du Nord, telle que celle-ci la définit elle-même.

Comme l’a fait remarquer Ilvo Diamanti, commentant les résultats d’une enquête, lorsque la majorité exprime un sentiment de fierté nationale, celui-ci « semble s’articuler autour d’éléments extra-civils et pré-politiques : la beauté du paysage, le patrimoine artistique et culturel, la mode, la cuisine... L’image renvoyée par l’enquête est celle d’Italiens résignés à leur propre déficit - pathologique et historique - de sens civique, remplacé et compensé par un sens “cynique” dilaté et galopant ».

Toujours en ce qui concerne le lien entre le racisme et le “mauvais” passé, il s’agit non seulement de l’incapacité typiquement italienne à assumer l’histoire spécifique de son propre racisme, même colonial, mais aussi de la persistance d’une relation très problématique avec le propre passé d’émigrants, souvent considéré comme une honte à oublier.

En résumé, il manque à notre société l’une des conditions pour reconnaître et admettre comme normale, permanente et structurelle la réalité de l’immigration et de la pluralité culturelle : un vocabulaire émotionnel et politique qui nous permette d’élaborer le passé et de répondre aux changements du présent et aux perspectives de l’avenir.

Manifestation à Athènes le 16 juin contre les politiques criminelles de la Grèce et de l’UE, suite au naufrage de Pýlos. Photo : Evita Paraskevopoulou

16/06/2023

STEFANIA PREZIOSO
Au commencement était Silvio Berlusconi

 Stéfanie Prezioso, AOC, 13/6/2023

Stefania (dite Stéfanie) Prezioso (La Chaux-de-Fonds, 1969) est une historienne, professeure à l'Université de Lausanne et femme politique suisse, membre de solidaritéS puis de Résistons (Ensemble à Gauche). Son père napolitain était ouvrier horloger et militant socialiste, et sa mère sicilienne et communiste. Elle est députée du canton de Genève au Conseil national depuis décembre 2019. Auteure de L'Italie de Grillo, Renzi, Berlusconi & des néofascistes : la résistible ascension du pire (Demopolis, 2019). Publications

Silvio Berlusconi vient de mourir à 86 ans. Début mai, il intervenait depuis sa chambre d’hôpital au Congrès de Forza Italia rappelant « ses » années glorieuses, pour « sauver la démocratie et la liberté » contre le « communisme ». Retraçant l’histoire de son parti, à partir de son entrée en politique en 1994, il affirmait alors que Forza Italia était l’épine dorsale du gouvernement post-fasciste de Giorgia Meloni. Pas de doute, il laissera une trace durable.

Il y a quelques années Antonio Gibelli, spécialiste de la Première Guerre mondiale, s’était aventuré à écrire un court essai intitulé Berlusconi passato alla storia, littéralement Berlusconi entré dans l’histoire.

Joep Betrams

À la même époque, d’autres historiens, experts de la période fasciste et de ses suites, parmi les esprits les plus aiguisés du champ historiographique italien, s’intéressaient également à l’homme politique milanais : Gabriele Turi, Nicola Tranfaglia, Paul Ginzborg ou Gianpasquale Santomassimo [1]. Le petit livre de Gibelli visait à dessiner les contours de ce qu’il nommait l’« ère berlusconienne » dans l’espoir de « congédier définitivement le personnage », et exorciser le « Draquila » dépeint dans le documentaire de Sabina Guzzanti en 2010. Le problème qui se posait ne consistait pourtant pas, comme le voyait d’ailleurs bien l’ensemble de ces analystes, à se débarrasser de l’homme Berlusconi, mais de la culture dont il était l’interprète [2]. La même année, Mario Monicelli, le réalisateur inoubliable du film Le Pigeon (I soliti ignoti, 1958), répondait, désabusé, à une interview transmise lors de l’émission en direct de Michele Santoro « Rai Per una notte »[3]. Il y traçait le portrait d’un pays soumis, la peur au ventre qui n’avait jamais connu la « révolution ». Il espérait un « grand coup (bella botta) [contre le système] », parce que, soutenait-il, la rédemption ne surgira que du sacrifice et de la douleur.

Le réalisateur italien semblait n’envisager ni l’éventualité, ni (encore moins) l’opportunité de se débarrasser seulement de Silvio Berlusconi. Il avait bien compris alors qu’il ne s’agissait pas uniquement de déloger un homme du gouvernement, mais bien de se libérer du berlusconisme, « une idéologie éclectique composée de populisme, d’individualisme exacerbé, de révisionnisme historique, de l’utilisation instrumentale et identitaire de la religion » [4]. En bref, de transformer la société italienne au sein de laquelle s’était sédimentée une « culture de droite », qui allait bien au-delà des frontières partisanes et des limites chronologiques de la « discesa in campo » [arrivée sur le terrain] de Silvio Berlusconi en 1994. Une culture qui plongeait ses racines dans les années 1980, ces « maudites » années 1980, de l’ « enrichissez-vous » généralisé, de l’individualisme forcé « d’individus sans individualité » et de l’antipolitique. Naissant au cœur même des systèmes occidentaux, tout en étant une inversion consubstantielle de leurs valeurs, l’antipolitique se présentait comme une alternative antidémocratique (autoritaire et managériale), contre des systèmes présentés comme « à bout de souffle »[5].

En 1993, un long métrage avec Bill Murray et Andie MacDowell, intitulé en français Un jour sans fin, racontait la fable d’un journaliste arrogant qui, coincé dans un village perdu du nord des États-Unis, se réveillait chaque matin le jour de son arrivée avec la conscience qu’il s’agissait bien du même jour. Le sel de l’histoire, d’amour bien entendu, qui sous-tendait le scénario, consistait à voir Bill Murray modifier son comportement pour tenter de remporter le cœur de la belle Andie MacDowell. Le film nous disait cependant autre chose de la nouvelle phase qui s’ouvrait alors, une phase marquée par ce que le théoricien de la culture Mark Fisher définissait comme un « sens écrasant de finitude et d’épuisement » ; « on ne dirait pas, poursuivait-il, que le 21e siècle a déjà commencé. On reste coincé dans le 20e… » [6]. Le lent affaiblissement de l’idée même de futur dont parlait le philosophe opéraïste Franco Berardi accompagnait ce processus, tout comme son ombre damnée, la destruction du passé et de sa mémoire [7].

New kid in town

1992 : le système politique italien s’effondre. Des magistrats « révèlent une corruption systémique » qui concerne le financement illégal des partis à l’échelle nationale, dont le centre est Milan. La ville par excellence « de l’optimisme des années 1980 » est rebaptisée Tangentopoli [la cité des pots-de-vin] [8]. En mai de la même année, la terreur mafieuse s’abat sur le juge Giovanni Falcone, son épouse, Francesca Morvillo, et ses gardes du corps, Rocco di Cillo, Antonio Montinaro et Vito Schifani, tous assassinés à Capaci ; durant les funérailles, les politiques sont sifflés par la foule. Dans ce climat de violence, les Chambres élisent le nouveau Président de la République italienne, Oscar Luigi Scalfaro. En juillet, le magistrat Paolo Borsellino et son escorte sont exécutés à Palerme. En 1993, des attentats frappent les villes de Florence, Rome et Milan à proximité de monuments historiques, faisant plusieurs morts et des dizaines de blessés ; tous ces événements mettent en lumière les rapports entre l’État italien et le crime organisé [9]. Comme le souligne, à sa manière, le procureur Luca Tescaroli, interviewé par Ferruccio Pinotti en 2008 : « (…) Les boss ont expliqué qu’il s’agissait là d’une situation exceptionnelle et qu’il fallait préparer le terrain à des hommes nouveaux, que Cosa Nostra pensait pouvoir influencer et qui auraient donc obtenu de la mafia le fait de ramener le calme. »[10]

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