Gustavo Petro, Bogotá, 3 de junio de 2024
El 3 de junio de 2024, en Bogotá, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, recibió el Gran Collar del Estado de Palestina, la más alta orden civil del Estado de Palestina. A continuación, su discurso de aceptación
“Los jóvenes que salen de las universidades en Estados Unidos, que salen en Europa, en Asia, en África y en América Latina, son la expresión genuina de una nueva humanidad; una que si sobrevive va a construir un mundo diferente, muy alejado de lo material, mucho más afincado en la frugalidad, pero sobre todo en la sabiduría y en el conocimiento, donde la humanidad ya no encuentre páginas donde unos seres humanos matan a otros seres humanos”.
Me han entregado muchas condecoraciones a lo largo de mi vida. Las primeras de mi colegio, que son las que más recuerdo; las medallas de excelencia que me ponía el padre Pedro -la última no quería dármela, pero le tocó-, y esta tengo que decirles que es, quizá, la más valiosa que recibo por lo que significa, indudablemente, en la historia del mundo, en la historia de las resistencias, y ahora en estos días aciagos que estamos viviendo, que marcan un antes y un después de la historia de la humanidad.
No es cualquier acontecimiento lo que estamos presenciando: son las nuevas señales de un mundo terrible, pero que también tiene que llenarse de esperanza. No es un mundo como soñaba Fukuyama, sin contradicciones, pacífico totalmente. Es un mundo profundamente tensionado por la política, quizás más que en el siglo XX, que vivió dos guerras mundiales, que vivió la revolución socialista durante casi todo el siglo.
La lucha entre dos sistemas diferentes de entender el mundo, de entender la economía, de entender la sociedad, que pudo haber llevado a una tercera conflagración, indudablemente, muy cerca estuvimos de ello, pero que la responsabilidad de unos y otros, en la Unión Soviética y en los Estados Unidos, que habían sido ya aliados en una guerra, episodio que se desconoce a veces, cuando juntos decidieron luchar contra el fascismo, tanto la sociedad norteamericana como la sociedad soviética, supieron con mucha claridad que su enemigo no era uno de los dos, que su enemigo era un tercero que empezaba a avanzar con una especie de espectro por la Europa en ese entonces, por el mundo, trayendo una serie de doctrinas criminales que se hicieron poder y que llenaron a la humanidad de una de sus peores páginas.
Cincuenta millones de muertos costó salir de esa situación, e indudablemente fueron los soldados de los pueblos soviéticos y norteamericanos los que, conjuntamente, al lado de muchos resistentes en Europa, decenas de miles de gentes que se alzaron en armas, que no congeniaron con el fascismo, con la opresión absoluta, con el genocidio, y supieron resistir, en una jornada que al final fue una de las grandes batallas épicas de la humanidad.
De allí surgió con más fuerza que antes la palabra democracia, y surgió de esos dos conglomerados que se disputaban el poder mundial la tesis de una sociedad de naciones que se convirtió en la Organización de Naciones Unidas, y con ella la construcción de algo que hemos venido llamando el derecho internacional.
Poco a poco, tras muchísimas discusiones que en cierta manera son el acumulado de la civilización humana, desde sus inicios remotos, que ya no recordamos, hasta el día de hoy, allí está un resumen de lo que somos nosotros como humanidad; de cómo no matarnos con todos los problemas y contradicciones que allí se reflejan, porque ni más ni menos es la expresión genuina de la humanidad de hoy.
Y obviamente es diversa, obviamente está llena de complejidades, de desigualdades, de injusticias profundas; aún el ser humano mata al otro ser humano. Mientras eso exista, no podremos abarcar de verdad la construcción de una civilización que se llame humana, no que tenga el nombre de un país u otro, una cultura u otra de las que ya tanto hemos conocido y que se han configurado en la historia precedente, sino en algo que podemos llamar, sin homogenizar, la cultura humana, lo específicamente humano, lo que nos tiene aquí en el planeta Tierra, aún a pesar de todo, y que puede proyectarse, en mi opinión, una idea de humanidad hacia las estrellas, como muchos de nuestros artistas y escultores y nuestras propias banderas a veces señalan.
No por nada las estrellas están en las banderas. Algo tiene que ver con los mensajes subliminales en los sueños de los seres humanos.
Un nuevo 1933
Ese mundo nacido después de derrotar el fascismo está pereciendo. Estamos viviendo sus estertores. Es una época de muerte la que estamos viviendo. Yo le he llamado el 1.933 global, porque en 1.933 ascendió Hitler al poder en Alemania con un aplauso popular que se fue acrecentando, y para la destrucción de los valores mismos de la cultura europea.
La misma que había crecido en Alemania, la cultura germana de Beethoven, de Bach, de Mozart, de Goethe, de tantos filósofos que hemos leído, quizás el pensamiento filosófico más profundo de la humanidad está allí en Alemania. Y a pesar de esa cultura máxima, quizás de esa expresión sublime de la espiritualidad humana, como Hegel llegó a señalarlo, entraron en lo peor de las catástrofes.
De un momento a otro la brillantez se convirtió en oscuridad, mostrando de qué es capaz el ser humano, no solamente en el terreno de los sublimes, sino en el terreno de la catástrofe, de la Nakba mundial.
El fascismo está ascendiendo en el mundo
Hoy es un 1933 que no es en Alemania, es en el mundo. Esas fuerzas ascienden, el fascismo está ascendiendo en el mundo y hay que llamarlo como es: son los nazis que vuelven al poder, que se vienen a vengar, que quieren hacer de la humanidad un robot esclavizado, sin libertad. Bajo la opresión del más fuerte, la ley internacional del derecho está pasando a la fuerza bruta.
La geopolítica no es más sino quién tiene más aviones y más dinero en los fondos de capital, punto; no quién representa más a la humanidad y a los intereses generales de la vida. Estamos al borde, indudablemente, de una Nakba mundial. Yo reaccioné ante la situación de Palestina en primer lugar porque desde muy jóvenes, casi niños, sabíamos del tema.
La revolución como evolución de la humanidad
Las fuerzas progresistas latinoamericanas en aquel entonces, en su mayoría en la clandestinidad, resistiendo dictaduras, la muerte que todos los días se nos acercaba, nos rodeaba, mataba a tantos y tantos compañeros por miles, un partido completo.
En toda América Latina las fuerzas que nos levantamos en armas siempre tuvimos nuestro corazón al lado de Palestina. Porque un revolucionario que es una condición especial -no todos los seres humanos nacen revolucionarios-, cuando el ser revolucionario se junta con un pueblo se hace una revolución. Las revoluciones siempre son una nueva manera de evolucionar de la humanidad. No pueden ser miradas de manera pecaminosa, como si se trataran de algo endemoniado, al contrario, es lo que nos hace surgir como humanidad.
Nos hemos desarrollado a partir de revoluciones. Revoluciones hicimos aquí en el siglo XIX, en el siglo XVIII; tres faros comenzaron una tarea y puedo que sea ignorante al desconocer otras luchas, pero me parece que tres faros se levantaron en la humanidad casi al mismo tiempo.
Casi sin que existiera el internet y a través de los barcos de vela y los marineros que llevaban los libros -marineros en su mayoría árabes- que cuidaban de esa literatura clandestina y escondida de las ideas, que no se podían mencionar en las cortes, en los palacios, en la política real de ese momento; clandestinamente a través de los mares, los marineros árabes iban entregando los libros escritos en francés y eran libros revolucionarios y llegaron a Norteamérica y se expandieron por Europa y seguramente llegaron al mundo árabe de alguna manera y llegaron a América Latina y en los tres lugares se prendieron las hogueras, se levantó la luz, se alzaron las banderas.
Pensamos casi de la misma manera en la Europa libertaria, en los Estados Unidos libertarios -que no se llamaban así- y aquí en América Latina; galopamos, al mismo tiempo, con la misma enseña, la posibilidad de construir repúblicas, porque el reino es soberano, decíamos, y la posibilidad de construir un mundo de democracia y libertad, un sueño que andaba con jinetes galopando por las planicies, por las montañas y por los mares
América: tierra de libertad
Ese espíritu no se acabó aquí; nosotros lo hemos continuado, en cierta manera somos herederos de esos jóvenes que supieron construir estas repúblicas, con su más y sus menos, y hacer de América una tierra de libertad.
Aquí las dictaduras no han podido germinar; aquí las monarquías no han podido ser; aquí los autoritarismos han sido barridos por los pueblos, una y otra vez. América sigue siendo una tierra de libertad y por eso, desde muy niños, en esas mismas ideas, como oficiales de Bolívar en la resistencia, nos fuimos al Sahara, en una historia que aún algunos sobrevivientes deberían escribir en un libro para recordarla, para que no quede atrás, en la gente que ya se ha muerto y que estuvo allí, entre esos, mi amigo entrañable Enán Lora, de Córdoba.
Allá llegaron al Sahara y allá se encontraron con muchos pueblos resistentes alzados en armas, luchando contra la esclavitud, contra el apartheid. Allá llegaron pueblos, organizaciones armadas de pueblos negros que se querían liberar en el África Subsahariana, y allá llegaron las organizaciones árabes.
Lazos con Palestina
También construimos alianzas con la Organización para la Liberación de Palestina, de Yasser Arafat; allí nos entrenamos juntos. Yo no estuve, pero supe de sus historias cuando llegaron, de Francisco Vargas, que murió en Zipaquirá y era mi amigo, y de Enán Lora y de todos los que allí estuvieron y allí se juntaron con los sueños árabes, bajo las estrellas del desierto, construyendo sueños comunes en la tricontinental, que pensábamos era el germen de una gran revolución mundial.
Esos sueños, más o menos, se han destruido en todas partes; resistentes somos y lo seguimos, algunos. El socialismo árabe fue destruido completamente, el panarabismo árabe fue destruido. En Europa no surgen sino fascismos, negando su propio pensamiento. En Atenas, donde se creó la palabra democracia, está la fosa más grande del planeta, llena de cadáveres en el fondo del mar de gente que se escapa de África para llegar a Europa por un plato de sopa.
La mayor injusticia en las tierras, en los mares, donde surcaron los pensadores que hablaron, por primera vez en el mundo, de democracia y de república; también hablaron de tiranía y de oligarquías. Nos enseñaron los primeros balbuceos de la política y de la posibilidad de ser espíritus libres, como los griegos enseñaron a toda la humanidad.
Nos encontramos con el pueblo palestino allá en el Sahara. Eso no está escrito en la prensa colombiana; eso no aparece en la historia oficial, porque era la juntura de las resistencias humanas en la clandestinidad, como en una especie de venas con sangre que corrían subterráneas, juntando los pueblos para una lucha común, solidaria. Por eso reaccionamos de inmediato cuando cayeron las bombas en Gaza.
Gaza, un laboratorio mundial
Yo creo que en Gaza se está experimentando, hay un experimento corriendo, usando a Gaza como su laboratorio. Es un experimento pavoroso que tiene que ver con los nazis; los nazis lo practicaron en pequeño, relativamente, y trataron de exterminar al pueblo judío, y al pueblo soviético, y a los pueblos democráticos, y a los socialistas y a los comunistas, y todo lo que les pareciera diferente tenía que ir al campo de concentración y a la cámara de gas.
Europa murió ahí, en esos campos. Y eso que planteó Hitler es lo que se está aplicando en Gaza, pero como un experimento para el mundo. Es que es así como nos quieren dominar; es que las mayorías de la humanidad, que no viven bajo el poder económico mundial en Europa, en Japón o en Estados Unidos, y que no están dispuestas a mantener un estatus quo de injusticia absoluta, en donde hay vacunas contra la enfermedad para los unos, pero para los pobres no las hay o llegan tarde.
Un estado así de injusticia, incluso ante la vida misma, lo que el filósofo Foucault alguna vez llamó la biopolítica del poder, o sea, cómo el poder puede acabar la vida premeditadamente y de manera generalizada y masiva, como lo planteó Hitler, es lo que estamos viendo hoy.
Lo están experimentando en Gaza. Las bombas de Gaza no las disparan unos simples soldados israelíes. Es un capital enorme en el mundo, centralizado, coordinado, que influye en los grandes gobiernos. Por eso vemos a una Francia contradecirse contra su propia consigna ‘libertad, fraternidad, igualdad’.
Ya se habían contradicho cuando fueron los negros de Haití los que levantaron esa misma consigna y levantaron la bandera y la revolución haitiana, que es la más importante de toda América, olvidada también.
Ahora lo tenemos aquí; los nazis están en el poder; ascienden a través del capital financiero, logran conducir el gobierno de los Estados Unidos, así sea autodenominadamente demócrata, con corrientes progresistas, pero ese progresismo juvenil, negro, árabe, diverso, latino, que hay allí, no logra cambiar la voluntad del Estado, que sigue ayudando a disparar las bombas.
Y no ocurre en Europa. Después de tantas luchas obreras y revoluciones socialistas y democráticas, después de tantas barricadas levantadas en las grandes ciudades europeas, construyendo el proyecto democrático y humanista, la misma Europa se entrega a los nazis.
La codicia del capital
En la misma Alemania, los socialistas que fueron exterminados por Hitler, hoy no son capaces de detener el genocidio, estando aún en el poder. Los grandes poderes mundiales están subordinados a un enorme capital financiero, cuya liquidez se basa en la economía fósil, que se tiene que acabar en el mundo; y aterrorizados ante la idea de un cambio mundial, de una revolución mundial, que es una revolución por la vida, que no había sucedido antes en nuestra historia humana, pero que hoy es absolutamente imprescindible.
No tenemos escapatoria, porque el otro camino es la muerte de la especie, de nuestros hijos todos y nuestros nietos, porque en una economía fósil lo que muere es todo, es el omnicidio, comenzando por la especie humana.
La codicia del capital no quiere dejar ver la necesidad de la transformación, la frena constantemente, hace lobbies en las Naciones Unidas, en los centros de poder mundial, influye los gobiernos, los financia, no hay campaña que ellos no financien, y así se adueñan de la política, y así terminan con la libertad de la especie humana, la enceguecen a través de sus medios de comunicación, que los dominan todos, y el gran panóptico de la humanidad, como decía Foucault, empieza a ser manejado desde algún escritorio, en una oficina fría en el norte.
Ya lo había escrito Orson Welles, y es la realidad de hoy, es lo que estamos viviendo, una humanidad que enceguecen para esclavizarla, para que no se dé cuenta que la ganancia rápida acumulada está trayendo la muerte de la especie humana, que como dijera el economista alemán y filósofo Marx, de cuyo nombre no queremos acordarnos ya, ya lo había dicho, que el capital destruye sus propias condiciones de riqueza, que es la naturaleza y el ser humano.
Marx dijo que el hombre, porque era patriarcal, europeo y machista -pero debió escribir el ser humano- está destruyendo al ser humano, y toda la tensión que se está viendo en el planeta, política en ascenso, tiene que ver con ese intento de la humanidad de sobrevivir, y el intento del capital fósil, a través de la violencia de frenar el cambio.
Eso se viste de discursos y de ideologías, blablablas en la prensa, pero estamos ya en una guerra; nos han convocado a una guerra, y es o la extinción de la humanidad o la revolución mundial por la vida, y lo que se está concentrando en Gaza, en tan pequeño espacio, es la condensación de ese conflicto. Lo que dispara no es Israel - es un medio-, lo que dispara es el gran capital mundial fósil y financiero, contra un pueblo que no pueden resistir, aguantar, porque ha sido resistente, porque les han enseñado a todos los pueblos del mundo, que no hay otro camino que la resistencia.
Alzar la bandera de la vida es el momento de hoy
Algo que ya sabíamos nosotros, y por eso nos juntamos desde niños, hablando idiomas diferentes y con religiones diferentes, supimos entender que era una misma bandera. Alzar la bandera es el momento de hoy, y eso en todas partes del mundo.
Los jóvenes que salen de las universidades en Estados Unidos, de las más distinguidas -Harvard-, los jóvenes que salen en Europa, los jóvenes que salen en Asia y en África y en América Latina, son la expresión genuina de una nueva humanidad, una que si sobrevive va a construir un mundo diferente, muy alejado de lo material, mucho más afincado en la frugalidad, pero sobre todo en la sabiduría y en el conocimiento, donde la humanidad ya no encuentre páginas, donde unos seres humanos matan a otros seres humanos, porque habremos descubierto nuestra propia historia y nuestra propia misión.
Eso es lo que tenemos que recuperar en Gaza, es allí donde se está librando la primera de las batallas, no será la última, y nos tenemos que preparar, como antaño. De niño y muy flaco yo me preparaba, mental y físicamente, porque lo que viene son las páginas de la historia de la humanidad, en Gaza se libra esa batalla y hay que ganarla.
Entre los escombros, entre la sangre, entre los cuerpos despedazados de los niños y de las niñas de tantos miles de bebés asesinados por el capital, entre esa penuria y ese dolor que debe ser inmensísimo, parte de eso lo comprendemos en Colombia, porque aquí también han masacrado y tirado bombas y ha muerto mucha gente inocente.
Algunas cifras hablan de 500 mil, otras de 700 mil asesinados por la codicia, comparado con Gaza quizás estamos ante una Nakba peor que se desató sobre Colombia hace décadas y aún no termina, a pesar de este gobierno, aún esa lucha hay que librarla en Colombia.
Por eso en Colombia podemos entender y en América Latina lo que sucede en el alma del pueblo palestino y no podemos darle la espalda, no hay razón ética ni moral que nos impida levantar la voz cuando podamos y las acciones en tanto podamos. Débiles somos, pero juntos somos la humanidad y esa unión, tenemos que juntarla, esa unión hay que construirla entre todos los idiomas de Babel, como decía la biblia.
En la biblia están las imágenes de la aparición del pueblo judío y del pueblo musulmán; ambos semitas, de acuerdo con la biblia, descendientes de Sem, de acuerdo a la cronología bíblica. Quienes nos critican, diciendo que somos antisemistas, no tienen ni idea de la biblia siquiera, no la han leído; porque si la leyeran sabrían que en esos libros antiguos está la historia de los dos pueblos bajo el mismo padre.
Hoy tienen que ser hermanos. De alguna manera hay que encontrar el camino, si pueden ser hermanos, la humanidad habrá encontrado el camino de la fraternidad definitiva, así que esa búsqueda difícil hay que encontrarla.
De alguna manera Yasir Arafat sintió el instinto, como Pizarro aquí en Colombia, de lo que podía ser la posibilidad de la paz en el camino de la humanidad; una paz que es revolucionaria. No es la guerra la revolucionaria, como falsamente llegamos a creer nosotros mismos. Es la paz la revolucionaria.
Yasir Arafat lo encontró, encontró ese mensaje de alguna manera en su existencia y varió la situación diciendo que los dos pueblos podían ser hermanos; claro, sin tiranías, claro que en libertad; claro que en democracias puras. Esa tierra palestina puede vivir en la diversidad, como ha vivido siempre, porque es una tierra de la diversidad de las creencias, es una tierra de la libertad.
Jesús era un judío palestino, esa era la nacionalidad de Jesús, bajo sojuzgación romana, y construyó un camino que no era el de la guerrilla judía, que andaba a su lado y lo contemplaba; un camino de palabras y construyó unas palabras basadas en el amor y en la vida. Y a mí me da la impresión de que la revolución mundial de hoy no levanta una simple bandera roja como antaño; quizás sea roja, pero es la bandera de la vida lo que significa la bandera revolucionaria.
Hoy es una revolución de la vida, es la tarea que todos y todas tenemos que altar, que tejer, que construir, que organizar; nos dirán revolucionarios sí, pero lo somos con orgullo, porque somos la expresión genuina de una humanidad que no quiere cadenas, que no quiere injusticias, que quiere ser libre, espíritu, entre las estrellas.
Gracias por su condecoración, mi saludo y mi amor al pueblo palestino.
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