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30/01/2022

M.K. Bhadrakumar
Occidente coopta a los talibanes
Reflexiones sobre los acontecimientos en Afganistán (40)

M.K. Bhadrakumar, Indian Punchline, 27/01/2022
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala 

M.K. Bhadrakumar es un exdiplomático indio que estuvo destinado, entre otros países, en la antigua URSS, Pakistán, Irán y Afganistán. Fue embajador en Uzbekistán (1995-98) y en Turquía (1998-2001). Amante del mundo de la literatura, la escritura y la política, centra sus trabajos en los eventos de Oriente Medio, Asia Central, Sur de Asia y Asia-Pacífico. @BhadraPunchline

El cónclave de tres días celebrado en Oslo del 23 al 25 de enero para la interacción de un grupo de diplomáticos occidentales con funcionarios talibanes marca una nueva fase en la situación política de Afganistán. Occidente estuvo representado por Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, así como por la Unión Euopea.

Delegación talibán encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Amir Khan Muttaqi, se reúne con diplomáticos occidentales, Oslo, Noruega, 24 de enero de 2022

 Noruega está en una posición única para reconciliar a las partes alienadas. Además de su sólido sistema de inteligencia en Afganistán, Noruega se ha hecho un hueco en la diplomacia internacional en diversos escenarios como Mozambique, Venezuela, Colombia, Filipinas, Israel y los Territorios Palestinos, Siria, Myanmar, Somalia, Sri Lanka y Sudán del Sur.

 A falta de una estación de inteligencia activa en Afganistán, la CIA y el MI6 dependen de las aportaciones del Consejo Noruego para los Refugiados (CNR), que cuenta con una amplia red de miles de trabajadores sobre el terreno. El CNR ha mantenido una envidiable relación de trabajo con los talibanes a lo largo de los años.

 El secretario general del CNR, Jan Egeland, estuvo presente durante el cónclave celebrado a puerta cerrada en el Hotel Soria Moria, en la cima de una colina nevada a las afueras de Oslo, rodeada de bosques, que solía ser un sanatorio para rejuvenecer las mentes heridas y los cuerpos cansados.

 Las declaraciones de Egeland a los medios de comunicación son quizá las que mejor explican lo que ocurrió en el Hotel Soria Moria, rodeado de nieve, donde la delegación talibán y los diplomáticos occidentales pasaron tres días juntos en total reclusión. Egeland argumentó con contundencia:

 “Las sanciones nos frenan. No podemos salvar vidas sin levantar las sanciones. Están perjudicando a los mismos en los que la OTAN gastó miles de millones de dólares en defender hasta agosto”.

27/01/2022

NICK TURSE
Otro soldado entrenado por USA da otro golpe de Estado en África Occidental, esta vez en Burkina Faso

 Nick Turse, The Intercept, 26/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

 Nick Turse (1975) es un redactor de The Intercept que informa sobre seguridad nacional y política exterior. Es autor de “Next Time They'll Come to Count the Dead: War and Survival in South Sudan”, así como de “Tomorrow's Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops in Africa” y “Kill Anything That Moves: The Real American War in Vietnam”. Ha escrito para el New York Times, Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, The Nation y Village Voice, entre otras publicaciones. Ha recibido el premio Ridenhour de periodismo de investigación, el premio James Aronson de periodismo sobre justicia social y una beca Guggenheim. Turse es miembro del Nation Institute y director de TomDispatch.com.

Meddy, Tanzania


El líder de un golpe de Estado en Burkina Faso es el último de una serie de soldados entrenados por Estados Unidos que han derrocado a líderes civiles.

Manifestantes en Uagadugú, Burkina Faso, que muestran su apoyo a los militares sosteniendo una foto del teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba el 25 de enero de 2022.(Foto: Olympia de Maismont/AFP vía Getty Images)

A principios de esta semana, los militares tomaron el poder en Burkina Faso, derrocando al presidente democráticamente elegido del país, Roch Marc Christian Kaboré.

El golpe fue anunciado en la televisión estatal el lunes por un joven oficial que dijo que los militares habían suspendido la constitución y disuelto el gobierno. A su lado se encontraba un hombre vestido de camuflaje al que presentó como el nuevo líder de Burkina Faso: El teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, comandante de una de las tres regiones militares del país.

Damiba es un soldado con una sólida formación militar gracias en gran medida al ejército estadounidense, que tiene un largo historial de entrenamiento de soldados en África que luego dan golpes de Estado. Resulta que Damiba participó en al menos media docena de ejercicios de entrenamiento estadounidenses, según el Mando de África de EE. UU., o AFRICOM.

26/01/2022

HAMID DABASHI
Alaa Abd el-Fattah: la revolución egipcia aún no ha sido derrotada

Hamid Dabashi, Middle East Eye, 25/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Hamid Dabashi (Ahvaz, Juzestán , Irán, 1951) es profesor Hagop Kevorkian de estudios iraníes y literatura comparada en la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York. Sus últimos libros son Reversing the Colonial Gaze: Persian Travellers Abroad (Cambridge University Press, 2020), y The Emperor is Naked: On the Inevitable Demise of the Nation-State (Zed, 2020). Haymarket Books publicará, a finales de este año, su próximo libro: On Edward Said: Remembrance of Things Past. @DabashiHamid

La importancia de Alaa Abd el-Fattah no radica solo en la prosa de una disposición revolucionaria de la que es autor, sino en la felicidad pública que provoca. Su colección de textos se lee como un reportaje en vivo de los 10 años de la revolución sostenido por el proverbial sentido del humor egipcio

 

El bloguero y activista egipcio Alaa Abdel Fattah concede una entrevista televisiva en su casa de El Cairo el 26 de diciembre de 2011 (AFP)

En árabe y persa -y en la mayoría de las lenguas de su entorno- existe un cuerpo de literatura que identificamos como adab al-suyun, o habsiyat, que significan ambos “escritura carcelaria”. Entre los clásicos del género se encuentra el exquisito texto del filósofo místico Ayn al Qudat al-Hamadani (1098-1131) Shakwa al-Ghraib (La queja del extranjero), que escribió mientras estaba en la cárcel de Bagdad, antes de ser ejecutado acusado de herejía en su ciudad natal, Hamadan.

Figuras icónicas como Mas'ud Sa'd Salman (poeta persa del siglo XI) y Khaqani Shervani hicieron toda una reputación poética con sus escritos en prisión, mientras que el legendario poeta Abu Firas al-Hamdani (932-968) compuso su emblemática colección de poesía al-Rumiyat mientras estaba cautivo en Constantinopla.

Cuando se trata de encarcelar y torturar a la gente para intentar asustarla, silenciarla y pacificarla, los tiranos árabes no tienen rival. A lo largo de la historia, han tenido una reputación que mantener.

Entre los ejemplos más contemporáneos del género están los escritos en prisión de importantes literatos árabes como Sonallah Ibrahim y Abdul Rahman Munif, y la activista de los derechos de la mujer Nawal El Saadawi. El género se extiende a las artes visuales y escénicas, como es el caso de la emblemática artista marxista feminista egipcia Inji Aflatoun (1924-1989), o la cineasta palestina Mai Masri, o el cineasta kurdo turco Yilmaz Güney, o la novelista iraní Shahrnush Parsipour. 

El género de la escritura carcelaria es, por tanto, un cuerpo literario bien ensayado, versado y abigarrado en nuestras lenguas, por el que tenemos que agradecer y expresar nuestra humilde gratitud a todo un pelotón de tiranos envejecidos, olvidados shahs, mulás beligerantes, duras juntas militares y dictadores psicóticos de pacotilla. Sin nuestros tiranos, un género importante de nuestros productos literarios se habría visto seriamente comprometido. Pensemos en el papel que han desempeñado los tiranos latinoamericanos en la producción del realismo mágico y las novelas de dictadores en español. ¡¿Qué es un Gabriel García Márquez sin un Augusto Pinochet?! 

La cárcel como esfera pública

Tal vez el ejemplo más famoso del género de la escritura carcelaria en el mundo sean los Cuadernos de la cárcel del marxista italiano Antonio Gramsci, en los que aprovecha sus terribles circunstancias en las mazmorras del machista y fascista italiano Benito Mussolini para escribir algunas de las más perspicaces y célebres reflexiones filosóficas sobre el mundo que vivió. Los ejemplos abundan, desde los tratados filosóficos de Boecio, hasta las fantasías de viaje de Marco Polo, todos ellos pertenecen a este género.

25/01/2022

ALFRED DE ZAYAS
La OTAN como religión

 Alfred de Zayas, CounterPunch.com, 24/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Alfred de Zayas es un abogado cubano, escritor, historiador y experto en el campo de los derechos humanos. Actualmente es profesor de la Escuela Diplomática de Ginebra y fue experto independiente de la ONU para la Promoción de un Orden Internacional Democrático y Equitativo (2012-2018).

La polémica Estados Unidos/OTAN/Ucrania/Rusia no es del todo nueva.  Ya vimos el potencial de graves problemas en 2014, cuando Estados Unidos y los Estados europeos interfirieron en los asuntos internos de Ucrania y se confabularon de forma encubierta/oculta en el coup d’état contra el presidente democráticamente elegido de Ucrania, Víktor Yanukóvich, porque no estaba siguiendo el juego que le había asignado Occidente. Por supuesto, nuestros medios de comunicación aclamaron el golpe como una “revolución de los colores” con todos los adornos de la democracia.

La crisis de 2021/22 es una continuación lógica de las políticas expansionistas que la OTAN ha llevado a cabo desde la desaparición de la Unión Soviética, como han indicado desde hace tiempo numerosos profesores de derecho internacional y de relaciones internacionales, como Richard Falk, John Mearsheimer, Stephen Kinzer y Francis Boyle.  El enfoque de la OTAN pone en práctica la pretensión de Estados Unidos de tener una “misión” para exportar su modelo socioeconómico a otros países, a pesar de las preferencias de los Estados soberanos y la autodeterminación de los pueblos.

Aunque se ha demostrado que las narrativas de Estados Unidos y de la OTAN son inexactas, y en numerosas ocasiones deliberadamente mendaces, el hecho es que la mayoría de los ciudadanos del mundo occidental creen acríticamente lo que se les dice.  La “prensa de calidad”, incluyendo el New York Times, el Washington Post, The Times, Le Monde, El País, la Neue Zürcher Zeitung y la Frankfruter Allgemeine Zeitung, son todos eficaces cámaras de eco del consenso de Washington y apoyan con entusiasmo la ofensiva de relaciones públicas y de propaganda geopolítica.  Creo que se puede decir sin temor a equivocarse que la única guerra que ha ganado la OTAN es la guerra de la información.  Los medios de comunicación corporativos, cómplices y obedientes, han conseguido persuadir a millones de norteamericanos y europeos de que las narrativas tóxicas de los Ministerios de Asuntos Exteriores son realmente ciertas. Creemos en el mito de la “Primavera Árabe” y del “EuroMaidán”, pero nunca oímos hablar del derecho de autodeterminación de los pueblos, incluidos los rusos de Donetsk y Lugansk, y de lo que podría llamarse fácilmente la “Primavera de Crimea”.

A menudo me pregunto cómo es esto posible cuando sabemos que EE.UU. mintió deliberadamente en conflictos anteriores para hacer aparecer la agresión como “defensa”.  Nos mintieron en relación con el incidente del “golfo de Tonkín”, las supuestas armas de destrucción masiva en Iraq.  Hay abundantes pruebas de que la CIA y el M15 han organizado eventos de “falsa bandera” en Oriente Medio y en otros lugares.  ¿Por qué las masas de gente educada no toman distancia y cuestionan más?  Me atrevo a postular la hipótesis de que la mejor manera de entender el fenómeno de la OTAN es verlo como una religión secular.  Entonces se nos permite creer en sus narrativas inverosímiles, porque podemos tomarlas por fe.

KAREN GREENBERG
El siempre esquivo final de Guantánamo
¿Llegaremos a “celebrar” su XXX aniversario?

Karen J. Geenberg, TomDispatch.com, 20/01/2022
Julia Tedesco ha colaborado en las investigaciones necesarias para este artículo
.

Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

 

Escultura de José Antonio Elvira, Guantánamo, Cuba

 Ya han pasado más de 20 años y ese símbolo estadounidense de maltrato e injusticia, la prisión de Guantánamo, en Cuba, sigue abierta. De hecho, a finales de 2021, la reportera del New York Times Carol Rosenberg, que ha cubierto ese notorio complejo penitenciario desde su primer día, informaba sobre los planes del Pentágono de construir un flamante juzgado prefabricado en esa base naval. Se pretende que sirva como segunda instalación, aún más secreta, para albergar los cuatro juicios restantes de los detenidos de la guerra contra el terrorismo, y está previsto que esté lista “en algún momento de 2023”.

¿Cerrar Guantánamo? Parece que no va a ser pronto. El coste de esa nueva construcción es de apenas 4 millones de dólares, una suma relativamente menor comparada con los 6.000 millones de dólares y pico que se han cobrado las operaciones de detención y juicios en 2019, según la estimación de un denunciante.

Cabe destacar que la noticia sobre la construcción de ese tribunal secreto coincidió con el XX aniversario del centro de detención y la administración del segundo presidente que pretende cerrar el lugar. Sus planes intentan sugerir que la estructura propuesta contribuirá realmente a ese interminable proceso de cierre del campo de prisioneros más infame del mundo. En estos momentos, Guantánamo retiene a 39 detenidos, 12 de los cuales se encuentran bajo el sistema de comisiones militares; 18 de ellos, a los que se ha mantenido durante mucho tiempo sin cargos de ningún tipo, han sido oficialmente autorizados para proceder a su liberación hacia los países elegidos que acepten acogerlos (lo que no significa que vayan a ser realmente liberados); y nueve de ellos, que tampoco han sido acusados, esperan simplemente dicha autorización.

Con dos salas en lugar de una, los juicios, a más de un año de distancia, podrían teóricamente celebrarse al mismo tiempo en lugar de hacerlo de forma secuencial. Por desgracia, es difícil imaginar que el número de salas tenga algún efecto en un resultado más rápido. Como dijo recientemente Scott Roehm, director en Washington del Centro para las Víctimas de la Tortura, al Daily Beast, “hay consenso en que las comisiones han fracasado, pero ese fracaso no ha sido por falta de salas”.

Considérese una especie de récord el hecho de que, en veinte años, solo se hayan celebrado allí dos juicios, ambos en 2008. Los dos desembocaron en condenas, una de las cuales fue posteriormente anulada y otra sigue en apelación. Este mísero récord es otro signo de la eterna realidad de Guantánamo, donde ni los pequeños retoques ni las grandes modificaciones han resultado ser más que un adorno cosmético para una situación que ha resultado irresoluble durante tres presidencias y el comienzo de una cuarta.

Últimamente existe un creciente consenso sobre la necesidad de cerrar la prisión, especialmente teniendo en cuenta la debacle final de la salida de Estados Unidos de Afganistán. Como escribió la senadora Dianne Feinstein (demócrata por Carolina) en Lawfare en el XX aniversario de ese símbolo de la injusticia estadounidense fuera del país: “Acabar con el experimento fallido de la detención en Guantánamo no será fácil. Pero ahora que la guerra de Estados Unidos en Afganistán ha terminado, es hora de cerrar las puertas de Guantánamo de una vez por todas”. Ese mismo día, en el pleno del Senado, el senador Dick Durbin (demócrata por Illinois) pidió también el cierre, ridiculizando el campo de prisioneros como “un símbolo de nuestro fracaso a la hora de hacer rendir cuentas a los terroristas y de nuestro fracaso a la hora de honrar los sacrificios de nuestro personal militar. Estos fracasos no deberían pasar a otra generación: deberían terminar con la Administración Biden”.

Pero pedir el cierre es una cosa, y cerrar esa prisión otra muy distinta.

23/01/2022

Alfred W. McCoy
El anillo de fuego de Eurasia

Alfred W. McCoy, TomDispatch.com, 16/01/22
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

La épica lucha por el epicentro del poder mundial de USA

James Ferguson

A lo largo de 2021 los estadounidenses estuvieron absortos en discusiones sobre la obligación de llevar mascarilla, el cierre de las escuelas y el significado del ataque del 6 de enero al Capitolio. Mientras tanto, los focos geopolíticos estallaban en toda Eurasia, formando un verdadero anillo de fuego alrededor de esa vasta masa de tierra.

Demos la vuelta a ese continente para visitar solo algunos de esos focos, cada uno de ellos cargado de significado para el futuro del poder global de Estados Unidos.

En la frontera con Ucrania, 100.000 soldados rusos se concentraban con tanques y lanzacohetes, preparados para una posible invasión. Mientras tanto, Pekín firmaba un acuerdo de 400.000 millones de dólares con Teherán para intercambiar la construcción de infraestructuras por petróleo iraní. Este intercambio podría ayudar a convertir a ese país en el futuro centro ferroviario de Asia Central, al tiempo que proyectaría el poder militar de China hacia el Golfo Pérsico. Al otro lado de la frontera iraní, en Afganistán, los guerrilleros talibanes entraban en Kabul, poniendo fin a 20 años de ocupación estadounidense en un frenético despliegue de vuelos de enlace para más de 100.000 aliados afganos derrotados.

Más al este, en lo alto del Himalaya, los ingenieros del ejército indio estaban cavando túneles y colocando artillería para evitar futuros enfrentamientos con China. En el golfo de Bengala, una docena de barcos de Australia, India, Japón y Estados Unidos, encabezados por el superportaaviones USS Carl Vinson, realizaban ejercicios de artillería en vivo, como práctica para una posible guerra futura con China.

Mientras tanto, una sucesión de buques navales estadounidenses atravesaba continuamente el Mar de China Meridional, bordeando las bases insulares chinas en él y anunciando que ninguna protesta de Pekín “nos va a disuadir”. Justo al norte, los destructores estadounidenses, denunciados por China, navegaban regularmente por el Estrecho de Taiwán; mientras que unos 80 cazas chinos entraban en tropel en la zona de seguridad aérea de esa isla en disputa, hecho que Washington condenó como “actividad militar provocativa”.

Alrededor de la costa de Japón, una flotilla de diez buques de guerra chinos y rusos surcaba agresivamente las aguas que antes eran prácticamente propiedad de la VII Flota de Estados Unidos. Y en los gélidos océanos del Ártico, muy al norte, gracias al calentamiento radical del planeta y al retroceso de los hielos marinos, una creciente flota de rompehielos chinos maniobraba con sus homólogos rusos para abrir una “ruta de la seda polar”, con la que posiblemente se apoderó del techo del mundo.

Aunque se ha podido leer sobre casi todo esto en los medios de comunicación estadounidenses, a veces con gran detalle, aquí nadie ha intentado conectar esos puntos transcontinentales para descubrir su significado más profundo. Los líderes de nuestra nación no lo han hecho mucho mejor y hay una razón para ello. Como explico en mi reciente libro, To Govern the Globe, tanto las élites políticas liberales como las conservadoras del corredor de poder Nueva York-Washington han estado en la cima del mundo durante tanto tiempo que no recuerdan ya cómo llegaron allí.

A finales de la década de 1940, tras una catastrófica guerra mundial que dejó unos 70 millones de muertos, Washington construyó un potente aparato de poder global, gracias en gran medida a su cerco a Eurasia tanto a través de bases militares como del comercio global. Estados Unidos también creó un nuevo sistema de gobierno mundial, ejemplificado en las Naciones Unidas, que no solo aseguraría su hegemonía sino que también -o eso se esperaba entonces- fomentaría una era de paz y prosperidad sin precedentes.

Sin embargo, tres generaciones más tarde, cuando el populismo, el nacionalismo y el antiglobalismo agitaron el discurso público, muy pocos en Washington, sorprendentemente, se molestaron en defender su orden mundial de forma significativa. Y son menos los que todavía tienen algún conocimiento real de la geopolítica -esa resbaladiza mezcla de armamento, tierras ocupadas, gobernantes subordinados y logística- que ha sido el kit de herramientas esencial de todo líder imperial para el ejercicio efectivo del poder global.

20/01/2022

Stephania Taladrid
“Llegamos vivos. Muchos no lo han hecho”: un desastre sin fin en la frontera México-USA

Stephania Taladrid, The New Yorker, 18/01/2022
(Fotografías de Alejandro Cegarra-Véase su reportaje premiado “Los dos muros)

Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Los migrantes de toda la región han vuelto a llenar los campamentos del norte de México, donde los delincuentes y los traficantes se aprovechan de ellos.

Dolores apenas reconoce el campamento improvisado en el norte de México donde se instaló hace seis meses. En sus inicios había muchas menos familias y todas se apiñaban bajo el techo de una pérgola situada en el centro de la Plaza de la República, la plaza principal de la ciudad de Reynosa. Por aquel entonces, los residentes locales todavía paseaban por el recinto de la plaza, deteniéndose de vez en cuando ante una estatua de latón de un águila posada en una chumbera, con una serpiente de cascabel colgando de su pico: el escudo de México. Poco a poco, la visión de furgonetas blancas con gente de calzado sin cordones se hizo más común. Eran migrantes de países centroamericanos, de Haití y del propio México, muchos de los cuales, como Dolores, habían sido detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en el sur de Texas y expulsados en virtud del Título 42. La disposición es una oscura orden de salud pública que la Administración Trump puso en marcha al inicio de la pandemia. La medida fue ampliamente considerada como un esfuerzo de la Administración para lograr su largo objetivo de cerrar la frontera. Joe Biden, para sorpresa de los defensores de la inmigración, mantuvo la orden en vigor. Mientras tanto, la población del campamento improvisado de Reynosa ha aumentado hasta cerca de tres mil personas.


Hoy, la Plaza de la República está cubierta de tiendas de campaña, lonas grises y azul marino de las que las familias cuelgan su ropa para que se seque. Los recién llegados duermen sobre el suelo desnudo; todos los refugios improvisados han sido reclamados por las personas que viven allí permanentemente, muchas de las cuales son niños. Un viernes reciente, Dolores, una mujer corpulenta de cincuenta años, yacía en una cama construida con varillas y tablas de madera usadas. Nos explicó por qué abandonó El Salvador con su hija adolescente, Rosalba, el verano pasado. A principios del año pasado, los miembros de una banda local se presentaron en la pequeña tienda de la que era propietaria, donde vendía pollos, pirotecnias y especialidades locales, exigiendo el dinero de la protección. Primero dijeron que un par de pollos bastarían. Con el tiempo, recuerda Dolores, exigieron ciento cincuenta dólares al mes, y luego quinientos. “Me encontré trabajando para ellos, y yo no quería eso”, dijo.


Una mañana de agosto, Dolores recibió una llamada para recordarle que era día de pago. “Vengan al mediodía y lo tendré listo”, les dije.

 “Inmediatamente después, hice las maletas, y así fue como llegué aquí”, recuerda. Su marido, que ya vivía en Virginia con los dos hijos varones, ayudó a hacer los preparativos de última hora. Dolores y Rosalba, que pidieron que se cambiaran sus nombres, pagaron más de siete mil dólares a los traficantes, que las hicieron pasar de contrabando por la frontera; acabar en Reynosa nunca formó parte del plan. Dolores no sabía que el noreste de México era una de las regiones más peligrosas del país: era la primera vez que viajaba fuera de El Salvador. Pero esa realidad no tardó en hacerse evidente para ella y Rosalba. Apenas dos meses antes de su llegada a Reynosa, en lo que parecía ser una disputa entre miembros rivales de un cártel local, se produjeron unos ciento ochenta disparos a plena luz del día, matando a quince civiles. A los pocos días se produjo un tiroteo entre delincuentes armados y fuerzas especiales de seguridad. Los secuestros eran recurrentes en el campamento. Los hombres se aprovechan de las chicas jóvenes, prometiendo darles comida si les siguen a una calle adyacente. Una ONG local ha registrado al menos veinte casos de violación en los últimos meses.

Suzanne O’Sullivan
El misterio de los niños “dormidos” en Suecia
Una neuróloga investiga el “síndrome de resignación” en hijos de solicitantes de asilo

Suzanne O’Sullivan, The Sunday Times, 28/3/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Cientos de niños han sucumbido a una misteriosa enfermedad que puede mantenerlos en estado de sueño durante años. La destacada neuróloga Suzanne O'Sullivan investiga los hechos.

Extraído de  The Sleeping Beauties: And Other Stories of Mystery Illness  de Suzanne O'Sullivan (Picador 2021)

Apenas había cruzado el umbral y ya sentía claustrofobia. Podía ver a Nola tumbada en una cama a mi derecha. Supuse que tendría unos diez años. Esa era su habitación. Había venido sabiendo lo que me esperaba, pero de alguna forma aún no estaba preparada para enfrentar la situación. Cinco personas y un perro acababan de entrar en la habitación, pero ella no hizo ni un parpadeo de reconocimiento hacia ninguno de nosotros. Se quedó perfectamente quieta, con los ojos cerrados, aparentemente en paz.

 “Lleva así más de un año y medio”, dijo la Dra. Olssen mientras se inclinaba para acariciar suavemente a Nola en la mejilla.

 

Djeneta, a la derecha, una refugiada romaní/rrom (gitana) que lleva dos años y medio postrada en una cama sin responder, y su hermana, Ibadeta, en la misma situación desde hace más de seis meses, en Horndal, Suecia, el 2 de marzo de 2017. (Foto Magnus Wennman)*

Estaba en Horndal (Suecia), un pequeño municipio a 160 kilómetros al norte de Estocolmo. La doctora Olssen había cuidado de Nola desde que enfermó por primera vez, así que conocía bien a la familia. Descorrió las cortinas para que entrara la luz y se dirigió a los padres de Nola para decirles: “Las niñas tienen que saber que es de día. Necesitan sentir el sol en la piel”.

“Saben que es de día”, respondió su madre a la defensiva. “Las sentamos fuera por la mañana. Están en la cama porque estás de visita”.

Esa no era solo la habitación de Nola. Su hermana, Helan, que era aproximadamente un año mayor, yacía tranquilamente en la parte inferior de un conjunto de literas a mi izquierda. Desde mi posición solo podía ver la planta de sus pies. La litera superior -la cama de su hermano- estaba vacía. Estaba sano; lo había visto asomarse mientras caminaba hacia la habitación de las niñas. Estaba allí porque era neuróloga, especialista en enfermedades cerebrales y alguien familiarizado con el poder de la mente sobre el cuerpo, quizá más que la mayoría de los médicos.

Me acerqué a la cama de Nola. Al hacerlo, miré a Helan por encima del hombro y me sorprendió ver que sus ojos se abrían un segundo para mirarme y luego se cerraban de nuevo.

“Está despierta”, le dije a la Dra. Olssen.

“Sí, Helan sólo está en la fase inicial”.

Nola no mostraba ningún signo de estar despierta, tumbada sobre las sábanas de su cama, preparada para mí. Llevaba un vestido rosa y medias de arlequín blancas y negras. Su pelo era espeso y brillante, pero su piel era pálida. Sus labios eran de un rosa insípido, casi incoloro. Tenía las manos cruzadas sobre el estómago. Parecía serena, como la princesa que había comido la manzana envenenada. El único signo seguro de enfermedad era una sonda nasogástrica que le atravesaba la nariz y estaba sujeta a la mejilla con cinta adhesiva. La única señal de vida era el suave sube y baja de su pecho.

Me agaché junto a su cama y me presenté. Sabía que, aunque pudiera oírme, probablemente no me entendería. Sabía muy poco inglés y yo no hablaba sueco ni su lengua materna, el kurdo, pero esperaba que el tono de mi voz la tranquilizara.

Nola y Helan son dos de los cientos de niños dormidos que han venido apareciendo esporádicamente en Suecia durante 20 años. Los rumores sugieren que el fenómeno existe desde los años 90, pero el número de niños afectados se disparó con el cambio de siglo. Entre 2003 y 2005 se registraron 424 casos. Desde entonces ha habido cientos más. Afecta tanto a niños como a niñas, pero con una ligera preponderancia de éstas. Normalmente, la enfermedad del sueño tiene un comienzo insidioso. Al principio, los niños se vuelven ansiosos y deprimidos. Su comportamiento cambiaba: dejaban de jugar con otros niños y, con el tiempo, dejaban de jugar por completo. Poco a poco se encerraban en sí mismos y pronto no podían ir a la escuela. Cada vez hablaban menos, hasta no hablar nada en absoluto. Finalmente, se metían en la cama. Si entraban en la etapa más profunda, ya no podían comer ni abrir los ojos. Se quedaban completamente inmóviles, sin responder a los estímulos de la familia o los amigos y sin reconocer el dolor, el hambre o el malestar. Dejaban de tener una participación activa en el mundo. 

Los primeros niños afectados fueron ingresados en el hospital. Se les sometió a extensas investigaciones médicas, como tomografías, análisis de sangre, electroencefalogramas (grabaciones de las ondas cerebrales) y punciones lumbares para examinar el líquido cefalorraquídeo. Los resultados eran siempre normales y los registros de las ondas cerebrales contradecían el aparente estado de inconsciencia de los niños. Incluso cuando los niños parecían no responder, sus ondas cerebrales mostraban los ciclos de vigilia y sueño que cabría esperar en una persona sana.

17/01/2022

BRUCE E. LEVINE
El suicidio, los campesinos indios, los indígenas norteamericanos… y la vergüenza de los locólogos

Bruce E. Levine, CounterPunch, 14/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

Roland Chrisjohn, autor principal de Dying to Please You: Indigenous Suicide in Contemporary Canada (Morir para complacerte: el suicidio indígena en el Canadá contemporáneo), se enfrenta a esta trágica negación por parte de los profesionales de la salud mental: al medicalizar y considerar como enfermedad la tendencia al suicidio provocada por determinadas sociopolíticas, están permitiendo el sufrimiento y aumentando el suicidio. Chrisjohn es un onyota'a:ka de las tribus iroquesas, tiene un doctorado en psicología y actualmente es profesor asociado en el Departamento de Estudios Nativos de la Universidad de Santo Tomás, en Canadá (los coautores de Dying to Please You son Shaunessy M. McKay y Andrea Odessa Smith).


Chrisjohn -para que sea lo más fácil posible para todos, salvo para los psiquiatras completamente obtusos- documenta que durante los años del traslado intensivo de los judíos alemanes a los campos de concentración, su tasa de suicidio fue al menos cincuenta veces mayor que la de los alemanes no judíos; y a continuación recuerda a los profesionales de la salud mental: “No se diseñó ni se llevó a cabo ni un solo estudio científico-social para establecer por qué los judíos se comportaban de esa manera, ni hubo urgencia aparente alguna por descubrir la ‘dinámica interna’ del suicidio judío”.

De forma cáustica, aunque correcta, Chrisjohn señala que “el ‘tratamiento adecuado’ para el ‘problema del suicidio judío’ no era enviar animadores a lo que quedaba de sus comunidades, sino la eliminación del sistema de crueldad indecible que destruía sus vidas”. En lugar de aumentar el acceso a los tratamientos de salud mental, nos recuerda que era necesario un tratamiento muy diferente: “Fueron, de hecho, Zhukov y Patton, y las fuerzas que comandaron, quienes acabaron con la opresión que puso fin a la tormenta de suicidios que envolvió a los judíos”.

Así, para Chrisjohn, la mera lógica debería informarnos de que “el ‘tratamiento adecuado’ para el ‘problema del suicidio indígena’ no es enviar animadoras a nuestras comunidades; es la eliminación del sistema que está destruyendo nuestras vidas”. Este análisis del suicidio indígena en Canadá en Dying to Please You se aplica a otros pueblos oprimidos.

Vigilia con velas en la Primera Nación Attawapiskat en el norte de Ontario, Canadá, el 15 de abril de 2016, tras una ola de suicidios de jóvenes y niños. Foto Chris Wattie / Archivo Reuters

 Suicidios de agricultores en la India

 En el número actual de la revista Ethical Human Psychology and Psychiatry aparece el artículo “Farmers' Protests, Death by Suicides, and Mental Health Systems in India: Critical Questions. Su autor es el psicólogo Sudarshan Kottai, que creció en la India rural en una familia dedicada a la agricultura y actualmente enseña en la Universidad de Cristo, en Bangalore (India). Kottai, al igual que Chrisjohn, está indignado por la forma en que la mayoría de los profesionales de la salud mental abordan el suicidio de su pueblo: “Sin embargo, la corriente principal de los discursos sobre salud mental cierra los ojos y los oídos ante los factores sociopolíticos más amplios que afectan a la situación de los agricultores, incluido el suicidio, reduciéndolos simplemente a un problema de salud mental que debe tratarse mediante consejos y psicofármacos”.

15/01/2022

MARGOT WILLIAMS
Diario de Guantánamo

Margot Williams, The Intercept, 13/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

 

 Banksy, Guantanamo Bay, óleo sobre lienzo, 2006

Me pasé veinte años cubriendo el régimen de detenciones secretas de EE. UU. La tortura componía siempre el subtexto.

“Estados Unidos lleva a Cuba a detenidos encapuchados y con grilletes”, declaraba el titular del Washington Post el 11 de enero de 2002. Los periodistas que lo escribieron estaban sobre el terreno en Guantánamo y en Kandahar, Afganistán. Yo estaba en Washington, en mi escritorio de la redacción del Post, donde trabajaba como investigadora. Al leer la historia, una revelación ominosa se me quedó grabada: “Los 20 prisioneros, cuyas identidades no se han hecho públicas...”

Pasaría las dos décadas siguientes aprendiendo los nombres de esos prisioneros y cubriendo la historia del complejo de detención antiterrorista no tan secreto de Estados Unidos. Comenzó como un reto de investigación: descubrir los secretos de lo que algunos han llamado el “gulag estadounidense”. Más tarde, cuando cientos de “combatientes enemigos” sin nombre fueron llevados a la remota base naval de Estados Unidos en la costa sur de Cuba, seguí la historia a través del breve auge y el largo declive del ciclo de noticias de Guantánamo. Quería saber quién estaba detenido y por qué, y cuándo terminaría la “guerra contra el terrorismo”.

Reuní cajas de archivos y hojas de cálculo con datos, creando un tesoro de investigación sobre Guantánamo mientras cambiaba de trabajo y de ciudad. Por el camino, me encontré con otros reporteros e investigadores con hábitos similares y métodos dispares, todos ellos tratando de entender lo que estaba pasando allí.

Unos 780 hombres musulmanes han estado detenidos en Guantánamo desde 2002. Más de 500 fueron liberados durante el gobierno de Bush, unos 200 bajo el mandato del presidente Barack Obama, uno por el presidente Donald Trump y uno hasta ahora por el presidente Joe Biden. Muchos han sido repatriados, mientras que otros han sido trasladados a países que negociaron con Estados Unidos para aceptarlos. Nueve murieron bajo custodia. Treinta y nueve permanecen actualmente en Guantánamo. De ellos, se ha aprobado el traslado de 18 a otros países, incluidos los cinco aprobados por la administración Biden el martes.

En 2004 el Post adjuntó mi lista de detenidos y añadió mi nombre al titular de la página 1 de un artículo titulado “Guantánamo: una celda de detención en la guerra contra el terror”. Los reporteros Scott Higham y Joe Stephens habían visitado el enclave estadounidense en Cuba mientras yo permanecía en la redacción. Me trajeron de la tienda de regalos de Guantánamo una gorra de béisbol con el logotipo del Grupo Conjunto de Operaciones de Detención, conocido como JDOG (por sus siglas en inglés).

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14/01/2022

JOSHUA YAFFA
El gran deshielo siberiano

Joshua Yaffa, The New Yorker Magazine, 10/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

El permafrost contiene microbios, mamuts y el doble de carbono que la atmósfera terrestre. ¿Qué sucede cuando empieza a derretirse?


“El problema del deshielo del permafrost es que no se puede evitar, y mucho menos revertir”, dijo un científico. “Será imposible volver a congelar el suelo y que conseguir que sea como antes”.
(Fotografías de Alexander Gronsky para The New Yorker)

 Sobrevolando Yakutia, en el noreste de Rusia, observé cómo los tonos oscuros del bosque boreal se mezclaban con parches de hierba suave y ligeramente coloreada. Iba atado a un asiento de metal duro dentro de la cabina de un Antonov-2, un biplano monomotor, conocido en la época soviética como kukuruznik, o plumero de maíz. El avión retumbó hacia arriba, subiendo por encima de un horizonte de alerces, pinos y lagos del color del barro. Era imposible distinguirlo a través de la polvorienta ventanilla del Antonov, pero debajo de mí la tierra respiraba, o más bien exhalaba.

Hace tres millones de años, cuando los glaciares del tamaño de un continente descendieron desde los polos, las temperaturas en Siberia cayeron a menos ochenta grados Fahrenheit y vastas extensiones de suelo se congelaron bajo tierra. A medida que el planeta pasaba por períodos glaciares e interglaciares, gran parte de ese suelo congelado se descongelaba, para volver a congelarse, docenas de veces. Hace unos once milenios y medio, la última era glacial dio paso al actual período interglacial, y las temperaturas empezaron a subir. El suelo que permanecía congelado todo el año pasó a llamarse permafrost. Ahora se encuentra bajo nueve millones de millas cuadradas de la superficie de la Tierra, una cuarta parte de la masa terrestre del hemisferio norte. Rusia tiene la mayor parte del mundo: dos tercios del territorio del país se asientan sobre el permafrost.

En Yakutia, donde el permafrost puede tener casi un kilómetro de profundidad, las temperaturas anuales han aumentado más de dos grados centígrados desde la Revolución Industrial, el doble de la media mundial. A medida que el aire se calienta, también lo hace el suelo. La deforestación y los incendios forestales -ambos problemas agudos en Yakutia- eliminan la capa superior de vegetación protectora y elevan aún más las temperaturas en el subsuelo.

Durante miles de años, la tierra congelada se tragó todo tipo de material orgánico, desde tocones de árboles hasta mamuts lanudos. Cuando el permafrost se descongela, los microbios del suelo se despiertan y empiezan a darse un festín con la biomasa descongelada. Es un proceso orgánico y extraño, parecido a desenchufar el congelador y dejar la puerta abierta, para volver un día después y ver que las pechugas de pollo del fondo han empezado a pudrirse. En el caso del permafrost, esta digestión microbiana libera un eructo constante de dióxido de carbono y metano. Los modelos científicos sugieren que el permafrost contiene un billón y medio de toneladas de carbono, el doble de lo que actualmente contiene la atmósfera terrestre.

Trofim Maximov, un científico que estudia la contribución del permafrost al cambio climático, estaba sentado a mi lado en el Antonov, gritando indicaciones al piloto en la cabina. Una vez al mes, Maximov alquila el avión para medir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera de Yakutia. Describe el deshielo del permafrost como una especie de bucle de retroalimentación: la liberación de gases de efecto invernadero provoca un aumento de las temperaturas que, a su vez, derrite aún más el permafrost. “Es un proceso natural”, me dijo. “Lo que significa que, a diferencia de los procesos puramente antropogénicos” -por ejemplo, las emisiones de las fábricas o los automóviles- “una vez que empieza, no se puede detener”.

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