Traducido por Tlaxcala
El arzobispo Desmond Tutu falleció el domingo 26 de diciembre a los 90 años en Ciudad del Cabo, de la cual fue el primer arzobispo negro. El veterano luchador antiapartheid recibió el Premio Nobel de la Paz en 1984 y presidió la Comisión de la Verdad y la Reconciliación diez años después. En 2014 escribió un artículo exclusivo para el diario Haaretz en el que pedía un boicot mundial a Israel e instaba a israelíes y palestinos a mirar más allá de sus líderes para encontrar una solución duradera a la crisis en Tierra Santa.- Tlaxcala
Las últimas semanas han sido testigo de una acción sin precedentes por parte de miembros de la sociedad civil de todo el mundo contra la injusticia de la respuesta desproporcionadamente brutal de Israel al lanzamiento de misiles desde Palestina.
Si se suman todas las personas que se reunieron durante el pasado fin de semana para exigir justicia en Israel y Palestina -en Ciudad del Cabo, Washington, D.C., Nueva York, Nueva Delhi, Londres, Dublín y Sídney, y en muchas más ciudades-, podría decirse que se trata de la mayor protesta activa ciudadana en torno a una sola causa jamás vista en la historia del mundo.
Hace un cuarto de siglo participé en algunas manifestaciones muy concurridas contra el apartheid. Nunca imaginé que volveríamos a ver manifestaciones de esa envergadura, pero la participación del pasado sábado en Ciudad del Cabo fue igual de grande, si no más. Entre los participantes había jóvenes y mayores, musulmanes, cristianos, judíos, hindúes, budistas, agnósticos, ateos, negros, blancos, rojos y verdes... como cabía esperar de una nación vibrante, tolerante y multicultural.
Pedí a la multitud que coreara conmigo: “Nos oponemos a la injusticia de la ocupación ilegal de Palestina. Nos oponemos a la matanza indiscriminada en Gaza. Nos oponemos a la indignidad que sufren los palestinos en los puestos de control y en los controles de carretera. Nos oponemos a la violencia perpetrada por todas las partes. Pero no estamos en contra de los judíos”.
A principios de semana pedí que se suspendiera a Israel en la Unión Internacional de Arquitectos que se reunía en Sudáfrica.
Hice un llamamiento a las hermanas y hermanos israelíes presentes en la conferencia para que se desvincularan activamente, tanto ell@s como su profesión, del diseño y la construcción de infraestructuras relacionadas con la perpetuación de la injusticia, como el muro de separación, las terminales de seguridad y los puestos de control y los asentamientos construidos en la tierra palestina ocupada.
“Les imploro que lleven este mensaje a casa: Por favor, cambien el curso de la violencia y el odio uniéndose al movimiento no violento por la justicia para todos los pueblos de la región”, dije.
En las últimas semanas, más de 1,6 millones de personas de todo el mundo se han sumado a este movimiento uniéndose a una campaña de Avaaz que pide a las empresas que se benefician de la ocupación israelí, y/o están implicadas en los abusos y la represión de los palestinos, que se retiren. La campaña se dirige específicamente al fondo de pensiones holandés ABP, al banco Barclays, al proveedor de sistemas de seguridad G4S, a la empresa de transportes francesa Veolia, a la empresa informática Hewlett-Packard y al proveedor de excavadoras Caterpillar.
El mes pasado, 17 gobiernos de la UE instaron a sus ciudadanos a evitar hacer negocios o invertir en los ilegales asentamientos israelíes.
También hemos sido testigos recientemente de la retirada por parte del fondo de pensiones holandés PGGM de decenas de millones de euros de los bancos israelíes; de la desinversión en G4S por parte de la Fundación Bill y Melinda Gates; y de que la Iglesia Presbiteriana de EE.UU. desinvierte unos 21 millones de dólares en HP, Motorola Solutions y Caterpillar.
Se trata de un movimiento que está cobrando fuerza.
La violencia engendra violencia y odio, que solo sirven para engendrar más violencia y odio.
Los sudafricanos conocemos la
violencia y el odio. Entendemos el dolor de ser la mofeta del mundo; cuando
parece que nadie entiende ni está dispuesto a escuchar nuestra perspectiva. Es
de dónde venimos.