Ramzy
Baroud, Politics for the People,
8/12/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
Por alguna razón, algunos perciben erróneamente al periódico israelí Haaretz como un medio liberal, progresista e incluso “propalestino”. Por supuesto, nada de esto es cierto. Esta descripción equivocada de un periódico esencialmente sionista y antipalestino [con la excepción de dos grandes firmas, las de Gideon Levy y Amira Hass y algunas otras, NdE] cuenta una historia mucho más amplia de lo confusa que es la política israelí, y de lo igualmente confusos que estamos muchos de nosotros a la hora de entender el discurso político israelí.
El 28 de noviembre, el recién
elegido presidente israelí, Yitzhak Herzog, irrumpió en la mezquita de Ibrahim de la
ciudad palestina de Al-Jalil (Hebrón) con cientos de soldados y muchos colonos
judíos ilegales, entre los que se encontraban el quién es quién de los
extremistas de Israel.
La escena recordaba un suceso similar en el que el difunto primer ministro israelí, Ariel Sharon, había asaltado, junto con miles de soldados y policías, el recinto del Haram Esh-Sharif (Explanada de las Mezquitas/ Monte del Templo) en la Jerusalén Oriental ocupada, en septiembre de 2000. Fue este suceso el que desencadenó el segundo levantamiento palestino o Intifada (2000-2005), que provocó la muerte de miles de personas.
El gesto de solidaridad de Herzog con los colonos de Kiryat Arba fue idéntico al anterior de Sharon, llevado también a cabo para ganarse la aprobación de la floreciente e influyente extrema derecha israelí.
Hace solo unos meses, Haaretz había descrito a Herzog como una persona “centrista, de voz suave y sin dramatismos” que, en ocasiones, “se había sentido fuera de lugar en el tormentoso y fracturado campo de batalla político de Israel”. Según Haaretz, Herzog “puede ser exactamente lo que Israel necesita”.
Pero, ¿es realmente así? Maravíllense con algunas de las declaraciones hechas por Herzog mientras visitaba un lugar donde veintinueve palestinos fueron masacrados por un extremista de Kiryat Arba, Baruch Goldstein, y donde muchos más fueron asesinados a tiros por soldados israelíes tras el trágico suceso. No solo fueron muchos los israelíes que celebraron la memoria de Goldstein con un santuario propio de héroes y santos, sino que muchos de los acompañantes de Herzog durante la provocadora “visita” son ardientes seguidores del terrorista judío israelí.
“Tenemos que seguir soñando con la paz”, declaró Herzog mientras celebraba la primera noche de la fiesta judía de Janucá dentro del recinto de la mezquita de Ibrahim, que previamente se vació de sus fieles musulmanes. “Condenó, orgullosamente, cualquier forma de odio o violencia”. Mientras tanto, cientos de soldados israelíes aterrorizaban a 35.000 habitantes de la ciudad vieja de Al-Jalil. Estos palestinos, que sufren a diario la violencia de casi 800 colonos judíos armados en Kiryat Arba, junto con un número igual de soldados israelíes, estaban encerrados. Sus tiendas estaban cerradas, su vida en suspenso, sus paredes cubiertas de grafitis racistas.
“Si hubiera dado la vuelta a la esquina”, informó el sitio web de noticias israelí 972Mag refiriéndose al presidente israelí, “Herzog podría haber visto las pintadas en las paredes que decían ‘¡Gasead a los árabes!’”