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Sergio Rodríguez Gelfenstein
¿Qué hará Marcos Rubio? 

12/12/2021

RAMZY BAROUD
Sobre el “gaseamiento de árabes” y otros trastornos: ¿Es Israel una sociedad enferma?

Ramzy Baroud, Politics for the People, 8/12/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala


Por alguna razón, algunos perciben erróneamente al periódico israelí Haaretz como un medio liberal, progresista e incluso “propalestino”. Por supuesto, nada de esto es cierto. Esta descripción equivocada de un periódico esencialmente sionista y antipalestino [con la excepción de dos grandes firmas, las de Gideon Levy y Amira Hass y algunas otras, NdE] cuenta una historia mucho más amplia de lo confusa que es la política israelí, y de lo igualmente confusos que estamos muchos de nosotros a la hora de entender el discurso político israelí.

El presidente israelí Yitzhak Herzog irrumpe en la mezquita de Ibrahim acompañado por líderes de los colonos y miembros de la Knesset (Foto: vía QNN)


El 28 de noviembre, el recién elegido presidente israelí, Yitzhak Herzog,
irrumpió en la mezquita de Ibrahim de la ciudad palestina de Al-Jalil (Hebrón) con cientos de soldados y muchos colonos judíos ilegales, entre los que se encontraban el quién es quién de los extremistas de Israel.

 

La escena recordaba un suceso similar en el que el difunto primer ministro israelí, Ariel Sharon, había asaltado, junto con miles de soldados y policías, el recinto del Haram Esh-Sharif (Explanada de las Mezquitas/ Monte del Templo) en la Jerusalén Oriental ocupada, en septiembre de 2000. Fue este suceso el que desencadenó el segundo levantamiento palestino o  Intifada (2000-2005), que provocó la muerte de miles de personas.

 

El gesto de solidaridad de Herzog con los colonos de Kiryat Arba fue idéntico al anterior de Sharon, llevado también a cabo para ganarse la aprobación de la floreciente e influyente extrema derecha israelí.

 

Hace solo unos meses, Haaretz había descrito a Herzog como una persona “centrista, de voz suave y sin dramatismos” que, en ocasiones, “se había sentido fuera de lugar en el tormentoso y fracturado campo de batalla político de Israel”. Según Haaretz, Herzog “puede ser exactamente lo que Israel necesita”.

 

Pero, ¿es realmente así? Maravíllense con algunas de las declaraciones hechas por Herzog mientras visitaba un lugar donde veintinueve palestinos  fueron masacrados por un extremista de Kiryat Arba, Baruch Goldstein, y donde muchos más fueron asesinados a tiros por soldados israelíes tras el trágico suceso. No solo fueron muchos los israelíes que celebraron la memoria de Goldstein con un santuario propio de héroes y santos, sino que muchos de los acompañantes de Herzog durante la provocadora “visita” son ardientes seguidores del terrorista judío israelí.

 

“Tenemos que seguir soñando con la paz”, declaró Herzog mientras celebraba la primera noche de la fiesta judía de Janucá dentro del recinto de la mezquita de Ibrahim, que previamente se vació de sus fieles musulmanes. “Condenó, orgullosamente, cualquier forma de odio o violencia”. Mientras tanto, cientos de soldados israelíes aterrorizaban a 35.000 habitantes de la ciudad vieja de Al-Jalil. Estos palestinos, que sufren a diario la violencia de casi 800 colonos judíos armados en Kiryat Arba, junto con un número igual de soldados israelíes, estaban encerrados. Sus tiendas estaban cerradas, su vida en suspenso, sus paredes cubiertas de grafitis racistas.

 

“Si hubiera dado la vuelta a la esquina”, informó el sitio web de noticias israelí 972Mag refiriéndose al presidente israelí, “Herzog podría haber visto las pintadas en las paredes que decían ‘¡Gasead a los árabes!’”

 


“¡Gasead a los árabes!” pintado sobre una escuela palestina en Al Jalil/Hebrón por la Liga de Defensa Judía. Foto Activstills

Lo más probable es que Herzog ya entienda -de hecho, apoye- ese racismo; después de todo, se le unieron personas como Eliyahu Libman, que dirige el consejo regional de Kiryat Arba, y Hillel Horowitz, el líder de los colonos judíos de Al-Khalil. Estos dos hombres predican el extremismo y la violencia contra los palestinos como algo natural. Además de albergar la tumba y el santuario de Goldstein, el asentamiento tiene un parque que lleva el nombre de Meir Kahane, el líder espiritual de los extremistas más violentos de Israel.

En un exaltado discurso pronunciado por Horowitz en compañía de Herzog, el líder de los colonos anunció que el violento asalto del presidente israelí a la mezquita de Ibrahim “nos recuerda que no hemos cogido la tierra de los extranjeros”. Siguió diciendo: “Su visita aquí refuerza nuestra misión”.

 

Desde el punto de vista de Horowitz, Libman y los suyos, su “misión” ha sido un gran éxito. Han conseguido dirigir la política israelí hacia la derecha casi por completo. Incluso el presidente “centrista y de voz suave” está ahora abrazando plenamente su siniestra misión.

 

¿Pero reconocerá Haaretz esta realidad? ¿Que la línea editorial “liberal” y “progresista” que supuestamente han defendido durante muchos años ha fracasado por completo, y de forma intencionada, a la hora de describir la verdad sobre Israel?

 

Compárese el retrato positivo que Haaretz hace de Herzog con su cobertura del anterior presidente israelí de derechas, Reuven Litvin. Este último, en varias ocasiones, y con razón, fue criticado por su línea política pro-Likud y por su papel divisivo que contribuyó a una escena política israelí ya fragmentada. Pero cuando Rivlin, en octubre de 2014, declaró que “la sociedad israelí está enferma, y es nuestro deber tratar esta enfermedad”, un columnista de Haaretz arremetió contra él, sugiriendo que “los comentarios de Rivlin rebosan totalmente de odio hacia los judíos”.

 

“Primero calificó a la sociedad judía de ‘enferma’, sacando a relucir tropos antisemitas sobre los judíos como portadores de enfermedades culturales e ideológicas. Luego preguntó si los judíos son ‘seres humanos decentes’: cuestionando su propia humanidad”, argumentaba el artículo.

 

Por supuesto, la enfermedad de “la violencia, la hostilidad, la intimidación (y) el racismo”, que Rivlin había señalado entonces, es muy real. Otros síntomas de esta horrible enfermedad son también la ocupación militar, el apartheid y la violencia genocida, como la que se ejerce frecuentemente contra la asediada Franja de Gaza.

 

Aunque esta “enfermedad” israelí se está convirtiendo en un conocimiento común a nivel mundial, y organizaciones como Human Rights Watch y muchas otras la describen en los términos más honestos y contundentes, la gran mayoría de la sociedad israelí, incluidos sus representantes y su presidente “de voz suave”, siguen ciegos ante ella, protegidos de la verdad con su propia arrogancia, encaprichados con su poder militar e intoxicados por la humillación y la violencia a la que son sometidos los palestinos, en Al-Khalil, en Gaza, en Jerusalén y en toda la Palestina ocupada.

 

No hay indicios de que la sociedad, el gobierno y los medios de comunicación israelíes –“liberales” o de derechas- vayan a desarrollar por sí solos los anticuerpos necesarios que curen la enfermedad del racismo, la ocupación militar y el apartheid. Sí, en última instancia, será la resistencia palestina la que marque la diferencia decisiva a la hora de responsabilizar a Israel. Pero eso solo podrá ocurrir cuando la comunidad internacional adopte una postura valiente en la defensa de los derechos palestinos y apoye incondicionalmente la búsqueda de libertad de los palestinos.

 

Ya sea de derechas, de izquierdas o de centro, Israel está más comprometido que nunca con su superioridad militar, su racismo y la ocupación militar. Cuanto antes aceptemos este hecho, y dejemos de suscribir la ilusión de que el cambio en Israel se producirá desde dentro, antes logrará por fin el pueblo palestino la justicia que necesita y merece.


 

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