Uruguay: de la Lógica viva de Carlos Vaz Ferreira a la lógica avivada contemporánea
Luis E. Sabini Fernández, 13-12-2021
Las autoridades uruguayas, invocando una tradición de atención a la libertad, han proclamado, reiteradamente, que la inoculación en curso con el Covid 19 es voluntaria, optativa, a conciencia del ciudadano.
La realidad oficial, empero, establece permanentemente desmentidos a tan laudable tradición.
El gobierno acaba de dictaminar, autocráticamente y muy en contra de esa sobada tradición, que el aforo en el Teatro de Verano del Parque Rodó será del 100%, al modo tradicional, pero para vacunados. En un teatro al aire libre se pretende obligar a quien quiera participar del carnaval, a que esté previamente inoculado.
Cuando ni siquiera la OMS y su filántropo de cabecera Bill Gates, han establecido la obligatoriedad para estas presuntas vacunas. Más aun, la OMS ha reconocido que su dosificación tiene que ser exclusivamente voluntaria porque carece de los pasos necesarios para instaurar una vacuna con certezas médicas. Por eso los laboratorios suministran este preparado sin asumir responsabilidad legal.
El sitio-e <saludconlupaQ> que se presenta como “una dosis de periodismo de calidad” aclara: “las compañías farmacéuticas que desarrollaron las vacunas covid-19 no están obligadas a indemnizar a las personas que presenten algún efecto grave inducido por su producto.”
“[...] Lo que ha pasado en esta emergencia es que las farmacéuticas, especialmente Pfizer y Moderna, han exigido a los países la cláusula de indemnidad, una condición que exime de responsabilidad a las compañías farmacéuticas en caso de que haya efectos adversos de gravedad a causa de las vacunas.
“Esto sucede porque, a pesar de que los ensayos clínicos se hicieron con enorme rigurosidad para confirmar que las vacunas funcionan y son seguras, la urgencia de aplicarlas a la población antes de que murieran más personas ha impedido dejar pasar el tiempo necesario para evaluarlas a largo plazo y, con ello, identificar si hay algún evento adverso serio en una cantidad significativa de personas.
“Entonces hay un riesgo compartido.” [sic] [Fuente]
El uso de barbijos, por ejemplo, está dictaminado para espacios cerrados. Por la calle, en nuestro país, no hay obligación de usarlos. Veámoslo más de cerca. Cuando los comensales en un restaurante ingieren sus comidas, lógicamente lo hacen sin barbijo (todavía no se inventaron barbijos con aberturas especiales para ingerir). Pero quien está en la mesa puede estar sin barbijo antes o después de la comida. Los virus, por lo visto, no actúan cuando se conversa, esperando la comida o en sobremesa.
Lo mismo pasa en la peluquería. El peluquero también te pide que te saques el barbijo. ¿Habrá que suponer que el Covid 19 tampoco actúa entre pilosidades?
¿O el uso del barbijo constituye una puesta en escena que a la vez no resulte demasiado incómoda? Hacer como sí. Siguiendo la máxima de Julio César, de que no solo hay que ser sino parecer (que, a la larga, todo versa en parecer).
¿Será entonces que las restricciones procuran no incordiar? Si así fuera, ¿cuál es la seriedad de la prevención? Una seriedad, una restricción que se adapta a las comodidades revela que se trata más de un rito que de una necesidad profiláctica.
Volvamos a la resolución del P. Ejecutivo.
¿Por qué si la población puede estar al aire libre sin barbijo y sin inoculación, tiene que ser inoculada para entrar a un teatro de verano?
La contestación sanitarista, institucional, va a ser porque serán miles de espectadores. Pero estamos en un teatro al aire libre, costero y ventoso. La co-inspiración allí palidece hasta el ridículo.
Las medidas empeñadas reflejan más bien una política atemorizante. Es el miedo el motor.
Nada sabemos de lo por venir.
Viñetas de Pancho Cajas, El Comercio, Ecuador
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire