Desde la izquierda Mario Vargas Llosa es visto como alguien que giró hacia la derecha. Ciertamente es un hombre lo suficientemente inteligente como para no repetir las aseveraciones ultraderechistas frecuentes en estos tiempos. Él mismo se autoadscribe como un “demócrata”, uno de los eufemismos con los cuales la derecha neoliberal quiere disfrazar su verdadera filiación. Su última novela, “Tiempos Recios”, dedicada al derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala y posterior asesinato de su derrocador, Castillo Armas, revela su agenda distinta a la de la derecha neofascista. El sentido de la novela es reprocharle a la derecha anticomunista el que le hayan regalado a la izquierda la figura histórica de Árbenz.
No obstante, indudablemente ante el avance de la izquierda, la derecha neoliberal preferirá cualquier otro escenario antes que el triunfo de esa izquierda. En este momento, en Chile, el panorama para el neofascista José Antonio Kast no es halagador. Después de predicciones optimistas para su candidatura al haber ganado por poco margen las primarias, recientes encuestas le dan un triunfo al candidato de la izquierda Gabriel Boric por un margen que va del 5 al 13% de diferencia de votos. Dada la historia electoral de Chile, sería insólito que Boric ganara en la segunda vuelta: nunca un candidato perdedor en la primera vuelta ha ganado la segunda.
Pero el temor inunda a la derecha dentro y fuera de Chile. Cuando celebraban “el fin de ciclo de los gobiernos progresistas”, pareciera que viene una nueva ola de los mismos. En un encuentro online organizado por el partido de Kast, Vargas Llosa afirmó que “sería una verdadera tragedia para América Latina que la izquierda siguiera ganando elecciones”. Pero ¿quién es el candidato que Vargas Llosa considera preferible a la tragedia de una izquierda ganadora?
Kast es hijo de un oficial nazi que logró refugiarse en Italia y después en Chile. Hermano de Miguel Kast, uno de los “Chicago Boys” que participaron en el diseño neoliberal de la dictadura pinochetista. Más aun, Miguel estuvo asociado a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta de la dictadura pinochetista. Su otro hermano ha sido mencionado como participante en interrogatorios a prisioneros después del golpe de 1973.
Parentescos aparte, Kast defiende el legado de Pinochet, un renovado “estado de emergencia” con atribuciones para allanamiento de moradas y espionaje en comunicaciones, zanjas (que no muros) para impedir el paso a los migrantes, cierre del Instituto Nacional de Derechos Humanos, un plan internacional contra los “radicales de izquierda” (nuevo Plan Cóndor) [léase Chile: El candidato Kast y la Operación Cóndor, por Roberto Pizarro Hofer], derogación de la Ley del Aborto, eliminación del Ministerio de la Mujer, cierre de la FLACSO-Chile [Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales], lucha contra el Estado interventor. Defensa de la Constitución pinochetista, el cristianismo y el libre mercado.
El proyecto de Kast es defender al neoliberalismo con la represión autoritaria. Durante cuarenta años el neoliberalismo se dijo partidario de la democracia. Ahora que está en crisis, el estallido social chileno en 2019 lo revela, se refugia en una derecha que se quita la máscara demócrata. Al parecer Vargas Llosa está en esa sintonía.
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