Ricardo Mohrez Muvdi, 6-10-2025
Ricardo Mohrez Muvdi es palestino, nacido en Beit-Jala, Palestina (1952). Refugiado en Colombia, es administrador de empresas y presidente de la Unión Palestina de América Latina (UPAL), creada en 2019 en San Salvador, El Salvador. Es también presidente de la Fundación Cultural Colombo -Palestina.
Muchos descendientes palestinos, hijos y nietos de quienes fueron expulsados de su tierra natal por la ocupación, suelen proclamarse defensores de la causa palestina. Sin embargo, esa lealtad muchas veces se desvanece cuando la causa choca con sus intereses personales, económicos o políticos. En ese instante, la memoria histórica se convierte en un adorno que se usa cuando conviene, pero que se guarda en el cajón cuando incomoda.
La diferencia con el sionismo es abismal. El sionista, sin importar el costo humano o la verdad histórica, jamás duda en apoyar al Estado genocida de Israel. Lo hace con ceguera ideológica, con disciplina y con una coherencia que raya en la complicidad. Mientras tanto, algunos descendientes palestinos prefieren callar, acomodarse o incluso justificar al opresor cuando sienten amenazadas sus posiciones de privilegio.
La causa palestina no es un eslogan para redes sociales
ni un símbolo cultural vacío que se exhibe en una keffiyeh durante una foto
condescendiente. La causa es resistencia, dignidad, justicia y memoria de un
pueblo que sigue siendo masacrado, despojado y silenciado. No admite dobles
discursos ni silencios cobardes.
El sionismo ha entendido que su fuerza radica en la
unidad sin fisuras, aunque sea una unidad alrededor del crimen. Palestina, en
cambio, necesita que sus hijos y nietos estén a la altura del sacrificio de sus
abuelos y padres. No se trata de vivir en la nostalgia, sino de mantener la
coherencia: estar con Palestina siempre, aunque eso implique incomodarse,
perder contratos, amistades o favores políticos.
La verdadera lealtad no se mide cuando apoyar a Palestina resulta fácil, sino cuando hacerlo implica un costo. Esa es la diferencia entre quienes convierten la causa en bandera de vida y quienes la reducen a un accesorio pasajero.
Porque Palestina no es una moda ni un recuerdo: es una herida abierta que nos reclama dignidad y acción permanente.
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