Luis E. Sabini Fernández, 6-7-2025
Nuestro
país, Uruguay, y particularmente la dirección política con que se fue
configurando el Uruguay moderno; el batllismo, la macrocefalia montevideana y
el gobierno frenteamplista, tienen una relación, histórica, con Israel en la
cual peor es meneallo.
Por lo
tanto, y a medida que lo que rige Israel ha ido desnudando cada vez más sus
rasgos primigenios, largamente ocultos o envueltos en la pesadilla nazi de la
2GM, pero poco a poco saliendo a luz con las intifadas, por ejemplo, y con las
pesadillescas invasiones a la Franja de Gaza que abren un capítulo mucho más
sangriento en la relación centro/colonia, pueblo señorial/pueblo colonizado,
que estaba más velado inicialmente.
A
medida que se fue despejando el contundente hecho colonial, con sus verdades
profundas; el dominio de la tierra, el racismo, el supremacismo, el desprecio a
todo afán democrático, la palabra Israel se ha ido haciendo más difícil de
tragar, si lo procuramos unir, como tradicionalmente, con libertad, fraternidad,
respeto de los pueblos. Otra palabra se ha vuelto aún todavía más impronunciable
en los paladares de muchos uruguayos: Palestina (“grupo terrorista Hamás” se digiere
mejor).
Por si
hacía falta y no hubiese existido una matanza generalizada en el 2000, una
invasión atroz en 2005, un rechazo visceral a los resultados electorales de
2006, donde los palestinos en elecciones limpias y sin resultados prefijados,
rechazaron tanto el gobierno israelí como el de la Autoridad Nacional Palestina
(que se había ido mimetizando poco a poco con el Estado de Israel) y… votaron
mal. Es decir, las autoridades israelíes no aceptaron ese resultado electoral,
aunque haya sido límpido como pocas veces. Como la opción democrática no se les
avenía, Israel retornó al viejo sistema de poder: aprisionaron buena cantidad
de candidatos elegidos democráticamente y procuraron darle una mano a la A.P.
para que retuvieran la administración cisjordana.
Hamás,
a quien le desconocieron la victoria contundente en Gaza y una victoria más
medida en Cisjordania, logró desbaratar el golpe de estado en la Franja de
Gaza, y retuvo el gobierno de ese territorio. En Cisjordania y Jerusalén
Oriental, se impuso “la normalidad”.
Desde
ese mismo momento, 2006, Israel inicia la operación de cerco, asfixia y
aniquilamiento a los gazatíes, casi dos millones de habitantes. Bloqueo total.
Ingestión mínima de alimentos controlada por el ejército israelí; sabotaje y/o
voladura de usinas sanitarias e industriales; contaminación de suelos para
dificultar o impedir su uso agrícola (vale recordar que la Franja de Gaza se
cuenta entre los primeros territorios con uso agrícola en el mundo entero);
bloqueo del aeropuerto de la Franja, bombardeado; bloqueo del uso marítimo para
actividad pesquera y restricción absoluta del puerto, dejando apenas la pesca
en la orilla; sabotaje y/o voladura de la red eléctrica y conexiones
electrónicas.
A lo largo de las décadas,
el proceso de brutalización israelí ha aumentado sin pausa. Y la población
palestina, debió soportar represión policial, atentados mortales con explosivos en
hoteles, ferias y buses, detenciones y
muertes sumarias en las calles. Y responder, también con violencia, pero
espontánea. Con el tiempo, la resistencia también adoptará modalidad
guerrillera, que sirvió para “legitimar” la violencia fría y planificada del
ocupante.
La
política de cerco y aniquilamiento que elude hasta su propia realidad, llevada
a cabo por el autodenominado “ejército más moral del mundo”, institucionalmente
designado “Ejército de Defensa de Israel”; –dos designaciones que ejemplifican
la política; la guerra de las palabras– que han llevado a la situación de
paroxismo bien entrada la tercera década del s xxi.
Un verdadero estratego,
Yahya Sinwar, parece haber entrevisto el estado de situación al que el cerco de
muerte había llevado a la Palestina más desdichada dentro de la desdichada
Palestina. Y conociendo el overkill
israelí, llevó a cabo un copamiento el 7 de octubre 2023, con armas cortas,
alas delta, bicicletas, motocicletas y alguna excavadora de tercera mano.
Hamás
logró así el strip-tease psíquico, político, ético y militar, del ejército
ocupante. Con un costo de vidas altísimo, que dará lugar a esquivos
interrogantes morales sobre la responsabilidad por tamaña cosecha de muerte.
Porque
la muerte estuvo allí, bien presente. Y los brazos ejecutores bien a la vista.
Y la voluntad genocida de los mandos sionistas resultó también explícita.
Con semejante cuadro de
atrocidades, volvamos al Uruguay.
¿Qué
nos dice el presidente? Que es un genocidio que no es.[1]
Afirmaciones
opuestas e igualmente válidas (o más bien inválidas).
Porque,
por ejemplo, un genocidio sería para Yamandú Orsi como una masacre. Una forma que
entiendo abyecta de “bajarle el precio” a una política de exterminio racista,
supremacista, absolutista.
Orsi
alega que un genocidio no puede considerarse tal si ya fue calificado así otro
episodio, otro acto “genocida”; es decir que Orsi se niega a calificar de
genocidio algo que ha pasado después del 7 de octubre de 2023, porque ya se
había calificado de genocidio actos acontecidos antes del 7 de octubre.
Como si
un genocida fuese incapaz de reiterar su acto.
El
presidente, en sus declaraciones a elobservador
aclara que él pertenece a una fuerza política que resolvió sobre ese asunto
(como sobre tantos otros). Pero el presidente observa que “cuándo tú asumes una
tarea de gobierno, estás representando a todos el país.” Con lo cual introduce
una delgada membrana entre la posición partidaria y la presidencial. Lo cual es
correcto. Pero aclara, oscureciendo: “Y puedo estar de acuerdo o en desacuerdo
con la posición del Frente Amplio o con la posición del Partido Nacional”. Y remata:
“No agrega nada.”
Lo
único que resalta es su insistencia en la intrascendencia de su opinión, de la
emisión de su opinión (tal vez allí esté su sabiduría).
Define
sucinta y correctamente el concepto de genocidio: “Genocidio implica que es el
exterminio por el exterminio mismo, no dejar absolutamente a nadie… del otro.”
Inobjetable.
Pero a
continuación explicita: “Yo no tengo claro si el objetivo es ése. Yo creo que
no. Quiero pensar que no.”
Tres
frases atrozmente enlazadas: no tiene claro el desprecio supremo por la vida de
los gazatíes, que Israel y la generalidad de los israelíes manifiesta desde
hace décadas; basta ver apenas el saldo de centenares de muertos por las
Marchas por la Tierra (2019 y 2020) que se hacían semana a semana, sin piedras,
sin palos, absolutamente pacíficas, o el tratamiento despectivo en los checkpoints ante enfermos y parturientas,
de soldaditos investidos como pequeños dioses.
“Yo
creo que no.”: obliga a discernir si es pura ceguera o abrupto divorcio de la
realidad.
Y su
tercera frase: “Quiero pensar que no”, ya no alude a la realidad sino a los
deseos de quien la formula: él quisiera que
[el agente genocida] no fuera tal. Esta frase podría hablar hasta de la
conciencia moral del presidente, pero muy poco de la realidad, que por el
contrario, puede ser así escamoteada. Que es lo que está haciendo con descaro e
impudicia el gobierno uruguayo actual, tenido por izquierdista, por honesto,
por justiciero.
El
presidente se siente solidario promoviendo un proyecto de la “FAO con gente de
Dinamarca” para jóvenes palestinos. A quienes la ONU les enseñará agricultura,
la agricultura que los gazatíes conocen inmemorialmente. A los jóvenes gazatíes
no les faltan conocimientos; lo que les falta es tierra y libertad. ¡Y a ONU/FAO
lo que les falta es vergüenza!
Si el
presidente Orsi ostenta tanta flojedad argumental, ¿qué nos depara la
repartición del estado uruguayo –la cancillería – que tiene que atender específicamente la
situación?
Patetismo.
La subsecretaria de Relaciones Exteriores, Valeria Csukasi – que es finalmente quien
tiene que poner la cara– nos explica, casi nos apostrofa, ante la pregunta de
por qué Uruguay no usa el término genocidio (aplicado a Gaza): “no creo que no
sea un tema de que no lo usemos o lo usemos o no lo vayamos a usar, es parte
del monitoreo que se hace permanentemente en la cancillería. Los términos en
derecho internacional tienen un significado y tienen una terminología muy
exacta, no los usamos como sinónimos o no los usamos a capricho, dependiendo de
si nos gusta más o menos. En el caso de genocidio, y sobre todo a través de la
Convención para prevenir, evitar, castigar el genocidio, tiene una
configuración específica de situaciones que deben darse, que apuntan a querer
eliminar completamente y con intención un tipo de población ya sea por su
etnia, por su ubicación geográfica […].[2]
Y
complementa nuestra funcionaria: “Algunos entienden que eso ya está configurado
porque hay ciertos actores, israelíes, que han manifestado su voluntad de hacer
desaparecer al pueblo palestino. Mientras que hay otros, donde todavía está
Uruguay, que entienden que el gobierno de Israel no ha configurado aun esa
intención.”
¡No ha
configurado la intención! Pero ¿qué pretende la cancillería para configurar la
intención? ¿Bombardear toda una ciudad derribando casi todas sus edificaciones
no expresa voluntad de hacer desaparecer la ciudad?
¿Estrangular
los accesos alimentarios y medicinales, año tras año, década tras década, no
expresa voluntad de hacerlos desaparecer? ¿Balearlos o incendiarlos debajo de
sus carpas, al barrer desde helicópteros, a menudo durante la noche, no expresa
voluntad (cobarde) de hacerlos desaparecer?
¿Sabotear
todo acceso a agua potable, aumentando notoriamente la morbilidad poblacional
no configura esa intención?
¿Arruinar
mediante bombardeos todos o casi todos los hospitales del área, tampoco la configura?
¿Y los
centenares de periodistas asesinados tampoco? ¿Llevarlos más atrás de “la edad
de piedra” como prometiera “El carnicero” Sharon tampoco?
¿Basurearlos
en las calles, en los puestos de control, matarlos por cualquier nimiedad, no
expresa voluntad de hacerlos desaparecer?;
¿Masacrar
a miembros de toda una familia con adultos y jóvenes, ancianos y niños, no
expresa voluntad de hacerlos desaparecer?
¿Y cuándo
sus predadores –los llamados colonos– son ensalzados, no sólo no van a la
cárcel sino que ¡hasta son desfachatadamente retribuidos!
¿Eso tampoco configura intención genocida?
Esto no
es nuevo: cuando en 1947, antes del establecimiento del estado judío, Folke
Bernadotte, el primer mediador de la entonces flamante ONU, gestiona
negociaciones entre árabes y judíos, en un momento, tras fatigosas
negociaciones empantanadas, declara: ‘los judíos no pueden quedarse con todo;
hay que repartir Palestina entre los que estaban y los que llegan.’
Es
asesinado y aunque fue un escándalo ver como la organización sionista se valía
de métodos mafiosos, que obligó al administrador onusiano, Inglaterra, detener
y aprisionar al asesino, dos semanas después se le conmutaba con descaro la
pena y al poco tiempo el asesino de Bernadotte ocupó con honores un puesto de
guardaespaldas para David Ben Gurión, el primer presidente israelí. Como el
rigor sionista no perdona, a Bernadotte no se le hicieron las exequias que
habrían correspondido a su rango; la ONU por entero ni se dio por enterada.
El
genocidio no es ni siquiera nuevo. Pero no hay peor sordo que el que no quiere
oír. Y no hay clínica auditiva que exonere al Uruguay.
Uruguay
fue ensalzado por Israel y EE. UU. por su (más bien penosa) actuación en la
UNSCOP, a fines de los ’40. Uruguay se destacó, además, en el cono sur
americano porque fue el único estado regional que promovió el refugio a judíos
y no albergó a los militares dispersados de los países del Eje.[3]
El
gesto hospitalario del Uruguay batllista ante judíos despojados de sus derechos
no superó el eurocentrismo. Y el Uruguay batllista no tuvo ojos para reconocer
el fenómeno colonial sobre víctimas no europeas, como la propia Palestina.
El
remate de semejante colonización mental se expresa en la labor intelectual de
un Julio María Sanguinetti, que no tuvo nada mejor que publicar La trinchera de Occidente en 2018,
repitiendo –¡un siglo después!– la tesis colonialista y eurocentrista de
Theodor Herzl de implantar en el Cercano Oriente “un puesto de avanzada de la
civilización frente a la barbarie [asiática]”.
El
poder instaurado en Israel ha puesto al Uruguay en su regazo, y la
institucionalidad uruguaya no ha sabido sino dejarse mecer, tras tan
gratificantes arrullos.
Es con
tragedias como la que ha sido forzado a vivir el pueblo palestino, que
percibimos la gravedad de nuestra inconsistencia como país, como sociedad.
De
todos modos, brota la resistencia. ¡Y cómo! Coordinación por Palestina se ha
extendido y se afirma, imparable, en incontables ciudades y pueblos de nuestro
país.
Rescatando
nuestra dignidad política.
Notas
[1] Entrevista de EL Observador ante los primeros cien días (1º. julio 2025).
[2] Enumera otras “razones”, pero entendemos estas dos inicialmente presentadas como las más acordes con la situación.
[3] Los otros Estados del sur sudamericano, Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay fueron tierra de adopción para muchos militares que empezaban a sufrir un invierno político en sus países. Eso no significó, empero, que sólo Uruguay recibiera judíos hostigados en Europa; Argentina fue destino de un gran caudal judío. Y otros países del sur sudamericano recibieron otras minorías perseguidas por el nazismo, como cristianos pacifistas, albergados en Paraguay.
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