Luis E. Sabini Fernández, 18-7-2025
La decisión judeosionista de exterminar a toda una población es el verdadero escándalo moral de nuestro tiempo.
Pero, ¿para qué y para quién es un escándalo?
No lo es, en primer término, para Israel, donde la política de exterminio de los palestinos goza de amplio apoyo.[1]
La política genocida es la máxima negación de
valores universales que en tiempos bíblicos caracterizó al cristianismo.
El cristianismo forja un
dios que, a diferencia del titular del Antiguo Testamento, reconoce rasgos y
necesidades universales.
El choque entre éticas
tribales y universales es muy fuerte, decisivo en nuestra condición humana. Somos
distintos, nos comportamos de modo distinto, ya sea nuestra ética, nuestros
impulsos morales, tribales o universales.
Tal vez el choque más relevante, en términos
racionales, de discurso y de comportamientos, se expresa en la polémica –hace
casi cinco siglos– en 1550 entre Fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de
Sepúlveda, dos sacerdotes cristianos que convivieron con la expansión colonial
e imperial de España tras el llamado Descubrimiento de América con el cual
España incorpora poder, riqueza, población a sus dominios, como nunca antes.
Nuestro curso histórico, el
de la modernidad, reconoce ambos cauces –tribal y universal–, en inevitable
conflicto.
Y el divorcio entre ambas
posturas, impregna nuestra modernidad, sobre todo con la expansión que
denominamos capitalista.
El poder de algunos
humanos negará y desechará a otros humanos despojados de esos atributos. A
veces bastará considerarlos “otros” y ya no tendrán la plenitud de derechos que
el universalismo procura atribuir a cada quien.
Nuestra modernidad
navegará siempre, agónicamente, entre el universalismo declarado a toda hora y
la negación, práctica, concreta de toda igualdad.
Pero no lo reconocerá. Declarativamente, la
modernidad tardía, el mundo ‘siguiendo reglas’, el orden jurídico internacional
asentado con la ONU, desde mediados de la década de los ‘40 proclamará “la
igualdad entre los hombres”. En todo caso, omitirá delicadamente que se trata
de “nuestros hombres”, europeos, blancos (que se extiende claro, a las mujeres…
nuestras).
Hemos examinado en notas
anteriores el sincericidio de Lindsey Graham, un rentado de la AIPAC que tiene
una banca en el Senado de EE. UU., que aplica ese doble estándar; la vieja
máxima orwelliana: ‘todos somos iguales, pero hay algunos que son más iguales
que otros’. Viendo entonces su práctica, resulta muy poco igualitaria la
democracia que se dice igualitaria.
El pensamiento doble se
aplica a todo; en particular, en la reproducción de la información sobre la
realidad.
–Israel genera un ataque
sorpresa sobre Irán (no sabemos si coordinado con EE. UU. o no) y los medios de
incomunicación de masas exclaman: Israel se defiende.
–Irán propone normas de
control de la actividad militar nuclear en la región. Israel se niega, se ha
negado siempre a aceptar forma alguna de control de su actividad nuclear con
fines militares. Y OIEA se queja porque no tendría del todo allanado su control
en Irán; nada dice porque Israel no le acepta ninguna inspección (sin ni
siquiera entrar a considerar los métodos non
sanctos de que se valió Israel para obtener su armamento nuclear).
La ONU ha ido tejiendo redes asistenciales ante
estados nacionales en crisis, que en general han fracasado; Srebrenica en Bosnia,
en Haití, en Myanmar, en los Altos de Golán y en tantos otros sitios.
Evaluó Volker Türk,
austríaco, Alto Comisionado para DD.HH. de la ONU (desde 2022): “También
trabajé en esta organización durante los genocidios contra los tutsis, los musulmanes
bosnios, los yazidíes y los rohinyás. En todos los casos, cuando el polvo se asentó
sobre los horrores que se habían perpetrado contra poblaciones civiles
indefensas, quedó dolorosamente claro que habíamos fracasado en nuestro deber
de cumplir los imperativos de prevenir atrocidades masivas, de proteger a los
vulnerables y de exigir a los responsables que rindieran cuentas. Y así ha
sucedido con las sucesivas oleadas de asesinatos y persecuciones contra los
palestinos a lo largo de toda la vida de la ONU”.
Pero la Gran Hada Madrina
del cuento del Tío Sam trasciende los designios iniciales acumulando voluntad y
sensibilidad que son propias de los seres humanos, sean cuales fueren las
instituciones y aparatos en que se articulen.
Y así, ante el escándalo de la migración forzosa y el robo de tierras
palestinas a manos de Israel, gente con corazón dentro de la ONU ha creado una comisión que ha montado
todo una red de servicios para hacer la vida cotidiana de los despojados algo
menos invivible (no hay un reconocimiento cabal de los derechos palestinos,
pero no se acepta llanamente la política racista de un poder ocupante, por más
investido que esté de preceptos
milenarios y cuente con el aval de ”la primera potencia”).
UNRWA cuenta con decenas
de miles de asistentes (pensemos que los palestinos, despojados, bloqueados, se
estiman en casi 2 millones en la Franja de Gaza y otros más de dos millones en
Cisjordania y Jerusalén Oriental).
En el nivel de
hostigamiento progresivo que Israel ha desencadenado contra la Franja de Gaza
desde 2006, pero particularmente tras el 7 oct. 2023, Israel ha dispuesto por
sí y ante sí, la expulsión de UNRWA, acusándola de ser cómplice con Hamás, pese
a que apenas se pudo sumariar tentativamente a no más de una decena de sus
funcionarios, como los que podrían tener alguna relación o simpatía por Hamás
en una plantilla de personal que se cuenta por decenas de miles (y reparemos
que Israel inició un cerco de aniquilamiento sobre la Franja de Gaza en 2006,
impidiendo progresivamente plantar, producir, disponer de agua potable y
bloqueando toda contacto con el mundo exterior, salvo el decidido por el Estado
de Israel que monopoliza la provisión de alimentos).
Un campo de concentración,
aquel modelo de los ’40, tantas veces reiterado.
Beniamin Netanyahu, ha estimulado el acoso a los
gazatíes reviviendo el exterminio de los amalecitas. Al respecto Gilad Atzmon,
nacido judío pero que ha roto con esa identidad tribal que se le asignara con
el nacimiento, sostiene que el genocidio en curso no es sino “el verdadero
regreso a casa de los judíos”.[2]
Son palabras fuertes, pero
resultan muy acordes con la mentalidad de la mayoría aplastante en Israel. Sin
un fuerte apoyo popular, no podría haberse desplegado con tanta fuerza una política
de desprecio, de acoso, de tanto hostigamiento, de muerte explícita.
Porque entiende de qué
habla, Atzmon exhorta a los cristianos a darse cuenta del verdadero alcance y
significado del Antiguo Testamento. Esta observación es clave, porque en sus
primeros tiempos, los cristianos adoptaron el Nuevo Testamento cada vez con más
fuerza, separando ese dios del de la Torá. Sin embargo, y en buena parte, por
la corrupción de la Iglesia Católica, primero los valdenses en el siglo 14 [y antes de ellos, los cátaros en el siglo 12, NdE] y
luego Lutero y otros en el siglo 16, rompieron con la Iglesia Católica. Pero
cometieron el error habitual: tiraron el bebito con el agua sucia.
Ante el lujo y la
disolución vaticana, dejaron de tener como referencia básica al Nuevo
Testamento y retornaron al Viejo: la Biblia judía. La del dios despótico. Y con
ese movimiento, de reencuentro cristiano con el Viejo Testamento, tenemos hoy
en día, sobre todo en EE. UU., pero expandiéndose por todo el mundo, sectas
protestantes, que nutren la corriente de los cristianos sionistas de EE. UU.,
con su poder económico, su fanatismo religioso y su defensa acérrima del
genocidio emprendido contra los palestinos.
Esta coexistencia tácita,
pero agónica entre supremacismo e igualitarismo dentro de la Iglesia Católica es
desgarradoramente conflictiva.
En la situación actual, un factor muy vinculado al
desarrollo tecnológico, se presenta como decisivo: lo mediático, la infoesfera, que nos
permite acceder al conocimiento de manera mucho más integral e inmediata, al
mismo tiempo permite el bloqueo de la realidad, como el genocidio actual, a
través de un machaconeo mediático caudaloso, inagotable, sesgado y falaz dispuesto
para preservar los privilegios de los privilegiados, que han programado un
genocidio más para afianzar, precisamente, sus privilegios.
Este segundo momento de la
infoesfera pone en cuestión el “efecto mariposa” que una monstruosidad como un
genocidio en acto, debería generar. Porque lo pensable, apenas uno advierte un
genocidio, es su rechazo más terminante. Y si los genocidas se burlan de las
víctimas, como en Israel, peor aún. Y si los usufructuarios del genocidio y de
la apropiación de los bienes de los despojados y asesinados, llegan incluso a
organizar terrazas desde donde mejor visualizar, cómodamente sentados, cómo los
soldados aniquilan palestinos desarmados;
ancianos y niños incluidos, la reacción de repudio y rechazo tendría que ser aún más intensa. El efecto mariposa tendría que estar adquiriendo la
forma de un tsunami político. Pero el efecto mariposa va golpeándose contra
diversas aristas, intereses, recursos, tanto desde la esfera judicial o desde
la del entertainment, como con los
ejércitos de escribas o “creativos” de la corriente mediática principal.
Una tarea se impone: desbrozar ese tejido que se
nos quiere hacer pasar como de conocimiento y en rigor es de condicionamiento.
GHF: la Fundación Humanitaria de Gaza (Gaza
Humanitarian Foundation) es un buen ejemplo de la neolengua orwelliana
programada por la intelectualidad israelí.[3]
Bueno es advertir que para
adueñarse del destino de la Franja de Gaza (“depurada” de sus habitantes
ancestrales) se han aliado en su desguace no solo la dirección sionista israelí
sino también el Instituto británico Tony Blair y el Boston Consulting Group;
también figura el proyecto de una ribera turística “a todo lujo” para
milmillonarios, bajo auspicios de Donald Trump. [leer aquí]
GHF desplazó, incluso con
violencia, los 400 puestos de asistencia de UNRWA y los sustituyó por una red
de 4 puestos de asistencia, y al personal de la ONU civil por militares
israelíes.
Teóricamente, cada uno de
estos solo 4 puestos de suministro de alimentos tendría que “atender” a una
población deliberadamente hambreada (y desde hace años con fortísimas
privaciones) de alrededor de medio millón de habitantes. La sola mención del
número señala el desprecio, el destrato absoluto por la población que quieren
exterminar y no pueden hacerlo abiertamente. Desprovistos de abrigos y protección, a menudo
sin techo o con precarias, vulnerables carpas. No conocemos la regularidad de
la entrega de alimentos, pero sí nos enteramos de las balaceras con que
frecuentemente los soldados combinan la entrega de alimentos, que dejan el
tendal de palestinos no solo hambreados sino así asesinados.
La entrega de alimentos en sí es un ejercicio de abyección: para recibir un alimento deben avanzar por estrechos corredores de alambrados apeñuscados y a merced de los militares.
A tener en cuenta:
–Distinguir lo real y lo
fingido (la maraña aluvional de las fake
news)
–No llamar guerra a lo que
no es una guerra.
–La mirada racista es
necesariamente sesgada.
–Y la mirada supremacista
no podrá ver otra realidad que la propia. Como les pasa a los israelíes que
lloran tanto a sus muertos sin advertir que, por ejemplo, los palestinos tienen
probablemente cien veces más hijos, madres, hermanos, esposos, abuelas, amigos,
que llorar, también matados (muy a menudo por los que tantos israelíes lloran).
–Si existe un fundamento
teórico en el sionismo, doctrinario para la visión supremacista, como se
desprende de ciertos pasajes del Talmud, tenemos que saber que ese discurso
teórico afectará inevitablemente la práctica política.
–Un rasgo que vemos
sistemáticamente organizado desde la perspectiva de dominio (¿local, regional,
universal?) es la más que problemática relación con la verdad: Israel miente.
Mienten en todo. Mienten siempre. Tal vez sea el mayor reconocimiento que hacen
a la verdad.
–Corolario inevitable: una
política que niega la igualdad de los seres humanos no tiene más remedio que
mentir.
–Saber que los que defienden los privilegios
que gozan mienten siempre, los que fabricaron esta pesadilla necesariamente
mienten, para preservarlas.
–La práctica política de
Israel y su desapego radical a todo el ordenamiento político internacional es
tolerado y a menudo asistido por los estados nacionales del “Primer Mundo”. Y
la pasividad a menudo impotente de estados africanos, asiáticos o sudacas, que
cumplen “el orden basado en reglas”. O “se la creen”.
–Paradoja inevitablemente
llamativa: que Israel, con su peculiar origen administrativo (primer fruto “cosechado”
por ONU), se burle de todas las reglamentaciones, acuerdos, principios,
respetos del orden onusiano.
“Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?”, célebre frase de Cicerón, que podríamos retomar: “Hasta cuándo Netanyahu abusarás de nuestra paciencia?”
Judy Duarte, São Paulo, Brasil
Notas
[1] Véase, por ejemplo, Norman Finkelstein, “Netanyahu es un espejo perfecto de la sociedad
israelí.”, blogs.mediapart.fr, 14 jul. 2025.
[3] The Israel Project’s 2009. GLOBAL LANGUAGE DICTIONARY. Uno de sus recurrentes capítulos es “Words that work” (palabras que
funcionan-trabajan-rinden).
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