Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
La campaña aérea en el este de Siria desalojó al grupo
terrorista del último territorio que controlaba, pero costó un número
incalculable de vidas.
Foto tomada por el ciudadano estadounidense Russell Dennison, tras incorporarse al ISIS, después de los bombardeos de la coalición estadounidense en la rotonda de Sousa, Siria, en enero de 2019
(Foto obtenida por The Intercept)
En los fríos meses finales de 2018 y principios de 2019, la coalición liderada por Estados Unidos intensificó su campaña de bombardeos y artillería en el este de Siria como parte de un esfuerzo final para despojar al Estado Islámico de cualquier territorio que el grupo aún controlara. La campaña aérea tenía dos objetivos: debilitar a las fuerzas del ISIS sobre el terreno y empujar a los combatientes y civiles restantes hacia el sur a lo largo del río Éufrates. Los combatientes kurdos, aliados de la coalición, tomarían entonces el control de los pueblos bombardeados.
Los últimos combatientes del ISIS fueron finalmente acorralados en marzo de 2019 en un pequeño pueblo llamado Baghuz, entre el Éufrates y la frontera iraquí. El ISIS hizo su última parada allí, los combatientes se mezclaron con los miembros de sus familias y los civiles atrapados por el conflicto mientras la coalición liderada por Estados Unidos machacaba la aldea desde el aire.”
“Es difícil imaginar que pueda sobrevivir alguien”, dijo el reportero de CBS News Charlie D'Agata, que observó los ataques aéreos desde el suelo cerca de Baghuz en marzo de 2019.
En una investigación publicada el pasado fin de semana, el New York Times contó la historia de uno de esos asaltos. El 18 de marzo de 2019, la Fuerza Aérea estadounidense lanzó una bomba de unos 230 kilos, seguida de dos explosivos de 1.000 kilos, sobre una multitud de mujeres y niños cerca del río en Baghuz.
“¿Quién ha lanzado eso?”, escribió en un chat protegido un analista del Departamento de Defensa que supervisaba un avión no tripulado, según el artículo del Times.
“Acabamos de caer sobre 50 mujeres y niños”, respondió otro analista.
El Times describió el ataque aéreo como “uno de los mayores incidentes con víctimas civiles de la guerra contra el Estado Islámico”. Esto salió a la luz solo después de que las investigaciones, incluidas las del inspector general independiente y de la Oficina de Investigaciones Especiales de la Fuerza Aérea, acabaran bloqueadas o enterradas.
Pero este bombardeo de mujeres y niños no fue un trágico accidente en una campaña aérea por lo demás controlada y estrechamente vigilada. El bombardeo fue, de hecho, uno de los últimos ataques en una cadena de meses que mató a decenas de civiles. Lo sé porque estuve en contacto casi a diario con un estadounidense que vivió esos bombardeos hasta que murió en un ataque aéreo en Baghuz, probablemente justo antes del bombardeo que describe el Times.
Russell Dennison, que fue uno de los primeros estadounidenses en unirse al ISIS como combatiente, me envió en secreto más de 30 horas de grabaciones desde agosto de 2018 hasta febrero de 2019. Las grabaciones posteriores de Dennison capturaron el estruendo de los ataques aéreos que él y su pequeña familia presenciaron, y Dennison me envió regularmente fotografías de las secuelas. Cuento la historia de Dennison, incluidas sus descripciones de la campaña de bombardeos de la coalición liderada por Estados Unidos, en “American ISIS”, un podcast documental de ocho episodios de Audible Original publicado en julio por The Intercept y Topic Studios.
La provincia siria de Deir el-Zour, donde se encuentra Baghuz, es una zona remota, y el control del ISIS sobre el terreno y las bombas de la coalición que caen desde el aire hicieron casi imposible el acceso a la zona a periodistas y observadores internacionales. En consecuencia, es posible que nunca se conozca el alcance total de las muertes de civiles en la zona.
Dennison puede haber sido el único testigo sobre el terreno en Deir el-Zour que documentó la campaña de bombardeos en tiempo real. Me enviaba grabaciones y fotografías tras los ataques de cada noche. Lo que describió y fotografió durante meses en Deir el-Zour sugiere que la coalición liderada por Estados Unidos debía ser consciente de que los civiles estaban pereciendo en gran número.
Mientras Dennison grababa un mensaje para mí durante la campaña de bombardeos, el ruido ensordecedor de una bomba que explotaba consumió el audio. Unos segundos después, se oye a Dennison hablando por teléfono.
“¿Has oído esto?”, me dijo. “Se trata de duros ataques aéreos estadounidenses”.
Un selfie de Russell
Dennison en Siria en 2017
(Foto obtenida por The Intercept)
“Los asesinaron a todos”
Dennison era un blanco de barba roja convertido al islam que cruzó a Siria en 2012. Se unió al ISIS poco después de que el grupo se separara de Al Qaida y de su anterior filial en Siria, el Frente Nusra. Luchando a las órdenes de uno de los comandantes más conocidos del ISIS, Abu Yahya al-Iraqi, Dennison ayudó a establecer el llamado califato en Siria e Iraq.
Después de que una bala de francotirador en la pierna le dejara cojo, Dennison se trasladó a Raqqa, ya que la ciudad atraía a combatientes extranjeros de todo el mundo. En Raqqa, Dennison se casó con una mujer siria, con la que tuvo dos hijas. A finales de 2017, Raqqa cayó en manos de la coalición liderada por Estados Unidos, y Dennison y su esposa e hijas siguieron a otros combatientes del ISIS y a sus familias hasta Deir el-Zour. Durante una pausa en la campaña de bombardeos en gran parte de 2018, Dennison trabajó para una unidad secreta del ISIS -algo que revelé por vez primera en “American ISIS”- que interceptaba las comunicaciones de los militares que operaban en la región. El trabajo de Dennison consistía en escuchar a los estadounidenses. Pero en diciembre de 2018, Dennison y su familia estaban huyendo de nuevo, yendo y viniendo de un pueblo a otro en Deir el-Zour mientras los ataques aéreos de la coalición se intensificaban.
Ese mes, Dennison me dijo que la coalición había bombardeado intencionadamente un hospital en Al Shafah. El bombardeo, según Dennison, fue similar al descrito por el Times: un ataque inicial seguido de dos bombardeos más. “Los estadounidenses destruyeron este hospital y mataron a todos los que estaban dentro”, me dijo Dennison. “La planta segunda estaba llena de enfermeras, que eran las responsables de todo el hospital, y las mataron a todas”.
En aquel momento, el Departamento de Defensa me confirmó que este hospital había sido bombardeado, alegando que los combatientes del ISIS estaban utilizando la zona como punto de apoyo. Dennison me dijo también que había visto hospitales bombardeados en otros dos pueblos, Sousa y Hajin, aunque el Departamento de Defensa no quiso confirmar ni desmentir esa información en aquel momento. (Las normas de guerra establecidas por las Convenciones de Ginebra exigen que los hospitales civiles estén protegidos de los ataques, pero esas mismas normas exigen que la fuerza contraria separe los hospitales civiles de la actividad militar).
En enero de 2019, tal y como The Intercept informó en su momento, el Departamento de Defensa dejó abruptamente de emitir detallados “comunicados de ataque”, informes periódicos, que se habían publicado desde el inicio de la campaña contra el ISIS, que proporcionaban amplia información sobre bombardeos específicos. Lo hicieron incluso cuando los bombardeos de la coalición en Deir el-Zour aumentaban.
Mientras tanto, Dennison y su familia se trasladaban de pueblo en pueblo, compartieron espacio con otros combatientes del ISIS y sus familias. En un pueblo, él y su esposa e hijas se alojaron con otras tres familias. Esa era parte del desafío de la coalición en el este de Siria: El ISIS no era un ejército tradicional. Muchos de los combatientes del grupo estaban casados y tenían hijos, y sus familias viajaban con ellos. Los sirios que no tenían relación con los combatientes del ISIS también se amontonaban en las aldeas, sin dejar distinguir entre combatientes y civiles. Bombardear a los combatientes del ISIS en Deir el-Zour significaba bombardear a los civiles. Los llamados daños colaterales estaban garantizados.
A finales de 2018, Dennison y su familia estaban atrapados en Al Kashmah, un pueblo al norte de Baghuz, mientras llovían los ataques aéreos y la artillería de la coalición. Las grabaciones que Dennison me envió de la noche del 31 de diciembre de 2018, la víspera de Año Nuevo, estaban llenas de los sonidos de los cercanos bombardeos. “Esta noche están bombardeando como locos”, dijo Dennison. “Confío en que yo y mi familia podamos sobrevivir a esta noche. Así es nuestra vida”.
Dennison me envió fotos de la destrucción de Al Kashmah. El pueblo había sido arrasado, con grandes edificios reducidos a escombros. Él y su familia se dirigieron entonces hacia el sur, pero como los bombardeos continuaban, Dennison decidió en enero poner a su mujer e hijos en un autobús que salía de la Siria controlada por el ISIS y se dirigía a un campo de desplazados gestionado por las fuerzas kurdas.
Una mañana temprano, mientras Dennison y su familia se preparaban para caminar a través del frío hasta un autobús que les esperaba en Sousa, la coalición bombardeó la rotonda cercana del pueblo, me dijo Dennison. “Podíamos oír los escombros y la metralla y las rocas y piedras que volaban por todas partes”, recordó. “Estábamos a solo unos 200 metros de esa rotonda”. Aunque el Departamento de Defensa había dejado de emitir comunicados detallados sobre los ataques para ese momento, reconoció 645 ataques en Siria alrededor del momento del ataque que Dennison dijo haber presenciado en Sousa.
Dennison y su familia pasaron por la rotonda hacia el autobús, con su linterna débilmente cargada cortando la oscuridad. Al pasar, Dennison pudo escuchar a un niño gritando y pidiendo ayuda. Había quedado sepultado bajo los escombros tras el ataque aéreo.
Dennison me envió más tarde una foto de la rotonda de Sousa. Los edificios que la rodeaban habían sido destruidos, dejando montones de hormigón, vigas de soporte destrozadas y un gran cráter en el suelo.
La coalición liderada por Estados Unidos lanzó panfletos en las aldeas controladas por el ISIS animando a los combatientes a rendirse: “Las Fuerzas Democráticas Sirias están llegando”, dice este panfleto en árabe. (Foto obtenida por The Intercept)
“Resurge un nuevo adversario”
La coalición liderada por Estados Unidos sabía que su campaña de bombardeos y artillería en Deir el-Zour estaba matando a civiles. En febrero de 2019, más o menos al mismo tiempo que Dennison escuchó al niño gritar debajo de los escombros, un oficial francés de alto rango escribió un artículo en una revista militar francesa criticando las tácticas de la coalición.
El coronel François-Régis Legrier, que había estado a cargo de la artillería francesa en la región, escribió que la coalición dependía demasiado de los bombardeos y la artillería porque los militares estadounidenses, británicos y franceses no estaban dispuestos a poner soldados sobre el terreno. “Esta negativa plantea una pregunta: ¿por qué tener un ejército que no nos atrevemos a utilizar?” se preguntaba Legrier en su artículo.
El bombardeo de las aldeas repletas provocó importantes bajas civiles, según Legrier. “Hemos destruido masivamente la infraestructura y hemos dado a la población una imagen repugnante de lo que puede ser una liberación al estilo occidental, dejando tras de sí las semillas del inminente resurgimiento de un nuevo adversario”.
Dennison no conocía a Legrier ni su artículo, pero me contó algo parecido. Dijo que probablemente no sobreviviría y que el ISIS podría fracasar, pero que los niños que vivieran la campaña de bombardeos recordarían quién fue el responsable. “La gente se entristecería al ver la realidad de lo que Estados Unidos está haciendo en nombre de su país, de las libertades democráticas occidentales y de otro tipo de valores”, me dijo Dennison.
Mi última comunicación con Dennison fue en febrero de 2019. Estaba atrapado en Baghuz, mientras los combates se desarrollaban a su alrededor. En su último mensaje para mí, describió haber visto un autobús lleno de mujeres y niños bombardeado cuando intentaba abandonar el territorio controlado por el ISIS. “Nos ponen a dos por asiento. Apelotonan a la gente en todos los lugares de Oriente Medio, meten a tantos como pueden”, dijo Russell. “Así que estamos hablando de 50 a 60 personas”.
Las mujeres y los niños en el autobús estaban tratando de escapar, me dijo Dennison. El califato del ISIS estaba a punto de colapsar bajo los ataques aéreos de la coalición. “Ese autobús fue blanco de los aviones de guerra de Estados Unidos y mató a todos los que iban dentro; yo lo vi personalmente”, dijo Dennison.
No pude verificar de forma independiente el relato de Dennison sobre el bombardeo del autobús y, por esa razón, no lo incluí en “American ISIS”. Pero la historia de Dennison era similar al atentado en Baghuz que el Times investigó.
Dennison murió en un ataque aéreo en Baghuz no mucho después de enviarme esa grabación sobre el autobús. No sé exactamente cuándo murió, pero probablemente fue a finales de febrero o principios de marzo, justo antes de que Estados Unidos lanzara una bomba sobre una multitud de 50 mujeres y niños en Baghuz y de que un analista que seguía las grabaciones de los drones planteara una pregunta urgente: “¿Quién ha lanzado eso?”
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