Milena Rampoldi,
ProMosaik,
27/11/2021
Traducido del inglés por Sinfo
Fernández, Tlaxcala
El 29 de noviembre de 1947, en la ONU, los representantes de 33 países votaron la Resolución 181 que dividía Palestina en tres entidades: un Estado judío, un Estado árabe y una administración internacional para Jerusalén/Belén. Esta resolución, apoyada por las dos grandes potencias, los USA de Truman y la URSS de Stalin, nunca se aplicó y desencadenó la guerra, provocada por la proclamación unilateral del Estado judío el 14 de mayo de 1948. Para conmemorar este siniestro aniversario, hablé con el activista propalestino de los derechos humanos, que vive en Londres, William Hanna, sobre su libro “The broken promise of a promised land” (La promesa rota de una tierra prometida), que cuenta abiertamente la verdad sobre el judaísmo, el sionismo, la ocupación y la violación de los derechos humanos de los palestinos. Un libro valiente y verdadero.
¿Por qué eligió el título LA PROMESA ROTA DE UNA TIERRA PROMETIDA para su nuevo libro?
David Ben-Gurion -el Jefe Ejecutivo de la Organización Sionista Mundial y Presidente de la Agencia Judía para Palestina- proclamó la Declaración de Independencia de Israel el 14 de mayo de 1948, con la promesa de que Israel “fomentará el desarrollo del país en beneficio de todos sus habitantes; se basará en la libertad, la justicia y la paz tal y como prevén los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos sociales y políticos a todos sus habitantes, independientemente de su religión, raza o sexo; garantizará la libertad de religión, de conciencia, de lengua, de educación y de cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas”.
Entonces, sin ningún tipo de reparo ni demora, el Israel sionista comenzó -y ha seguido haciéndolo desde entonces- la limpieza étnica de la población palestina autóctona: una “catástrofe” conocida como la Nakba, que supuso la bárbara y traumática desposesión de unos 750.000 refugiados -con unas 530 aldeas destruidas y aproximadamente 13.000 palestinos muertos- y el desarraigo de dos tercios de la población árabe palestina y de su sociedad. Sin embargo, a pesar de que se trata de un agravio fundamental para los palestinos, la Nakba sigue siendo blanqueada o negada rotundamente por los expertos, los grupos de presión e incluso los responsables políticos de las llamadas sociedades civilizadas y justas, supuestamente comprometidas con los derechos humanos para todos.
Usted demuestra que el estudio de la historia es fundamental para la lucha por los derechos humanos. ¿Por qué es tan importante cuando se trata de Palestina?
La respuesta a esta pregunta está explícita en la introducción del libro:
Si algunos judíos desean creer que fueron elegidos por un dios inexistente que les ayudó con un Éxodo israelita de Egipto que nunca ocurrió y que supuestamente les prometió la tierra de Canaán, entonces tales creencias religiosas, aunque sean infundadas, siguen siendo un derecho humano aceptable. Ese derecho, sin embargo, no viene acompañado de una autorización de carta blanca para el uso de narraciones bíblicas ficticias -como justificación para la bárbara limpieza étnica del pueblo palestino, incluyendo un atroz y deliberado ataque a los niños- para que un Estado judío sionista de apartheid pueda reclamar derechos exclusivos sobre una “Tierra Prometida” descrita de forma poco sincera como una “tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.
Usted habla
del secuestro sionista del judaísmo. ¿Cómo surgió esta dialéctica dentro de los
propios judíos y cuál es la principal característica del sionismo opuesta al
verdadero judaísmo y a la verdadera ética judía?
El cumplimiento de la agenda sionista para la colonización de Palestina requería el secuestro del judaísmo, que con su narrativa bíblica de un “pueblo elegido” y una “tierra prometida” podía ser explotado para legitimar el objetivo político revisionista del sionismo de establecer un Estado judío con una mayoría judía a ambos lados del río Jordán.
Al secuestrar el judaísmo -y afirmar que sólo un Estado controlado por los judíos y exclusivo para ellos puede protegerlos contra el antisemitismo y la amenaza de otro Holocausto-, el sionismo se las arregló taimadamente para instigar la erosión gradual del “monoteísmo ético” del judaísmo que, con los mandamientos de la Torá y la literatura posterior, establece las normas sobre la justicia, la igualdad ante la ley, la bondad amorosa, el bienestar social y los ideales de paz y libertad política: ideales encomiables que no se encuentran en la filosofía rabiosa y racista del sionismo que con arrogancia e impunidad refleja la realidad de un Estado israelí de apartheid.
El sionismo y el judaísmo no son una sola cosa, sino dos cosas diferentes. Y por supuesto dos que se contradicen. El sionismo comienza en el lugar donde el judaísmo está destruido... una cosa es cierta, el sionismo no es una continuación o curación del judaísmo herido, sino un desarraigo.
(Chaim Chassas, en el periódico sionista Ha'Aretz, 1943.)
¿Qué es para usted el periodismo ético?
El periodismo ético debe buscar e informar sobre la verdad, independientemente de lo difícil o desagradable que pueda ser esa verdad. Debe asegurarse de que la información proporcionada es exacta, ya sea cotejando los relatos de los testigos presenciales, realizando una investigación independiente o verificando la credibilidad de una fuente. De igual importancia es equilibrar la objetividad del reportaje con el impacto que éste pueda tener tanto en los sujetos del reportaje como en otros lugares.
¿Por qué la lucha por los derechos de los palestinos es una lucha de David contra Goliat?
La lucha palestina
es mucho más que eso: es una lucha contra un Goliat respaldado por una
superpotencia estadounidense amoral que ha perdido el rumbo y está destinada a
la autodestrucción.
Nos hemos convertido en un monstruo nazi a los ojos del mundo entero: una nación de matones y bastardos que prefieren matar a vivir en paz. No solo somos putas por el poder y el petróleo, sino putas asesinas con odio y miedo en nuestros corazones. Somos escoria humana, y así nos juzgará la historia. . . Sin valor social redentor. Solo putas. Apártate de nuestro camino, o te mataremos.
(Hunter S. Thomson (1937 - 2005), periodista y escritor usamericano)
Cuéntenos algo sobre la Obsesión por el Monte del Templo que trata en su libro.
Para lograr sus objetivos políticos y sociales, el sionismo no solo tenía que lavar el cerebro a los judíos para que creyeran que “tenían derecho a la Tierra Santa, personificada en el Monte del Templo, sino también coaccionar al resto del mundo para que aceptara que era una promesa del propio Dios a su Pueblo Elegido”.
¿Cuáles son las tres principales afirmaciones de este libro y cómo se puede promover el periodismo ético?
Independientemente de cualquier afirmación de que algún dios haya prometido Canaán al pueblo judío (Génesis 15:18-21), el hecho irrefutable sigue siendo que el Israel bíblico y el “Estado judío” actual son dos conceptos distintos, siendo el primero un mito y el segundo una consecuencia de la sanción del gobierno británico de 1917 -engañosamente denominada Declaración Balfour, pero en realidad redactada por Leopold Amery, un británico sionista de origen judío- a lo que supuso la limpieza étnica de los palestinos indígenas con el fin de establecer un “hogar nacional para el pueblo judío”.
El término no significa necesariamente asesinatos en masa... más a menudo [el genocidio] se refiere a un plan coordinado dirigido a la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de los grupos nacionales para que estos grupos se marchiten y mueran como plantas que han sufrido una plaga. El fin puede lograrse mediante la desintegración forzada de las instituciones políticas y sociales, de la cultura del pueblo, de su lengua, de sus sentimientos nacionales y de su religión. Puede lograrse eliminando toda base de seguridad personal, libertad, salud y dignidad. Cuando estos medios fallan, siempre se puede utilizar la ametralladora como último recurso. El genocidio se dirige contra un grupo nacional como entidad y el ataque a los individuos es solo secundario a la aniquilación del grupo nacional al que pertenecen.
(Raphael Lemkin (1900-1959), jurista polaco-judío, que en su libro Axis Rule in Occupied Europe (El dominio del Eje en la Europa ocupada) acuñó la palabra “genocidio” y que, posteriormente, formó parte del equipo usamericano que trabajó en la preparación de los juicios de Núremberg.)
Es muy probable que la mayor parte de los antepasados de los judíos "nunca" hayan vivido en Palestina "en absoluto", lo que demuestra el poder de la afirmación histórica sobre los hechos.
(H. G. Wells, 1866-1946, escritor inglés de muchos géneros, entre ellos la historia, la sátira y el comentario social, El bosquejo de la historia)
Para poder promover
cualquier concepto ético es necesario que los propios promotores sean éticos.
En consecuencia, cuando se considera el hecho de que la mayoría de las
organizaciones de los medios de comunicación dominantes están controladas por
una camarilla de personajes cuestionables como Rupert Murdoch -dueño de News
Corp y creador del infame Fox News Channel-, uno se da cuenta rápidamente de que tener un periodismo
ético no es más que un sueño que nunca se materializará.
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