Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
La Asociación de Tenis Femenino ha adoptado una postura inusualmente audaz -y costosa- en nombre de la estrella del tenis contra el Estado que la censuró.2e noviembre de 20
El hecho de que el gobierno chino se haya visto obligado a reconocer e incluso demostrar la existencia de Peng revela su ansiedad ante la creciente presión internacional (Foto: William West/Getty)
Cuando Peng Shuai, una estrella del tenis chino, publicó el 2 de noviembre en las redes sociales chinas su relación con Zhang Gaoli, antiguo viceprimer ministro de China y miembro del Politburó, no ocultó su desesperación ni sus malos presagios. La voz de Peng era franca y sin tapujos, incluso con ella misma. Alegó que Gaoli la había violado en su casa y describió la dolorosa complejidad de la relación que, según ella, siguió a ese encuentro. Escribió que habían tenido una relación similar años antes. No tenía ninguna prueba, escribió, “solo experiencias reales que me han perturbado y destrozado”.
A lo largo de los años, otros altos funcionarios chinos han sido acusados de mala conducta, pero solo en las purgas del Partido. Peng, que había alcanzado el número 1 del mundo como jugadora de dobles y había ganado dos campeonatos de dobles del Grand Slam, había sido aclamada como una heroína, la “flor de oro” del país, como publicó un periódico patrocinado por el Estado. Estaba asumiendo un riesgo sin precedentes, y parecía que sabía lo que podía resultar de ello. “Aunque sea un huevo lanzándome contra una roca, aunque sea una polilla volando hacia una llama, cortejando mi propia destrucción”, escribió, “seguiré diciendo la verdad de lo que me ha sucedido”.
El post estuvo publicado unos diez minutos antes de que la bien engrasada maquinaria de censura del Estado se pusiera en marcha y lo retirara. Los comentarios en la cuenta de Peng fueron bloqueados. Se borraron las capturas de pantalla de su publicación de 1600 palabras que se estaban difundiendo. Su nombre desapareció de las búsquedas en Internet. Los emojis y las palabras relacionadas con el caso también lo hicieron. Durante un tiempo, incluso se bloqueó la palabra “tenis”. Detrás del borrado de la presencia de Peng en la Internet china por parte del Estado había otra pregunta urgente y preocupante: ¿Qué va a pasar con ella?
Todo el mundo en la Asociación de Tenis Femenino (W.T.A., por sus siglas en inglés) estaba preocupado. Sus intentos de llegar a Peng a través de sus contactos y de los canales diplomáticos fracasaron. El 14 de noviembre, casi dos semanas después del mensaje inicial de Peng, Steve Simon, presidente y director general de la W.T.A., concedió una entrevista a Christopher Clarey, del Times. Su organización había recibido garantías de que Peng estaba a salvo, dijo Simon, pero eso no era suficiente. El gobierno chino tiene que demostrar y garantizar la seguridad de Peng, y poner en marcha una investigación sobre sus acusaciones. También pidió a China que pusiera fin a la censura sobre el tema. De lo contrario, dijo, “estaríamos dispuestos a dar ese paso y a no actuar en China si eso es lo que sucede”. En los días siguientes, en entrevistas con la CNN y en otras declaraciones públicas, Simon reiteró la posición de la gira. “Nuestra prioridad absoluta e inquebrantable es la salud y la seguridad de nuestros jugadores. Estamos hablando para que se haga justicia”, dijo.
Pero estaba claro que el gobierno chino estaba, sobre todo, interesado en su propio empoderamiento. Solo unas semanas antes de que se celebraran esas finales de 2019, el recinto del estadio de Shenzhen se llenó de tanques y se utilizó para realizar ejercicios militares con el fin de enviar un mensaje a los civiles que protestaban en Hong Kong, a poca distancia. China tiene todo un historial de censuras a su población; es un principio básico de gobierno en ese país. Las principales empresas que hacían negocios en el país -Nike, Google, Facebook, Apple, la N.B.A.- tenían que aceptarlo. Pocas no se alinearon.
Sin embargo, esta situación con Peng parecía un ajuste de cuentas: En un momento de dificultades financieras, la W.T.A. estaba dispuesta a renunciar a todos esos ingresos en China si el gobierno no satisfacía las demandas de la asociación. Una cuenta de Twitter afiliada al Estado, que no se puede ver dentro de China, publicó un “correo electrónico” que, según decía, Peng Shuai había enviado a la W.T.A. “He estado descansando en casa y todo está bien”, decía el texto. También refutaba las acusaciones de agresión sexual. Simon no se apaciguó. “El comunicado publicado hoy por los medios de comunicación estatales chinos en relación con Peng Shuai no hace sino aumentar mi preocupación por su seguridad y su paradero”, dijo. En los días siguientes, el Estado coordinó varios “avistamientos” más de Peng: un vídeo tomado en un restaurante, en el que el diálogo obviamente enlatado establecía que la fecha era el 20 de noviembre; otro vídeo de ella firmando autógrafos en un torneo de tenis juvenil en Pekín. Simon mantuvo que no estaría convencido de su seguridad hasta que no hubiera hablado con ella en privado.
Mientras tanto, el bienestar de Peng se había convertido en un asunto de importancia internacional. La ONU emitió una declaración de apoyo a Peng. La Casa Blanca expresó su preocupación y exigió justicia.
Luego, el domingo, llegó la noticia de que el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, había hablado con Peng. En la videollamada estaban también Emma Terho, que preside la comisión de atletas del COI, y Li Lingwei, miembro del COI y funcionaria de la Asociación China de Tenis (y exfuncionaria de alto rango del Partido Comunista). Posteriormente, el COI emitió un comunicado junto con una foto de la llamada. En él se dice que Peng declaró “que se encuentra bien y a salvo, viviendo en su casa de Pekín, pero que le gustaría que se respetara su privacidad en estos momentos. Por eso prefiere pasar su tiempo con amigos y familiares”. El comunicado no aborda la necesidad de una investigación sobre las acusaciones de Peng, como había pedido la W.T.A. Dada la importancia de los Juegos Olímpicos para China, la declaración tenía el aire de una maniobra publicitaria. Ello estableció un marcado contraste entre las dos organizaciones deportivas.
Antes era posible creer que la celebración de los Juegos Olímpicos -un acontecimiento dedicado a la paz, el respeto y el juego limpio- presionaría a China para que frenara sus abusos contra los derechos humanos, pero el éxito de los Juegos de Pekín de 2008 solo parece haber envalentonado al gobierno chino. El COI no tuvo problemas en perseguir y aplacar a los regímenes represivos, sobre todo teniendo en cuenta los precios exorbitantes y las exigentes demandas de infraestructura que requiere la organización de los Juegos. En cuestión de meses se encenderá la antorcha en Pekín, anunciando el inicio de los Juegos de Invierno de 2022. Bach no es el hombre adecuado para agitar las aguas. “La experiencia demuestra que la diplomacia silenciosa ofrece la mejor oportunidad para encontrar una solución a cuestiones de esta naturaleza”, dijo el COI en un comunicado antes de la videollamada con Peng. “Esto explica por qué el COI no hará más comentarios en este momento”. La llamada en sí fue, aparentemente, fruto de tal “diplomacia silenciosa”.
“La información publicada tiene un efecto reconfortante para la gente que está tratando de buscar excusas”, me dijo Lü Pin, una activista feminista china. Pero no significa que Peng esté fuera de peligro, ya sea económicamente o en forma de preocupaciones por la seguridad de su familia, la restricción de sus movimientos o una miríada de otras formas en las que el Estado puede mantener a una persona dentro de una especie de jaula. “Parece que la única respuesta a la preocupación mundial es seguir controlando a Peng Shuai”, dijo Lü.
También es posible que Peng desmienta de forma más creíble el post, que parecía haber sido escrito en un momento de desesperación y rabia. Puede que no quiera el escrutinio de una investigación. Puede que incluso exprese su arrepentimiento. Peng no es una activista; antes de su largo post sobre Zhang, muchas de sus publicaciones en Weibo incluían emojis y banderas nacionalistas. Sin embargo, aunque la historia de Peng desaparezca de la vista del público, los efectos de sus acusaciones podrían ser duraderos, ciertamente para la W.T.A. Es casi imposible imaginar que China acceda a las demandas de la W.T.A. de una investigación justa y sin censura sobre un antiguo funcionario de alto rango, por lo que parece que la presencia de la gira en ese país, por el momento, ha terminado. La pandemia había cancelado dos años de torneos, lo que ha obligado a la gira a buscar nuevas sedes. Pero los estadios llenos y el éxito rotundo de la fase final de Guadalajara este año, incluso con una dotación comparativamente minúscula, demuestran que el circuito sobrevive, e incluso prospera. Incluso si está disminuido financieramente, se podría argumentar que está fortalecido por un compromiso con sus principios fundamentales.
Ese argumento
no será fácil de sostener. La W.T.A. es una gira internacional, y hay regímenes
represivos y censura más allá de China. La gira se celebra en San Petersburgo y
Doha; antes de Shenzhen, la final de la W.T.A. tuvo lugar en Singapur. Una
postura intransigente con respecto a Peng también podría dificultar que la
W.T.A. evite otras cuestiones de injusticia y mala conducta, incluidas las
relativas a sus aliados. (La gira masculina, la A.T.P., que ha respaldado
firmemente la postura de la W.T.A. sobre Peng, no tenía una política sobre malas
conductas sexuales hasta hace unos meses, y tardó casi un año en anunciar su
propia investigación sobre las acusaciones de
violencia doméstica contra Alexander Zverev, uno de sus principales jugadores).
Sin embargo, a diferencia del Comité Olímpico Internacional, la Asociación
Nacional de Baloncesto o cualquier otra corporación mundial, la W.T.A. se negó
a esconderse tras los tópicos sobre el poder unificador del deporte u otras
autojustificaciones cuando se trató de Peng. Demostró una preocupación real por
sus jugadoras y sus derechos que pocas de sus organizaciones homólogas llegan a
mostrar plenamente.
Luego está la cuestión de qué significa la historia de Peng para China y el pueblo chino. La respuesta puede ser nada: ese es el objetivo de la censura, la plácida negativa a reconocer la existencia de cualquier controversia. Sin embargo, en los días siguientes a las acusaciones de Peng, su historia circuló silenciosamente dentro de China, filtrándose y escurriéndose entre las grietas de los censores.
Una noticia sobre las acusaciones, publicada en el servicio de noticias chino con sede en Nueva York, SupChina, el 3 de noviembre, abría: “Todo el mundo en China está hablando de ello”. Esto era una hipérbole, según Lü, la activista feminista. “Creo que la mayoría de la gente lo desconoce”, me dijo, pero añadió que la historia tuvo un poder inusual para abrirse paso, sobre todo entre las mujeres. Era creíble. Lo que describía reflejaba y reforzaba un patrón establecido por otros relatos del #Me Too que habían cobrado fuerza en el país. Ahora las acusaciones de abuso se acercaban a la cima. El hecho de que el gobierno se haya visto obligado a reconocer la existencia de Peng -y mucho menos a demostrarlo- revelaba su ansiedad ante la creciente presión internacional. “Creo que el pueblo chino está realmente preocupado por ella. Simplemente tienen miedo”, dijo Lü. La historia de Peng podría ser galvanizadora. “Quizá en el futuro”, dijo Lü: “¡Tengamos esperanza!”
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