03/11/2021

WIM LAVEN
La crisis en Sudán representa una lección para USA

Wim Laven, PeaceVoice, 28/10/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala 
 

Wim Laven, doctor en gestión de conflictos internacionales, imparte cursos de ciencias políticas y resolución de conflictos en la Universidad Estatal de Kennesaw, en Georgia (USA), y forma parte del Consejo de administración de la Asociación Internacional de Investigación sobre la Paz. Pertenece al equipo editorial de la revista The Peace Chronicle y contribuye frecuentemente con artículos de opinión para su sindicación por PeaceVoice, un programa del Oregon Peace Institute.

Hace unos 2.700 años, un esclavo narrador llamado Esopo contaba cuentos sobre temas políticos, religiosos y sociales que se hicieron populares por sus dimensiones éticas y que se han utilizado como fábulas infantiles por la moral y la sabiduría que transmiten.

En “Los cuatro bueyes y el león”, Esopo habla de un poderoso león que merodea por un campo en busca de una buena comida. Los cuatro bueyes que lo habitan se colocan rabo contra rabo y le ofrecen al león los cuernos sin importar la dirección en la que se les aproxime. Un día, sin embargo, una discusión hace que los cuatro bueyes tomen caminos distintos. Por sí solos, los bueyes no tienen ninguna posibilidad de enfrentarse al león, que los va eliminando uno a uno con gran facilidad.

 La moraleja de la historia es que la unión hace la fuerza y que la discordia debilita.

 Las cuestiones de seguridad colectiva son eternas. En Estados Unidos, la seguridad colectiva era tan importante que el Compromiso de las 3/5 partes (que convierte a los esclavos en 3/5 partes de una persona a efectos del censo y del poder político), que infló el poder de los estados esclavistas, la prohibición de la abolición de la esclavitud (el artículo I, sección 9, de la Constitución impedía al Congreso prohibir la importación de esclavos antes de 1808) y el colegio electoral (el esclavista de Virginia James Madison admitió célebremente que el voto directo del Presidente era lo “más adecuado”, pero que perjudicaría al Sur porque tenían muchos esclavos sin derecho a voto) perseguía el objetivo de  crear “unidad”.

El compromiso es un esfuerzo estratégico en el que las partes de una disputa hacen concesiones -renuncian a parte de sus demandas- para lograr otros objetivos o satisfacer otras necesidades.


Sudán es actualmente noticia porque los militares han disuelto la alianza entre grupos militares y civiles, bloqueando así el Consejo Soberano de reparto de poder y el gobierno de transición acordado. Para ser claros, la transición de la brutalidad de las tres décadas de poder de Omar al-Bashir, que terminó en una
insurrección popular no violenta en 2019, a un gobierno civil democrático, estaba en un terreno inestable porque no había un Consejo Soberano electo.

Viñeta de
Nayer Talal Nayer, Etiopia

El entusiasmo por derrocar a al-Bashir se ha desvanecido y el conflicto por el poder ha aumentado las presiones políticas y las tensiones entre ambas partes; el futuro de Sudán es incierto, el golpe no fue una sorpresa, pero tampoco lo es la resistencia; las calles están llenas de manifestantes pacíficos a favor de la democracia y, aunque la eficacia de la no violencia está clara, el resultado está por ver.

Los leales a Al-Bashir han iniciado el golpe de Estado militar, que guarda cierto paralelismo con la ilegítima toma del poder de Trump y los esfuerzos criminales de sus leales. Pero las similitudes son limitadas; mientras que la mayoría de los oficiales que presionaron a al-Bashir en Sudán el mes pasado fueron arrestados, el Comité Selecto de la Cámara de Representantes para Investigar el Ataque al Capitolio de Estados Unidos del 6 de enero nos dijo que se haría justicia, aunque nueve meses después ninguna autoridad, ni siquiera Trump, han sido acusados por sus esfuerzos destinados a derrocar la democracia estadounidense.

Los leales a Al-Bashir en Sudán coreaban “abajo el gobierno del hambre”, al igual que el grito de Trump “¡Dejad de robarme [los votos]!”. Los primeros exigen reformas a la coalición Fuerzas por la Libertad y el Cambio, la sustitución del gabinete en el poder y un golpe de Estado que derroque al gobierno. En cuanto al segundo, según un reciente sondeo, el 66% de los republicanos cree que “las elecciones se amañaron y se le robaron a Trump”, mientras que solo el 18% cree que “Joe Biden ganó limpiamente”.

El Estado de derecho está siendo atacado en ambos países. Y al igual que Esopo da una lección sobre cómo mantenerse unidos, el pueblo de Sudán ofrece considerables recordatorios sobre la importancia del poder popular y el papel de la no violencia para salvaguardar las instituciones democráticas.

Es bastante fácil confiar en que los leales a Trump no hagan un intento repetido de insurrección, pero la evidencia sugiere lo contrario, y las amenazas políticas y la violencia de 2020 y 2021 deberían ser una llamada de atención.

Ha habido demasiados complots como para poder enumerarlos, al parecer en todos los niveles de gobierno; ha habido planes para secuestrar a Gretchen Whitmer, la gobernadora de Michigan, quien, en junio, dijo: “Las amenazas continúan, he mirado por mis ventanas y he visto grandes grupos de personas fuertemente armadas a menos de 30 metros de mi casa. Me he visto colgada en efigie. Hace días, en una manifestación había un cartel en el que se pedía ‘quemar a la bruja’”.

La Asociación Nacional de Juntas Escolares ha pedido al presidente Joe Biden  ayuda federal para investigar y detener las amenazas en una carta, en la que expone 20 casos de amenazas, acoso, interrupción y actos de intimidación en California, Florida, Georgia, Nueva Jersey, Ohio y otros estados. La junta argumenta que: “Como estos actos de malicia, violencia y amenazas contra los funcionarios de las escuelas públicas han aumentado, la clasificación de estas atroces acciones podría ser el equivalente a una forma de terrorismo doméstico y crímenes de odio”.

Estados Unidos y Sudán muestran diferentes etapas de división. El pueblo de Estados Unidos hace bien en aprender e implicarse con Sudán a través de la solidaridad. Todos los pueblos del mundo pueden presionar para que se congelen los activos y se prohíba viajar a los responsables del golpe, y agradecer al presidente Biden su rápida actuación al suspender 700 millones de dólares de ayuda a Sudán. Medidas no violentas pero coercitivas como éstas pueden presionar a los militares para que cedan a las demandas del pueblo. También podemos condenar enérgicamente el uso de la violencia política y la detención de presos políticos, que deberían ser liberados de inmediato.

Cuando observamos lo que ocurre en Sudán nos convertimos en mejores ciudadanos del mundo. Aprendemos sobre otras culturas y luchas, y aumentamos nuestra empatía hacia los demás. Debemos estar a la altura de las exigencias morales que nos exhortan a responder ante la injusticia que experimentan otras personas, que ganan fuerza gracias al aumento de la unidad. Pero también aprendemos valiosas lecciones para la protección de nuestra propia y frágil democracia. Mientras haya gente que amenace con una toma de poder violenta, también debe haber gente preparada para utilizar el poder de la lucha no violenta -para ampliar las voces del pueblo- y ofrecer resistencia frente a ellos.

Trump y al-Bashir pueden ser los leones. Pero nosotros somos los muchos bueyes que pueden frustrar sus ataques.

 


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