Caroline Dupuy, Middle East Eye, 3-8-2025
Traducido por Tlaxcala
En la década de 1960, más de la mitad de los judíos marroquíes abandonaron el país con la promesa de un futuro mejor en Israel. Middle East Eye habló con quienes decidieron quedarse en el reino norteafricano.
No es ningún secreto que muchos judíos dejaron Marruecos rumbo a Israel en la década de 1960, dentro de un programa sionista conocido oficialmente como Operación Yajín.
Una misión encubierta, diseñada por el Mossad y dirigida
por la Agencia Judía, la Operación Yajín buscaba aumentar la población judía
del recién proclamado Estado llevándolos desde Marruecos. En esa época se
desarrollaban operaciones similares en distintas partes del mundo.
Entre 1961 y 1964, se calcula que 97.000 judíos —el 54,6
% de la comunidad del reino— dejaron Marruecos. Antes de la operación, unos
225.000 judíos vivían en este país del norte de África.
Hoy en día, se estima que unos 160.000 judíos de origen
marroquí viven en Israel, constituyendo el segundo grupo migrante más numeroso
después de los judíos procedentes de las ex repúblicas soviéticas.
El aspecto menos conocido de este periodo lo encarna la
comunidad judía marroquí que permaneció —o que regresó de Israel después de
haber emigrado y vivido allí unos años. Ellos conforman los aproximadamente
2.000 judíos que viven actualmente en el país, la comunidad judía más grande
que queda en el norte de África.
El escritor judío marroquí Jacob Cohen describe a
esta comunidad, antes floreciente, como «una especie rara».
Nacido en 1944 en Mequínez, Cohen forma parte del pequeño
grupo que permaneció en Marruecos durante la migración masiva. Vio cómo su
comunidad se evaporaba ante sus propios ojos.
«Estaba convencido de que debíamos irnos, de que los
judíos marroquíes no teníamos futuro en Marruecos. Ese fue el gran éxito de las
organizaciones sionistas presentes en Marruecos», declaró a Middle East Eye.
Una cosa estaba clara, dijo: «No había antisemitismo
abierto; los pocos judíos que vivían en Marruecos no tenían problemas. Pero
existía este sentimiento generalizado de que el futuro ya no estaba allí, si no
para ellos mismos, al menos para sus hijos».
“Fue una tragedia”
Según diversas fuentes académicas, la Operación Yajín se
sustentó en un entendimiento entre el primer ministro israelí David
Ben-Gurión y el difunto rey de Marruecos Hasán II.
Para compensar a Marruecos por la pérdida de miembros
valiosos de su comunidad, Israel habría aceptado pagar 500.000 dólares, más 100
dólares por emigrante para los primeros 50.000 judíos marroquíes que partieron,
y 250 dólares por cada emigrante adicional. La organización con sede en Nueva
York Hebrew Immigrant Aid Society habría contribuido con 50 millones de
dólares a Yajín.
Fanny Mergui, de 80 años,
originaria de Casablanca, fue una de los miles que partieron en 1961. Recuerda
cómo los movimientos juveniles israelíes llegaron a Marruecos para convencer a
los judíos de emigrar y, a quienes como ella tenían el «perfil adecuado», a
unirse al movimiento.
«[Decían que] Marruecos era independiente [del dominio
colonial francés desde 1956], y que nosotros teníamos nuestro propio país
[Israel], que ya no teníamos razón para permanecer en Marruecos», contó a MEE.
Comenzó a asistir a los clubes juveniles creados por la
Agencia Judía, el brazo operativo de la Organización Sionista Mundial encargado
de fomentar la inmigración judía a Israel, cuando tenía 10 años. Estos clubes
eran una forma de difundir propaganda sionista entre la juventud.
«Vivía al ritmo de la cultura israelí: la patria, los
cantos de los pioneros, el socialismo, la libertad, la emancipación, la
fraternidad», relató.
La propaganda fue eficaz, y desde su casa en el barrio
histórico, Mergui estaba en el lugar perfecto para observar cómo se desplegaba
la operación.
«Mandaban autobuses enteros de aldeas a Casablanca, y
pasé mi infancia viendo a esa gente marcharse. Bastaba cruzar la calle y
estabas justo allí, donde atracaban los barcos, frente a nuestros ojos.»
Mergui describe el estado en que la gente se marchaba
como una «especie de psicosis de partida».
«Vi a toda esa gente salir de la medina —abuelas,
abuelos, jóvenes y mayores, con sus ollas de cuscús, cestas, especias, todos
llorando. Fue una tragedia. La gente no se marchaba con alegría en el corazón»,
recordó.
Los judíos estaban perfectamente integrados en la
sociedad marroquí mayoritariamente musulmana, a la cual habían pertenecido
durante más de 2.000 años.
«Los musulmanes marroquíes no nos atacaban, no nos decían
que nos fuéramos, al contrario», afirmó.
Sin embargo, en aquel momento, dijo Mergui, el movimiento
sionista y el proyecto migratorio prometían «modernidad» y acceso a un nuevo
mundo.
«Cuando me fui, en mi mente, y en la de muchos judíos
marroquíes, Israel siempre había existido. No pensábamos que íbamos a un país
que acababa de surgir. Para nosotros, era la Tierra Santa. Era nuestro país.
Era la tierra de la Biblia», dijo.
«Regresábamos a casa, punto. No entendíamos lo que
realmente estaba pasando. Me tomó toda una vida comprender lo que le ocurrió a
mi comunidad», añadió.
Regreso a Marruecos
Una fuente anónima bien informada dijo a MEE que,
además de viajar gratis a Israel, a los migrantes se les ofrecía un lugar
permanente donde vivir.
Sin embargo, una vez en Israel, los judíos marroquíes, al
igual que otros inmigrantes de países árabes, descubrieron que la realidad no
era la que el movimiento sionista les había descrito.
En Israel, los marroquíes fueron los primeros en formar
lo que se llamó los “barrios árabes”, según Mergui, quien los describió como “zonas
completamente desoladas”.
“Si querías un techo, tenías que construirlo tú misma”,
dijo, añadiendo que los judíos árabes eran los más pobres entre las comunidades
que llegaban.
El racismo entre comunidades y la desigualdad también
fueron un problema.
“Era una ideología colonial. Los judíos europeos, que
fueron los primeros en asentarse en Palestina desde Rusia en la década de 1880,
se consideraban superiores a nosotros y nosotros sólo podíamos ser ciudadanos
de segunda clase”.
No tardó en surgir la protesta entre los nuevos
inmigrantes.
“Los judíos marroquíes salieron a las calles con retratos
del rey Mohamed V, diciendo: “Queremos volver a casa”, pero eso no era posible;
era un viaje de ida”, explicó Mergui. Aunque Mohamed V murió en 1961, los
manifestantes usaban su imagen porque el difunto rey era conocido por haber
protegido a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se negó a
entregar a la población judía marroquí al régimen nazi.
Regresar a casa no era una opción fácilmente disponible
para la mayoría de los judíos marroquíes. Como la operación era clandestina, no
tenían documentos de viaje legítimos y su situación de pasaportes estaba ligada
a los acuerdos concluidos con Marruecos, explicó.
Después de la guerra árabe-israelí de 1967, la propia
Mergui deseó regresar a Marruecos y tuvo la oportunidad al convertirse en
dirigente de un club juvenil sionista que ayudaba a reclutar gente para el
movimiento.
“Estaba feliz, no porque fuera a trabajar para el
movimiento sionista, sino porque me dieron la oportunidad de cuestionar aquella
partida apresurada de Marruecos”.
Israel no era su hogar. “Estaba inmersa en una cultura
extranjera, que apreciaba, por supuesto —aprendí mucho, no lo niego. Me
politicé. Conocí jóvenes de todo el mundo”, contó.
Aunque antes veía el sionismo “como cualquier otro
movimiento colonial que necesitaba asentarse”, todo cambió para ella después de
1967 y de la ocupación por parte de Israel de los territorios palestinos.
“Empecé a darme cuenta de que ese era el verdadero
problema y a comprender lo que realmente estaba ocurriendo. Renuncié por
completo a vivir en Israel”.
Antes de regresar a Marruecos, Mergui estudió en la
Universidad de Vincennes, en París, donde conoció la historia de Palestina.
“Eso marcó mi trayectoria académica y política, y mi
conciencia se despertó”.
Durante su estancia en Francia, Mergui se involucró en
política, militando tanto en los Panteras Negras israelíes, un grupo que
buscaba justicia social para los judíos sefardíes y mizrajíes en Israel, como
en la causa palestina.
“Al borde de la extinción”
La opinión pública marroquí apoya abiertamente la causa
palestina y se opone al acuerdo de normalización firmado con Israel en 2020 —y
los judíos del reino parecen compartir una perspectiva similar.
La mayoría de los judíos marroquíes mantienen un perfil
político discreto; sin embargo, muchos miembros de la comunidad condenan las
acciones israelíes. Rabat es la ciudad natal de conocidos activistas propalestinos
de origen judío marroquí, como Sion Assidon, miembro fundador del
movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) en Marruecos.
No obstante, la política de Oriente Medio no es la única
razón por la que los judíos del país decidieron quedarse —o regresar.
Haim Crespin, nacido en la ciudad
norteña de Ksar el-Kebir en 1957, explicó que su decisión de permanecer en el
reino “no estuvo motivada políticamente”.
Era niño cuando ocurrió la migración masiva.
“Mi padre era comerciante, y teníamos una buena vida
aquí. Yo también abrí mi restaurante hace 25 años. No todos los motivos por los
que un judío decide quedarse en Marruecos se fundan en aspectos políticos”,
dijo a MEE.
El restaurador, que ahora vive en Rabat, defiende la
elección de su familia de permanecer en el país a pesar de algunas dificultades
que no considera exclusivas de Marruecos.
Mientras que algunos judíos entrevistados por MEE dijeron
percibir un aumento del antisemitismo en el reino, no existen datos fiables al
respecto. En cualquier caso, eso no es suficiente para obligar a la gente a
irse, señaló Crespin. “La gente se mueve por miedo, pero eso ocurre en todo el
mundo, entonces, ¿por qué marcharse?”
Cohen, en cambio, es pesimista sobre el destino de la
comunidad judía en Marruecos, que el escritor dice estar “al borde de la
extinción”.
Él mismo decidió irse a Francia tras haber encontrado,
según dijo, “ciertos problemas personales” cuando trabajaba como profesor
adjunto en Casablanca, lo que lo llevó a pensar que “los judíos marroquíes
tenían en general razón al no considerar que la sociedad marroquí fuera lo
suficientemente tolerante e igualitaria como para dar a los judíos los puestos
que merecían”.
Sin embargo, reconoce que el reino ha hecho esfuerzos por
salvaguardar la identidad judía histórica del país.
En 1997, la Fundación del patrimonio cultural judeo-marroquí
estableció en Casablanca el primer museo judío del mundo árabe, que aún
funciona hoy en día. La fundación ha preservado más de 167 cementerios y
santuarios judíos en todo el reino.
En 2011, la nueva constitución marroquí reconoció la
identidad hebrea como parte integral de la identidad marroquí, y en 2020, el
rey Mohamed VI aprobó la introducción de la enseñanza de la historia y la
cultura judías en las escuelas primarias. Un influyente consejero judío
marroquí del rey, André Azoulay, desempeñó un papel clave en resaltar la
importancia de este reconocimiento oficial.
“Se está haciendo todo para protegerla, apoyarla y
preservarla. Pero su final parece inevitable, y aunque sobreviva, será reducida
a su forma más simple”, afirmó Cohen.
“Nada puede hacerse contra este veredicto de la historia”,
añadió, destacando las grandes pérdidas que supuso la Operación Yajín.
“Del lado marroquí, todos perdieron. El país perdió una
comunidad potencial de uno a dos millones de personas que podrían haber
contribuido a su desarrollo, diversidad y armonía.
Del lado judío, fue la erradicación irreversible de una
civilización que tardó 15 siglos en formarse y florecer”.
Al describir el periodo migratorio, a Mergui le gusta
usar la metáfora de la gente que huye de un edificio en llamas.
“La comunidad judía marroquí estaba completamente
perdida. No tenía idea de lo que iba a ser de ella, era como estar en una casa
en llamas, y la gente huía”, dijo.
“Entonces, ¿qué haces? Pues corres como todos los demás”.
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