Tigrillo L. Anudo, 30-9-2025
El mundo es un manicomio. Tantas bestias desatadas no serán controladas ni por un Ejército de Salvación de la Humanidad. Se necesita un teatro de la crueldad para apenas sofocar el asalto a la razón que se apoderó de las sociedades humanas. Disrupciones performáticas, parálisis masivas, rompimiento de la normalidad, gritos generalizados por la verdad y la libertad, acciones audaces, desafío a los poderes. Hasta que la sensatez despunte cada mañana con la salida del sol.
La Organización de las Naciones Unidas -ONU- es un teatro de la simulación y la mentira. Nada significativo para la tranquilidad de las especies surge en ese instrumento de las elites corporativistas opresoras de la familia humana. Entidad sin autoridad ante los poderes militares y económicos. Entidad sin alma, sin pueblos raizales, sin representación de los oprimidos. Las voces de la vida, del agua, de lo sagrado, de lo ancestral, de la paz, de la niñez, del migrante, no tienen cabida allí.
Fracasó una vez más la diplomacia como lo dijo Petro en las calles de Nueva York. Desde hace dos años, el desfile de palabras por las alfombras de la ONU no ha podido atajar los ríos de sangre en los desiertos de Gaza. Desde su fundación hace 80 años, casi ninguna guerra ha podido prevenir. Las contiendas que estallaron terminaron en gran parte por la disuasión provocada por las mismas armas. Es tal la inoperancia de la ONU que los países confían más en la capacidad disuasiva de las armas nucleares o en alianzas estratégicas. Por eso se preocupan por desarrollarlas. País que no quiera sucumbir a la atarvanería de potencias agresoras muestra sus armas atómicas y supersónicas.
Al mundo lo rige la acumulación originaria. Sigue un patrón de conducta económica surgido hace seis siglos con la modernidad, albores del capitalismo. La avaricia y la codicia son los amos del planeta. Descubrieron que si se armaban hasta las orejas crecerían sus fortunas. Con aviones bombarderos, tanques, invasiones, se adueñaron de las riquezas de los continentes más atrasados en desarrollos tecnológicos. El mundo se dividió en el centro y la periferia, en primer y tercer mundo, en esclavistas y esclavos, en opresores y oprimidos. La lucha de clases (que ahora denominan polarización) se profundizó en el orbe. Del capitalismo liberal se pasó al capitalismo neoliberal, entonces se exacerbó la explotación del trabajo, la apropiación de los patrimonios públicos (propiedad de todos los habitantes) a través de las privatizaciones, de la corrupción y saqueo legalizados y tramitados en leoninas alianzas público-privadas.
El planeta se convirtió en una aldea global de chismorreos y desinformación para ocultar cómo funciona la economía orbital. El robo es la esencia de las dinámicas económicas. La expoliación de los recursos nacionales con el sello del libre comercio y el desarrollo económico. Los sistemas financieros, accionarios, industriales, comerciales, se articularon basados en una maraña de leyes que los favorecen ampliamente, en desmedro de los trabajadores (clases bajas y medias). Todas las actividades humanas están reguladas por una red digital. Una red técnica controla el poder. Somos esclavos observados y clasificados por algoritmos y datos.
Las políticas globales no son más que manuales de concentración de la riqueza y dominio político económico de los países más desarrollados sobre los más atrasados. Las políticas antiterroristas y antidrogas de los Estados Unidos son estrategias de penetración, injerencia y facultad para dominar y atacar a los países con bienes indispensables para las industrias del primer mundo.
Estas relaciones de subordinación entre los países y continentes ha generado un planeta donde predomina la ley de la selva, dominan los países más fuertes a los más débiles. Para legitimar y disimular esa atmósfera aberrante, desigual, de humillación e infamia, crearon la ONU. Y entre sus objetivos decretaron que se encargaría de conservar la paz del mundo. La ONU sabe que el belicismo ha conducido los destinos de esta aldea global, que la guerra es la empresa más próspera, ella vende en tiempo récord lo que tardan cientos de black fridays. El afán de la tasa de retorno no tiene ninguna compasión con los más vulnerables. Para montar una industria hotelera extensa con acceso al mar hay que aniquilar a más de dos millones de palestinos en Gaza. El anhelo de crear un gran Estado Israelí hace que el Estado de Palestina sea imposible en palabras del carnicero Netanyahu. Dice éste que “sería convivir con el enemigo al lado”, cuando lo han estado invadiendo y asesinando durante 78 años.
Un mundo con ese tipo de disfuncionalidades es bastante predecible. Las distopias de los años 30 y 40 del siglo pasado anunciaron el manicomio irracional que vivimos hoy. La vigilancia en las redes sociales, las persecuciones a los migrantes, un dictador sociópata como Trump, un matón como Netanyahu, un imbécil como Milei, un títere comediante como Zelensky. Varias películas previeron la pandemia del Covid 19, estallidos sociales, asesinatos políticos. El cine también advirtió sobre la proliferación de pistoleros solitarios. El sistema siempre revela los planes con anticipación. No es coincidencia, es un guion.
La ONU ha sido rebasada por una falsa civilización. Su inutilidad es abrumadora. Su burocracia es ofensiva. Su papel encubridor es bufonesco. Los grandes poderes pasan por encima de las reglas internacionales. El último discurso del presidente Petro en la ONU fue una honrosa y corajuda expresión de dignidad, fue el reproche de muchas voces, constituyó la descertificación hacia ese organismo desde los pueblos oprimidos del mundo.
En lugar de orden internacional hay un caos, impera la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda. No hay una autoridad planetaria que ponga orden, defienda la vida y la justicia universal. Como los héroes justicieros sólo existen en los comics, surgen héroes colectivos de carne y hueso que actúan una especie de teatro de la crueldad, entendido este no como derramamiento de sangre ni difusión del terror, sino como la manifestación del deseo de vivir bien, bajo principios básicos, sin desmedro de ningún ser humano. Se expresa con acciones audaces como la arenga callejera que hizo Petro en una calle de Nueva York. Se expresa en el deseo explícito de los manifestantes peruanos que quieren incendiar el Congreso corrupto en Lima, a la manera como hizo la Generación Z en Nepal [y como lo está haciendo en Indonesia, Filipinas, Paraguay y Marruecos, NDLR]. Se expresa en la rebelión de los puertos italianos que se niegan a embarcar armas genocidas hacia Israel. Se expresa en la decisión de los gobiernos de España e Italia de acompañar con buques de guerra la flotilla humanitaria que se dirige hacia Gaza. Se expresa en los bloqueos que los hutíes de Yemen hacen a los barcos que comercian con Israel, también en sus ataques con armas precarias a las costas de este país. Se expresa en las multitudinarias marchas por la libertad palestina en Australia y Gran Bretaña. Se expresa en la toma de la fibra sensible del poder (la red digital) realizada por los hackers Julián Assange (WikiLeaks) y Edward Snowden quien reveló la existencia de programas de vigilancia mundial.
El teatro de la crueldad está tomándose las calles ante el fracaso de la ONU. Son los pueblos del mundo los que pueden detener la irracionalidad fascista que hace metástasis en el planeta. Los hombres dionisiacos y prometeicos están saliendo de sus madrigueras. Las antorchas disruptivas prometen incendiar la pradera y los mares. La cara de Nosferatu de Netanyahu arde ya en una pira. Israel está siendo sentenciado a un porvenir incierto. Para despertar un mundo hipócrita y falaz se necesitan miles de Petros tomándose las calles de las grandes ciudades. Para pellizcar un planeta donde reinan los estúpidos debe irrumpir con más fuerza el teatro de la crueldad, para destrozar la falsa realidad con su conciencia extrema, su alta humanidad, su excelsa lucidez, su pureza incomprendida.

Sin crueldad no podrá continuar la vida en el planeta. Aceptarla es defender desde imágenes y escenas el deseo de vivir con solidaridad y empatía. La crueldad es la representación que trastorna, la descripción de la esencia de la existencia humana, la incitación a vivir genuinamente, el desenmascaramiento de toda impostura, hipocresía, falacias, nimiedades, infamias, incoherencias. La sociedad superficial burguesa está destruyendo la dignidad humana.
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