05/09/2025

LYNA AL TABAL
El último de los reyes: Netanyahu , prisionero de la ilusión de la inmortalidad y cavador de su propia tumba

Desde las leyendas de los reyes devorados por la arrogancia — Gilgamesh, que buscó la inmortalidad, y Nerón, que jugó con fuego — en cada época nace un rey que se cree por encima de los hombres. 
En Israel, su nombre es Benjamín Netanyahu, “Bibi, rey de Israel”… Netanyahu cree realmente que es un rey bíblico que llegó por error al siglo XXI… Un rey que posee todas las formas de guerra.

 Emad Hajjaj

Y cuando los soldados caen en las fronteras de Gaza, o los civiles en Beirut, el rey sonríe… y les dice a sus súbditos que esa sangre es el precio de la seguridad. Les recuerda que es indispensable, que solo él tiene la llave de la salvación.

Es el último de los reyes de Israel, un rey de papel, que gobierna un reino que se desmorona desde dentro. 

Netanyahu construyó su gloria sobre las ruinas de la paz…

Su política se asemeja a una antigua maldición: cada vez que se acerca a una tregua, estalla una nueva guerra… Para él, la paz es la guerra perpetua…

Un rey sin sabiduría — así lo habría descrito Ibn Jaldún; porque cuando un rey carece de razón y discernimiento, se convierte en una desgracia para sí mismo y para su pueblo.
Que invoque entonces el espíritu de Golda Meir: ella le dirá que el vacío no devora Gaza. Se reirá en su cara y dirá: “¡Bien hecho, Bibi! Nos trajiste la misma estupidez de siempre. ¿No sabes que ese vacío engendrará generaciones más fuertes? ¿No sabes que cada muro que destruyes en Gaza se convertirá en una lápida para ti y para tu reino de papel?”
¿Todavía sueñas con el Gran Israel, Bibi? Es un reino de cenizas, que crece con sangre y se apaga también con sangre.
Esta guerra debe terminar de inmediato. Ningún trono se mantiene sobre la sangre, ningún ejército escapa a la maldición de los niños hambrientos o enterrados bajo los escombros. Tu única salida es un intercambio de prisioneros y una retirada.
Aquí tampoco, en el Líbano, nadie habla de los prisioneros… Miren al Líbano: aquí no hay un solo rey, sino una manada de reyezuelos. Aficionados al poder que ni siquiera dominan los rituales del gobierno, y que solo practican el silencio como costumbre diaria… 19 prisioneros libaneses están en cárceles israelíes, y nadie menciona sus nombres. Silencio… El presidente ocupado cortando cintas en festivales, el primer ministro tomándose fotos con Amr Diab, y los ministros compitiendo en la televisión… Silencio con todo.
Sabe que una sola foto de un prisionero liberado es más poderosa que todos sus tanques y su arsenal, y que la sonrisa de Maruan Barghuti podría derribar su trono, que le costó décadas de sangre.
Al final, Netanyahu no negocia por sus prisioneros ni por el futuro de Gaza. Negocia solo por la duración de su trono… y por su poder. 
Ese poder que adora lo aplastará al final.

Es una copia de Trump en su obsesión con todo lo que es “tendencia”… Ambos prisioneros de la ilusión de la inmortalidad a través de grandes titulares y trofeos huecos. Viven en una era digital en la que creen que la historia es una aplicación que se puede programar, o un algoritmo que se puede engañar…

Pero la historia lo registra todo. No responde a los deseos de los reyes ni a los sueños de los narcisistas. Es un juez silencioso… La historia escribirá sobre ellos, sin duda, y consignará su estruendosa caída.

En la noche de Gaza, Netanyahu teje los hilos de su nueva invasión… Las anteriores no le bastaron. Quiere borrar edificios y arrancar a los seres humanos, para que se conviertan en espectros errantes en el exilio. Lo llama “salida voluntaria”, pero el derecho internacional lo llama por su verdadero nombre: desplazamiento forzoso, crimen de guerra, crimen de lesa humanidad (según los Convenios de Ginebra de 1949 y el Estatuto de Roma de 1998).

¿Pero acaso Netanyahu no aprendió nada de los generales del vacío y la estupidez? 

Mira la calle israelí hervir… Las manifestaciones llenan las plazas, las pancartas gritan: “Basta ya, se acabó el juego, Bibi”… La guerra con la que prometiste la victoria a tu pueblo se ha convertido en una pesadilla que devora a tus soldados y deja a las familias en duelo perpetuo.

No hay ocupación de Gaza, ni ilusiones de un reino bíblico… Comprende que “se acabó el juego”. ¿No te diste cuenta de que Gaza no es un pequeño campamento que tus tanques puedan ocupar? ¿No entendiste que Gaza es una bestia que respira desde debajo de los escombros? Tu única salida ahora es reconocer la realidad y apresurarte a abrir la puerta… Acepta el acuerdo ahora… Un acuerdo para devolver a los prisioneros y una retirada que salve lo que queda de la imagen de tu ejército hundido en la arena.

Netanyahu, rey bíblico obsesionado con la inmortalidad y no con sus soldados, prefiere dejar a los prisioneros de su país fundirse en la oscuridad de los túneles de Gaza antes que enfrentar el momento de la verdad… Los lanza a la hoguera de la política para ganar un día más en su trono.

¿Quieren saber cuán afortunado es Netanyahu? La “yerida”, la emigración fuera de Israel de intelectuales de izquierda y liberales es el “premio gordo” que ganó… Ellos no se fueron por amor a Gaza ni para defenderla; se fueron porque no podían soportar la política del rey… Los “molestos”, como los llamaba, finalmente se marcharon…

Ahora solo queda el país para él y su corte rabínica: el rubio Smotrich y el bufón Ben Gvir. Un dúo de comedia negra que acompañará a su rey en su último viaje hacia La Haya.

Este no es un artículo sobre Netanyahu presentándose como rey de la historia, sino un artículo sobre la pesadilla del rey: el día en que se firme el acuerdo.  Cuando los rostros regresen de las celdas de la oscuridad: Maruan Barghuti, con la mano levantada en señal de victoria; Ahmad Saadat, con su kefia roja… y Abdallah Barghuti, con su mirada firme.

Estas imágenes por sí solas desmantelarán toda una narrativa, harán que la historia regrese para cruzar pasado y presente, y serán testigos del colapso del poder real… Netanyahu lo sabe… muy bien. 

El final de Netanyahu no vendrá de sus enemigos. Caerá por la mano de un aparato de poder estúpido que él mismo diseñó… Del caos que construyó como herramienta de dominio y que se convirtió en una máquina de caída.

El destino de Netanyahu ya comenzó hace tiempo, camina hacia él como un rey ciego. 

Es un rey sin sabiduría, ignorante de que la inmortalidad que persigue es su nombre grabado en el muro del colapso final.

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