Andrew Quilty
(fotos) y Matthew
Cole, The
Intercept, 5/10/2021
Traducido
del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
Antes de que los talibanes se hicieran con el control de
Kabul en agosto pasado, los comandos afganos respaldados por Estados Unidos,
conocidos como Unidades Cero, eran los fantasmas del campo de batalla afgano.
Junto con sus asesores de la CIA, eran muy temidos y, en los últimos años,
prácticamente invisibles.
Los afganos que esperan entrar en el aeropuerto
internacional Hamid Karzai son contenidos por combatientes de la infame unidad
paramilitar respaldada por la CIA conocida como la 01, en Kabul el 24 de agosto
de 2021
Pero en las frenéticas y violentas semanas que
transcurrieron entre la victoria de los talibanes y la retirada del ejército
estadounidense, los combatientes pertenecientes a una Unidad Cero conocida como
la 01 -y otras milicias vinculadas conocidas colectivamente como Unidades
Nacionales de Ataque, o UNS- ayudaron a los estadounidenses en la seguridad del
aeropuerto internacional Hamid Karzai. Al hacer disparos de advertencia día y
noche, los combatientes de la 01 trataban de acorralar y registrar a las
multitudes de afganos y extranjeros que trataban de entrar en el aeropuerto
para embarcar en los vuelos de evacuación, mientras que los combatientes
talibanes luchaban aquellos días por mantener el control en otras entradas del
aeropuerto.
Una noche de finales de agosto, un comandante afgano de la
01 cuyos combatientes custodiaban la puerta noroeste del aeropuerto pidió a un
periodista de The Intercept que tomaba fotografías que se
identificara ante el controlador estadounidense del combatiente. El
controlador, que llevaba una gorra de béisbol y una pistola atada a la cintura,
sugirió que si el periodista quería salir en un vuelo de evacuación, debía
hacerlo de inmediato. Tengo que evacuar enseguida, dijo el hombre, a “mis
chicos”, refiriéndose a los combatientes de la 01. Después, la puerta se iba a
cerrar definitivamente. El estadounidense se dirigió entonces al comandante de
la 01 y le explicó el valor que los ciudadanos del país, al que él y sus
combatientes iban a volar pronto, daban a la prensa libre.
La CIA dio prioridad a la evacuación de los miembros de la
Unidad Cero de Afganistán, sacando en avión hasta 7.000 de los antiguos
comandos y sus familiares, mientras se dejaban atrás miles de exempleados
vulnerables del gobierno y del ejército de Estados Unidos, activistas de los
derechos humanos y trabajadores humanitarios. Los comandos de la UNS se negaron
a permitir que una exintérprete del gobierno estadounidense atravesara las
puertas del aeropuerto a menos que les diera 5.000 dólares por ella, su marido
y sus tres hijos, informó Al Jazeera. La mujer, que
dijo que ella y sus familiares fueron golpeados por miembros de la UNS en el
aeropuerto, no podía permitirse pagar ese soborno. Dos exmiembros de otra
unidad militar entrenada por Estados Unidos, la KKA o Unidad Especial Afgana
del Ejército Nacional Afgano, dijeron a The Intercept desde un piso
franco en Kabul que no se hizo ningún esfuerzo formal para evacuarlos, y que
los miembros de la unidad que pudieron embarcar en los vuelos lo habían
conseguido a través de conexiones personales. Los dos exmiembros habían sido
rechazados por los milicianos de la 01 después de acercarse a la puerta
noroeste del aeropuerto. Desde entonces, dijeron, al menos cuatro miembros del
KKA habían sido localizados por combatientes talibanes y asesinados.
La capacidad de la CIA para evacuar a sus aliados parece
haber superado con creces la de otras entidades gubernamentales estadounidenses
e indica su papel fundamental en la guerra. La agencia evacuó hasta 20.000 “socios” afganos
y sus familiares, informó el Washington Post, casi un tercio de los
60.000 afganos que Estados
Unidos ha acogido en total. La CIA no ha respondido a una solicitud de
comentarios.
La mayor parte de la cobertura sobre los esfuerzos de la
CIA ha sido elogiosa. Pero las Unidades Zero eran conocidas por sus mortíferas
incursiones nocturnas que mataron a un número incalculable de civiles en todo
Afganistán. The Intercept ha documentado diez incursiones llevadas a
cabo por la 01 en la provincia de Wardak, al suroeste de Kabul, en las que
murieron al menos 51 civiles, incluidos varios niños, muchos de ellos con
disparos efectuados a corta distancia, en asaltos tipo ejecución. La mayoría de
las misiones de la 01 estaban dirigidas por un pequeño número de “asesores” de
la CIA, como eran conocidos por sus combatientes afganos, o por fuerzas
especiales estadounidenses cedidas por el Mando Conjunto de Operaciones
Especiales del Pentágono.
“Estados Unidos no debería ofrecer refugio a quienes
cometieron crímenes de guerra o graves abusos contra los derechos humanos”,
dijo Patricia Gossman, directora asociada de la división de Asia de Human
Rights Watch, que escribió un informe sobre los abusos de las unidades. “En Afganistán, estas fuerzas nunca han
rendido cuentas por sus acciones, que incluyeron ejecuciones sumarias y otros
abusos. Estados Unidos y cualquier otro país que reasiente a miembros de estas
unidades debe examinar a los que llegan e investigar su posible participación
en violaciones de los derechos humanos”.
La mayoría de los miembros de la Unidad Cero fueron trasladados
en avión a Qatar, donde los oficiales paramilitares de la CIA trabajaron para
conseguir que sus antiguos colegas afganos fueran enviados a Estados Unidos,
según un ex alto funcionario de inteligencia estadounidense con conocimiento
directo de la operación. Los excomandos afganos están alojados en bases
militares estadounidenses, incluidas dos en Virginia y Nueva Jersey, y en la
base aérea de Ramstein, Alemania, mientras esperan su reasentamiento, según han
informado el ex alto funcionario estadounidense, dos ex altos funcionarios de
inteligencia afganos y un excomando de otra unidad afgana que fue evacuado a la
misma base estadounidense que algunos miembros de la Unidad Cero. Otro pequeño
grupo de miembros de la Unidad Cero se encuentra en los Emiratos Árabes Unidos,
pero se espera que lleguen a Estados Unidos dentro de unas semanas, dijo uno de
los exfuncionarios afganos a The Intercept. Ambos exfuncionarios afganos
dijeron que han hablado con familiares que antes pertenecían a las Unidades
Cero y que ahora están en Estados Unidos.
Conocidas en el gobierno estadounidense como los mohawks,
las Unidades Zero comenzaron como una fuerza de comandos irregulares controlada
por la CIA. La agencia de inteligencia entrenó a los equipos para que actuaran
como guerrilleros desde pequeños puestos de avanzada estadounidenses,
principalmente en el norte y el este del país, cerca de la frontera con
Pakistán. Gran parte del objetivo original del programa era posibilitar que la
CIA realizara incursiones transfronterizas en Pakistán, una actividad
políticamente peligrosa y raramente aprobada para el personal estadounidense.
Las Unidades Cero permitían a Estados Unidos realizar
operaciones discutibles y evitar la rendición de cuentas, y eran similares en
algunos aspectos al programa Phoenix de la CIA durante la guerra de Vietnam.
Para ese programa, la agencia creó Unidades Provinciales de Reconocimiento
(UPR) compuestas en su mayoría por guerrilleros survietnamitas dirigidos por
comandantes estadounidenses. Al igual que las Unidades Cero afganas, las UPR
recogían información y asesinaban a los sospechosos de pertenecer a Viet Cong.
En 2010 el gobierno afgano firmó un acuerdo con la CIA
para convertir las UNS en un órgano conjunto con el antiguo servicio de
inteligencia de Afganistán, la Dirección Nacional de Seguridad, o DNS, según
los dos ex altos funcionarios afganos que participaron en el acuerdo. Aunque
las misiones serían dirigidas conjuntamente, las unidades siguieron siendo
financiadas exclusivamente por el gobierno estadounidense, dijeron los dos
exfuncionarios afganos a The Intercept. El cambio permitió a la CIA
alegar una negación plausible frente a las acusaciones de abusos de derechos
humanos o crímenes de guerra.
Pero en 2019, el más alto funcionario de defensa de
Afganistán, el entonces asesor de seguridad nacional afgano Hamdullah Mohib,
dijo a The Intercept que la 01 estaba controlada por la CIA.
“Francamente, no soy plenamente consciente (...) de cómo trabajan”, dijo
entonces. “Hemos pedido que se nos aclare cómo se producen esas operaciones,
quiénes están involucrados, cuáles son sus estructuras, cuándo se crearon, por
qué no están bajo control afgano…”
Justo después de que el presidente Joe Biden tomara
posesión de su cargo en enero, la CIA concedió a la DNS el presupuesto de un
año y dijo que la agencia ya no iba a apoyar a las Unidades Cero ni seguiría
financiándolas, según declaró a The Intercept un antiguo funcionario de
la inteligencia afgana.
Referencia a la
Unidad Cero pintada con espray el 6 de septiembre de 2021 dentro de la base
Eagle, a pocos kilómetros al noroeste del centro de Kabul, donde la CIA y la O1
tenían su base antes de la retirada estadounidense de Kabul
La
base Eagle, el extenso complejo de la CIA y la 01 en la ladera de una colina al
noreste de Kabul, solía estar vedada a todos, excepto a los aliados más
cercanos de Estados Unidos.
Desde
la carretera, los transeúntes podían ver un campo de tiro excavado en la ladera
de la colina y una estrecha carretera que serpenteaba hasta un grupo de
estructuras de color beige. Menos visible era el complejo de hangares para
helicópteros, depósitos de munición y cuarteles, así como el antiguo lugar
negro de la CIA conocido como el Hoyo de la Sal, donde se realizaban
interrogatorios y torturas en los primeros años de la guerra.
La
seguridad del perímetro era extrema, incluso para los estándares de Afganistán.
Una zanja rodeaba un muro de tierra de dos metros de altura. A continuación,
había una alambrada de concertinas, bolardos rojos descoloridos unidos por
cables de acero y un muro de barro y hormigón de 3 metros rematado con más
alambre con concertinas, con puestos de guardia levantados cada 300 pies. Los
focos iluminaban toda la circunferencia por la noche.
Antes
de 2019, los combatientes de la 01 salían de la base Eagle en convoyes de
vehículos para las misiones nocturnas. Eso cambió cuando los convoyes en dos
misiones de Wardak sufrieron embocadas, según un antiguo oficial antiterrorista
de la DNS que solía acompañar a la 01 en sus incursiones en la provincia. A
partir de entonces, casi todas las misiones de la 01 se llevaron a cabo en
Wardak a bordo de helicópteros Chinook estadounidenses. Los residentes que
viven cerca de la base Eagle dijeron a The Intercept en 2019 que oían el
ruido distintivo de los helicópteros de doble rotor varias veces a la semana,
que partían a primera hora de la tarde y regresaban antes del amanecer. Por lo
demás, rara vez se veía a los combatientes de la 01.
Pero los talibanes sabían quiénes ocupaban la base Eagle.
El 25 de julio de 2019, un coche bomba con un suicida tuvo como objetivo a los
oficiales de la CIA que viajaban en Toyota Land Cruisers sin distintivos y
estaban llegando a la puerta, dijo el portavoz talibán Zabihullah Mujahid en
una entrevista ese año. Los residentes locales confirmaron que ese día se
produjo un atentado contra Land Cruisers blancos en la puerta del complejo. El
incidente atrajo poca atención de los medios de comunicación. Un portavoz de
Resolute Support, la ya desaparecida misión militar de Estados Unidos en
Afganistán, dijo a The Intercept que no tenía constancia de ninguna baja
militar extranjera en Kabul ese día. La CIA declinó hacer comentarios.
Decenas de vehículos
civiles y militares calcinados en el interior de la base Eagle de la CIA el 6
de septiembre de 2021. Un depósito de municiones, una armería y varias otras
estructuras también fueron destruidas por explosivos e incendios antes de la
salida de Estados Unidos.
Los
combatientes talibanes han ocupado las amplias instalaciones desde que parte de
ellas fueron destruidas por el fuego y los explosivos en los últimos días de la
retirada militar estadounidense de Afganistán a finales de agosto. A principios
de septiembre, una semana después de que el último avión militar estadounidense
partiera de Kabul, combatientes talibanes, vestidos con una versión más oscura
de los trajes de faena con el mismo patrón de rayas de tigre que lleva la 01,
escoltaron a los periodistas por las ruinas de la base Eagle, guiándolos por
zonas que, según dijeron, habían sido limpiadas de minas terrestres y trampas
explosivas que habían dejado allí los estadounidenses y sus socios afganos.
Los
combatientes pertenecían a la Brigada “Badr” 313 de los talibanes, una unidad
de comandos de élite que recibe su nombre de la batalla de Badr de hace 1.400
años, cuando se dice que el profeta Mahoma venció a las fuerzas enemigas con
sólo 313 hombres. Los dirigía un miembro talibán de unos 40 años que hablaba
inglés y llevaba ropa tradicional, gafas de sol y una mascarilla quirúrgica.
Casi
dos semanas antes, en el anochecer del 26 de agosto, un ataque suicida en el
aeropuerto y los disparos posteriores acabaron con la vida de alrededor de 170
personas, entre ellos 13 miembros del ejército estadounidense. Los habitantes
de Kabul estaban en vilo. Cuando otra enorme explosión pudo escucharse en toda
la ciudad antes de la medianoche, muchos temieron que se hubiera producido un
segundo ataque mortal. Pero esa explosión era una detonación controlada de las
varias que destruyeron depósitos de municiones, armerías y vehículos, así como
varias instalaciones dentro de la base Eagle que la CIA no quería dejar a los
talibanes una vez que la Agencia la abandonó finalmente. Brian Castner, asesor
principal de Amnistía Internacional para casos de crisis en materia de armas y
operaciones militares y antiguo oficial de desactivación de explosivos de las
Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, dijo que las fotos de The Intercept
del lugar sugerían “una retirada muy precipitada y desordenada”.
Toda
una constelación de balas, morteros y granadas ensuciaban los cimientos
carbonizados de los depósitos de municiones destruidos por el fuego. En el
armazón quemado de lo que parecía ser una armería, cañones de Kalashnikovs,
ametralladoras PKM y DShK alimentadas por cinta, lanzagranadas propulsados por
cohetes y tubos de mortero yacían amontonados como palos de golf.
En
el interior de un edificio de dormitorios, los característicos uniformes con
rayas de tigre de las Unidades Zero colgaban de ganchos o estaban tirados por el
suelo. En una taquilla de acero, entre los embalajes desechados de aparatos
tácticos y las fotos de pasaporte de una joven familia, un parche militar en
forma de pentágono rezaba “El Escudo & las Espadas de Afganistán, UNS
(01)”.