Affichage des articles dont le libellé est Español. Afficher tous les articles
Affichage des articles dont le libellé est Español. Afficher tous les articles

17/06/2025

REINALDO SPITALETTA
Sancocho de sangre a la colombiana

Reinaldo Spitaletta, Sombrero de mago, 17-6-2025

Somos un sancocho de sangre desde tiempos remotos, antes de que los artesanos Galarza y Carvajal le propinaran hachazos a Uribe Uribe, y antes también de que Arturo Cova declarara que había jugado su corazón al azar y se lo había ganado la violencia. Seguro las guerras y guerritas civiles del siglo XIX nos abonaron la mentalidad para resolver a la fuerza y a bala, o a machetazos o cuchillo, como en Palonegro, las diferencias políticas y sociales. Y las de otra índole, como las del bolsillo y la tierra.

Los asesinos del hombre que escribió un libro prohibido por sectores eclesiásticos (De cómo el liberalismo colombiano no es pecado) pasaron a convertirse en actores del que se considera el primer largometraje filmado en Colombia: El drama del 15 de octubre, de los Hermanos Doménico. La película (muda, claro) fue considerada “inmoral” y “glorificadora” del magnicidio por las imágenes del líder asesinado y las de sus verdugos Leovigildo y Jesús, de los que también se compuso, hasta donde se sabe, un bambuco: “Asesinos Galarza y Carvajal / que matasteis a Uribe Rafael…”.

  
Se corrió entonces a destruir el filme, mientras se quedó en el misterio quiénes hubo detrás del asesinato. Y así hemos transcurrido desde entonces y desde mucho antes. Después, en ese caldo terrorífico que hoy seguimos tomando, llegaron los muertos de las bananeras, decenas de trabajadores mandados al más allá por el gobierno de Miguel Abadía Méndez y la United Fruit Company. Eso poco importó, al fin de cuentas eran solo trabajadores.


Bueno, digamos que al aún joven Jorge Eliécer Gaitán sí le importó el asunto y después de su investigación pudo decirle con propiedad a oligarcas y matones que “el gobierno colombiano tiene la metralla homicida para el pueblo y la rodilla en tierra ante el oro americano”. Y también lo mataron, y pusieron a un cualquiera, al albañil Juan Roa Sierra, a dispararle, cuando detrás estaba la conspiración, los cerebros del mal, los auténticos asesinos, que tampoco la historia ha podido condenar.

Y a todos nos ganó la Violencia. Llegaron los “pájaros”, los chulavitas, los cortadores de cabezas, los del corte de franela y de corbata, los bandoleros, los que mandaban a los bandoleros… Y así hemos discurrido, con cadáveres en los ríos, en los montes, en la ciudad. Y si hubo tiempos en que matar liberales no era pecado, también los hubo en que matar indios no era delito, y así los pusieron en la escena de tierra arrasada. Por el Cauca, por el Amazonas, por los Llanos…

Hemos tenido de todas las sangres. Guerrillas liberales, luego las de vestuarios marxistas-leninistas-maoístas, y de otras indumentarias. Y el cielo de Marquetalia, del Pato y Guayabero se llenó de bombarderos. Todo bien, papá, hay que acabar con las “repúblicas independientes”. Qué revuelto de balas y masacres. Cuánta acción delincuencial nos ha tocado, secuestros, vacunas, extorsiones, y los que se declararon “héroes” frente a la “subversión” y se robaron las mejores tierras y jugaron al fútbol con las cabezas cercenadas de las víctimas.

Y así hemos transcurrido, con discursos incendiarios, con presuntas “seguridades democráticas”, con los “falsos positivos”. Con magnicidios, con atentados, con carro-bombas, con narcoterrorismo y paramilitarismo y grupos de “limpieza social” y los de “muerte a secuestradores”: lo dicho, un sancocho sangriento. Y como si fuera poco, continúan los discursos guerreristas, los que convocan a la matazón y al “balín”, como lo grita un precandidatucho fascista que cree que todo es solucionable con “candela” e hijueputazos.

El atentado contra el precandidato Miguel Uribe es la continuación de una vieja película que puede remontarse a la de Galarza y Carvajal, o, de otro modo, a los que tuvieron que estar detrás del telón del crimen y permanecieron en la impunidad. La herencia de la resolución irracional de las contradicciones sociales y políticas a punta de hachazos, balazos, machetazos, continúa cobrando su cuota de sangre.

Abundan los Roa Sierra, manipulados por los grandes criminales en la sombra. Sigue bebiéndose el caldo de cultivo de los sicarios, herencia, además, de tiempos que aún no se acaban, conectados con las mafias, con el lumpen burgués y el lumpen de los bajos fondos. Hay un mercado de la ignominia, en el que los desahuciados de la fortuna son utilizados como carne de cañón y como protagonistas de un sistema de inequidades.

Nos aplastó la violencia, cultivada por los que consideran al pueblo como una nadería que se puede pisotear. O utilizar como activistas de la muerte. Y mantener en la noche de la ignorancia y las carencias intelectuales y materiales. Es muy fácil decir “bala es lo que hay y bala lo que viene” como una manera de preservar el miserable “statu quo”. Estamos en una vorágine sangrienta, que tiene historia, y que parece no tener fin. La violencia nos devoró el corazón.

16/06/2025

TIGRILLO L. ANUDO
Colombia: ¿Qué más irán a hacer?

Tigrillo L. Anudo, 16-6-2025

El atentado al senador Miguel Uribe Turbay es otra acción más del plan sedicioso para desestabilizar el gobierno de Gustavo Petro. La oposición se vale de ese hecho para reagrupar sus bases sociales, para seguir expeliendo veneno y odio contra la democracia y el progresismo, para precipitar una crisis generalizada (dar la sensación de caos), un clima de “ingobernabilidad”, una crisis institucional con posibilidades de un golpe de Estado, finalmente conquistar el triunfo electoral en 2026.


El ala más oscura del poder político-empresarial-narco planea y ejecuta el crimen. Las otras alas o sectores se encargan de utilizar el impacto emocional que produce para capitalizarlo en propaganda sucia y nuevas acciones que buscan configurar un país con descontrol administrativo.

“La marcha del silencio” fue otra acción derivada del atentado, la misma que se convirtió en una grotesca manifestación electoral. No hubo silencio para rechazar la violencia y apoyar con respeto a una vida que se debate en una UCI. Al contrario, hubo apología a la violencia con arengas, insultos, expresiones de intolerancia.

La oposición no hace política responsable. Al carecer de argumentación racional sólida para ofrecer al electorado, acude a explotar la emocionalidad de las personas y a las estrategias de sedición. ¿Qué más irán a hacer? Pues más de lo mismo. El riesgo de esta forma de hacer política es que recurran a acciones más mezquinas y peligrosas.

Sólo piensan en un fin: recuperar el control del Estado para volver a saquear el presupuesto público. Y en ese camino, el fin justifica los medios. Si hay que sacrificar alfiles de sus propias filas políticas, pues lo seguirán haciendo. Y si hay que volver a producir un baño de sangre con elementos de las filas contrarias, pues tampoco lo dudarán. No habrá líneas rojas ni acatamiento a cualquier norma decente.

El aparato criminal que domina a Colombia tiene tentáculos transnacionales. El plan sedicioso de la oposición política cuenta hasta con la colaboración del secretario de Estado de los Estados Unidos, además de otros brazos asociados al narcotráfico, las esmeraldas y la venta de armas, que se sienten golpeados con todas las toneladas de polvo blanco que le han sido confiscadas.

El momento que vive Colombia es el de una radicalización de la lucha entre el bien y el mal. Puede sonar maniqueo, pero así es. Es más que una lucha política de clases, es más que una batalla entre la concepción neoliberal despojadora de derechos y la concepción de un eficaz Estado Social de Derecho. El momento actual es el de una confrontación ética, estética y cultural. Se oponen los valores sagrados de la vida, la preservación de la naturaleza, la paz, la justicia social y todos los derechos derivados de ésta, contra los disvalores del “todo vale”, “resolvamos los conflictos con balines”, “maten al sicario de Miguel Uribe”, “la consulta popular es ilegal”, “la paz total es un fracaso”, “expulsar al guerrillero del Palacio”.

Claro que es una lucha entre el pueblo empobrecido y explotado contra grupos de poder que se enriquecen cada vez con la plusvalía y los recursos que arrebatan a las mayorías trabajadoras. Es la lucha del bien común contra el mal de minorías saqueadoras. No se trata de izquierda o derecha, ni de Petro o Uribe, sino del buen vivir de los colombianos asaltados en sus derechos.

¿Qué más irán a hacer? Cualquier locura se puede esperar de una oposición fanática, de una Delincuencia Política Organizada, de todas esas fuerzas reaccionarias nucleadas en torno al propósito de sacar del gobierno a los “comunistas” para volver a detentar el poder.

El mundo delira con guerras, asesinatos políticos, genocidios, confabulaciones, codicias sin límites. Colombia delira con lo mismo.

Una estrella apagada: Parnia Abbasi, joven poetisa iraní, asesinada por Israel

Fausto GiudiceTlaxcala , 16/6/2025

Uno de los misiles lanzados sobre Irán por Israel en la noche del 12 al 13 de junio alcanzó un edificio residencial del oeste de Teherán, el complejo Orquídea, en la calle Sattar Jan. El objetivo era el profesor Abdulhamid Minushehr, científico nuclear que enseñaba en la Universidad Beheshti. El misil destruyó las plantas tercera, cuarta y quinta del edificio. Entre las víctimas “colaterales” se encontraba toda la familia Abbasi: Parnia, de 23 años, su hermano Parham, de 16, y sus padres Parviz, profesor jubilado, y Massoumeh, empleada de banca jubilada. Parnia daba clases de inglés, trabajaba en el Bank Melli y era poetisa.

La estrella apagada

 

Lloré por los dos

por ti

y para mí

 

soplas en

las estrellas, mis lágrimas

 

en tu mundo

la libertad de la luz

en la mía

La persecución de las sombras

 

tú y yo llegaremos a un final

en algún lugar

el poema más bello del mundo

se calla

 

empiezas

en algún lugar

para llorar el

murmullo de la vida

 

pero acabaré

Me quemo

Seré esa estrella apagada

En tu cielo

como el humo

 

ستاره‌ی خاموش

 

برای هر دو گریستم

 

برای تو

 

و خودم

 

ستاره‌های اشکم را

 

در آسمانت فوت می‌کنی

 

در دنیای تو

 

رهایی نور

 

در دنیای من

 

بازی سایه‌ها

 

در جایی

 

من و تو تمام می‌شویم

 

زیباترین شعر جهان

 

لال می‌شود

 

در جایی

 

تو شروع می‌شوی

 

نجوای زندگی را

 

فریاد می‌کنی

 

در هزار جا

 

من به پایان می‌رسم

 

می‌سوزم

 

می‌شوم ستاره‌ای خاموش

 

که در آسمانت

 

دود می‌شود.

 

 


Este poema fue publicado por la revista de poesía Vazn-e Donya [El peso del mundo] en un número dedicado a los “poetas de la Generación Z”, resultado de un taller de escritura. Extractos de una entrevista de la revista con la autora:

“Miro todo en mi vida de una manera que me permite escribir sobre ello”

Parnia Abbasi: “Siempre que escribo algo, se lo enseño a mi madre, a mis amigos. Pregunto a los que me rodean qué opinan. Me encanta ver cómo reacciona la gente cuando lee mis poemas, sus expresiones faciales, su respuesta, me fascina. Sinceramente, esto se ha convertido en una gran parte de mi vida. Veo todo lo que me pasa como algo que podría escribir, para expresar el sentimiento que tuve en ese momento a través de la poesía. En ese sentido, escribir me aporta paz. Aunque sólo sea un poco cada noche. Muchos de estos poemas nunca los presentaré ni publicaré en ningún sitio, pero cuando los leo yo misma, siento como si esos sentimientos volvieran a estar vivos dentro de mí, y eso tiene un profundo significado para mí.

Cuando me apunté al taller de poesía, estaba ocupada con el trabajo y la universidad al mismo tiempo, pero, sinceramente, el taller me importaba mucho más que la escuela o cualquier otra cosa. Me emocionaba de antemano, preparaba algo que decir. Conocer a los poetas, buscarlos, eso significaba para mí más que la mayoría de las cosas de la vida. Y lo sigue siendo”.

15/06/2025

El papel central de Irán en el nuevo orden mundial emergente

 Mostafa Ghahremani, 14-6-2025

La agresión infame del régimen israelí contra nuestra patria, Irán, debe entenderse y evaluarse en el marco de un esfuerzo organizado para establecer e imponer un nuevo orden en Asia Occidental, y en general, en el sistema global.

El objetivo principal de este régimen con esta agresión es preservar y consolidar su hegemonía regional. Irán, como el único país natural e independiente de esta región, sigue siendo el último obstáculo estratégico frente a las ambiciones expansionistas de Israel y sus aliados occidentales.

Para alcanzar ese objetivo, se promueven proyectos como la desestabilización, la difusión del caos y, en última instancia, el intento de cambiar la estructura de poder en Irán, con el fin de allanar progresivamente el camino hacia su fragmentación.

Esta guerra tendrá un impacto decisivo no solo en las dinámicas regionales de Asia Occidental, sino también en el conjunto del orden mundial que actualmente está en proceso de formación.

USA y la OTAN, al dar luz verde a Israel, han cometido un grave error estratégico. Creen que el desenlace de esta guerra puede desempeñar un papel clave en el equilibrio de poder entre los bloques oriental y occidental en Asia Occidental.

Los caciques occidentales siguen viendo a Irán —en el mejor de los casos— únicamente como un “puente hacia la victoria” en su intento por dominar el corazón geoestratégico de Eurasia y frenar el ascenso de una nueva potencia en Oriente.

Ignoran que el Irán de hoy es el resultado del crisol de acontecimientos de los últimos 45 años, y no aquel Irán atado de manos durante la Segunda Guerra Mundial, cuyo monarca (Reza Shah Pahlavi) fue enviado al exilio en la isla de Mauricio con una simple carta británica (en 1941).

Este Irán no quiere, ni puede, ser solamente un corredor para las ambiciones geopolíticas de las grandes potencias.



12/06/2025

SERGIO RODRÍGUEZ GELFENSTEIN
Fentanilo : el uso de la droga como política

  Sergio Rodríguez Gelfenstein, 12-6-2025

Durante la última década del siglo pasado, tras la desaparición de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría, Estados Unidos se dio a la tarea de buscar un nuevo enemigo que sirviera de eje para reorganizar su política exterior y su política militar. En primera instancia lo encontró en el narcotráfico. Después del 11 de septiembre de 2001 agregó al terrorismo como instrumento de ordenación de su acción intervencionista y agresiva en el mundo, a fin de sustentar su hegemonía en particular en América Latina y el Caribe.

En la práctica, Estados Unidos -además de buscar respuesta a un tema de la agenda  internacional- encontró de este modo, una salida a un problema interno, trasladando al exterior los costos políticos. Desde 1960 a partir de la Ley Antiabuso de Drogas se introdujo un conjunto de sanciones a los países productores, junto a ello comenzó un proceso de militarización de la lucha contra el narcotráfico. Así, se modificó el equilibrio de fuerzas en América Latina y el Caribe, debilitando además la relación cívico-militar y afectando la gobernabilidad y la democracia que se sostenían con diferentes grados de estabilidad. Era la vieja política de “ a río revuelto, ganancia de pescadores” aplicada por Washington para incrementar su control sobre la región.

Ángel Boligan, México

Por otro lado, poco se ha hablado en profundidad  del fracaso de Estados Unidos en el control de la demanda de drogas a fin de trasladar la presión de los países consumidores a los productores y de tránsito.  A finales de la década de los 80 del siglo pasado, un oscuro senador estadounidense por el estado de Delaware llamado Joe Biden dijo en el Congreso de su país que a pesar que los programas antidrogas se habían incrementado, la producción de sustancias sicotrópicas  había aumentado  de forma considerable: 143% la cocaína, 84% el opio y 33% la marihuana. Es decir, el aumento  de los recursos de control de la oferta no estaban acompañados de programas de reducción de la demanda, todo lo cual manifiesta el desinterés  de Washington por solucionar el problema.

Esto tiene dos razones: la primera, apropiarse de los ingentes recursos que proporciona el tráfico de drogas, la mayor parte de los cuales fluye por el sistema financiero de Estados Unidos.  De acuerdo al Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, a finales de la década de los 80 del siglo pasado,  la venta anual de estas sustancias superaba los 110 mil millones de dólares, la mayor parte de los cuales venía a sostener las finanzas de Estados Unidos un país en el que -según la misma fuente- el 37% de su población había consumido algún tipo de droga.

El segundo objetivo es mantener a la juventud idiotizada y con eso, fácilmente controlada para que no piense ni actúe frente al daño que la sociedad capitalista le genera. Los altos niveles de estupidización de la juventud estadounidense le permite al sistema manejarla a través del consumismo, la banalidad, la superficialidad y el individualismo entre otros mecanismos de control societal. En esa medida, los jóvenes jamás van a ser un actor para el cambio que la sociedad necesita. Para Washington, el tema de la droga no es un asunto de salud pública, es un área utilizable para ejercer su control, en primer lugar sobre su propia sociedad, y en segunda instancia sobre la región y el mundo. Para ello, fue creada una organización llamada Administración de Control de Drogas (DEA), que no se propone impedir el narcotráfico, sino organizar, regular y distribuir el ingreso y el consumo de manera que pueda servir a los dos intereses anteriormente planteados.

Esto ocurría en el siglo pasado y comienzos de éste. En ese período histórico, China no era un adversario considerable, sobre todo mientras existió la Unión Soviética a la que ambos identificaban como enemigo común. Su desaparición trajo una época de caos del sistema mientras Washington buscaba un nuevo enemigo. Las acciones terroristas del  11 de septiembre de 2001 hicieron que ambas potencias nuevamente reconocieran a otro enemigo colectivo.

Nuevamente se inició una etapa de acercamiento y flirteo: Estados Unidos porque comenzó su “guerra contra el terrorismo” ubicando el centro de esta dinámica en Afganistán. Y China porque este país tiene límites con Beijing que veía con preocupación que desde Kabul se pudieran establecer mecanismos de apoyo al Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (MITO) organización reconocida como terrorista por la ONU y que tenía presencia en la occidental provincia de  Xinjiang fronteriza con el país del Asia Central que en algún momento llegó a producir entre el 80 y el 90 % de los opiáceos no utilizados en farmacia en el mundo. Washington y Beijing  coincidían en su intranquilidad y desasosiego por este dato.

Pero la crisis financiera de 2008 y el despegue de China hacia su encumbramiento como potencia global le hizo sentir a Washington que debía acelerar su proceso de transformar a Beijing en enemigo principal para lo cual debía crear nuevos instrumentos. Así, surgió la doctrina del “pivote asiático” de Obama, la creación del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD) formado por Estados Unidos, JapónAustralia e India, la alianza estratégica militar entre tres países de la angloesferaAustraliaReino Unido y Estados Unidos (AUKUS) y la alianza de inteligencia anglosajona integrada por Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda llamada “De los Cinco Ojos”. Todas ellas instrumentos militares orientados a la contención de China. En esa lógica también se inscriben las dos guerras comerciales de Trump (fallidas ambas) y los ataques contra Huawei y la tecnología 5G de China, entre otras acciones llevadas adelante por las últimas administraciones estadounidenses.

Dando continuidad a este escalamiento contra China es que se puede entender el argumento de la subida de aranceles motivado en la “exportación” ilegal de fentanilo de China a Estados Unidos. El fentanilo es un opiáceo sintético que actúa en las áreas del cerebro que controlan el dolor y las emociones. Se caracteriza por ser 80 veces más potente que la morfina. En su uso clínico, tiene un comienzo de acción de un minuto y una duración máxima en su efecto clínico de 30 a 60 minutos.

Por estas características es utilizado en la anestesia, como potente analgésico, en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) para pacientes en ventilación mecánica en infusiones continuas, en algunos procedimientos muy específicos de corta duración y en pacientes con dolores crónicos, sobre todo en contextos oncológicos , como parches o  “paletas de caramelos” en niños.

Tiene una alta capacidad adictiva, por lo que su uso en otros escenarios, como servicios de urgencias, no estaría indicado ya que para mantener el alivio del dolor en un tiempo prolongado, se requiere repetir las dosis y por tanto aumentar exponencialmente el riesgo de adicción.

Las Sociedades de Anestesiología a nivel mundial vienen desde hace años trabajando en el riesgo laboral que significa para los trabajadores de la salud y especialmente para los anestesiólogos el bajo control sobre este fármaco. La Confederación Latinoamericana de Sociedades de Anestesiología (CLASA)  ha declarado que en los últimos 5 años en América Latina ha habido alrededor de 50 médicos anestesiólogos fallecidos por sobredosis de fentanilo. En algunos países, desde hace más de 20 años  se viene trabajando en casos de adicción a este fármaco por parte de médicos anestesiólogos, sobre la consideración de que esta es una enfermedad laboral, ya que es de fácil obtención y manipulación.

Por todo lo anterior, la “crisis del fentanilo” en Estados Unidos resulta altamente sospechosa. La doctora Carla Pellegrín especialista en terapia del dolor consultada para este informe, opinó que  resultaba muy extraño que, conociendo todo lo anterior, existieran protocolos para el manejo del dolor en los Servicios de Urgencia y en las Unidades de Ambulancias en Estados Unidos en los que se utiliza abiertamente este fármaco. La especialista chilena agrega que es muy rara -por decir lo menos-  la forma en que se ha inducido su uso. De hecho, en las formaciones de especialistas en distintos centros de América Latina, se siguen protocolos estadounidenses en los que este fármaco es considerado el “Gold Standard” (técnica diagnóstica que define la presencia de la condición con la máxima certeza conocida) para manejo de dolor en las urgencias.

"El fentanilo es la principal causa de muerte entre los usamericanos de entre 18 y 45 años": Cartel publicitario instalado por Families Against Fentanyl en la autopista 57 cerca de Orangethorpe Ave, en Placentia, California, el 6 de abril de 2023. Foto Paul Bersebach / Getty Images

Hoy,  el fentanilo se ha convertido en la droga más común en las muertes por sobredosis en Estados Unidos. Hace unos años atrás, una situación similar, la crisis de la oxicodona, otro opiáceo altamente adictivo quedó en evidencia al descubrirse que el laboratorio farmacéutico que lo producía había falseado la autorización de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA), por lo que  actualmente se encuentra inmerso en un juicio de grandes proporciones.

La producción clandestina de fentanilo es fácil y barata, lo que ha potenciado aún más su consumo. En el año 2022, en Estados Unidos, de las 115.000 muertes producidas por sobredosis, 73.838 (alrededor de 200 diarios) tuvieron su origen en el consumo de fentanilo. Hay una responsabilidad evidente de quienes prescriben y quienes estimulan el uso de este fármaco sin control. En esa medida, no es de extrañar que esta ola de muertes y adicción en las calles de Estados Unidos haya sido calculada, para aumentar las ventas de los laboratorios. Con ello también, incrementar la producción y expendio de naloxona, su antídoto.

La adicción a sustancias químicas, genera un círculo nefasto en que luego de un tiempo inicial en que se siente  placer, la necesidad de consumo se desarrolla en función de no sentir síntomas desagradables de privación hasta el punto en que ya no se siente placer, solo alivio a los síntomas de privación. Esto genera un aumento del consumo hasta atravesar la línea invisible de sobredosis y muerte. Como se dijo antes, es finalmente una forma encubierta de convertir a la población en seres no pensantes lo cual hasta podría ser caracterizado como una forma de genocidio.

La utilización por parte del presidente Trump de esta crisis como una justificación para imponer aranceles a los bienes provenientes de México, Canadá y China transformando esta política  en un  instrumento de presión hacia esos países, no tiene asidero.

De hecho, las muertes por sobredosis comenzaron a disminuir rápidamente a inicios del año pasado. Según un reporte de las periodistas Deidre McPhillips y Annette Choi para CNN en Español, durante la administración Biden “… el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos lanzó una estrategia nacional coordinada para prevenir las sobredosis. Estos esfuerzos se han centrado en la reducción de daños —como el uso de tiras reactivas para detectar fentanilo, medicamentos para revertir sobredosis y sitios de consumo supervisado— así como en la prevención, el tratamiento y la recuperación de trastornos por uso de sustancias”. Consultada al respecto la doctora Sarah Wakeman, directora médica sénior para Trastornos por Uso de Sustancias en Mass General Brigham opinó que: “Finalmente tratar esto como una condición de salud pública, después de tantos años de esfuerzo y atención, puede estar empezando a dar frutos”.

Cao Zhen, R.P. China

No se entiende entonces, que si la aplicación de políticas de salud pública como parte de acciones para enfrentar la demanda, comience a dar buenos resultados, ahora se utilice el hecho para generar una “guerra de aranceles” que persigue objetivos políticos. En este caso, no queda más que constatar que los millones de consumidores jóvenes en Estados Unidos no son más que conejillos de indias para que la actual administración intente “hacer grande a Estados Unidos de nuevo”.

La decisión sobre el incremento de aranceles  motivadas en el comercio de fentanilo por parte de Estados Unidos fue respondida de inmediato por la embajada de China en México que calificó la medida como “arbitraria” y advirtió que estas sanciones deteriorarían la cooperación entre ambos países. Por su parte,  la presidenta Claudia Sheinbaum,  en una conversación telefónica con su homólogo estadounidense le dijo: “No es con aranceles como se resolverá este problema, que es de consumo y salud pública en su país”.

En un reporte de la periodista Ilaria Landini para el periódico La Nación de Buenos Aires se señala que “la crisis del fentanilo se infiltró en las entrañas de Estados Unidos: en las bases de la industria farmacéutica, en los laboratorios clandestinos y en las dinámicas de consumo de millones de personas”.

Consultada por Landini , Guadalupe Correa-Cabrera, profesora de política y gobierno en la Universidad de George Mason opina que las medidas tomadas podrían generar el efecto contrario: “Si se encarecen los precursores y las drogas importadas, los laboratorios norteamericanos podrían comenzar a producir fentanilo internamente para suplir la demanda”, lo cual “lejos de resolver el problema, solo lo trasladaría al interior del país”.

Esta posibilidad es rechazada por la DEA. Su funcionamiento y sustento existencial parte de la noción de que el problema está fuera de Estados Unidos, no en su interior y que el origen de la crisis surge de la creciente oferta, no de la creciente demanda. En tanto la DEA y las diferentes administraciones estadounidenses sean parte del problema, no de la solución, el mismo no tiene salida a la vista. Los jóvenes estadounidenses seguirán siendo sacrificados porque para la administración es mejor que mueran ellos antes que muera el sistema que engendra el problema. Al contrario, no trabajan para proporcionar salud a los jóvenes, sino para dar oxígeno al sistema y así darle continuidad a los beneficios de ese 1% que controla y domina la sociedad.


Virginia Basora-González, una dominicana indocumentada  de 36 años ,  fue detenida en 2019 en USA y deportada por posesión de 40 gramos de fentanilo. En marzo de 2025, fue detenida de nuevo, esta vez en Filadelfia. Su foto llorando fue inmediatamente transformada por los servicios de la Casa Blanca en una imagen generada por IA al estilo de las animaciones del estudio japonés Ghibli. «La detención de Virginia Basora-González demuestra nuestro compromiso de proteger a nuestras comunidades de los extranjeros delincuentes que se dedican a actividades ilegales graves que constituyen una amenaza para la seguridad pública», declaró Brian McShane, director interino de la oficina local del ICE encargada de las operaciones de aplicación de la ley y expulsión en Filadelfia, en el momento de su detención.


10/06/2025

ABDALJAWAD OMAR
Los gánsteres de Israel en Gaza
Una operación de contrainsurgencia en la era de la inteligencia artificial

Israel lleva mucho tiempo utilizando agentes infiltrados que se hacen pasar por palestinos para sembrar la discordia. Hoy vuelve a utilizar esta estrategia en Gaza en forma de bandas que toman el control de la ayuda humanitaria. El objetivo es fragmentar y desmembrar la sociedad palestina.

Abdaljawad Omar HamayelMondoweiss, 9-6-2025

Traducido por Fausto GiudiceTlaxcala

En la larga y dolorosa historia del enfrentamiento entre Palestina y el sionismo, pocas figuras han provocado una ruptura epistémica y afectiva tan profunda como la unidad de las fuerzas especiales secretas que se hacen pasar por palestinos. Conocidos como «unidad arabizada» o «musta'ribin», estos agentes secretos israelíes, a menudo judíos árabes, no operan como colonos visibles, sino como dobles autóctonos. Dominando el dialecto y los modales palestinos, el agente arabizado se mueve entre los palestinos como una presencia fantasmal que imita y vigila desde dentro, al tiempo que lleva a cabo operaciones sorpresa destinadas a tomar por sorpresa a sus “presas”, ya sea para detenerlas o asesinarlas. No se limita a recopilar información, sino que socava la confianza de la comunidad y la posibilidad de un reconocimiento colectivo.

De este modo, los musta’ribin no son solo una fuerza táctica, sino un modo de infiltración armada que rompe el espejo en el que se miran los palestinos. Israel desarrolló inicialmente estas unidades “árabes” para llevar a cabo operaciones rápidas en los campos palestinos, espacios urbanos densamente poblados que, de otro modo, son inaccesibles para los soldados uniformados, con muy pocas posibilidades de tomar por sorpresa a sus objetivos. Los musta'ribin fueron una respuesta a la pregunta de cómo llegar a los “objetivos” antes de que se dieran cuenta de la presencia del ejército.

Esta lógica de infiltración, que forma parte desde hace mucho tiempo de la estrategia colonial de Israel, ha resurgido hoy en día. En un vídeo reciente de las Brigadas Qassam de Hamás, una unidad palestina que colabora con el ejército israelí ha sido designada por la resistencia como musta'ribin. Al utilizar este término para referirse a los colaboradores palestinos —que normalmente se denominarían colaboradores o espías, yawasi— en lugar de a los israelíes infiltrados, Hamás ha difuminado deliberadamente la frontera entre colaborador y enemigo.

No es de extrañar que Israel encuentre entre las poblaciones ocupadas personas dispuestas a sobrevivir gracias a su aparato de dominación. Esta complicidad no es solo el resultado del agotamiento —el desgaste moral bajo un asedio implacable—, sino también de la tenue esperanza de hacerse con el poder, por marginal que sea, dentro del orden impuesto. También es producto de enredos más profundos: los incentivos silenciosos y el estímulo activo que a veces provienen de las propias filas palestinas. Este fenómeno tiene sus raíces en la contradicción histórica entre la resistencia como forma de gobierno y el gobierno como medio de encarcelamiento.

Una de las figuras más tristemente famosas entre estos nuevos mandatarios israelíes en Rafah es Yaser Abu Shabab, un antiguo preso condenado por tráfico de drogas por el Gobierno de Hamás, que dirigió a un grupo de cientos de hombres armados que saquearon los convoyes de ayuda humanitaria en Gaza durante toda la guerra. Su ascenso ilustra cómo la interacción entre la lealtad clánica, la supervivencia material, el oportunismo y el apoyo tácito de elementos dentro de la Autoridad Palestina se combinan para allanar el camino para la aparición de tales bandas. Su presencia no solo tiene como objetivo fracturar el tejido social, sino también reabrir la herida aún abierta del genocidio.

El uso que Israel hace de estas unidades de colaboradores tiene varios objetivos. En primer lugar, sirven para obstaculizar y desviar el flujo de ayuda humanitaria, convirtiéndola así en un mecanismo de control. En segundo lugar, actúan como recaudadores informales, obteniendo ingresos de la economía del sufrimiento que contribuyen a mantener, posicionándose así como intermediarios, no solo con la fuerza de ocupación, sino también con el aparato de ayuda internacional cada vez más privatizado. En tercer lugar, también se utilizan como mecanismo de desvío de fondos, explotando la desesperación para atraer a los hambrientos y a los jóvenes de Gaza. Este poder proviene de lo que se les permite ofrecer: una bolsa de comida, la promesa de acceso, una posible exclusión de las masacres. Estas ofertas no son insignificantes, sino que sirven como palancas de control, operando en la tensión entre la supervivencia de la familia individual y la resistencia colectiva (sumud) de toda la comunidad.

Al interponerse como intermediarios entre Israel y la población, permiten que las redes informales y formales de dependencia y autoridad se arraiguen y se desarrollen. Se convierten en una dirección local que sirve de mediador con Israel. En cuarto lugar, y quizás lo más insidioso, desempeñan el papel de protagonistas en una coreografía propagandística. Se difunden vídeos cuidadosamente escenificados —hombres uniformados descargando sacos de harina o gesticulando frente a filas de desplazados— para sugerir el surgimiento de un gobierno palestino alternativo, aparentemente más “pragmático” o flexible, y más dispuesto a cantar las alabanzas de Netanyahu.

Su papel no es solo sembrar el caos, sino evocar la posibilidad de otro orden. Su mera presencia alimenta la desconfianza, rompiendo las frágiles solidaridades que se forman bajo el asedio. Son, en cierto modo, los primeros en morder el anzuelo: los primeros en imaginar un futuro enclavado en el aparato de exterminio. Pero lo que se les ofrece no es la vida, solo su imitación: una supervivencia controlada en un paisaje diseñado para eliminar la presencia de los palestinos y también la necesidad de su presencia. Y, como muchos fenómenos colaboracionistas de este tipo, ocultan su brutal traición a su pueblo tras consignas como “fuerzas populares”, el nombre que Abu Shabab utiliza para referirse a su banda de saqueadores.

Pero aquí está el quid de la cuestión: si bien estos grupos pueden ser tácticamente útiles para Israel —prácticos para desviar la ayuda, disciplinar el hambre y desestabilizar la ya frágil cohesión del tejido social de Gaza—, su utilidad sigue siendo fundamentalmente limitada. No son actores estratégicos en el sentido transformador del término. Su geografía es limitada, su influencia parasitaria y su existencia está totalmente ligada a la sombra protectora del poder israelí. Son criminales convertidos en colaboradores, muchos de los cuales escaparon de las cárceles palestinas al comienzo de la guerra, otros son antiguos empleados de la Autoridad Palestina en Cisjordania y algunos afirman tener vínculos con el Estado Islámico. Viven literalmente de la guerra: de los convoyes de ayuda que saquean, de las armas que se les entregan selectivamente y de la indulgencia del ejército israelí. Mafias sin dignidad.

Pero lo que más le importa a Israel no es su éxito, sino el espectáculo que ofrecen. Lo importante no es que ganen Gaza —nadie, ni siquiera sus patrocinadores, imagina que puedan lograrlo—, sino que sirvan como demostración viviente de la infiltración. Se convierten en símbolos de fractura, transmitiendo la idea de que la sociedad palestina en Gaza es penetrable, divisible y corruptible. Esto demuestra que la resistencia tiene su contrapartida. Su verdadera función no es gobernar, sino rondar la frontera entre la oposición y la colaboración. Difunden la duda para hacer sospechosa la idea misma de una voluntad colectiva de resistencia.

En este sentido, la milicia colaboradora es menos un activo militar que una herramienta narrativa, un actor en el esfuerzo continuo de Israel por presentar la desintegración palestina como endógena, inevitable y, tal vez, a ojos de los sionistas, “merecida”. Sin embargo, su condición social borrosa —su exclusión del imaginario comunitario— marca su incapacidad para integrarse en el cuerpo social palestino, a diferencia de las mafias tradicionales, que a menudo se arraigan en la solidaridad familiar, vecinal o de clase. Por el contrario, estos colaboradores existen en una zona de soberanía negativa: temidos, pero no respetados; conocidos, pero no reivindicados; presentes, pero renegados. Se asemejan más a una tecnología colonial de fragmentación: bandas sin lealtad y mafias sin dignidad.

Esta tecnología de fragmentación tampoco es nueva. Israel cultiva desde hace mucho tiempo alianzas con actores locales para gestionar y perturbar la cohesión palestina. El reciente auge de las bandas en las comunidades palestinas de Israel es un ejemplo de ello. La convergencia del apoyo tácito de Israel, en particular de los servicios de inteligencia, junto con el fracaso deliberado de las fuerzas policiales y los cambios económicos más amplios, han dado lugar a nuevas estructuras de delincuencia organizada más arraigadas.

Estas bandas no son simples subproductos de la decadencia social, sino síntomas de un desorden orquestado, cultivado y tolerado en la medida en que sustituyen la acción colectiva y redirigen la violencia hacia el interior, incluso entre aquellos a quienes Israel presenta como sus propios ciudadanos, y los utiliza gustosamente como herramientas de propaganda para decir: “Mirad, tenemos árabes paseando por la playa. Por lo tanto, no somos racistas”. Lo mismo ocurre con la Autoridad Palestina en Cisjordania, que representa hoy en día la forma más avanzada de esta cultura política de tipo pandillero. Al canibalizar el aparato paraestatal, la Autoridad Palestina no solo gobierna a la sombra de Israel, sino que también instrumentaliza la historia nacionalista. Redibuja las fronteras de la lealtad y la traición, del amigo y el enemigo, para ocultar sus disposiciones mafiosas.

Pero quizá esto sea lo más importante en el contexto de Gaza: al igual que el humanitarismo y el genocidio obsceno, al igual que la alegría y la fiesta de los soldados israelíes cuando matan a palestinos y destruyen sus casas, ahora todo queda al descubierto. Es una guerra sin velos. Sin sábanas, sin velos, sin anteojeras ideológicas. La forma social de esta colaboración, su brutal irrupción en la esfera pública, revela algo fundamental sobre la naturaleza de esta guerra. No solo es genocida, es obscena y desvergonzada, y no exige nada al mundo salvo pasividad.

Lo que estamos presenciando no es solo una campaña militar, sino el escenario del colapso, no de Gaza, sino de las anteojeras ideológicas, los discursos y las reivindicaciones morales de un mundo que ya no es capaz de justificarse. Una banda en Gaza refleja las numerosas bandas que nos gobiernan.

NdT

La banda de Abu Shabab se presenta en los medios de comunicación en línea en dos formas y con dos “logotipos”: “Fuerzas Populares” y “جهاز مكافحة الإرهاب Yihaz mukafahat al’irhab”, «Servicio o Agencia de Lucha contra el Terrorismo» (imagen 1). Este segundo logotipo es una copia exacta del del Jihaz mukafahat al’irhab yemení, con sede en Adén y dirigido por el general Chalal Ali Shaye, un torturador con un pedigrí cargado al servicio de la coalición saudí-emiratí (imagen 2). Este servicio se inspira a su vez en la Oficina de Lucha contra el Terrorismo creada en Irak por los invasores yanquis y dirigida actualmente por el general Karim Abud Al-Tamimi (imágenes 3 y 4). En resumen, una repetición adaptada al Mashreq en la era de la inteligencia artificial de la famosa operación Oiseau bleu [Pájaro Azul]* lanzada por los servicios franceses en la Argelia de 1956 y condenada, al igual que esta, a un fracaso estrepitoso.

 


*Al comienzo de la guerra de Argelia, en otoño de 1956, los servicios secretos franceses, siguiendo órdenes del gobernador general Jacques Soustelle («Hay que hacer algo con respecto al bereberismo»), crearon en Kabilia la «Fuerza K», reclutando a miembros de la confederación tribal de los Iflissen Lebhar, especializada en la fabricación de armas blancas y famosa por su revuelta contra el poder otomano en el siglo XVIII. Pasó a la historia con el nombre de operación « Pájaro azul » y consistía en la creación de un maquis [foco guerrillero] falso destinado a desacreditar al FLN. Pero la operación se volvió contra sus iniciadores: los hombres reclutados y armados por los servicios franceses eran en realidad auténticos “rebeldes”. Al igual que los ocupantes franceses intentaron apoyarse en los bereberes como auxiliares de la contrainsurgencia, los sionistas siempre han intentado utilizar como cipayos a beduinos, drusos o circasianos.