25/08/2021

THOMAS KLIKAUER/MEG YOUNG
Los muertos vivientes del calentamiento global

Thomas Klikauer y Meg Young, CounterPunch, 23/8/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
 

 Thomas Klikauer (Darmstadt, 1962) es profesor titular de Gestión de Recursos Humanos y Relaciones Laborales Estratégicas en la Universidad de Western Sydney, Australia. Es autor de varios libros, entre ellos “Managerialism: A Critique of an Ideology(Palgrave, 2013), y colabora con frecuencia en diversas publicaciones.  

Meg Young es contable en Sídney; le gustan las películas extranjeras y la música y, en su tiempo libre, trabaja en un Máster en Administración de Empresas.

Una vez más, el recientemente publicado Sexto Informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) sobre el calentamiento global pinta un panorama bastante sombrío de nuestro futuro global común. El informe, redactado por 200 científicos y aprobado por 195 países, se publicó en un momento en el que algunas zonas de Turquía, Italia, Siberia y Grecia seguían ardiendo con temperaturas cercanas a los 50ºC. La reciente ola de calor de Canadá también hizo que las temperaturas llegaran a casi 50ºC. Mientras tanto, las pérdidas por las inundaciones de 2021 en Alemania se estimaban en 30.000 millones de euros.

Central eléctrica en la zona inferior del río Columbia, USA (Foto: Jeffrey St. Clair)


Hoy en día, la
NASA puede presentar sus datos sin tener que temer que los políticos conservadores le recorten el presupuesto por utilizar las palabras “calentamiento global”. Sin embargo, los conservadores y los populistas de derechas están demasiado ansiosos por reproducir la lucha de poder entre Galileo Galilei y la Iglesia Católica, en la que el astrónomo más importante del mundo tenía el conocimiento, pero la Iglesia tenía el poder y los instrumentos de tortura.

Como dijo la revista Nature sobre el informe climático del IPCC, la Tierra es más cálida de lo que ha sido en 125.000 años. En conjunto, los 7.900 millones de personas que habitan la Tierra la han llevado a lo que conocemos como Antropoceno, la época geológica que data del momento en que los seres humanos comenzaron a tener un impacto significativo en la geología y los ecosistemas de la Tierra. Algunos fijan la fecha de inicio del Antropoceno en los primeros años de la década de 1950: el comienzo de pruebas atómicas rutinarias en superficie. El Antropoceno significa un calentamiento global desenfrenado.

En 2021 hemos causado estragos en más de la mitad de las tierras libres de hielo de la Tierra y, de forma indirecta, en la otra mitad. Hemos construido presas y redirigido, enderezado y “gestionado” (¡sic!) casi todos los ríos más grandes de la tierra. Hemos construido fábricas gigantescas y plantas de fertilizantes y hemos utilizado sus productos para aumentar las cosechas para alimentar a casi 8.000 millones de personas. Hemos producido más nitrógeno del que nuestros ecosistemas hayan acumulado jamás. Mientras tanto, los aviones, los coches y las centrales eléctricas emiten 100 veces más dióxido de carbono que los volcanes de la Tierra.

Al mismo tiempo, hemos superpoblado el planeta. La biomasa combinada de todas las personas de la Tierra supera a la de todos los animales salvajes, a muchos de los cuales nos hemos empeñado en matar o llevar a la extinción. Nos dirigimos rápidamente hacia la 6ª Extinción Masiva.

Pero es aún peor, por cada animal salvaje que sigue vivo, hay ocho personas en la Tierra. Esto es sencillamente insostenible. Y está empeorando. La biomasa combinada de los seres humanos y el ganado que mantenemos para comer supera a todos los demás animales, con la excepción de los peces. Dado el ritmo actual de sobrepesca, los seres humanos pronto superarán también este espantoso hito.

Sin embargo, seguimos ahogados con la alucinación de que el problema del control de nuestro clima puede solucionarse con más control. Incluso antes de la Primavera Silenciosa de Rachel Carson (1963), nos hemos rodeado de políticos que piensan que el calentamiento global puede eliminarse mediante la consagrada propaganda de las 3D: (de)negar, distraer y disminuir.

En primer lugar, (de)niegan que el calentamiento global sea un problema; cuando esto ya no es posible, distraen mediante todo tipo de espectáculos, por ejemplo, cambiando las bombillas, limpiando el carbón, etc.; cuando esto ya no es posible, la propaganda pasa a disminuir la relevancia del calentamiento global, el vandalismo medioambiental global, la reducción de la biodiversidad y la inminente extinción masiva de -no solo- los animales.

Desde hace muchos años, la biodiversidad mundial sufre una crisis muy grave. En efecto, el ritmo de aniquilación ha aumentado en los últimos tiempos. Las tasas de extinción son ahora más de 100 veces superiores a lo que los científicos llaman la tasa de fondo, es decir, la tasa normal de extinción a lo largo de la biohistoria de la Tierra. La tasa normal se produjo sobre todo antes de que el ser humano se convirtiera en el principal impulsor de las extinciones, es decir, ahora.

La destrucción de la biodiversidad se extiende ahora por todos los continentes y todos los océanos. Sin embargo, antes de liquidarlos, hemos inventado categorías prácticas para los animales que ya se han extinguido y para los que se van a extinguir. Hoy clasificamos las especies en peligro de extinción. Mientras tanto, otros innumerables animales van -casi todos con nuestra ayuda- hacia la aniquilación masiva.

Todo esto incluye una lista de aves familiares que también están en franco declive, y que afecta a criaturas reconocibles como los vencejos, los gorriones de campo y las gaviotas argénteas. Sin embargo, incluso entre los insectos se está produciendo la extinción a medida que avanzamos hacia Silent Earth – Averting the Insect Apocalypse [Tierra silenciosa: Evitando el apocalipsis de los insectos].

Se trata de una clase de animales que durante mucho tiempo -y de forma bastante errónea- se consideró resistente a la extinción. Sin embargo, el número de insectos ha disminuido muy rápidamente. Es lo que se conoce como el Fenómeno del Escudo del Viento. En resumen, todo el ecosistema de la tierra está bajo una amenaza muy seria. Con el tiempo, todo esto tendrá un impacto negativo sobre nosotros.

A menudo se observa que la naturaleza está de hecho inextricablemente ligada a la cultura. La idea de que hay algo que llamamos “naturaleza” es en realidad algo que surgió cuando los seres humanos tuvieron algo distinto a la naturaleza; algo no natural, como la tecnología, el arte, la conciencia. Lo más probable es que, en torno al momento en que empezamos a separar la naturaleza de las cosas no naturales, no solo inventamos la naturaleza, sino que la cultura empezó a implicarse con ella. Todo esto empezó a surgir hace mucho tiempo.

Hace unos 20.000 años, dimos un gran salto adelante al convertir la naturaleza en algo no natural. Fue la época en la que los humanos empezaron a domesticar a los lobos. Que se convirtieron en perros. El resultado fue un montón de nuevas especies. Pero también creamos dos clasificaciones completamente nuevas. A partir de entonces, tuvimos animales domesticados y animales salvajes.

Unos 10.000 años más tarde, empezamos a domesticar el trigo separando en la naturaleza la maleza de la no maleza y, por tanto, segregando la vida vegetal de nuestro mundo en dos grupos. Para nosotros, algunas plantas se convirtieron en cultivos listos para ser cosechados mientras que otras, lamentablemente, las identificamos como malas hierbas. Son esenciales para la tierra, pero nosotros las consideramos no explotables. Son inútiles para nosotros, como nos han hecho creer. Esto marca el nuevo mundo del Antropoceno y del Capitaloceno. En detrimento de la naturaleza, estas divisiones patológicas siguen multiplicándose.

Y lo que es peor, por cada especie que se convirtió en una especie lista para que los humanos la explotaran, muchas más especies en la naturaleza han ido también disminuyendo. Más grave aún es el hecho de que nuestra destrucción de la naturaleza ha dado lugar a términos aún más sombríos para describir el vandalismo medioambiental que estamos causando. Según la IUCN (siglas en inglés de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), catalogamos a los animales que destruimos en una denominada Lista Roja.

Poco antes de que estos animales fueran eliminados o extinguidos, los agrupamos en vulnerables o en peligro, o en peligro crítico, o extinguidos. En una exhibición del aumento de la locura humana, la categoría de extinto tiene incluso dos subcategorías: extinto en la naturaleza y posiblemente extinto. Esta última es para los animales cuando se considera probable que hayan desaparecido, pero que su desaparición aún no está confirmada. Gran parte de esta locura implica lo que llamamos civilización.

Otros animales y organismos vivos que nuestra civilización está a punto de destruir es la Gran Barrera de Coral de Australia. Recientemente, el gobierno neoliberal de Australia logró, mediante un hábil cabildeo, eludir la categoría de “en peligro” de la UNESCO. Una vez más, los grupos de presión políticos neoliberales se impusieron y el arrecife, la naturaleza e inevitablemente la humanidad han perdido.

El reciente blanqueamiento del coral comenzó con una ola de calor en Hawai en 2014, una ola que llegó a la Gran Barrera de Coral en 2016. Cuando terminó, el 90% del Arrecife corría peligro, ya que el 50% de todos los corales había muerto. A medida que la temperatura del agua aumenta, se supera la tolerancia térmica de los corales, que, para protegerse, expulsan sus microalgas y se vuelven blancos. A menos que la temperatura del agua disminuya en función de un clima más fresco, los corales no consiguen recuperarse y mueren.

El enfriamiento es bastante improbable, porque hacemos todo cuanto podemos en sentido contrario. El calentamiento de la tierra en un proceso que comenzó hace mucho tiempo. Puede que comenzara con el motor de combustión de Thomas Newcomen en 1712, que se utilizaba para bombear el agua de las minas de carbón a fin de incrementar los beneficios. En 1776, su máquina fue notablemente mejorada por la máquina de vapor de Watt, lo que dio lugar a la Era de la Energía del Vapor.

En el mismo año de James Watt, las primeras fábricas y talleres descargaban 15 millones de toneladas de CO2; en 1800, eran 30 millones de toneladas; 50 años después, eran 200 millones de toneladas al año; en 1900, habían alcanzado los 2.000 millones; y hoy, la friolera de 40.000 millones de toneladas.

Desde los tiempos de Thomas Newcomen y James Watt, las temperaturas han aumentado 1,1ºC. Esto puede parecer poco, pero sigue teniendo consecuencias muy serias que se traducen en sequías cada vez más graves, tormentas cada vez más furiosas, incendios cada vez más extensos y olas de calor globales cada vez más frecuentes, más largas y más mortíferas. Mientras tanto, el nivel del mar sigue subiendo.

Y lo que es peor, todo esto se acumula. Las emisiones de CO2 tienen un efecto acumulativo, ya que algunos países expulsan más que otros. El 4% de la población mundial de USA genera la friolera del 30% de todas las emisiones de CO2; el 7% de la UE produce el 22% de todas las emisiones de CO2; el 18% de China solo produce el 13% de las emisiones de CO2; la India el 3%; y todo el continente africano solo el 6%. Ya en el año 1965, se elaboró un informe sobre el calentamiento global para el presidente estadounidense Lyndon Johnson que señalaba que los océanos se elevarían unos 122 centímetros cada diez años o 12,2 metros por siglo.

Los geólogos sostienen que el espacio a vigilar es Groenlandia. Allí, la temperatura de su capa de hielo mostró violentas oscilaciones durante 90.000 de los últimos 100.000 años. La volatilidad del clima fue un hecho hasta que el clima de la Tierra empezó a estabilizarse hace unos 10.000 años.

Sin embargo, durante 90.000 años, la Tierra experimentó oscilaciones de temperatura de hasta 10ºC. De repente se volvió cálida y seca. Poco después, era fría y muy lluviosa. Las plantas murieron o fueron devoradas por las plagas mientras las zonas se secaban o se inundaban. De repente, Londres se convirtió en Sídney y luego volvió a cambiar en muy poco tiempo. Así fueron las imprevisibles temperaturas de la Tierra durante los últimos 100.000 años.

El último gran cambio, y muy imprevisible, de temperatura y clima se produjo hacia el final de la última Edad de Hielo. Después, las temperaturas aumentaron unos 9,5ºC en solo una década. Sorprendentemente, después nuestro clima se estabilizó. Se volvió bastante estable y predecible.

Entre unos 10.000 años y la reciente llegada del Antropoceno, el clima de la Tierra se mantuvo relativamente estable. Durante los últimos 10.000 años, año tras año, década tras década, e incluso siglo tras siglo, nuestro clima fue estable, predecible y previsible. Esto permitió uno de los cambios más trascendentales de la humanidad.

Prácticamente, todo lo que llamamos civilización se enmarca en esos 10.000 años. Un periodo de relativa tranquilidad climática. A pesar de que los últimos 10.000 años fueron estables, tendemos -de forma bastante errónea- a pensar que este tipo de clima estable es el estado normal de las cosas en la Tierra. Esto no es en absoluto así. Nunca lo fue y, según todos los indicios, nunca lo será. Una vez que uno se da cuenta de que el clima de la Tierra es intrínsecamente inestable, lo último que querría hacer es alterar el clima de la Tierra. Sin embargo, esto es exactamente lo que hemos estado haciendo durante décadas: hemos desquiciado nuestro clima.

No es casualidad que hace 10.000 años fuera el momento en el que el clima de la Tierra se estabilizó, pero también fue el momento en que el ser humano realizó uno de sus inventos más significativos. A diferencia de la percepción común de que la invención de la rueda fue lo más importante que el ser humano ha creado, en realidad fue algo totalmente diferente.

La estabilidad climática que comenzó hace unos 10.000 años nos dio las condiciones perfectas para nuestro invento más importante: la agricultura. Prácticamente, nuestras civilizaciones más importantes, en Persia, en China y en la India, comenzaron efectivamente al mismo tiempo: hace unos 6.000 años.

Gracias a la estabilidad climática que permitió el florecimiento de la agricultura, los seres humanos pudieron conseguir un suministro constante de alimentos. Esto nos permitió desarrollar avances como la escritura, construir estructuras y organizaciones sociales sofisticadas, iniciar la ciencia y construir asentamientos tipo ciudad.

Todo esto fue posible gracias a que un clima estable y predecible nos proporcionó agricultura y abundancia de alimentos. Hay quien sostiene que si el clima de la Tierra se hubiera estabilizado y hubiera sido predecible, digamos que hace unos 50.000 años, la civilización podría haber comenzado ya entonces.

Sin embargo, en lugar de mantener el período relativamente corto de clima estable y predecible que nos permite alimentar a los ocho mil millones de personas de hoy, hacemos todo lo contrario. Hemos trastornado el clima de la Tierra. Ante nuestros ojos, el clima de nuestro mundo está girando fuera de control obsequiándonos con una ola de calor tras otra, más sequías, inundaciones récord, etc.

Todas estas son señales inequívocas de que estamos volviendo al futuro de la inestabilidad climática. Estamos al inicio de una época en la que nuestro clima se ha vuelto inestable e impredecible. Esto puede llegar a impedirnos continuar con la agricultura tal y como la conocemos.

Gran parte de este retroceso tiene que ver con la pérdida del hielo marino de la Tierra en el Ártico. La Tierra después del hielo no solo va a implicar que no se podrá esquiar. Puede significar la aniquilación global. El calentamiento global también significa que, desde 1990, la pérdida de hielo en Groenlandia se ha multiplicado por siete, pasando de perder 30.000 millones de toneladas a 200.000 millones al año. Son cifras inimaginables.

Para comprender bien el alcance de esta situación, quizá pueda ayudar este dato: en el verano de 2019, Groenlandia perdió 6.000 millones de toneladas de hielo. 6.000 millones de toneladas de hielo es el agua que se necesita para llenar una piscina del tamaño de California, de 60 cm de altura. El problema es que, no estamos perdiendo 6.000 millones de toneladas cada año, sino 200.000 millones de toneladas de hielo, 33 veces más o 33 piscinas del tamaño de California llenas de 60 cm de agua.

Esto es lo que significa el calentamiento global: aumento del nivel del mar e inundaciones: la subida del agua oscura. Peor aún, una vez que el hielo de Groenlandia se ha derretido, convierte el hielo blanco en suelo oscuro. El suelo oscuro absorbe más luz solar, mientras que el hielo blanco refleja la luz solar. Esto acelerará el calentamiento global.

Como muchas de nuestras ciudades están cerca de la costa, muchas de ellas se inundarán, desde Miami hasta Boston, pasando por Mumbai, Shenzhen, Sídney, Nueva Orleans, Shangai, Tokio, Nueva York, Dhaka y Calcuta, y la lista continúa.

Si el mundo sigue de brazos cruzados, el hielo seguirá derritiéndose hasta desaparecer totalmente. Este proceso va a acelerarse. Y lo que es peor, aunque se reduzca el CO2 -algo que parece poco probable-, nuestro clima tardará décadas en estabilizarse, si es que esto es posible.

A menos que consigamos estabilizar nuestro clima muy pronto y evitemos trasladarnos a una época anterior a hace 10.000 años, en la que el clima de la Tierra era tan imprevisible que no permitía la agricultura, estamos en una situación desesperada. Sin un clima estable, no había agricultura y es muy posible que no haya agricultura.

Sin agricultura, no podemos mantener una población de 7.900 millones de personas. Alrededor del año 10.000 a.C., la población de la Tierra oscilaba entre 1 y 15 millones, es decir, entre el tamaño de una ciudad como Oslo (un millón) y Buenos Aires (15,2 millones). Esa era la población total de la Tierra cuando se inició la agricultura.

Sin agricultura, este podría ser el rango al que podría volver la población de la Tierra. La mejora de la agricultura durante los últimos 6.000 años pudo multiplicar por 100 esta cifra, lo que no implicaría 15 millones sino 1.500 millones de personas.

Si fuéramos muy, muy afortunados, podríamos incluso duplicar esa cifra y llegar a los 3.000 millones de personas, lo que está sorprendentemente cerca de los 3.900 millones de personas que algunos estiman como cifra sostenible para poblar la Tierra. Esta es la buena noticia. La mala noticia es que esta es solo la mitad de la población actual de la Tierra.

Como consecuencia del calentamiento global y de un clima cada vez más inestable, seguido de un fracaso masivo de la agricultura, el colapso global podría ser inminente. Sin un clima estable y el inminente fin de la agricultura tal y como la conocemos, no solo millones, sino posiblemente miles de millones de seres, pasarán hambre y podrían morir. Sin embargo, serán aquellos que posiblemente no sepan lo que se avecina. Estos son los muertos vivientes del calentamiento global.

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