Traducido del inglés por S. Seguí
El terror israelí vuelve a las andadas. Los escuadrones de la muerte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) culminaron otra semana fructífera: cuatro cadáveres de palestinos inocentes acumulados de viernes a viernes. No parece haber una conexión entre los cuatro incidentes en los que murieron cuatro hijos, pero el vínculo no se puede obviar.
En todos estos casos, los soldados optaron de preferencia por disparar a matar. En los cuatro casos se podría haber elegido otro camino: detenerlos, apuntar a las piernas, no hacer nada o simplemente no estar allí. Pero los soldados decidieron matar. Probablemente es más fácil para ellos de esta manera.
Provienen de diferentes unidades del ejército y tienen diferentes antecedentes, pero comparten la increíble facilidad para matar, tanto si tienen que hacerlo como si no. Matan porque pueden hacerlo; matan porque están convencidos de que así es como se espera que actúen; matan porque saben que nada sale más barato que la vida de un palestino. Matan porque saben que los medios de comunicación israelíes bostezarán y no informarán de nada; matan porque saben que no les pasará nada. Así pues, ¿por qué no?, ¿por qué no matar a un palestino cuando se tiene la oportunidad?
Soldados israelíes en el funeral del niño de 12 años Mohammed Al Alami, el jueves pasado, en Beit Ummar, Cisjordania. Foto: Emil Salman
Mataron a un niño de 12 años y a un fontanero de 41. Mataron también a un adolescente de 17 años y a un joven de 20 años que asistía a un funeral, todo ello en una semana. Un eslogan israelí durante la guerra de 1948 decía "A las armas, todo hombre capaz", lo que llevó más tarde al concepto de "pureza de armas" de las FDI. Cuatro en una semana, sin motivo, sin vacilación, sin que hubiera ningún terrorista enfrentándose a a ellos. Cuatro ejecuciones de jóvenes con sueños, familias, planes y amores.
Ninguno de los cuatro ponía en peligro a los soldados, y desde luego de ninguna manera que justificara el fuego letal. Trece balas a un coche que pasaba inocentemente, transportando a un padre y sus tres hijos pequeños. Disparos a un fontanero que sostenía una llave inglesa y del que dijeron que "se dirigía rápidamente hacia los soldados". Tres balas al estómago de un joven de 17 años que se acompañaba a su hermano a casa.
Todo ello puede calificarse de terror; no hay otra definición. Todo esto puede calificarse de acciones de escuadrones de la muerte; no hay otra descripción. Suena horrible, pero es realmente horrible.
Podría ser mucho menos horrible si los medios de comunicación israelíes se dignaran informar sobre los hechos, lo que podría conmocionar a los israelíes. Podría ser mucho menos horrible si los comandantes de las FDI tomaran las medidas que se imponen ante la imprudencia asesina de su ejército. Pero la mayoría de los medios de comunicación consideraron que el asesinato de un niño no interesaba a nadie o no era importante, o ambas cosas, por lo cual no se informó de este impactante incidente.
Si los soldados hubieran disparado a un perro –también un acto impactante, por supuesto— el hecho habría suscitado más atención. ¿Pero, un niño palestino muerto? ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué debería interesar a alguien, por qué es importante?
"¿Trabajas para los árabes?", tuiteó maliciosamente el periodista Yinon Magal, dirigiéndose a Hagar Shezaf, de Haaretz, prácticamente la única periodista que cubrió el funeral del niño. He aquí la nueva ética periodística: informar de la verdad equivale a trabajar para los árabes.
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