Después de la lectura de dos artículos en español e inglés acerca de la reciente muerte de Mikis Theodorakis, me llevó a volandas mi espíritu a mi estancia como estudiante de Erasmus en Ioaninna en el año 2010 y posteriores experiencias de mi mosaico vivencial griego que fueron estruendosas y maravillosas; como buen estudiante disfruté de los placeres mundanos que la tierra helena me proveyó y también conocí la gran hospitalidad que tanto caracteriza a los helenos -hecho que se plasma en la voz griega φιλοξενία, que significa tanto como “amigo del extranjero”- al narrarme en una barra de un camping de la variopinta isla griega de Kreta, que para mí alberga un microcosmos de Grecia, como un griego acompañó a un extranjero al preguntarle este por la dirección de un hostal hasta la mismísima entrada del mismo.
Tras el golpe de Estado de una junta militar de extrema derecha bajo el mando de Geórgios Papadópoulos, Theodorakis se fue a la clandestinidad y fundó una organización de resistencia contra la misma, incluso los coroneles vetaron la audición de su música y unos meses más tarde fue capturado y encarcelado durante cinco meses y tras una larga huelga de hambre le desterraron a él con su mujer Myrto y sus dos hijos al pueblo de Zatuna y posteriormente fue recluido en el campo de concentración de Oropos. Durante todo ese tiempo compuso incansablemente canciones contra la Junta.
Algunos griegos exiliados en el extranjero como Melina Mercouri y María Farandouri obtuvieron sus canciones y las interpretaron. Su salud sufrió las condiciones del arresto y las huelgas de hambre; se produjo un movimiento de solidaridad por parte de artistas e intelectuales de todo el mundo. Durante el exilio dedicó todas sus fuerzas en la lucha contra la dictadura recorriendo varios países llevando acabo conciertos, charlas y manifestaciones. Sus canciones se convirtieron en un símbolo de resistencia contra el fascismo en países esparcidos por todo el mundo y tuvo encuentros con políticos e intelectuales de altísimo rango. En 1974 volvió a Grecia tras la caída del régimen fascista. Continuó con sus dos facetas, artística y política, fue elegido en dos ocasiones diputado y se le nombró Ministro en el gobierno de coalición entre centro derecha y los comunistas de Constantinos Mitsotakis. En 1983 recibió el Premio Lenin de la Paz. Sin duda uno de los grandes referentes de la izquierda europea del siglo pasado.
Uno de los dos conciertos históricos en el Estadio Karaiskaki en 1974, celebrando la caída de la junta de los coroneles
El punto de vista artístico de Theodorakis despunta en mi imaginario por el visionado de la cinta de Mihalis Kakogiannis para mi Trabajo Fin de Grado acerca de la retraducción del griego al español de la novela “Zorba el Griego, Vida y andanzas de Alexis Zorba”; cuando me sumergí en la banda sonora para escucharla y disfrutar del talento musical del genio griego. El Sirtaki, un invento para la película, me acompañó hace unos años cuando estuve en la Feria Internacional de Fuengirola en la carpa griega sentado con unos amigos y viendo y escuchando a los músicos griegos comenzando a tocar la música del Sirtaki, el muro de enfrente con un plano de Grecia y bebiendo con un vaso de vino griego en mano, me sobresaltaron las lágrimas y la emoción y empecé a bailar el Sirtaki tan alocadamente como Zorba el Griego, alias Antony Quinn.
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