Luis E. Sabini Fernández, 10/7/2022
La pandemia de la OMS, no ha concluido y si escucháramos a sus “sacerdotes”, Bill Gates, Klaus Schwab, tenemos otra en puerta, peor.
Entretanto, nos aconsejan ir por la cuarta y la quinta dosis de la vacuna experimental que precisamente por su nivel (insuficiente) de verificación no pudo hacerse obligatoria, aunque muchas autoridades administrativas nacionales y sanitarias la han promovido e inoculado como si lo fuera.
Por eso ha resultado tan preciso el dictamen del juez uruguayo Alejandro Recarey que acaba de exigirle a los laboratorios del Big Pharma que declaren finalmente de qué están compuestas las muy secretas vacunas e informen de las secuelas que, con preocupación creciente se han ido acumulando (si es que se han preocupado en registrar tales secuelas) y entretanto dispensar de toda vacuna, "desconocida" en sus efectos, a menores de 13 años. En buen romance, negarse a emplear a nuestros niños como conejillos de Indias.
Un diálogo, apócrifo, tan bien actuado que nos parece estar reviviendo la vieja serie del Chavo del Ocho, es muy ilustrativo del estado actual de situación: a nuestro protagonista, una suerte de Tin tin del subdesarrollo, el Flaco Don Ramón y Doña Florinda lo acosan a preguntas:
DR – A ver, ¿cuáles son las órdenes del gobierno?
DF - ¿Para los vacunados?
DR - ¿Y para los no vacunados?
Ch – Mandaron a que los no vacunados tienen que usar máscaras de ahora en adelante…
DF – ¿Y los vacunados?
Ch – También.
DR – Oye, oye, quiere decir que ahora también se contagian?
Ch - ¿Los vacunados o los no vacunados?
DR - ¡los no vacunados!
Ch – Los no vacunados, si no se cuidan, pueden contagiarse…
DF – ¿Y los vacunados?
Ch – También.
DF – Oye, pues, entonces los no vacunados pueden contagiar a otros…
DF - ¡Y los vacunados?
Ch – También.
DF – Entonces se pueden enfermar y hasta morir…
Ch - ¿los vacunados o los no vacunados?
DR – Bueno…
DF – Un momento, ¿pero no le pasa lo mismo a ambos?
Ch – Sí…
DF – Entonces [con aire de ganadora], ¿por qué entonces dices vacunados y no vacunados?
Ch – Porque aunque pueden enfermarse y morirse, los vacunados tienen hasta un 98% de posibilidad de sobrevivir al covid…
DF – [mira extasiada y suspira aliviada] Ahhhhh…
DR - ¿Y los no vacunados?
Ch – También…
Al mismo tiempo, la sociedad ha entrado en una suerte de hastío o cansancio magistralmente registrado en el sketch que transcribimos textualmente. Y tanto la población como la prensa han ido desinteresándose del significado, la trascendencia, y sobre todo, las causas, del tratamiento a que hemos sido sometidos.
El investigador, conocido en países del Primer Mundo (aunque muchos menos entre nos) Nicholas Wade lo dijo hace más de un año: no se puede creer que el brote del Covid-19 se deba a algo espontáneo o natural, interpretación promovida no sólo por quienes podían tener interés en oscurecer la etiología del Covid-19, como el Big Pharma, sino también por parte de algunos muy críticos del mundo de los negocios transnacionales, pero que –no sabemos si para evitar que les endilgaran el sambenito de conspiranoicos– insistieron en el desencadenamiento espontáneo de un contagio mediante murciélagos, civetas, pangolines y otros eslabones naturales y casuales que, a causa de la invasión permanente –ésa sí real y progresiva de la sociedad humana, básicamente depredadora, sobre los entornos naturales y silvestres, vegetales y animales, habría provocado la epidemia generalizada, decretada por la OMS como pandemia.
REAPARECE EL BIOWARFARE
Han pasado más de dos años. Ahora, mediados de 2022, con la pandemia aparentemente en nítida regresión, tenemos el testimonio de Jeffrey Sachs, que preside, precisamente la comisión editorial de la misma The Lancet que está a cargo del asunto pandemia y que es probablemente la principal revista científica del mundo (y no precisamente por su edad cuasi bicentenaria), quien califica a la pandemia como “un error garrafal de la biotecnología”, “no un accidente de un desbordamiento natural”. Con semejante calificación, reaparecen en escena los laboratorios estadounidenses dedicados al biowarfare, la continuación de la guerra por medio de la biología sintética, elaboración de formas de vida con diseño a cargo de humanos, que varios autores habían entrevisto desde el mismísimo comienzo tan peculiar de la pandemia,[1] y ratificara en su momento el referente Wade.
En rigor, Sachs verifica lo que ya entendíamos como más plausible los que no quisimos confiar en los dictámenes de la ciencia oficial, cuyos muy interesados malpasos vienen desde hace mucho. El comercio siempre fue mal consejero de la salud, pero los intereses y la perspectiva de poder, aumentaron con botas de siete leguas con la biología sintética; elaboración de formas de vida manipulada y diseñada por el hombre.
El biowarfare no fue invento de los yanquis, por más que hayan sido sus principales cultores tras la 2GM; en realidad responde a todo sistema de poder, para acompañar ese ejercicio desde los laboratorios, con la ciencia aplicada. La “Gran Guerra” (como se llamó a la de 1914-1918) se hizo mucho desde la química; tras la 2GM, HAARP fue un intento de aplicar meteorología y física a la guerra y a la lucha contra “enemigos”.
El virus mortal, “no se produjo de forma natural” (véase mi vetusta nota “COVID-19: miedo, calidad de vida, pánico, profilaxis… extraño bamboleo”, 10 de abril de 2020).
Hemos vivido este tiempo, advirtiendo la enorme concentración de poder, desde el Big Pharma en medio de una lógica ignorancia generalizada (de cómo actuar ante un problema nuevo) y desde la OMS, con un mecenazgo medieval remozado en pleno siglo XXI, y cómo los mensajes de estos emisores investidos del papel de “la ciencia”, han estado modelando a través de copiosos medios de incomunicación de masas, las imágenes habituales y más trilladas, basándose en el miedo y en nombre de la ciencia.
Aunque los medios de incomunicación de masas han optado sistemáticamente por acallar las voces discordantes o escépticas a la política establecida con la pandemia decretada por la OMS, la sospecha de motivos crematísticos para impulsar una rápida y extendida vacunación ha subsistido como una sombra a la apuesta casi exclusiva a la vacunación para recuperar salud ante el Covid 19.
CIENCIA Y CREENCIA
Nuestra cultura actual se caracteriza por un alto desarrollo científico y, a la vez, por una alta confianza y creencia en la ciencia. El primer rasgo abre las mentes; el segundo las cierra. En nuestro presente existen ambas actitudes; la de investigación y duda ante problemas nuevos y sobre todo sus soluciones (necesariamente nuevas), y la creencia ciega en la ciencia. Esto último, realmente no es ciencia; incluso esa creencia puede ser penosamente anticientífica. Y es sobre estas creencias que organizaciones con poder ideológico conquistan “las almas”, la confianza en amplios sectores sociales.
Y la combinación de creencia en la ciencia y miedo se ha demostrado decisiva y muy difícil de apelar.
VOLVAMOS AL CAPÍTULO URUGUAY
Ante la extraordinaria intimación dispuesta en nuestro país por el juez Alejandro Recarey, dado el cúmulo de factores sociales e ideológicos que hemos sucintamente reseñado, la reacción no se ha hecho esperar. Una Santa Alianza de frenteamplistas y multicolores se ha lanzado, proclamando la defensa de la ciencia (en rigor, la defensa de la creencia en la ciencia).
Ciencia que en ningún momento el juez ha cuestionado en sus actos. Más bien al contrario, el juez está, con su veredicto, reclamando más ciencia, no menos, en el peculiar trámite de esta pandemia con tantos interesados.
“Un juez de Uruguay decidió este jueves ‘la suspensión inmediata’ de la vacunación contra el coronavirus a niños menores de 13 años, hasta que se conozcan los contratos entre el Estado y la farmacéutica Pfizer y la ‘composición de las sustancias’ contenidas en el medicamento.” (Montevideo, AFP, 7 jul. 2022)
Recarey tomó la determinación tras un pedido de amparo para “suspender la vacunación a niños”.
Obsérvese el lenguaje con que había sido aprobado por el gobierno, con el presidente Lacalle y su ministro Salinas al frente, la vacunación para menores: habían dispuesto “la inoculación de la vacuna a niños, prevista en el país a partir de los 5 años de edad, aunque de forma voluntaria.”
Lenguaje melifluo, si cabe. Se dice al final que es voluntaria pero con el peso de todos los condicionamientos mediáticos, ideológicos, profesionales, médicos, sanitarios, se le hace muy difícil a la población supuestamente en riesgo declinar el uso de una vacuna prácticamente legitimada por el apuro.
Nos tenemos que alegrar que el presidente, con su profesión de fe liberal no pretenda inoculaciones obligatorias o forzosas, pero sabemos que en nuestro país, el apego a la legalidad, cierta confianza en las autoridades y la ignorancia que campea ante algo inesperado y desconocido (al menos para la generalidad de la población planetaria, aunque haya habido sectores selectos, muy minoritarios, que parecían estar muy al tanto de lo por venir.[2]
La suspensión en nuestro país, dispuesta Recarey, comunicada en su fallo emitido el 7 de julio, estará vigente hasta que "se publique o publiquen íntegros [...] todos los contratos de compra de estas vacunas" y los documentos que "detallen la composición de las sustancias a inocular", reza la resolución.
Chocante es tener que recordar, una vez más que las trajinadas vacunas fueron aprobadas sin tener en cuenta tales recaudos.
Sin embargo, la precautoria decisión del juez sigue siendo impugnada. Uno de los cuestionamientos gubernamentales es que no ha sido imparcial. Como si se tratara de un arbitraje futbolístico, ¿a qué viene lo de imparcial en la cuestión de vacunar con vacunas que ni siquiera la OMS considera aprobadas y al menos por ahora ni siquiera aprobables? Como con los embarazos, no se puede estar “un poco con embarazo y un poco no”; no se puede plantear que no se sabe qué ingredientes tiene la vacuna, pero son un poco aprobados y otro poco no.
De todos modos, el juez tuvo que salir a defender su conducta, expresando que “no se involucra en discutir aspectos científicos” ni en “la necesidad o conveniencia de la vacunación a menores”. Algo que ya podía leerse así en su dictamen.
El juez ha alterado la tranquilidad burocrática del gobierno, cierta impunidad en sus actos. Nos parece saludable.
Recarey nos recordó que “ningún gobierno puede firmar contratos secretos, en el desconocimiento de la opinión pública”, con lo cual su dictamen excede, políticamente, y con acierto, el estilo de los gobiernos que ha tenido este país firmando a espaldas de la población convenios y acuerdos que llaman la atención por la hipoteca que significan para el futuro de los orientales o uruguayos. [3]
También destaca que no atender el principio precautorio, atenta contra el futuro de individuos, muchos hoy menores de edad. Y establece, o mejor dicho nos recuerda un saludable principio, de no estar atado a la versión del fabricante comercial, bajo el especioso argumento de la confianza científica (Pfizer, por ejemplo, está incurso en una serie de delitos en su producción farmacéutica, que han sido conocidos gracias a escándalos sanitarios y a periodismo de investigación, lo que nos obliga a desconfiar de todos sus “aportes”, de todos sus compromisos, programados para escamotear todo control público de sus acciones, como, por ejemplo, el uso despiadado de conejillos de Indias humanos pertenecientes a la periferia planetaria, a “los nadies” (práctica generalizada en grandes laboratorios, no es monopolio de Pfizer, que conocemos por haberse judicializado).
Tenemos que alegrarnos que en nuestro pequeño país haya surgido una conciencia crítica y actuante al respecto.
[1] La primera noticia mundial de Covid 19 se registró, ya con varios casos en Wuhan, ciudad multimillonaria china; un segundo brote, semanas después, en Teherán, la capital de Irán y un tercer brote poco después, en el norte de Italia. ¿Continuidad geográfica que habilte la hipótesis de contagios en cruces fronterizos? Igual a cero. Lo único común que a fines de 2019 y principios del 20 alcancé a ver, buscando unir semejantes casos fue el itinerario diseñado por China para su proyecto de Ruta de la Seda; una globalización terrestre de origen chino de este a oeste, con destino final en Europa Occidental. Otro aspecto que lleva a pensar en causas humanas, demasiado humanas, de la peripecia china con Covid 19 es que precisamente en años previos, China sufrió una seguidilla de trastornos con enfermedades de origen desconocido en sus enormes planteles de pollos, cerdos y otros animales domésticos que constituyen alimentos básicos de la dieta del país. Cuesta creer en casualidades, y menos si son permanentes…
[2] Pocos meses antes de declarada la pandemia con alcance universal, estos advertidos habían hecho un simulacro para ver cómo actuar ante la ”inminente” pandemia, que, efectivamente la OMS declarara muy poco después (el simulacro de OMS fue de octubre 2019; la pandemia se oficializó en marzo 2020, pero los primeros rastreos de casos la llevaron a diciembre 2019). Llama poderosamente la atención la contigüidad.
[3] Apenas un par de ejemplos, amén del firmado por el actual presidente con Pfizer, para advertir que se trata de un estilo gerencial en que nuestros gobiernos no se deben a la población sino a los consorcios transnacionales en cuyo beneficio se dictan convenios y acuerdos totalmente inaceptables desde el punto de vista de la vida de la población y de las formas democráticas: acuerdo de presidencia (Lacalle) con Katoen Natie para el uso de nuestro puerto principal por 60 años asegurados de antemano; acuerdo de presidencia (Vázquez) con UPM por 30 años implantándose en una superficie cada vez mayor de un territorio escaso, como el nuestro; resoluciones todas ellas tomadas al margen de sentires y conocimientos de la población.
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