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Sergio Rodríguez Gelfenstein
¿Qué hará Marcos Rubio? 

10/10/2022

ELDA CANTÚ
Una mujer llamada Perla
Como migrantes venezolanos se vuelven armas de guerra electoral en Gringolandia

Elda Cantú, The New York Times, 7-10-2022

Dos aviones privados, procedentes de San Antonio, Texas, aterrizaron en una exclusiva isla de Massachusetts el 14 de septiembre. A bordo iban 48 migrantes venezolanos —entre hombres, mujeres y niños—, a los que se les había prometido trabajo, vivienda y ayuda.

DeSantis deporta a decenas de inmigrantes 
"¡Bienvenidos a Marth's Vineyard! Cualquier cosa que le guste hacer -pescar, pasear, ir de compras, reunirse, crear, comer, relajarse- puede darse un capricho sin restricciones". 
Viéneta de Randall Enos

 En Martha’s Vineyard, lugar de veraneo de los poderosos en EE. UU., nadie los estaba esperando. Poco después se supo que los vuelos los había pagado el gobernador de Florida, Ron DeSantis. Y que, en medio de toda la operación, había una mujer llamada Perla.


En Piedras Negras, México, frontera con Eagle Pass, TexasEdgar Sandoval

El reportaje que dio a conocer la identidad de la misteriosa mujer lo firmó un equipo de periodistas del Times. Contacté a uno de ellos, Edgar Sandoval, reportero de la sección Nacional, para conocer más detalles. A continuación, sus respuestas, editadas y condensadas por espacio, junto con algunas imágenes que Edgar ha tomado durante su trabajo de reportería.

Elda: Hace algún tiempo que cubres las comunidades de la frontera sur de EE. UU. Cuéntame, ¿cómo están cambiando últimamente?
Edgar: Históricamente, la mayor parte de los migrantes que llegaban a EE. UU. eran hombres solteros, en su mayoría de México. Pero esa tendencia ha ido cambiando. Los mexicanos siguen cruzando, pero como saben que serán expulsados automáticamente, a menudo emprenden rutas peligrosas, por desiertos y montañas, para tratar de evadir a las autoridades.
Durante los últimos años, esa tendencia también ha estado cambiando. Los medios se están enfocando en la gran cantidad de solicitantes de asilo, muchos de Venezuela, Nicaragua y otros países, que huyen de la pobreza y la opresión para cruzar el río Grande [Bravo] y entregarse a la Patrulla Fronteriza.


Una selfi con Santos Linarte López, un hombre que migró desde Nicaragua y, atrás, un amigo suyo en Del Rio, TexasEdgar Sandoval

Elda: ¿Qué sucede con quienes buscan asilo después de que se entregan a las autoridades?

Edgar: Se les asigna una audiencia en la corte, donde intentan defender su caso ante un juez de inmigración. Ese proceso suele durar meses. 

Elda: ¿Qué es esto que hemos estado viendo sobre los migrantes venezolanos enviados a otros estados en autobús o avión? ¿Por qué está sucediendo?

Edgar: Antes, los solicitantes de asilo se presentaban en la frontera y se entregaban a las autoridades con el fin de pedir una audiencia en un tribunal para defender su caso. Mientras tanto, tienen permitido quedarse en EE. UU., pero no pueden trabajar legalmente hasta que sus casos sean resueltos por la corte. Muchos tienen familiares o amigos en el país que les pagan su transporte hasta las ciudades donde viven, como Chicago o Nueva York.

Dixon Arambulet, que migró desde Venezuela y llegó hace poco a Nueva York, una ciudad gobernada por demócratasMostafa Bassim para The New York Times

Cuando las cifras de estas personas migrantes alcanzaron niveles históricos, el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, vio la oportunidad de hacer una declaración política y comenzó a transportar a muchos de ellos hasta sus destinos. Defensores de los inmigrantes y demócratas denunciaron la táctica como un ardid político. Sin embargo, muchos de los solicitantes de asilo con los que hablé al principio estaban agradecidos: al fin y al cabo, les daban un viaje gratis.

Elda: ¿Y qué ocurrió?

Edgar: Eso cambió cuando algunos comenzaron a darse cuenta de que estaban siendo utilizados políticamente y comenzaron a notar que había cámaras de los medios en algunos de los destinos más llamativos, como afuera de la casa de la vicepresidenta Kamala Harris.

En septiembre, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, intensificó la estrategia al enviar a una mujer, que muchos migrantes identificaron como Perla Huerta, a un albergue en San Antonio donde les prometió comida, techo y trabajo si abordaban un avión que iba para Boston. Luego, según contaron estas personas, solo las dejaron en Martha’s Vineyard, un enclave liberal y rico, y no tenían idea de dónde estaban. Se sintieron engañados. La oficina del alguacil de San Antonio investiga para ver si se violaron algunas leyes con esa estrategia.

Elda: ¿Esto ya ha pasado antes?

Edgar: Vivimos tiempos sin precedentes. A través de nuestro reporteo nos enteramos de que, en algún momento, la gestión Trump consideró implementar tácticas similares a la de transportar en autobús a los inmigrantes desde la frontera hasta las ciudades santuario, que no deportan a las personas migrantes. Esos planes fueron abandonados después de que Trump fue disuadido de aplicarlos. En todos los años que llevo cubriendo la frontera, esta es la primera vez que veo a gobiernos estatales transportando de manera activa a los migrantes recién llegados a otros estados. Nunca había visto algo así.

Edgar en los medios luego de que el Times identificó a la mujer que reclutó a los migrantes

Elda: Su reportaje descubre la identidad de la mujer misteriosa llamada Perla. ¿Cómo la hallaron?

Edgar: Desde el primer momento empecé a escuchar el nombre de una mujer conocida solo como Perla. Decenas de solicitantes de asilo me la describieron y dijeron que les prometió ayuda y un lugar donde quedarse si accedían a viajar en un avión privado hasta Boston. Pero luego nos estancamos varios días hasta que una fuente me dijo que el nombre de la mujer era Perla Huerta y que actualmente vive en Tampa y tiene 43 años.

Con esa información pudimos rastrear su dirección en Tampa y descubrimos su registro militar que especifica que trabajó en labores de contrainteligencia y como médica de combate. Nos enteramos de que había sido enviada a Irak y Afganistán. Pudimos confirmar esta información a través de otras fuentes y el domingo pasado sentimos que estábamos listos para publicar que era una persona importante en la investigación del alguacil en Texas.

Días después, Domingo Garcia, el presidente nacional de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, el grupo de defensa latino más antiguo de EE. UU., ofreció una recompensa de 10.000 dólares por información sobre su paradero y pidió al Departamento de Justicia que investigue si con esa estrategia se violó alguna ley federal.

En la conferencia de prensa al anunciar la recompensa, Garcia parecía bastante molesto. Tanto Huerta como DeSantis, dijo, utilizaron a los casi 50 migrantes que volaron a Martha’s Vineyard como “piñatas políticas”. Garcia viajó hasta allá y escuchó de primera mano las historias sobre Perla. “La pregunta es, ¿dónde está Perla Huerta?”, dijo.

Elda: ¿Qué va a pasar con las personas que fueron transportadas de este modo?

Edgar: Cada uno de los migrantes abandonados en Martha’s Vineyard ahora tienen abogados que los representan en la corte de inmigración. Los bancos locales les han creado cuentas bancarias y la comunidad local sigue ayudándolos. Algunos residentes les abrieron sus hogares. Pero muchas más personas de Venezuela y otros países siguen llegando a la frontera de Texas y al albergue en San Antonio adonde Perla fue enviada. Y muchos se preguntan qué destino les espera. Oyeron lo que pasó y están agotados.

Conocí gente como Víctor Montoya, de 24 años, que se fue de Venezuela hace tres meses. Me mostró un trozo de papel que sacó de su bolsillo y que era su comprobante de vuelo. “Nombre: Víctor. United. Información de destino y llegada: 16/09/22, Kansas City, MI”. Dijo que el boleto se lo dio una persona contactada por el refugio, una fuente más tradicional de pasajes. Había llegado un día antes y le dieron un brazalete rojo para indicar que fue revisado el 14 de septiembre.

Al igual que otros venezolanos, pasó tres meses muy difíciles para llegar hasta aquí. Dijo que su novia y su hijo de dos años lo esperaban en Kansas City. Sabía de al menos 45 personas que habían conseguido boletos de avión en el refugio. “Siempre quise vivir en Estados Unidos, y no puedo creer que al fin estoy aquí”, me dijo Montoya. Le faltaban dos años para titularse en contabilidad en su país natal y nunca pudo conseguir un trabajo bien remunerado.

“Es un país comunista”, dijo de Venezuela, “siempre he querido vivir en una sociedad capitalista”. Luego abrió su iPhone y leyó un mensaje que le había enviado una hermana. “¡Lograste lo que me dijiste desde que eras niño! Nunca dudé de tus capacidades, cualidades y aptitudes”, decía. “Este es el comienzo de una vida mejor”.


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